EL ESPEJO DE TRUMP EN AMÉRICA LATINA

29 de octubre de 2025

La clara victoria del ultraderechista Javier Milei en las elecciones legislativas de medio mandato en Argentina consolida su proyecto socioeconómico ultraliberal y consagra el triunfo de Trump y su estrategia populista en el sur del continente americano.

Los argentinos han votado dopados por la reciente inyección económica del Secretario del Tesoro estadounidense, superior a los 20 mil millones de dólares, junto a la compra masiva de pesos (un millón y medio de dólares más), para salvar a la divisa nacional de un hundimiento que parecía inminente. La ayuda estaba condicionada a que Milei siguiera al frente del país. Los liberales norteamericanos que critican las veladas interferencias de Rusia en elecciones ajenas no han parecido muy conmovidos por esta actuación de su Presidente. En realidad, esto no es precisamente una novedad, como acredita Dov Levin, un experto de la universidad de Hong Kong en interferencias electorales, citado por el NEW YORK TIMES. Levin recuerda cómo Clinton hizo algo parecido en 1996 cuando forzó un gran préstamo del FMI a Boris Yeltsin antes de las elecciones presidenciales rusas de ese mismo año (1).  

El conejo de la chistera de Scott Bessent convierte a la Argentina de Milei en el espejo y ariete de Trump en América Latina. En el pulso inacabado por el liderazgo regional, el Presidente argentino se coloca en posición de fuerza frente a los gobiernos de centro-izquierda en Brasil, México y Colombia, principalmente. Unidos por una visión xenófoba y agresiva, Trump y Milei se refuerzan mutuamente para proyectar sus proclamas hiperbólicas y acumular actuaciones agresivas contra los servicios públicos y los derechos sociales.  Con el gobierno de Estados Unidos parcialmente “cerrado”, es decir, privado de financiación para muchos de sus programas, fundamentalmente sociales, y los recortes drásticos impuestos por Milei en los servicios públicos, renace el espectro del neoliberalismo salvaje de los años setenta en el subcontinente. El Presidente argentino se ha apresurado a impulsar su agenda desregularizadora (2).

Ciertamente, los mecanismos políticos de dominación son diferentes. Ya no son necesarias las dictaduras militares de antaño, porque los movimientos sociales han sido sistemáticamente ahogados o canalizados hacia remansos políticos más adaptables, bien por periodos efímeros de prosperidad e incremento intermitente de inversión pública, bien por el desgaste de las opciones de centro-izquierda.

En Argentina, la participación ha sido la más baja desde la recuperación de la democracia en 1983. Lo que pone de manifiesto el cansancio de ciertos sectores de las capas populares, que no han recuperado su confianza en el peronismo, atrapado de nuevo por los bandazos programáticos y sus divisiones internas. Es muy significativo que la principal líder de este sector populista de izquierdas, confuso y contradictorio, siga siendo Cristina Fernández, que cumple pena de prisión domiciliaria por corrupción.

La vía libertaria de Milei es profundamente demagógica en sus manifestaciones públicas, pero cuenta con el apoyo de un sector nada desdeñable del capitalismo nacional e internacional. Basta con prestar atención a la reacción de los medios de negocios a los resultados de las elecciones del pasado domingo.

Paradójicamente, este éxito político del abrasivo Presidente argentino no guarda relación estricta con las dudosas garantías de la viabilidad de su programa económico, según sostienen analistas europeos de clara tendencia liberal, como THE ECONOMIST. Para el semanario, “esta victoria no significa que los problemas del Peso hayan sido resueltos”, puesto que el gobierno argentino “necesita con urgencia acumular reservas externas para afrontar en 2026 el pago de al menos 18 mil millones de dólares en concepto de intereses de su deuda” (3).

En todo caso, el balón de oxígeno que le proporcionado Trump le concede un respiro y sin duda ha favorecido su triunfo, hasta cierto punto inesperado, sobre todo en circunscripciones hostiles como la siempre peronista provincia de Buenos Aires. La mayoría alcanzada en el Parlamento argentino (ha duplicado el número de diputados y senadores) no le alcanza, sin embargo, para aplicar los aspectos más radicales de su programa. Lo admitió el propio Milei en su eufórica comparecencia dominical, al anunciar pactos con fuerzas políticas “con las que tenemos puntos de encuentro”. Sin duda se refería al partido del expresidente Mauricio Macri, la derecha liberal, que comparte parte de las recetas neoliberales con los ultraderechistas.  

Pero también se cree que los radicales, que se han ido desplazando a la derecha en los últimos años, terminen atraídos por el magnetismo ultraderechista. En total, Milei podría contar con el apoyo flexible de 110 diputados sobre un total de 257 y de 28 senadores de los 72 que hay en la Cámara Alta.

LA OPERACIÓN CONTRA VENEZUELA, EN EL HORIZONTE

Esa parte del mundo contiene el aliento ante el despliegue militar norteamericano en el Caribe, con Venezuela como objetivo principal. El desplazamiento a esa zona del portaaviones Gerald Ford, el más moderno y potente de la flota de EE.UU,  estadounidense, ha disparado la escalada y alentado las especulaciones. Esta impresionante máquina de guerra traslada 75 aviones de ataque (F18 y otros), aprovisionamiento y vigilancia, además de 5.000 marines, que se unen a los 10.000 que ya se encuentran desplegados en la zona del Caribe desde el pasado verano (4).

Algunos analistas piensan que todo esto forma parte de una grandísima maniobra intimidatoria para precipitar una revuelta interior que precipite la caída del régimen. Pero esta interpretación parece más bien un wishful thinking. El propio Trump ha insinuado la necesidad de una intervención en tierra, que conecta con la autorización a la CIA para que diseñe un plan de intervención encubierta. Los ataques contra supuestos barcos de narcotraficantes han provocado ya medio centenar de muertos.

