16 de abril de 2025
La
guerra comercial desencadenada por Trump -aparentemente errática o disparatada-
parece haber entrado en una fase selectiva. La pausa arancelaria, sea provocada
por la contundente reacción negativa de los mercados, sea supuestamente
prevista como parte de una estrategia negociadora, excluye de momento a China,
señalada por la Casa Blanca como la gran villana del comercio mundial.
Nadie
se atreve a pronosticar los próximos pasos en un escenario alterado por un
capitalista primitivo como Trump y su cohorte de asesores dispuestos a apurar
su afición al gamberrismo intelectual y político. Ante la incertidumbre, los
otros polos de la economía globalizada se mueven para mejorar sus posiciones,
sin por ello atreverse a desafiar frontalmente al gran patrón.
REÑIDOS
PERO NO SEPARADOS... AÚN
Si
contemplamos el Mundo como un gran escenario donde se representan luchas de
poder e influencia, descubriremos muchos actores de relevancia, pero, como en
las piezas de duelo interpretativo, destacan dos actores sobre los demás:
Estados Unidos y China. Y al igual que en las obras de ficción, ambos rivalizan
pero se necesitan a la vez.
A
cada andanada de Trump (54%) respondido Pekín con una escalada medida, replicada
a su vez replicada por otra mayor del presidente más teatrero de los últimos
tiempos: las tarifas están ahora 145% (EEUU), 125% China) (1). Este aparente baile
sobre la cornisa tiene cierta trampa. Se sabe que las dos partes están
manteniendo contactos indirectos, más o menos discretos, para evitar derrumbes
irreparables. Cuando no se activan los teléfonos rojos, se acude a técnicas
menos dramáticas. En los duelos interpretativos, también los silencios resultan
valiosos para mantener el clímax.
Luego
están los movimientos laterales eximir de la presión a productos electrónicos
chinos. Trump juega engañosamente a llevar la iniciativa y aparenta no
necesitar de otros apoyos para consolidar su actuación. Después de todo, en el
imaginario del Presidente MAGA la fuerza norteamericana no ha desaparecido, tan
sólo se ha desaprovechado. Y ahí está él para ponerla de nuevo en valor.
LA
CONVERGENCIA CHINA-EUROPA
El
otro actor principal y los secundarios de peso han escenificado con claridad
calculada sus movimientos. China y Europa han atenuado sus divergencias. En
Pekín no se olvida que la UE ha etiquetado a China como “rival sistémico”. El
déficit comercial europeo con la superpotencia asiática roza los 300 mil
millones de euros, mayor aun que el norteamericano con China. No obstante, en
vista de la hostilidad norteamericana, ahora se impone un giro de guion. Por
eso, China y la UE se han comprometido a reanudar una senda de entendimiento,
pese al desacuerdo enorme que mantienen sobre Rusia y la guerra Ucrania (2).
La
prensa anglosajona ha destacado la iniciativa del Presidente del Gobierno
español de viajar a Pekín para ofrecer la mano tendida. Algo similar, pero no
igual, ha hecho el británico Starmer, aunque Londres sea el polo menos batido
por Trump y más proclive a no romper puentes con el “aliado
imprescindible”. Sin embargo, otras
potencias europeas recelan de la carta china. La Presidenta Von der Leyen lidera
esa posición de vigía avezada frente a posibles maniobras orientales. En
Bruselas se teme que China quiera escapar de los aranceles trumpianos,
“inundando los mercados europeos con sus productos”. (3)
LA
BAZA ASIÁTICA
China,
por si acaso, asegura los frentes más cercanos. La gira por el Sureste de Asia
(Vietnam, Malasia, Camboya) que ha emprendido esta semana el Presidente Xi es
muy significativa (4). Vietnam, el vecino díscolo, es la mejor baza de Pekín.
En otros tiempos muy lejanos estuvieron hermanados en un comunismo combativo.
Luego se distanciaron por una rivalidad geoestratégica (Hanoi se posicionó del
lado de Moscú en el cisma marxista-leninista) que los llevó incluso a una
guerra fronteriza en la que Pekín salió mal parada. Ahora se encuentran de
nuevo, cuando del comunismo sólo quedan las banderas y una retórica gastada. El
capitalismo de Estado que ambos practican los ha llevado por caminos
pragmáticos distintos.
Los
vietnamitas han favorecido acuerdos escalonados con su antiguo némesis,
los Estados Unidos, a los que los derechos humanos y la falta de libertades
individuales ha dejado de importarles, como en tantos otros sitios. Vietnam es
hoy una pieza de gran valor en la estrategia norteamericana de contención de
China en Asia. Y en Hanoi no han dudado en sacar partido de ello.
Los
chinos, que entienden muy bien ese juego, saben que tienen también buenas
cartas en Vietnam. Trump ha amenazado con castigar al tigre del sureste
asiático con unos aranceles del 46%, en castigo por un déficit comercial que
ronda los 100.000 millones de $. La respuesta de Hanoi ha sido bifronte. Por un
lado, han activado canales de diálogo
con Washington con promesas de comprar más productos norteamericanos, a cambio
de reducir los aranceles anunciados. Y por otro, han apoyado la iniciativa del
Presidente Xi, favoreciendo la firma de más de 40 acuerdos bilaterales, con el
objetivo de convertirse en un socio de primera magnitud para China: primer cliente
comercial en la región y cuarto del mundo.
