TRUMP: GANANCIAS Y RIESGOS DEL FAROLEO

12 de marzo de 2025

Trump ha convertido el tablero internacional en una gigantesca mesa de póker. Las relaciones entre países, las alianzas, las reglas del juego entre adversarios se han tornado impredecibles, cambiantes a cada momento, arriesgadas. Cualquier tratado es susceptible de ser vulnerado o de ser interpretado a capricho (1). Una  decisión de hoy puede ser sustituida por otra contraria mañana. Ni siquiera en los turbulentos años 30 del siglo pasado se había llegado a tanto. Se sabía que Hitler era un tipo peligroso pero incluso los dirigentes que se engañaban a sí mismos podían intuir cuales eran sus objetivos estratégicos, aunque no alcanzaran a imaginar las barbaridades que estaba dispuesto a cometer.

El mundo occidental, aún hegemónico en el Planeta Tierra, vive un momento de desconcierto sin precedentes en los tiempos modernos. Los más cínicos entre las élites dirigentes sostienen o dejan entender que todo esto se trata de una afección pasajera que desaparecerá... o se la hará desaparecer por el “bien de la mayoría”. Puede ser, pero cabe preguntarse cuántos destrozos se pueden soportar.

No es casual ni azaroso que Trump utilizara el juego de naipes en la bochornosa escena del Despacho Oval para describir las opciones del Presidente de Ucrania. “No tienes cartas” en la guerra contra Rusia, le espetó. Es decir, hubiera sido más brutal aún, pero no inexacto, que le hubiera dicho “se te ve el farol”. Ese es el tipo de lenguaje en el que el ocupante de la Casa Blanca se siente a gusto. No en vano, el arte del faroleo es su estilo político. Con la diferencia de que él si cree tener buenas bazas en su mano. Lógicamente, para obtener el máximo rendimiento.

Los constantes cambios de opinión, las decisiones que apenas se mantienen un días o unas horas, las contradicciones incluso en la misma aparición ante los medios, la combinación de chanzas y amenazas (veladas o explícitas) responden a esa visión de los pulsos internacionales. Como soy el más fuerte  -sería su lógica-, estoy en condiciones de obtener lo que me proponga, pero el reto consiste en hacerlo con el menor coste posible.

LA CLAUDICACIÓN DE ZELENSKI

De momento, le ha dado resultado con el protegido ucraniano ahora en desgracia. El impulso de orgullo de Zelenski ha tenido un corto vuelo. La claudicación del Presidente ucraniano es evidente y se ha desplegado con un inevitable aire de humillación. La congelación sólo por unos días de la ayuda militar y de los datos de inteligencia militar le han hecho doblar la rodilla (2). Incluso rodeado de sus aliados europeos, tuvo que admitir que había sido un error llevar la contraria públicamente a Trump. Había sido advertido de que no lo hiciera, pero creyó que sus habilidades como showman televisivo le permitiría salir airoso del envite. No ha sido así.

Con Rusia, Trump también está faroleando. Una vez sometido el díscolo peón, ahora necesita que ese juego de equívocos que lleva años manteniendo con el Kremlin le reporte algún rédito sustancioso en clave personal. Hay motivos para sospechar que la paz en Ucrania le importa un bledo al Presidente regresado. Es su vanidad es casi lo único que le impulsa. En ese asunto y en todos los demás.

El trágala de Jeddah -no puede hablarse de acuerdo, en puridad- es el paso que la Casa Blanca necesitaba para escuchar la apuesta de Putin. Por la experiencia de las actuaciones del líder ruso, no cabe esperar de él actuaciones transparentes. Por el momento, sigue con su costoso esfuerzo de mejorar posiciones en el campo de batalla antes de comprometerse en una vía negociada. La leyenda de que Trump y Putin son aliados encubiertos es un elemento más del juego de propaganda que enturbia este conflicto desde el principio. Trump no tiene aliados (quizás ni siquiera entienda de verdad ese concepto), sino socios con los que hay que entenderse sin descartar engañarlos. Y a Putin le pasa lo mismo, aunque con otro estilo. Lo avala su carrera profesional, basada en la mentira y la extorsión.