El almirante jefe del Comando Sur ha discrepado de este despliegue militar con el Secretario de Defensa, el polémico y para muchos incompetente ex anchorman de televisión Pete Hegseth. El alto mando naval no compra la excusa de una guerra contra el narcotráfico ni el “riesgo para la seguridad nacional”.  

A esta demostración de fuerza militar se unen las embestidas verbales y los castigos comerciales de Trump contra los que no le bailan el agua o simplemente no comparten sus posiciones políticas, como ya han comprobado Lula da Silva, Gustavo Petro o Claudia Sheinbaum, aunque la presidenta de México parece haber encontrado un punto de acomodo provisional con su homólogo norteamericano.

BOLIVIA, UN GIRO MÁS MODERADO

En elecciones de Bolivia, celebradas una semana antes, el giro a la derecha no ha sido tan extremo. El triunfo en segunda vuelta del candidato democristiano Rodrigo Paz limita el desmonte radical del izquierdismo de Evo Morales, luego de sus émulos y finalmente de sus  disidentes. La opción radical y más cercana a la ultraderecha rediviva, representada por Jorge Quiroga, fue derrotada por escaso margen. El nuevo Presidente, no obstante, tendrá que buscar apoyo en la derecha para ejecutar ese golpe de timón, que ya ha anunciado suave y gradual: un “capitalismo para todos” (5), nueva fórmula de aquel “capitalismo popular”, que prendió en los neoconservadores de los años ochenta a ambos lados del Atlántico , lo que dificultará su tarea. Rodrigo Paz, hijo del expresidente Jaime Paz Zamora, defiende una política socialcristiana que difícilmente puede seducir a su derecha y a su izquierda.

El socialismo agrario y populista que ha gobernado el país en los tres últimos quinquenios. Corroído por divisiones doctrinarias y agrias recriminaciones internas, la rama andina del proyecto bolivariano ha sido barrida del Parlamento y regresa al activismo en valles y montañas del interior.   

NOTAS

(1) “Vote for my friend, or else”. KATRIN BENHOLD. THE NEW YORK TIMES, 29 de octubre.

(2) “Las claves de la flexibilización laboral de Javier Milei: jornadas de 12 horas y cambios en el régimen de licencias”; “La agenda de Javier Milei después de las elecciones: el gabinete, el dólar y las nuevas medidas”. PÁGINA 12, 29 de octubre

(3) “Javier Milei has won a fresh mandate to remake Argentina”. THE ECONOMIST, 27 de octubre.

(4) “Pentagon orders aircraft carrier to Latin America as Trump signals escalation”. DAN LAMOTHE. THE WASHINGTON POST, 25 de octubre.

(5) “Bolivia’s next president. Paz in La Paz”, CATHERINE OSBORN. FOREIGN POLICY, 24 de octubre.

 

UNA PRESIDENCIA DESCARADAMENTE IMPERIAL

 22 de octubre de 2025

Estados Unidos ha actuado desde su confirmación como potencia mundial de primer orden, a mediados del siglo XIX, con una lógica en cierto modo imperial, por mucho que sus representantes políticos y sus agentes económicos lo hayan siempre negado.

Es muy discutible que Estados Unidos haya sido y sea una democracia que defiende un orden internacional liberal, basado en el respeto de las normas y el Estado de Derecho, logrado por acuerdo consentido con otros países que comparten esta visión de la geopolítica internacional.

NARRATIVA LIBERAL Y CRUDA REALIDAD

Después de la Segunda Guerra Mundial, EE.UU confirmó y afianzó su condición de líder máximo e indiscutible del bloque occidental, en competencia con la otra superpotencia que nacía por entonces, la Unión Soviética, expresión de una vocación revolucionaria comunista. Con el transcurrir de la guerra fría y la eclosión de no pocas guerras calientes periféricas (los llamados conflictos de baja intensidad, porque supuestamente no tenían entidad para provocar una conflagración planetaria), surgió el mundo bipolar. Las dos superpotencias impusieron un orden de afiliación y sumisión a esta lógica del reparto del poder internacional. La ONU, como proyecto universal de resolución pacífica de conflictos, alumbrado en 1945, ha sido siempre un organismo subsidiario del pulso entre las dos superpotencias y sus principales aliados. 

La desintegración de la Unión Soviética hizo concebir a algunos el alumbramiento de un nuevo Orden Internacional. O para ser más exactos, la extensión del Orden Liberal a todo el planeta, sin resistencias ni conflictos. Todos sabemos en que quedó eso.

La narrativa liberal dominante es que la actitud revisionista de la Rusia, que se impuso tras el periodo de confusión y turbulencia de los primeros años posteriores a la URSS, y la irrupción de China como potencia aspirante a discutir la hegemonía mundial de Estados Unidos han trastocado esa evolución planetaria del Orden Liberal. O, en palabras de Fukuyama, el arribo al “fin de la Historia”.

Lo que los exégetas del Orden Liberal se resisten a admitir es que ese Orden no estaba tan ordenado y que no era tan liberal. Muy al contrario. En la periferia del sistema internacional apadrinado por Occidente, primaron durante décadas gobierno con prácticas e ideologías políticas no sólo autoritarias, sino directamente antidemocráticas dictatoriales y ferozmente represivas.

Y, por el contrario, experiencias políticas que respetaban el sistema de valores occidentales fueron boicoteadas, combatidas o directamente derribadas con el concurso imprescindible de quien pretendidamente ostentaba, entonces y ahora, la bandera de ese Orden Liberal Internacional.

 

AMÉRICA LATINA, PATIO TRASERO PERPETUO

Si en algún lugar tal comportamiento ha sido especialmente escandaloso y persistente, ha sido en América Latina. Desde comienzos de siglo XX, con la proclamación de la ‘Doctrina Monroe’ y la política de las cañoneras, Estados Unidos luego sólo ha aceptado la lógica liberal si ésta era sumisa a los intereses norteamericanos o a los del capitalismo internacional, del que se convertía en portavoz privilegiado.

