RUIDOS EN LOS CIELOS, APAÑOS EN LA TIERRA

  1 de octubre de 2025    

“Europa no está en guerra con Rusia, pero desde ahora tampoco en paz”, ha dicho el Canciller germano Friedrich Merz. La sentencia es más que discutible. Europa emprendió una guerra económica y vicaria con Rusia después de la invasión de Ucrania y en ello sigue, y cada vez con más intensidad. La guerra moderna no se libra solamente con soldados y banderas sobre el terreno. La guerra indirecta simplemente es menos arriesgada, al menos hasta cierto punto.

Lo que quería decir Merz es que las supuestas vulneraciones del espacio aéreo de países europeos por aviones y drones rusos constituía un acto de hostilidad que situaba la relación con Moscú en un plano distinto. Estos incidentes, cuya autoría el Kremlin niega, activaron el artículo 4º del Tratado de la Alianza Atlántica, que contempla consultas entre los aliados ante una amenaza de agresión. Es la antesala del siguiente artículo, el 5º, que precipita una acción conjunta de todos los aliados frente enemigo agresor.

El manejo de estos incidentes refleja el espíritu de guerra fría que se ha implantado en las relaciones con Rusia. Los medios han contribuido activamente a expandirlo. Una publicación que presume de ser rigurosa como el semanario THE ECONOMIST, biblia del pensamiento liberal, aseguraba esta semanas que sus primeras valoraciones sobre la autoría rusa fueron quizás precipitadas. El analista de asuntos bélicos, Shashansk Joshi señalaba este lunes que “siendo honesto, aún queda mucho por conocer”. A renglón seguido reconocía que “no estaba tan seguro de que la incursión de drones rusos en Polonia, dos semanas antes, hubiera sido intencional”, como había escrito días antes. Tampoco estaba ya tan claro, según fuentes “bien informadas” que citaba pero no identificaba, que el episodio de Estonia se pudiera atribuir a una política oficial  y aventuraba que podía tratarse de un “error de navegación” de fuerzas aéreas rusa poco profesionales, cuya calidad “se ha degradado en los últimos tres años” (1).

Esta fe interpretaciones precipitadas no se correspondía con otro artículo de la misma revista, en cuyo titular se leía: “Rusia está violando los cielos europeos con impunidad”. El artículo, en cambio, deslizaba interpretaciones no coincidentes de los aliados sobre la intencionalidad de estas incursiones y se extendía en ofrecer datos sobre la “guerra híbrida” que Moscú ha intensificado en Europa en los últimos años, sin relacionarlos con la guerra económica europea y la ayuda militar y financiera europea a Ucrania (2).

Esta obstinación europea en negar que se esté en una guerra con Putin empieza a ser insostenible, y de ahí que Merz haya dado un paso en el reconocimiento de la realidad al asegurar que “ya no estamos en paz” con Rusia.  El juego de palabras, el desconcierto sobre la amplitud de las provocaciones rusas y la información confusa y militante de los medios liberales reflejan un cierto nerviosismo de los dirigentes europeos, que no saben a que atenerse. Ni con Putin ni con Trump.

En parte es lógico. Trump sigue dando bandazos, no por estrategia sino por frivolidad, por estado de ánimo, por despecho con Putin, que no le hace el caso que él esperaba, o por presión de algunos altos cargos de su equipo de Seguridad Nacional, que son intuitivamente hostiles al Kremlin. Que ahora Trump diga que “Ucrania puede aún ganar la guerra” mereció un generoso tratamiento en la prensa liberal, aunque el confuso discurso del egocéntrico Presidente no invitaba al optimismo (3).

No resulta racional que Putin quiera correr el riesgo de una confrontación directa con la OTAN, si quiere consolidar las posiciones conquistadas en Ucrania. ¿Qué puede obtener de esas supuestas incursiones aéreas en países europeos? Testar la cohesión aliada, dicen los analistas que se acogen al libreto clásico de la Kremlinología. O intentar provocar fracturas entre los aliados, añaden. Es evidente que esos actos han precipitado lo contrario, al menos de palabra. La credibilidad de la Alianza exige respuestas formalmente firmes, no riñas por aspectos secundarios. Ciertamente, no ha habido acuerdo sobre la intencionalidad de las supuestas actuaciones rusas, pero esas dudas se han quedado enquistadas en las discusiones técnicas. Los dirigentes salieron en tromba a advertir a Putin de que estaba jugando con fuego. De cajón (4).

La OTAN se activa para proteger los cielos y se desmarca de cualquier acción en tierra. Nada ha cambiado en eso, haga lo que haga Putin y avancen lo que avancen las tropas rusas, que llevan semanas estancadas. El otoño y sus lluvias no presagian cambios significativos en el frente en el tiempo cercano, salvo sorpresa mayor. La campaña rusa se orienta a erosionar la moral de la población con la destrucción de infraestructuras en las grandes ciudades. La guerra de atricción se consolida. Hasta que parezca que ha dejado de ser una guerra y se convierta en una especie de castigo intermitente. Es el pudrimiento militar que puede interesar a Putin, si tiene recursos para permitírselo (5) y las élites rusas siguen apoyando su estrategia (6).

Esta situación ha gangrenado la vía diplomática, hasta hacerla irrelevante. Trump, al que sólo le preocupan los conflictos internacionales si le sirven para engrandecer su  protagonismo, le ha dado la espalda al de Ucrania y se ha vuelto de nuevo al de Gaza.

