5 de junio de 2019
En el trigésimo
aniversario de la matanza de Tiananmen, China se encuentra de nuevo, como
entonces, en una encrucijada. En 1989 se trataba de saber si la apertura económica
impulsada una década antes por el menudo pero correoso Deng Xiao Ping iba a
arrastrar una cierta democratización del país. Los tanques despejaron la cuestión
con contundencia. Ahora, 30 años después, el régimen parece haber cerrado un
ciclo de fortalecimiento económico y asertividad internacional sin que el Partido
Comunista haya cedido un ápice en su designio de control social y político.
Todos los medios occidentales y publicaciones especializadas
dedican estos días numerosos reportajes y artículos a los acontecimientos de
junio de 1989 y a los factores sociales y políticos que condujeron a la masacre
(1). En realidad, permanecen muchas zonas de sombra, y la menor no es el número
de muertos.
En Tiananmen quedó definitivamente descartada la deriva
rusa que concluyó en la liquidación del régimen soviético dos años y medio
después. China dejó bien claro al mundo que la adopción de un comunismo de
mercado no llevaría aparejada la construcción de un sistema político
liberal. Desde entonces los órganos de poder no han dado indicio alguno de que
esa línea de conducta pudiera ser revisada.
Los mandarines de la nueva China han imprimido
ciertas correcciones de rumbo, pero todas ellas en el plano económico,
financiero y social, modificando prioridades, subsanando errores o incluso justificándolos.
El único cambio político de consideración
desde 1989 ha sido el clásico del régimen comunista chino: la purga de
elementos considerados nocivos o perjudiciales para los logros pretendidos.
En los años sesenta del pasado siglo se eliminó a
los dirigentes considerados poco revolucionarios, a raíz de la llamada Revolución
Cultural. En la segunda mitad de los setenta, tras la muerte de Mao, cayeron
los radicales maoístas, liderados por “banda de los cuatro”. A finales de los ochenta,
les tocó el turno a los modernistas, partidarios de llevar la apertura al campo
político, seguidores de Deng pero mucho más aventureros que su maestro (Hu Yao
bang o Zhao Zi Yang, entre otros). Y, desde
los años noventa a la actualidad, las principales víctimas políticas han
sido los “corruptos”, es decir las manzanas podridas del sistema, o presentadas
como tales para justificar su liquidación.
UN LIDERAZGO DE HIERRO…
Con la llegada al poder de Xi Jinping, la habitual
prudencia china del consenso y las decisiones colegiadas que caracterizaron los
mandatos de Jiang Zemin y Hu Jintao dieron paso a un estilo más autoritario o
personalista, más asertivo, menos cauteloso.
El actual líder chino ha concentrado en sí prácticamente todo el poder. Es él
la voz superior en el partido, en las Fuerzas Armadas y en el Estado. Ya no
puede hablarse de un primus inter
pares, sino un líder indiscutible. Xi pretende situarse en la historia al nivel
de Mao y Deng, al reconocérsele la autoría de un Pensamiento o doctrina.
Ha adquirido la categoría de guía de la nación.
El proyecto de Xi se organiza
en torno a tres grandes ejes:
1) Una mayor vigilancia del sector privado en la
economía (en el 70% de las empresas existen comités del partido para asegurar
el cumplimiento de los intereses del Estado;
2) Una política exterior de exhibición de fuerza: militarización
del Mar del sur de China, presión endurecida sobre Taiwan, creciente control
sobre Hong Kong, la iniciativa conocida como moderna ruta de la seda (Belt
and Road, según codificación internacional) para favorecer la penetración
económica y política en todo el mundo en desarrollo… y desarrollado, también, acercamiento
táctico pero cauteloso a Rusia (2).
3) El control reforzado de todos los niveles de la
estructura política del régimen mediante la manipulación conveniente de la dinámica
represiva contra la corrupción (más de un millón de purgados sólo en los
últimos dos años).
En 30 años China ha conseguido el sueño de Deng: convertir
al país en una gran potencia económica. Sin embargo, aún está por conseguir su
principal designio: que los chinos disfruten de una prosperidad similar a la de
las clases medias occidentales (según los parámetros de los años setenta, no lo
actuales).
… PERO CON GRIETAS VISIBLES
El desarrollo chino lleva años dando señales de
fatiga, de agotamiento. La acumulación lograda en tres décadas le ha permitido
extender sus tentáculos por todo el mundo en desarrollo y en amplias zonas de
Occidente, hasta alcanzar la percepción de amenaza, por sus prácticas de
manipulación monetaria y de ventajismo comercial.