No hay tiempo  aquí para relacionar las sucesivas intervenciones o las estrategias estadounidenses que han funcionado en contra de los principios que desde Washington se ha querido imponer a otros países en otros lugares del mundo. Un diario español, no sospechoso de hostilidad hacia EE.UU recordaba esos casos esta misma semana (1).

La frecuencia y brutalidad con la que Estados Unidos ha apoyado, financiado y armado a agentes antidemocráticos para derribar democracias es impresionante. Sólo comparable con la lista de dictaduras a las que ha respaldado económica, política, diplomática y militarmente, una vez derribados los regímenes precedentes.

A lo largo de todas estas décadas, Estados Unidos se ha resistido a admitir su participación directa en actuaciones de esa naturaleza o, cuando no era posible hacerlo, se ha empeñado en justificarlo con todo tipo de argumentos espurios.

TRUMP: IMPERIO SIN MÁSCARA

Así hemos llegado al tiempo actual, en el que el ocupante de la Casa Blanca no tiene empacho alguno en pregonar su gusto por la “política de las cañoneras”, aunque también se ampare en el engaño y la mentira, cuando pretende justificar su desembozado imperialismo por la necesidad de combatir el “narcotráfico y la delincuencia común”, sin prueba alguna.

La agresiva política de Trump contra Venezuela y Colombia, dos países gobernados por dirigentes de distintas adscripciones izquierdistas, nos recuerda otra actitud más taimada pero no menos destructiva implementada hace medio siglo en el subcontinente, siguiendo un libreto previamente aplicado en Guatemala (con éxito) y en Cuba (con estrepitoso fracaso). Luego vinieron otras intervenciones sonoras (en Granada, en Panamá) o sordas (en Haití y otros países a los que se impidió seguir por una vía contraria a los intereses defendidos por Washington).

De lo que Trump presume ahora es de su voluntad para actuar sin complejos, sin respeto siquiera formal por esas normas del derecho internacional, ni apego algunos a los principios del Orden Liberal. Estados Unidos derribará el régimen de Venezuela, si puede hacerlo (2) con argumentos tan “sólidos” como lo fueron el peligro del totalitarismo marxista en Chile en 1973. O subvertirá el gobierno moderadamente progresista de Colombia, asfixiándolo económicamente, inventando supuestas conexiones con las bandas criminales del narcotráfico y denigrando a su actual Presidente, simplemente por no comulgar con las mentiras y caprichos del mandatario estadounidense (3).

Los incidentes de las últimas semanas (ataques militares a embarcaciones supuestamente propiedad de narcotraficantes) forman parte del libreto de intervenciones de agencias  e instituciones del poder imperial de Estados Unidos. Ahora se ha sabido que la CIA ha sido autorizada a realizar acciones encubiertas de sabotaje en Venezuela. Nada en absoluto novedoso.

Si Trump ha jugado a “pacificador” en Oriente con un falso Plan de Paz para Gaza, en América Latina no tiene ni siquiera necesidad de camuflar sus auténticos propósitos: eliminar cualquier brote de resistencia al poder imperial de Estados Unidos y, si es necesario, eliminar a cualquiera que se oponga a sus designios.

Ya sabemos los dirigentes que gustan a Trump: el golpista Bolsonaro en Brasil, que actuó a su imagen y semejanza, atribuyendo falsamente el triunfo de su oponente a unas elecciones “amañadas”; o el ultraderechista Milei en Argentina, al que se ha visto obligado a “rescatar” ahora mediante un doble crédito económico con el que no están de acuerdo ni siquiera los sectores más ultras de EE.UU (4) .

Bolsonaro fracasó en Brasil, pero él o su familia no escatimarán esfuerzos hasta volver a intentar otro golpe de Estado (5). A Milei seguramente no le alcanzará con la lluvia (insuficiente) de dólares norteamericanos para impedir la enésima quiebra del país y, lo que es peor, la destrucción implacable de un sistema económico quizás fallido pero menos pernicioso que el que tiene en su cabeza. De momento, la lucha contra la corrupción, uno de los “ganchos” con los que engañó a sectores sociales desesperados, se ha convertido en aprovechamiento descarado de la corrupción sistémica (5).

Poseído de una egolatría maníaca, el actual Presidente de los Estados Unidos está convencido de que puede hacer lo que quiera, teniendo en cuenta esta actitud de amedrentamiento y pasividad que se observa en sus socios y adversarios, con sólo un puñado de nobles excepciones.

Y mientras se erige en Emperador de un sistema internacional en bancarrota, que sólo su genialidad puede rescatar, se dedica a socavar los fundamentos democráticos de su propio país, ya de por si bastante deteriorados desde hace décadas. Está pervirtiendo el uso de las fuerzas de seguridad y militares para fines extraños y hasta contrarios a la Constitución. Está provocando un confrontación institucional inédita en EE. UU. Ante la falta de respuesta del otro Partido del sistema, el Demócrata, están surgiendo en las calles, en los campuses y en los lugares de trabajo una protesta social creciente (6).

Esta Presidencia Imperial no evoca las maneras de Julio César o de Augusto, el primer emperador romano, gobernantes sobre la ruinas de una República, sino las de Calígula, una caricatura posterior de sus antecesores.

NOTAS

(1) “La actividad de la CIA contra el chavismo resucita el intervencionismo de EE UU en América Latina”. MARÍA ANTONIA SÁNCHEZ-VALLEJO Y FRANCESCO MANETTO. EL PAÍS, 19 de octubre.

(2) “What’s the U.S. Endgame in Venezuela? Three possible scenarios for Trump and Caracas. GEOFF RAMSEY. FOREIGN POLICY, 16 de octubre.