En
Washington se agarran a los límites de este acercamiento bilateral. De
conseguir la indulgencia de Trump, Vietnam podría beneficiarse de la
hibernación china, no sólo en Estados Unidos, sino en todo Occidente. Pero su
capacidad estructural es limitada. Nunca podría llenar el hueco que dejaría
China, en caso de un decoupling (desacoplamiento con la economía
capitalista occidental).
CALIBRAR
A CHINA
Así
las cosas, la guerra comercial ha avivado el debate en Estados Unidos sobre la
verdadera capacidad de China, presente y futura, para apoderarse del primer
papel en el teatro del mundo.
En
un artículo para una publicación especializada pero muy reproducido estos días
por los medios generalistas, dos altos cargos de la administración Biden, Kurt
Campbell y Rush Doshi, consideran que en Washington se sobreestima ahora el
poder de China, después de haber pasado por épocas de visión contraria (5).
Este movimiento pendular se debe a las dificultades que ha atravesado la
economía china (efectos del COVID y de su rígida política de respuesta,
envejecimiento de la población, inmensa burbuja inmobiliaria, disminución del
consumo interno, crecimiento de la deuda pública, desequilibrios regionales y
pérdida de peso del sector privado).
Para
Campbell y Doshi, estas dificultades son innegables, pero, a su juicio, no se
tiene en cuenta un factor que, tanto en el mundo actual como en otras épocas
históricas anteriores, ha resultado fundamental: la capacidad para crear
economías de escala, a base de alianzas y lazos de cooperación con otros
actores internacionales.
La
política de Trump ha sido justo la contraria. Con sus decisiones atrabiliarias,
está poniendo en peligro las bases de lo que ha constituido el liderazgo
mundial de América en las últimas décadas. Contrariamente a lo que consideran
muchos de sus asesores, China no es un tigre de papel (invirtiendo el
adagio de Mao), sino un rival muy considerable que, pese a sus dificultades
estructurales, goza de bazas muy poderosas para convertirse en el número uno de
la economía mundial a lo largo de este siglo.
De
los datos aportados por Campbell y Doshi se deduce que la paridad en la cima
del poder mundial es un hecho. China ya ha superado métricamente a EEUU en
términos de PIB (30 frente a 24 billones
de $). China duplica el porcentaje de EEUU en la producción manufacturera
mundial (30%-15%). Si ampliamos este factor en los sectores tradicionales,
China produce 20 veces más de cemento que EEUU, 13 veces más de acero, el
triple de automóviles y el doble de potencia eléctrica. La desventaja a favor
de China se agranda en los sectores estratégicos dinámicos contrariamente a la
percepción dominante: en torno a la mitad de la producción mundial en la rama química, más de las dos terceras
partes en automoción y el 90% en dos ámbitos imprescindible en la competencia
futura como los paneles solares y el refinamiento de materias raras (por
cierto, la exportación de estas últimas ha sido una de las represalias chinas
por los aranceles de Trump).
Las
debilidades de China son superables, a juicio de los dos expertos citados, y,
en ciertos casos, no mayores que las que soporta Estados Unidos, tanto en el
aspecto financiero como poblacional.
Otros
especialistas norteamericanos, como Scott Kennedy, del Centro de Estudios
Estratégicos e Internacionales, perciben en las élites chinas un ambiente de
“nueva confianza” en las posibilidades de su país, para afrontar el órdago de
Trump (6). Incluso otros más escépticos sobre el poderío chino, como Jude
Blanchette, de la RAND (7), creen que
los dirigentes de Pekín avistan en esta crisis una oportunidad para afianzar su
camino de desarrollo y de cooperación con otras regiones de mundo amenazadas
por la estrechez de miras del rival americano. Aunque sea un dato menor, el
índice de crecimiento de la economía china en el primer trimestre del año ha
sido del 5,4%, mayor de lo esperado. Mientras, la economía norteamericana ya emite
malas señales.
Al
cabo, quizás los primitivos dirigentes norteamericanos actuales no han sabido
entender que no se enfrentan a una simple caja china, en la que su poder
comercial, juzgado por ellos ilegítimo, es la carcasa exterior que protege
ambiciones ocultas. China se apoya no en una, sino en múltiples cajas, o en
opciones de escala (como sostienen Campbell y Doshi) para resistir el intento
de devolverles a un papel de actor secundario en la escena mundial .
NOTAS
(1) “A Devastating
Trade Spat With China Shows Few Signs of Abating” ANA SWANSON & BEN
CASSELMAN. THE WASHINGTON POST, 13 de abril.
(2) “Entre la Chine
et les Etats-Unis, l’Union européenne cherche la bonne distance”. VIRGINIE
MALINGRE. LE MONDE, 11 de abril.
(3) “Why
Europe Fears a Flood of Cheap Goods From China”. MICHAEL SHEAR & JEANNA
SMIALEK. THE NEW YORK TIMES, 14 de abril.
(4) “China’s Leader Courts Vietnam as Trade War With
the U.S. Mounts”. DAMIEN CAVE. THE NEW YORK TIMES, 14 de abril.
(5) “Underestimating
China. Why America Needs a New Strategy of Allied Scale to Offset Beijing’s
Enduring Advantages”. KURT CAMPBELL & RUSH DOSHI. FOREIGN AFFAIRS, 10 de
abril.
(6) “Why Beijing
Thinks It Can Beat Trump. China’s elites have a new confidence in their own
system”. SCOTT KENNEDY. FOREIGN POLICY, 10 de abril; “Why China thinks it might
win a trade war with Trump”. THE ECONOMIST, 8 de abril.
(7) “China Sees
Opportunity in Trump’s Upheaval”. JUDE BLANCHETTE. FOREIGN AFFAIRS, 27 de
marzo.
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