EL ENTORNO RETORNO DEL SOCIALISMO FRANCÉS

28 de noviembre de 2008

La designada nueva primera secretaria del Partido Socialista francés, Martine Aubrey, concluyó su comparecencia informativa posterior a su designación oficial desafiando la hilaridad que la crisis interna de su partido ha generado en la derecha. “Les digo a los señores de la derecha que se rían todavía unos días más, porque la semana que viene el socialismo estará de vuelta”.

Volver a empezar. Ese es el destino trágico –para muchos militantes atormentados, tragicómico- del socialismo francés- Veinte años después de la humillación lepenista, varios líderes –o proyectos de líderes- quemados, herencias malgastadas, aspiraciones defraudadas, el socialismo francés ha vuelto a ganarse la dudosa distinción de ser unánimente considerada como “la izquierda más loca del mundo”, en expresión de Joëlle Meskens, la afamada periodista del diario belga (francófono) LE SOIR.

Es sabido que las derrotas son difíciles de gestionar por los partidos políticos. Pero es difícil encontrar un ejemplo de mayor torpeza y falta de sentido que el exhibido, casi obscenamente, por los socialistas franceses. Como el organismo de un hemofílico, las heridas nunca parecen cerrarse en el socialismo francés.

Este vía crucis socialista es tanto más lacerante cuanto resulta altamente injustificable. De forma casi unánime, los observadores imparciales de la crisis no ven razones ideológicas o programáticas serias para que se haya alcanzado tal grado de ferocidad en el enfrentamiento, la descalificación o las acusaciones cruzadas de manipulación y fraude. Otro diario exterior al Hexágono, pero observador permanente de la actualidad francesa, TRIBUNE DE GENÈVE, señalaba estos días que las famosas “mociones” o pliegos de descargo de los aspirantes a liderar el partido no reflejaban, en realidad, visiones opuestas o significativamente diferentes; más bien, han servido de máscara para disimular “la ambición personal más cínica”.

¿De dónde procede esta animadversión, que los medios señalan unánimemente? De las guerras mal gestionadas y peor resueltas que han indo acumulando cadáveres y proyectando horizontes desertizados en la izquierda francesa. La derrota de 2006 hizo daño, como las anteriores. Más, si cabe, porque las recriminaciones alcanzaron las alcobas y la frustración ha terminado desencadenando un proceso de revanchismo personal.

Las dos mujeres que se han disputado estos días el liderazgo del socialismo francés quizás representen estilos diferentes, pero no defienden proyectos sustancialmente distintos para la sociedad francesa. El corresponsal del diario británico de centro-izquierda THE INDEPENDENT desarrolla las claves y manifestaciones de este enconamiento personal. Aubrey desprecia a Royal, porque la considera una arrogante con instintos derechistas. A su vez, la ex-candidata presidencial contempla a la ex-ministra como una arpía y un dinosaurio con un pésimo gusto para vestirse, escribe el periodista británico con amarga ironía.

Segolene Royal creyó poder convertir su derrota ante Sarkozy en una oportunidad de renovación del partido; primero, consumando la ruptura con su marido y primer secretario del partido; y luego, construyendo un discurso de modernidad quizás más mediático que real. A Royal se le ha notado mucho que no confía en sus compañeros de partido, que prefiere contar con instrumentos y herramientas bien distintas. Pero le ha faltado tiempo para apuntalar la estrategia e implantarla. Peor aún, ha propiciado que las familias tradicionales del socialismo francés reaccionaran, se movilizaran y se organizaran para neutralizar este “cambio de timón”. Pero para frenar decisivamente a Royal, era preciso unir fuerzas, forjar una candidatura unitaria. Sólo en el nombre, no tanto en las políticas o como consecuencia de un consenso ideológico o programático.

Esa candidata de la estrategia “todos contra Royal” resultó ser Martine Aubrey, una mujer de partido, disciplinada, pero coriácea, difícil de moldear. Como artífice de la semana laboral de 35 horas aprendió a batirse con dureza y a aguantar presión. Su modelo de partido no contempla cambios importantes. Quiere un PSF que parezca lo que es: expresión de las aspiraciones políticas y sociales de una clase media asalariada, moderadamente formada, perteneciente mayoritariamente al sector público (maestros y funcionarios).

El escritor Jean-François Kahn se preguntaba si no habría que disolver el Partido Socialista Francés. El politólogo Pascal Perrineau, entrevistado en LE MONDE, señalaba que la actitud del PSF es suicida. Otras voces, dentro y fuera de la familia, han tratado de elevarse sobre la tentación catastrofista para hacer entender que Francia necesita una oposición creíble. Ésa es ahora la clave. Aubry ha prometido integrar y ya ha dicho que quiere hablar (¿pactar?) con su rival. Ese compromiso no puede quedarse en un ejercicio de cortesía. Segolène Royal, por su parte, debería resistir la tentación de echarse al monte. Las manifestaciones de su entorno reafirmando que mantiene sus aspiraciones de ser de nuevo candidata presidencial proyectan el riesgo de escisión en la práctica, si no formal. Los demás barones tendrán que ser consecuentes y no pretender tutelar la agenda de la nueva primera secretaria.

Si el imprescindible ejercicio de autocrítica no resultara suficiente, las maneras excesivas advertidas en el Eliseo deberían ser un estímulo concluyente para que los socialistas franceses regresen de nuevo, como prometía Aubry. Pero esta vez para quedarse, no para preparar una nueva fuga hacia ningún lugar. Seguramente, ésta sea su última oportunidad.

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