(3) “Colombia’s Leader Accuses U.S. of Murder, Prompting Trump to Halt Aid”. SIMON ROMERO, GENEVIEVE GLATSKY y ZOLANKANNO-YOUNG. THE NEW YORK TIMES, 19 de octubre.

(4) “Brazil’s Historic Conviction. Can the country’s democracy heal from the Bolsonaro era while resisting U.S. intimidation?”. OLIVER STUENKEL. FOREIGN POLICY, 12 de septiembre.

(5) “Trump’s Argentina gambit is not ‘America First’”. ISHAAN THAROOR. WASHINGTON POST,  22 de octubre; “Trump Offered a Helping Hand to Argentina. It Backfired”. THE NEW YORK TIMES, 15 de octubre de 2025;

(6) “‘No More Trump!’: Protesters Denouncing the President Unite Across the Country”. CORINA KNOLL. THE NEW YORK TIMES, 18 de octubre; “Mouvement No Kings face à Donald Trump : des manifestations joyeuses et massives, mais un aveu d’impuissance”. NICOLAS CHAPUIS & ARNAUD LEPARMENTIER. LE MONDE, 19 de octubre.

 

 

LA FARSA DE GAZA

15 de octubre de 2025

Se ha consumado la farsa de Gaza. El punto final (por ahora) de la masacre de la población palestina es, sin duda, un alivio. Pero difícilmente puede hablarse de “paz”, como hace la gran mayoría de los medios en sus titulares. Con casi setenta mil muertos, la gran mayoría civiles, y núcleos de población arrasados, lo que espera a los que han sobrevivido y/o regresado es una vida mucho más miserable aún que la que soportaban antes del 7 de octubre. Lamentablemente, la propaganda se impone al rigor en la consideración mediática.

LA CONFUSIÓN MEDIÁTICA

¿Por qué este tratamiento tan candoroso de lo “conseguido” en Gaza? Sin duda, hay un confuso reflejo de esperanza ante un aparente final de la narrativa del horror. A lo que se añade lo que algunos profesionales de elevada conciencia definieron en los años noventa como la “fatiga de la compasión”. Las guerras generan una gran atención entre el público general, pero sólo durante un tiempo; luego, “cansan”. La compasión se transforma en fatiga y, al cabo, en desinterés, antesala del olvido.

Hay otra consideración que invalida el término “paz” para referirse a la actual situación en Gaza. La paz es algo que llega después de la guerra. Pero en Gaza no ha habido una guerra. Lo que ha acontecido durante los últimos dos años ha sido una operación de exterminio. De genocidio, según no pocos expertos y juristas internacionales que llevan décadas estudiante estos fenómenos de la aniquilación física y moral.

Convendría que los medios fueran menos seguidistas de los grandes poderes políticos y económicos al etiquetar y valorar los conflictos mundiales y sus consecuencias. Pero la experiencia profesional no aconseja ser demasiado optimista al respecto.

Al margen de estas dolencias informativas, en absoluto inocentes, el análisis geopolítico no puede ser muy venturoso. Es curioso cómo, junto a esos titulares “esperanzadores” de la mayoría de los medios liberales, se pueden leer análisis de especialistas que ponen muy en duda la solidez y alcance del Plan Trump (otro embuste: ni es de Trump, ni es un Plan). Menos impresionados por las imágenes del júbilo comprensible de parte de la población palestina y de los familiares y allegados de los rehenes, los analistas avizoran los enormes obstáculos de las siguientes fases de lo que algunos han llamado, también equívocamente, “hoja de ruta norteamericana”.

Más allá de la visión estricta de este último apaño estadounidense para Oriente Medio, todos ellos fracasados total o parcialmente, quizás lo más conveniente ahora sería una visión de conjunto de lo que han sido décadas de “errores”, o más bien de enfoques fallidos, de visiones sesgadas, de propósitos poco consistentes con un proyecto verídico de paz justa, comprensiva y duradera, concepto éste que se repite invariablemente en la tenazmente incumplidas resoluciones de las Naciones Unidas y de los sucesivos “planes de paz” acumulados desde 1947.

“MAÑANA ES AYER”

Es altamente recomendable, para quienes aspiren a comprender por qué la paz es una quimera en Oriente Medio, y en particular entre Israel y los palestinos, el libro recientemente publicado por Robert Malley y Hussein Agha, titulado “Mañana es ayer”. El primero es un politólogo judío norteamericano , veterano miembro de los equipos negociadores y jefe de la misión que logró el acuerdo de control nuclear con Irán en 2015. El segundo es palestino y ha sido asesor de las delegaciones palestinas en las tratativas diplomáticas durante las últimas décadas. Los avatares profesionales y académicos los han llevado a forjar una amistad sólida y una visión compartida de los llamados procesos de paz.

Ya demostraron una meridiana clarividencia cuando anticiparon el destino de los acuerdos de Oslo: el inevitable fracaso del proceso debido a sus fallos estructurales y de raíz. Por la elegancia con la que resumen la desventura de la que la mayoría de analistas presentamos en su día como la gran oportunidad de la reconciliación histórica entre israelíes y palestinos, entresacamos este párrafo de su libro, no publicado aún en su versión traducida al castellano:

“La violencia inherente en las relaciones israelo-palestinas, manifiesta en muy dispares maneras -desde la continua opresión israelí, la captura de tierras, las demoliciones de hogares y el trato deshumanizado de los palestinos y su recurso periódico a la violencia- no va a desaparecer en virtud de un texto negociado. Que Oslo finalmente fracasara a nadie debía haber sorprendido, teniendo en cuenta el engaño sobre el que fue construido. Algunos compromisos pueden ser escritos sobre un papel, pero no sobrevivir en el mundo real”.