Trump se ha propuesto frenar la arrogante ascensión
china. Pero lo ha hecho de la peor manera posible, después de molestar a sus
aliados asiáticos y proyectar una imagen de arrogancia e incomprensión de otros
intereses legítimos. La actual dinámica de confrontación comercial puede, sin
duda, hacer daño a la economía china, pero también a la norteamericana y perjudicar
al crecimiento global (3).
Una de las especialistas
occidentales en China, Elisabeth C. Economy, ha escrito recientemente un ensayo
sobre lo que ella denomina “problemas del modelo Xi” (4).
El catálogo de problemas es amplio y los males que describe resultan de
complicada solución. A saber: estancamiento de la economía, persistencia del
bajo índice de natalidad pese al abandono de la política de un solo hijo,
tensiones sociales crecientes en fábricas y aparatos administrativos, retracción
de la inversión privada, relajación en los controles ambientales, falta de confianza
en el exterior sobre la solidez de las empresas chinas por la sospecha de que
actual como caballo de Troya (el caso de Huawei es sólo el más notorio de una
larga lista), el empeoramiento
de la imagen internacional de China por el endurecimiento de la represión
(de disidentes o en regiones enteras como Xijiang, contra la minoría uigur, de
confesión musulmana).
Naturalmente, el diagnóstico
de Economy y de otros investigadores (5) reflejan una visión occidental convencional.
Otros plantean perspectivas distintas, que encajan la conducta china bajo el mecanismo
defensivo y cuestionan el mito de la amenaza china (6). Sea como fuera, el país
afronta desafíos enormes e incluso apremiantes.
El aniversario de
Tiananmen ha atraído más interés externo que interno. A los chinos les preocupa
más su prosperidad actual -y futura- que las libertades, por incómoda que pueda
resultar esta afirmación. La vía de confrontación que el presidente hotelero ha
abierto, lejos de debilitar al régimen, puede proporcionarle una oportunidad de
cohesión nacional, de protección frente a lo que allí se percibe como un
intento desesperado del mundo occidental de frenar el ascenso de China a la
condición superpotencia del siglo XXI. El fatigado gran dragón asiático puede
encontrar el aliento que le empezaba a faltar, pero sus achaques son
inquietantes.
NOTAS
(1) Destacamos algunos de
los trabajos más interesantes:
-
“The new
Tiananmen papers”. ANDREW
J. NATHAN. FOREIGN AFFAIRS, 30 de mayo;
-
“China
tried to erase the crackdown from memory. But its legacy lives on”. THE WASHINGTON
POST, 2 de junio.
-
“30
years after Tiananmen Square. A personal recollection”. JEFFREY A. BADER. BROOKINGS
INSTITUTION, 29 de mayo;
-
“30
years after Tiananmen Square. A look back to Congress’s forceful response”.
RICHARD C. BUSH. BROOKINGS INSTITUTION, 29 de mayo.
(2) “A
Russian-China partnership is a threat to U.S. interests”. ANDREA KENDALL-TAYLOR
Y DAVID SULLMAN. FOREIGN AFFAIRS, 14 de mayo.
(3) La publicación
FOREIGN AFFAIRS ofreció el 31 de octubre del año pasado una selección bibliográfica
sobre las relaciones pasadas y presentes entre Estados Unidos y China, las dos
grandes potencias del siglo XXI, y las prospectivas de futuro. https://www.foreignaffairs.com/lists/how-to-understand-the-united-states-and-china
(4) “The problems
with Xi’s China Model. Why its successes are becoming liabilities”. ELISABETH
C. ECONOMY. FOREIGN AFFAIRS, 6 de marzo.
(5) “Chine
veut modifier l’ordre Mondial à son avantage”. Entrevistas con JEAN-PIERRE CABESTAN. LE MONDE, 31 de mayo; “Chine à l’assaut des Nations unies”.
LE MONDE, 3 de junio; “Desmystifiying
Belt and Road. The struggle to define Chine’s project of the century”. YUEN
YUEN ANG. FOREIGN AFFAIRS, 22 de mayo.
(6) “¿Hay que temer a
China?”. KISHORA MAHBUBANI. LE MONDE DIPLOMATIQUE (en español). Abril, 2019.
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