En el mundo liberal, la alarma cunde. Al menos como ejercicio público. Esta visión angelical de una Europa trastornada por la deriva norteamericana es también muy difícil de creer. Los dirigentes políticos europeos son tributarios de una tradición colonial en la que imperaba siempre el espíritu del más fuerte y la retórica de los derechos humanos se sacrificaba en el altar de los intereses de las élites. Resulta candoroso escuchar las apasionadas proclamas de los líderes británico o francés, sobre el derecho a la independencia del pueblo de Ucrania. No hace tiempo que sus predecesores pactaron con Putin (los acuerdos de Minsk I y II) que sabían positivamente que no se iban a cumplir: ni por los rusos ni por los ucranianos (3).

En Europa,  la conclusión inmediata del desgarro transatlántico es esta urgencia armamentística envuelta en un paquete financiero improvisado a toda prisa, para apaciguar las primeras aprensiones sociales (4) . Los gobiernos del consenso centrista se protegen preventivamente de las críticas. Los liberales, como Macron, prometiendo que no va a ser necesario subir los impuestos (5); los conservadores, como Merz, el canciller in pectore, abjurando de sus rígidas reglas fiscales de contención del gasto y la deuda (6); los laboristas, justificando los primeros recortes en materia social (7).

El complejo industrial-militar siempre ha sido un factor de riesgo para el sistema democrático como denunció Eisenhower, cuando se despidió de la Casa Blanca a mediados de los 50. Bien lo sabía él, que era un producto de ese poder real. Durante las dos décadas siguientes, los Estados atendieron más las necesidades sociales que los escenarios de catástrofe militar. No fue casualidad que la revolución conservadora de los años ochenta se aparejara con un repunte de los gastos militares sin precedentes desde la II Guerra Mundial. Y no han cesado de aumentar desde entonces. El presupuesto militar de EE.UU es mayor que el de los 15 países que le siguen.


Fuente: Instituto de Estudios Estratégicos (Universidad de Georgestwon)

Empieza a clarificarse que el debate sobre este “esfuerzo en Defensa” tiene poco que ver con las amenazas militares reales y mucho con el riesgo de perder la batalla de la competencia que algunos sectores industriales perciben ante la irrupción de rival geoestratégico del siglo XXI.

En el juego de póker de Trump con sus socios comerciales más importantes (europeos, canadiense, mexicano), la apuesta es arriesgada, pero corregible. O eso piensa él, aunque los mercados bursátiles le haya mostrado ya su malestar y los gurús económicos ya estén avisando de una recesión autoinfligida (8).

Pero la verdadera partida de Trump la tendrá que jugar con China. En esa mesa no estará sentado sólo el Presidente croupier, sino muchos políticos y agentes del capitalismo americano que creen necesario frenar como sea a China. Si ya no funcionara el desrisking (reducir riesgos sin romper la baraja), habrá que adoptar el decoupling (desvincular las economías occidentales de las cadenas de suministro chinas). Las tácticas trileras de quien se creer poseedor de la mejor mano podrían resultarles útil a quienes juegan a mucho más largo plazo. Hay una partida mucho más importante que hace tiempo se está librando en una sala trasera y no bajo los focos de este liderazgo dopado por la cultura visual.

 

 NOTAS

(1) “All of the Trump Administration’s Major Moves in the First 50 Days”. THE NEW YORK TIMES, 11 de marzo (actualizado a diario).

(2) “Visualizing Ukraine’s military aid after the U.S. freeze”. THE WASHINGTON POST, 11 de marzo.

(3) “The Minsk Conundrum: Western Policy and Russia’s War in Eastern Ukraine” CHATTAM HOUSE.

https://www.chathamhouse.org/2020/05/minsk-conundrum-western-policy-and-russias-war-eastern-ukraine-0/minsk-2-agreement

(4) “Les dépenses militaires, un levier pour la croissance… et pour l’inflation”. BEATRICE MADELEINE. LE MONDE, 10 de marzo.

(5) “Face à la «menace russe», Emmanuel Macron sollicite la «force d’âme» des Français”. LE MONDE, 6 de marzo.

(6) “A fantastic start for Friedrich Merz. The incoming chancellor signals massive increases in defence and infrastructure spending”. THE ECONOMIST, 5 de marzo.

(7) “Starmer decries ‘worst of all worlds’ benefits system ahead of deep cuts”. THE GUARDIAN, 10 de marzo.

(8) “The Incoherent Case for Tariffs. Trump’s Fixation on Economic Coercion Will Subvert His Economic Goals”. CHAD BOWNE Y DOUGLAS IRWIN (Peterson Institute). FOREIGN AFFAIRS, 11 de marzo.

 

 

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