Esta sentencia puede ser perfectamente aplicable a ese farragoso, incompleto, sesgado y tramposo “Plan Trump”. Peor aún: esta última manifestación del proyecto de pax americana en Oriente Medio es quizás la pieza menos prometedora de todas las que se amontonan en los cajones de las cancillerías. Dicen Malley y Agha de esta última pirueta trumpiana en un artículo para THE GUARDIAN:

“Israel ha demostrado su intención de acabar con la voluntad de los palestinos, de aplastar su resistencia. Pero en lugar de eso, más allá de las memorias sobre atrocidades, crímenes masivos y destrucción generalizada, pueden brotar elementos más radicales que busquen venganza y recurran a actos desesperados. Las imágenes de 1948 ayudaron a impulsar a la Organización para la Liberación de Palestinas; lo ocurrido en estos dos últimos años puede dar lugar a actuaciones más letales. Quizás lleve algún tiempo, pero si escuchamos a los palestinos en general y a los gazatíes en particular, sentiremos una ominosa inevitabilidad: que la historia se está preparando para la venganza. Mañana, en efecto, podría ser ayer”.

 

DIPLOMACIA O INTIMIDACIÓN

A lo que hemos asistido en las últimas semanas ha sido a un ejercicio de la “diplomacia de la intimidación”, un oxímoron divisa de la actuación de Trump en la escena internacional. Su pretensión de ser un “pacificador” que consigue, sólo con su genio, resolver los conflictos en los que otros invariablemente han fracasado, se basa en una narrativa falaz e hiperbólica de unos acuerdos apresurados que las partes implicadas suscriben para no ser blanco del instinto vengativo del Presidente norteamericano.

Esta misma reacción defensiva ha operado en el acuerdo sobre Gaza, que no es otra cosa que una imposición a Hamas, endulzada con la liberación de buena parte de sus milicianos presos en las cárceles israelíes. El movimiento islámico palestino ha sacrificado decenas de miles de muertos para conseguir tan solo rescatar a una parte de su base social y militar, en una inútil ensoñación de reconstruir su aparato de poder y presión sobre la población palestina. Pero todo el mundo sabe que el desarme al que será obligado, por las buenas o por las malas, convierte este intento propagandístico en una artimaña de pura supervivencia.

Netanyahu, por su parte, ha llegado hasta donde ha podido. Su gran error fue atacar a Hamas sobre suelo de Qatar, un emirato fielmente aliado de Estados Unidos y, últimamente, terreno propicio para los negocios de la familia Trump. La ira del Presidente norteamericano obligó al primer ministro israelí a llamar públicamente al emir Al Thani para disculparse por la operación militar, en uno de esos actos de humillación y vasallaje que tanto gustan al actual ocupante de la Casa Blanca.

Ahora la gran preocupación de Netanyahu será seguir eludiendo la acción de la justicia por su trayectoria de corrupción y abuso de poder. Para ello, alentará ese clima de guerra en la que se mueve con tanta destreza. Y no tendrá freno de Washington, siempre que no traspase determinadas líneas rojas.

Lo más significativo de este mal llamado “Plan Trump” es su inaplicabilidad (quizás deliberada. Esta primera fase, lejos de ser un logro, ha sido una consecuencia del puro agotamiento de las opciones militares. Los festejos y fastos de estos días se diluirán pronto en el olvido, en el mejor de los casos. La violencia, como indicaron Malley y Agha en su análisis de Oslo, no tardará en reaparecer.

La presencia de una veintena de dirigentes árabes y occidentales en el resort turístico egipcio de Sharm-el Seij, junto al Mar Rojo, ha sido una mezcla de relaciones públicas y mera pleitesía a este emperador que hace gala de su “liderazgo a través de la fuerza”.

El papel que ese texto -destinado a ser un papel mojado más- reserva a países como Egipto, Jordania y algunas petromonarquías del Golfo no es muy distinto de los asignados en inviables ejercicios de paz anteriores. Con el resultado conocido.

Pero, como ya se ha apuntado, Gaza deja un rastro mucho más destructivo para la parte invariablemente perdedora, que es la palestina. Si Oslo dibujaba una visión poco realista de las aspiraciones palestinas, Gaza reduce éstas a unas referencias vagas, condicionadas y contradictorias. El acta de rendición palestina se consuma.

El mantra de los “dos Estados” que intenta rescatar el plan alternativo diseñado por Francia y Arabia Saudí, bajo el amparo inane de las Naciones Unidas, no augura algo más prometedor. Después de su cruel y vengativa campaña en Gaza, Israel ha dejado claro que no aceptará nunca esa solución, a la que agarra, como  un sediento a un espejismo, la diplomacia europea.

Sin duda, en Oriente Medio, el “mañana es el ayer”.

 

NOTAS

(1) “Tomorrow is yesterday. Life, death and the pursuit of Peace in Israel/Palestina”. HUSSEIN AGHA & ROBERT MALLEY. FARRAR, STRAUS AND GIROUX, septiembre 2025.

(2) “Life in Gaza may go from utter hell to mere nightmare”. HUSSEIN AGHA & ROBERT MALLEY. THE GUARDIAN

LAS REBELIONES JUVENILES EN ASIA Y ÁFRICA

 8 de octubre de 2025

Los jóvenes se rebelan en Asia y en algunos países de África con un propósito común: acabar con la corrupción, los privilegios y el autoritarismo de unas élites insaciables.

En Asia han derribado los gobiernos en Sri Lanka, Bangladesh y Nepal en los tres últimos años y han puesto en aprietos a los de Indonesia y Filipinas (1) . En África, han aflorado de manera sorprendente en Marruecos, un país en el que la Corona ejerce un control férreo sobre las instituciones y la sociedad, han colocado contra las cuerdas al Presidente de Madagascar y han sacudido las estructuras de poder en Kenia, este último un país hasta hace años estable pero debilitado por la crisis económica, agravada por los efectos de la afluencia de refugiados sudaneses.

