BACHELET CONFIA EN UN DEMOCRISTIANO CONSERVADOR

18 Enero 2008


La Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, ha resuelto con una crisis de gobierno una complicada situación política que había debilitado apreciablemente su capacidad de actuación desde hacía meses. Pero el cambio de pilotaje en el Ejecutivo deja aún muchas dudas sobre las posibilidades de enderezar el rumbo y mantener con éxito la fórmula que lidera la democracia chilena, todavía inmadura para muchos observadores.

El desgaste de Bachelet es bien patente, según los análisis casi unánimes que hemos podido recoger aquí en Santiago en medios periodísticos de distinta orientación. Lógicamente, desde los diarios de la derecha, abrumadoramente predominante en el panorama mediático chileno, se enjuicia la operación política con que la Presidente ha cerrado la crisis como una muestra evidente de debilidad.

Bachelet ha tenido que someterse a ciertas exigencias de los partidos de la Concertación, la gran coalición de partidos de centro a la izquierda moderada, que gobierna Chile desde el final de la dictadura militar, en 1990.

EL MERCURIO titulaba así el análisis del cambio de gobierno en su edición del domingo, 13 de enero: “El ‘cuartelazo’ de los partidos obligó a Bachelet a delegar poder”.

Con indisimulado regocijo, los medios conservadores chilenos acogieron el nombramiento del democristiano conservador Edmundo Pérez Yoma como nuevo Ministro del Interior y Jefe de Gabinete presidencial. En este cargo reside la gestión cotidiana del Gobierno. Y más aún, la manija de las relaciones con los partidos socios de la Concertación. Pérez Yoma pertenece a la facción conservadora de la DC y sustituye, precisamente, a otro democristiano, Belisario Velasco. Este político, de orientación mucho más progresista, había alcanzado, sin embargo, niveles de auténtica incomunicación con Bachelet, según me aseguraron fuentes de absoluta solvencia próximas al ministro saliente.

En general, se coincide en que la Presidenta de la DC, Soledad Alvear, candidata derrotada por Bachelet en las últimas primarias de la Concertación, ha ganado capacidad de maniobra en la coalición que dirige Chile. El Partido Socialista parece decidido a apuntalar a la Presidenta, aunque el descontento con la gestión y con el estilo de gobernar de Bachelet aumenta notablemente en mucho sectores de la militancia y en algunos de sus dirigentes.

La gran esperanza que despertó Michelle Bachelet por su condición de mujer, por su gestión al frente del Ministerio de Defensa y por sus circunstancias personales y familiares en la forja de su carrera política se han visto parcialmente defraudada en sectores progresistas.

Primero fue la revuelta estudiantil, que estalló al poco tiempo de instalarse en Moneda. Luego vinieron los quebraderos de cabeza por la gestión de un nuevo sistema de transporte público para el área metropolitana de Santiago, problema heredado de la administración Lagos, pero que ha terminado estallándole a Bachelet. No menos importante como factor de desgaste ha sido la desaceleración del crecimiento económico, porque ha puesto en evidencia las contradicciones del modelo chileno. Chile es uno de los países más liberales de Iberoamérica. Ha suscrito tratados de libre comercio con varias potencias del área del Pacífico, ha privatizado las principales áreas de actividad económico, incluyendo sectores estratégicos. Se ha ganado una reputación de excelencia para las grandes corporaciones multinacionales. Una política corregida con medidas de protección social interesantes, pero poco convincentes para una base social que espera más compromiso de un gobierno formalmente progresista. De hecho, el evidente aumento del nivel de vida de los chilenos no ha servido para corregir una tendencia que escuece a la izquierda: ser uno de los países con mayor desigualdad social en América Latina.

El “segundo tiempo” del gobierno Bachelet no presagia cambios notables ni acciones políticas audaces. Es probable que gran parte de la energía se consuma en mantener unida a la Concertación y en aplacar las marejadas que se perciben en los mismos partidos de la coalición por fuertes tensiones internas. El mayor activo de la Presidenta, -me comentaban esta semana en Santiago- es su carisma personal y su honradez política. Su pasivo más inquietante, la fragilidad para mantener equipos sólidos de Gobierno. Ahora confía en un político muy distinto a ella –ideológica y temperamentalmente- para cubrir esas lagunas. Médica de profesión y resistente por vocación, a Michelle Bachelet no le gusta dar por desahuciado a un enfermo.

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