NI PLAN, NI PAZ

El mal llamado y mejor publicitado “plan de paz” es, en realidad, un papel farragoso, desestructurado y poco trabajado documento que consiste, básicamente, en la secuenciación de la rendición de Hamas (7). No se puede presentar como paz algo que viene acompañado de una intimidación expresa. Más que un “plan” es un diktat. Se han fijado plazos perentorios a Hamas para aceptarlo, para desarmarse, para huir, para desaparecer de Gaza. La organización islamista tratará de suavizar un poco estas exigencias. No es muy probable que lo consiga. Por lo demás, en los puntos supuestamente constructivos, todo se deja a la fluidez del tiempo propio de Oriente Medio. Con este papel, es posible que el Primer Ministro israelí no tenga muchos problemas para apaciguar a sus fanáticos socios.

Si, al final Hamas firma, no será por conformidad, sino por necesidad. Para salvar el pellejo de su mermado ejército: obtendrán la liberación de 250 militantes condenados de por vida en Israel por “actos de terrorismo” y un aparente derecho de “escape” de los guerrilleros aún presentes en la franja. Simple consolación, mínimo alivio. Su proyecto político quedará sepultado en los túneles, que serán cegados para siempre.

Las referencias al futuro palestino son confusas y, en general, constituyen un paso atrás con respecto al acervo internacional acumulado en las últimas décadas. No hay reconocimiento alguno de la autoridad política. La participación se constriñe al ámbito técnico. Se establece un apresurado tutelaje egipcio y jordano. La ambigüedad es deliberada. La invocación al Estado palestino se reduce a un veremos casi irónico.

Netanyahu quizás le sobre este “plan”, pero tampoco puede tensar más la cuerda, puesto que se ha convertido en un líder político denostado ampliamente en el exterior y altamente dependiente del fanatismo enloquecido de sus aliados en el interior. El primer ministro israelí sabe que no es rentable decirle que no a Trump, y más en esto, con lo que el Presidente espera ganar crédito para que se le conceda el Nobel de la Paz. A esto se reduce este hipócrita ejercicio “diplomático”: cultivar la vanidad del político más poderoso del planeta. Un epítome de la deriva del orden liberal internacional.

En Europa se han resignado a pronunciarse “positivamente” sobre el “plan”, sabedores también sus dirigentes de que poner demasiadas pegas sólo excitará el instinto vengativo de su autor. Para más detalle, que le pregunten a Comey (8). En un momento en que empiezan a notarse los efectos económicos negativos de la “guerra comercial” impulsada desde la Casa Blanca, los líderes europeos no quieren abrir otro frente de discordia con su desvariado aliado.  Los franceses, que se las dan de expertos con voz propia en los asuntos de Oriente Medio, han dicho que “se puede trabajar” en este Plan. Lo que quiere decir, sin los trucos del lenguaje diplomático, que hay que empezar a tachar y a añadir, de arriba abajo. Si Europa puede intervenir en esa tarea, la huella de Trump en ese plan se reducirá al nombre. Pero no es probable que eso sea lo que ocurra. Al cabo, el “plan” puede fracasar por sus propia inconsistencia.

De la “favorable” acogida de los regímenes árabes e islámicos proamericanos, no cabía esperar otra cosa: no osan disgustar a quien puede alterar su estabilidad. Otra cosa será que arrimen el hombro cuando Trump se lo reclame.

Poco a poco, Israel irá incumpliendo los escasos compromisos que le solicita el documento. Tras su monumental error estratégico de desafiar frontalmente a su enemigo, Hamas tratará de reactivar su simbólica resistencia y volveremos, en el mejor de los casos, a la situación anterior al 7 de octubre de 2023. Si las cosas se escapan de nuevo de las manos o Netanyahu es presionado por los colonos más radicales y sus agentes políticos, la salvajada militar se impondrá de nuevo. Trump se olvidará del asunto y esperará a que se despejen las ruinas para participar, si acaso, en alguna promoción inmobiliaria en la “reconstruida franja”.


NOTAS

(1) “Is Putin testing Europe’s mettle?” SHASHANSK JOSHI. THE ECONOMIST, 29 de septiembre.

(2) “Russia is violating Europe’s skies with impunity”. THE ECONOMIST, 28 de septiembre.

(3) “In a Sudden Shift, Trump Says Ukraine Can Win the War With Russia”. DAVID SANGER. THE NEW YORK TIMES, 23 de septiembre; “Trump Makes U-Turn on Ukraine Rhetoric”. SAM SKOVE. FOREIGN POLICY, 23 de septiembre.

(4) “Le virage des nouvelles règles d’engagement de l’OTAN face aux incursions russes”. CLOÉ HOOMAN & ELISE VINCENT. LE MONDE, 29 de septiembre.

(5) “Russia’s besieged economy is clinging on”. THE ECONOMIST, 21 de septiembre:

(6) “Unas élites rusas divididas sobre el levantamiento de las sanciones estadounidenses”. ALEXÉI SAJNÍN & BORIS KAGARLITSKI. LE MONDE DIPLOMATIQUE, agosto de 2025.

(7) “Hamas reviewing Trump peace plan as Netanyahu says Israel will 'forcibly resist' Palestinian statehood”. BBC, 29 de septiembre.

(8) “Former FBI director James Comey indicted amid Trump push to prosecute foes”. THE WASHINGTON POST, 25 de septiembre.

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