ASIA: LA CAÍDA DE LAS AUTOCRACIAS

En Sri Lanka, la caída de la dinastía Rajapaksa supuso una llamada de alerta para todos los autócratas asiáticos. Los estudiantes que lideraron la protesta (Aragalaya) en 2022 tenían un programa más ambicioso de lo que hasta ahora se ha desarrollado en el país, pero se han registrado avances. La economía se restablece poco a poco, bajo el liderazgo del pensador izquierdista Dissanayake, elegido Presidente el año pasado.

En Bangladesh, el ocaso de la generación de dirigentes anclados en la independencia, hace 50 años, resultó sangriento (millar y medio de muertos) y estrepitoso, por la huida vergonzante de Skeikh Hasina, la hija del padre de la nación, Mujibur Rahman. Un gobierno de transición bajo el liderazgo del Premio Nobel  Muhammad Yunus no termina de avanzar en las promesas abiertas por la revolución juvenil. El riesgo de la frustración se agranda.

Nepal ha vivido más de tres lustros de intensa inestabilidad política, desde la caída de la monarquía en 2008, tras una larga y cruenta guerra civil. Inicialmente se impuso un gobierno propulsado por la guerrilla comunista, pero desde entonces se han ido sucedido una docena de ejecutivos, sin capacidad para tomar efectivamente las riendas. Las últimas protestas fueron brutalmente reprimidas y murieron más de 70 personas, pero no pudieron ser acalladas. Finalmente, el gobierno cayó, exhausto y abandonado por las fuerzas armadas, que ayudaron al movimiento juvenil promotor de la rebelión a organizar una elección popular de un gobierno transitorio a través de la plataforma digital Discord.

Fue elegida Primera Ministra una jueza de cierto prestigio. Sushila Karki, después de un intenso debate, con una participación masiva de la población. Una primicia política en toda regla. Pero esta suerte de democracia electrónica podría quedarse corta ante los retos que afronta el país. Harán falta más que eslóganes y proclamas para no decepcionar a una población por debajo de los 30 años que no parece conformarse con cambios cosméticos.

MARRUECOS: EL FINAL DE LA TRANQUILIDAD DEL RÉGIMEN

En África, la amplitud, dimensión y naturaleza de la revuelta juvenil es diferente. De momento, ha sido en Marruecos donde se han las protestas callejeras de mayor importancia, en torno a la plataforma Gen Z 2012 (código telefónico del país).

Los jóvenes han criticado el gasto excesivo que el poder está asignando a la construcción y adecuación de estadios e infraestructuras para albergar el Mundial de Fútbol de 2030, con España y Portugal. Reclaman más inversión social y una mejora sustancial de los servicios públicos básicos (3).

Algunos lemas escuchados en las manifestaciones recuerdan a la primavera árabe de hace 15 lustros, que en Marruecos fue abortada de inmediato por Palacio, con el concurso de una policía todopoderosa y omnipresente. El país se encuentra en un ambiente de suspensión política debido a los rumores sobre la salud de Mohamed VI, cuyas continuas “desapariciones” de la vida pública, sus constantes viajes al extranjero y ciertas amistades polémicas, han abonado las especulaciones (4).

Los éxitos diplomáticos obtenidos en los últimos años en el muy prioritario asunto del reconocimiento internacional  de la soberanía efectiva sobre el Sahara Occidental no han servido para aplacar el descontento social. Durante años la reivindicación permanente de la excolonia española en disputa fue el motor de la adhesión al régimen de amplias capas sociales. Hoy ya no es suficiente.

LA OLA EXPANSIVA SE EXTIENDE POR ÁFRICA

En Madagascar, el autoritarismo ha tocado fondo. Los jóvenes crearon a mediados de septiembre su Gen Z Madagascar para protestar pacíficamente por los continuos cortes de suministro de agua y luz, provocadas por el deficiente funcionamiento de la energía hidroeléctrica tras una prolongada sequía, pero también por la mala gestión.

Ante la falta de respuesta y la arrogancia de las autoridades, se convocó una manifestación para el día 25, que fue desautorizada. Pese a ello, se celebró, con la participación de miles de personas. La intervención policial provocó una veintena de muertos. La espiral de la protesta creció, obligando al Presidente Andry Rajoelina a cesar a cinco de sus ministros. Esta medida, ya claramente defensiva, no ha apaciguado a los jóvenes, que exigen la dimisión del máximo líder del país (5).

Kenia ha sido uno de los países más importantes de la estrategia occidental en África, debido a su ubicación en el corazón del continente, próximo tanto al Sahel, por el oeste, como a la zona de los grandes lagos y el cuerno, por el Este. Este activo le ha permitido jugar cierto papel de mediador e impulsor en la negociación de conflictos regionales. Pero de unos años a esta parte, la crisis económica interna y el desgaste de las élites políticas herederas de la independencia han erosionado su posición como modelo de un desarrollo político y económico (6).

La guerra del vecino Sudán, terrible y ferozmente destructiva, ha empujado a cientos de miles de personas a buscar refugio en las regiones fronterizas del oeste de Kenia, tensionando aún más los caudales públicos y soliviantando el ánimo de protesta en la población juvenil, la más activa contra la corrupción del gobierno de William Ruto. El régimen reaccionó con dureza para intentar yugular este ambiente de revuelta creciente. A comienzos de este mes, setenta jóvenes comparecieron ante los tribunales acusados de supuestos delitos de terrorismo, algo inédito en el país. 

La juventud europea, que parece seducida en un número cada vez mayor por las propuestas demagógicas y falsarias de la extrema derecha, haría bien en conocer un poco más los ejemplos que nos llegan de la periferia, donde regímenes autoritarios, generalmente amparados por Occidente están siendo desafiado por la población en la que está depositado el futuro de sus países.


NOTAS

(1) “En Asie, la génération Z à l’assaut des vieilles élites politiques”. LE MONDE, 29 de septiembre.

(2) “Nepal’s Discord Vote Might Be the Future of Protest”. AJA ROMANO. FOREIGN POLICY, 22 de septiembre.

(3) “Le Maroc secoué par la fronde de la génération Z: «Nous sommes la jeunesse, nous ne sommes pas des parasites». ALEXANDRE AUBLANC. LE MONDE, 3 de octubre.

(4) “Au Maroc, une atmosphère de fin de règne pour Mohammed VI”. CHRISTOPHE AYAD y FRÉDÉRIC BOBIN. LE MONDE, 24 de agosto.

(5) “Madagascar’s Youth Won’t Back Down, Demanding President’s Resignation”. THE NEW YORK TIMES, 2 de octubre.

(6) ”Au Kenya, la police réprime violemment les manifestations en hommage au mouvement de 2024, faisant huit morts et au moins 400 blessés”. LE MONDE, 25 de junio.

 

RUIDOS EN LOS CIELOS, APAÑOS EN LA TIERRA

  1 de octubre de 2025    

“Europa no está en guerra con Rusia, pero desde ahora tampoco en paz”, ha dicho el Canciller germano Friedrich Merz. La sentencia es más que discutible. Europa emprendió una guerra económica y vicaria con Rusia después de la invasión de Ucrania y en ello sigue, y cada vez con más intensidad. La guerra moderna no se libra solamente con soldados y banderas sobre el terreno. La guerra indirecta simplemente es menos arriesgada, al menos hasta cierto punto.

Lo que quería decir Merz es que las supuestas vulneraciones del espacio aéreo de países europeos por aviones y drones rusos constituía un acto de hostilidad que situaba la relación con Moscú en un plano distinto. Estos incidentes, cuya autoría el Kremlin niega, activaron el artículo 4º del Tratado de la Alianza Atlántica, que contempla consultas entre los aliados ante una amenaza de agresión. Es la antesala del siguiente artículo, el 5º, que precipita una acción conjunta de todos los aliados frente enemigo agresor.

El manejo de estos incidentes refleja el espíritu de guerra fría que se ha implantado en las relaciones con Rusia. Los medios han contribuido activamente a expandirlo. Una publicación que presume de ser rigurosa como el semanario THE ECONOMIST, biblia del pensamiento liberal, aseguraba esta semanas que sus primeras valoraciones sobre la autoría rusa fueron quizás precipitadas. El analista de asuntos bélicos, Shashansk Joshi señalaba este lunes que “siendo honesto, aún queda mucho por conocer”. A renglón seguido reconocía que “no estaba tan seguro de que la incursión de drones rusos en Polonia, dos semanas antes, hubiera sido intencional”, como había escrito días antes. Tampoco estaba ya tan claro, según fuentes “bien informadas” que citaba pero no identificaba, que el episodio de Estonia se pudiera atribuir a una política oficial  y aventuraba que podía tratarse de un “error de navegación” de fuerzas aéreas rusa poco profesionales, cuya calidad “se ha degradado en los últimos tres años” (1).

Esta fe interpretaciones precipitadas no se correspondía con otro artículo de la misma revista, en cuyo titular se leía: “Rusia está violando los cielos europeos con impunidad”. El artículo, en cambio, deslizaba interpretaciones no coincidentes de los aliados sobre la intencionalidad de estas incursiones y se extendía en ofrecer datos sobre la “guerra híbrida” que Moscú ha intensificado en Europa en los últimos años, sin relacionarlos con la guerra económica europea y la ayuda militar y financiera europea a Ucrania (2).

Esta obstinación europea en negar que se esté en una guerra con Putin empieza a ser insostenible, y de ahí que Merz haya dado un paso en el reconocimiento de la realidad al asegurar que “ya no estamos en paz” con Rusia.  El juego de palabras, el desconcierto sobre la amplitud de las provocaciones rusas y la información confusa y militante de los medios liberales reflejan un cierto nerviosismo de los dirigentes europeos, que no saben a que atenerse. Ni con Putin ni con Trump.

En parte es lógico. Trump sigue dando bandazos, no por estrategia sino por frivolidad, por estado de ánimo, por despecho con Putin, que no le hace el caso que él esperaba, o por presión de algunos altos cargos de su equipo de Seguridad Nacional, que son intuitivamente hostiles al Kremlin. Que ahora Trump diga que “Ucrania puede aún ganar la guerra” mereció un generoso tratamiento en la prensa liberal, aunque el confuso discurso del egocéntrico Presidente no invitaba al optimismo (3).

No resulta racional que Putin quiera correr el riesgo de una confrontación directa con la OTAN, si quiere consolidar las posiciones conquistadas en Ucrania. ¿Qué puede obtener de esas supuestas incursiones aéreas en países europeos? Testar la cohesión aliada, dicen los analistas que se acogen al libreto clásico de la Kremlinología. O intentar provocar fracturas entre los aliados, añaden. Es evidente que esos actos han precipitado lo contrario, al menos de palabra. La credibilidad de la Alianza exige respuestas formalmente firmes, no riñas por aspectos secundarios. Ciertamente, no ha habido acuerdo sobre la intencionalidad de las supuestas actuaciones rusas, pero esas dudas se han quedado enquistadas en las discusiones técnicas. Los dirigentes salieron en tromba a advertir a Putin de que estaba jugando con fuego. De cajón (4).

La OTAN se activa para proteger los cielos y se desmarca de cualquier acción en tierra. Nada ha cambiado en eso, haga lo que haga Putin y avancen lo que avancen las tropas rusas, que llevan semanas estancadas. El otoño y sus lluvias no presagian cambios significativos en el frente en el tiempo cercano, salvo sorpresa mayor. La campaña rusa se orienta a erosionar la moral de la población con la destrucción de infraestructuras en las grandes ciudades. La guerra de atricción se consolida. Hasta que parezca que ha dejado de ser una guerra y se convierta en una especie de castigo intermitente. Es el pudrimiento militar que puede interesar a Putin, si tiene recursos para permitírselo (5) y las élites rusas siguen apoyando su estrategia (6).

Esta situación ha gangrenado la vía diplomática, hasta hacerla irrelevante. Trump, al que sólo le preocupan los conflictos internacionales si le sirven para engrandecer su  protagonismo, le ha dado la espalda al de Ucrania y se ha vuelto de nuevo al de Gaza.

NI PLAN, NI PAZ

El mal llamado y mejor publicitado “plan de paz” es, en realidad, un papel farragoso, desestructurado y poco trabajado documento que consiste, básicamente, en la secuenciación de la rendición de Hamas (7). No se puede presentar como paz algo que viene acompañado de una intimidación expresa. Más que un “plan” es un diktat. Se han fijado plazos perentorios a Hamas para aceptarlo, para desarmarse, para huir, para desaparecer de Gaza. La organización islamista tratará de suavizar un poco estas exigencias. No es muy probable que lo consiga. Por lo demás, en los puntos supuestamente constructivos, todo se deja a la fluidez del tiempo propio de Oriente Medio. Con este papel, es posible que el Primer Ministro israelí no tenga muchos problemas para apaciguar a sus fanáticos socios.

Si, al final Hamas firma, no será por conformidad, sino por necesidad. Para salvar el pellejo de su mermado ejército: obtendrán la liberación de 250 militantes condenados de por vida en Israel por “actos de terrorismo” y un aparente derecho de “escape” de los guerrilleros aún presentes en la franja. Simple consolación, mínimo alivio. Su proyecto político quedará sepultado en los túneles, que serán cegados para siempre.

Las referencias al futuro palestino son confusas y, en general, constituyen un paso atrás con respecto al acervo internacional acumulado en las últimas décadas. No hay reconocimiento alguno de la autoridad política. La participación se constriñe al ámbito técnico. Se establece un apresurado tutelaje egipcio y jordano. La ambigüedad es deliberada. La invocación al Estado palestino se reduce a un veremos casi irónico.

Netanyahu quizás le sobre este “plan”, pero tampoco puede tensar más la cuerda, puesto que se ha convertido en un líder político denostado ampliamente en el exterior y altamente dependiente del fanatismo enloquecido de sus aliados en el interior. El primer ministro israelí sabe que no es rentable decirle que no a Trump, y más en esto, con lo que el Presidente espera ganar crédito para que se le conceda el Nobel de la Paz. A esto se reduce este hipócrita ejercicio “diplomático”: cultivar la vanidad del político más poderoso del planeta. Un epítome de la deriva del orden liberal internacional.

En Europa se han resignado a pronunciarse “positivamente” sobre el “plan”, sabedores también sus dirigentes de que poner demasiadas pegas sólo excitará el instinto vengativo de su autor. Para más detalle, que le pregunten a Comey (8). En un momento en que empiezan a notarse los efectos económicos negativos de la “guerra comercial” impulsada desde la Casa Blanca, los líderes europeos no quieren abrir otro frente de discordia con su desvariado aliado.  Los franceses, que se las dan de expertos con voz propia en los asuntos de Oriente Medio, han dicho que “se puede trabajar” en este Plan. Lo que quiere decir, sin los trucos del lenguaje diplomático, que hay que empezar a tachar y a añadir, de arriba abajo. Si Europa puede intervenir en esa tarea, la huella de Trump en ese plan se reducirá al nombre. Pero no es probable que eso sea lo que ocurra. Al cabo, el “plan” puede fracasar por sus propia inconsistencia.

De la “favorable” acogida de los regímenes árabes e islámicos proamericanos, no cabía esperar otra cosa: no osan disgustar a quien puede alterar su estabilidad. Otra cosa será que arrimen el hombro cuando Trump se lo reclame.

Poco a poco, Israel irá incumpliendo los escasos compromisos que le solicita el documento. Tras su monumental error estratégico de desafiar frontalmente a su enemigo, Hamas tratará de reactivar su simbólica resistencia y volveremos, en el mejor de los casos, a la situación anterior al 7 de octubre de 2023. Si las cosas se escapan de nuevo de las manos o Netanyahu es presionado por los colonos más radicales y sus agentes políticos, la salvajada militar se impondrá de nuevo. Trump se olvidará del asunto y esperará a que se despejen las ruinas para participar, si acaso, en alguna promoción inmobiliaria en la “reconstruida franja”.


NOTAS

(1) “Is Putin testing Europe’s mettle?” SHASHANSK JOSHI. THE ECONOMIST, 29 de septiembre.

(2) “Russia is violating Europe’s skies with impunity”. THE ECONOMIST, 28 de septiembre.

(3) “In a Sudden Shift, Trump Says Ukraine Can Win the War With Russia”. DAVID SANGER. THE NEW YORK TIMES, 23 de septiembre; “Trump Makes U-Turn on Ukraine Rhetoric”. SAM SKOVE. FOREIGN POLICY, 23 de septiembre.

(4) “Le virage des nouvelles règles d’engagement de l’OTAN face aux incursions russes”. CLOÉ HOOMAN & ELISE VINCENT. LE MONDE, 29 de septiembre.

(5) “Russia’s besieged economy is clinging on”. THE ECONOMIST, 21 de septiembre:

(6) “Unas élites rusas divididas sobre el levantamiento de las sanciones estadounidenses”. ALEXÉI SAJNÍN & BORIS KAGARLITSKI. LE MONDE DIPLOMATIQUE, agosto de 2025.

(7) “Hamas reviewing Trump peace plan as Netanyahu says Israel will 'forcibly resist' Palestinian statehood”. BBC, 29 de septiembre.

(8) “Former FBI director James Comey indicted amid Trump push to prosecute foes”. THE WASHINGTON POST, 25 de septiembre.