SIMPLEMENTE, CRISTINA

1 Noviembre 2007

El triunfo electoral de Cristina Fernández, nueva titular del proyecto K ( de Kirchner) y el futuro político inmediato de Argentina ha sido el tema más importante de la semana.
La prensa internacional acoge a la primera presidenta electa de la historia argentina con frialdad y desconfianza, en contraste con los medios locales, que se rinden a la contundencia de su respaldo popular. Curioso comportamiento, por cuanto la pareja K ha mantenido y mantiene una difícil relación con los medios en Argentina.
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El diario CLARÍN, que ha intentado estos años mantener una cierta neutralidad -aunque proclive a la comprensión- admitía en su comentario editorial que el triunfo de Cristina suponía “un elemento de innovación y renovación generacional”. El mucho más oficialista y favorable a los Kirchner PÁGINA 12 mostraba contención pero sin esconder su satisfacción. El conservador LA NACIÓN, inequívocamente crítico con el oficialismo, saludaba positivamente las primeras palabras de Cristina tras su victoria, por su tono conciliador. Pero enseguida le recordaba a la presidenta electa que “ninguna concertación puede estar desligada del afán por mejorar la calidad institucional, un principio que supone (..) el respeto por la división y la independencia de los poderes”.

Precisamente, la pérdida de calidad democrática y el deterioro institucional han sido los reproches más claros de la oposición al gobierno de Kirchner. Y a este discurso crítico se suma la prensa internacional, que ve en Cristina una inspiradora y artífice de ello.

Es sobre todo la prensa anglosajona la que muestra más frialdad con la próxima presidenta. El WASHINGTON POST airea sus temores de que la Argentina K no haya aprendido de los errores del pasado y aventura “años turbulentos”.

El FINANCIAL TIMES, portavoz de los intereses financieros a los que la pareja Kirchner ha combatido en estos cuatro años pasados, se refiere al resultado electoral en términos de “problema”. Le reprocha el diario de la City a los Kirchner su estilo de gobierno “semiautoritario”, la “politización” y la “independencia minada” de la administración pública y la justicia. Y le señala a Cristina las vías obligadas de cambio: en lo económico, una política más ortodoxa para afrontar la creciente inflación; y en lo político, un respeto más escrupuloso por la división de poderes. Finalmente, pone en duda que “una política tan inmersa en las tradiciones peronistas pueda liderar el proceso de cambio genuino que la Argentina necesita”. Por eso, proclama su “escepticismo” sobre lo que se viene en Argentina.

THE ECONOMIST no se resiste a emplear su habitual ironía al calificar a los K de “pareja feliz” y, en la línea del recelo anglosajón, afirma que la victoria de Cristina es “más comparable a una coronación que a una verdadera elección”. Una afirmación más que discutible, pero que encuentra eco en un reportaje del NEW YORK TIMES que se titulaba ‘Reina Cristina’.

Aunque más equilibrada y objetiva, la prensa española coquetea con estas valoraciones. Hasta el punto de que EL PAIS titulaba su editorial sobre el resultado electoral de esta forma: “Cristina se corona”. El diario español con más intereses empresariales directos en Argentina (y en toda América Latina) no esconde su inquietud por la falta de claridad de su programa de gobierno, lo que hace “difícil conocer cuáles serán las líneas maestras de su gestión”. Un reproche en el que coincide con THE ECONOMIST.

Desde Francia, país muy interesado también en lo que ocurre en Argentina, LE MONDE advierte que Cristina Fernández no tiene una tarea fácil y le recuerda a la presidenta electa la parte menos brillante de la herencia de su marido: la persistencia de la desigualdad social y de la economía sumergida, la peligrosa hegemonía de la soja y el desencanto de la ciudadanía hacia la política.

EL PAIS, próximo a las sensibilidad de centro izquierda en España, no se siente en cambio próximo a esa supuesta latitud política proclamada de los Kirchner y reprocha a la pareja que haya “puesto a sus pies los recursos administrativos y propagandísticos del Estado, incluyendo la benevolencia garantizada de los medios de comunicación públicos”. Pero al menos EL PAIS reconoce lo que los medios anglosajones obvian: “la ausencia de una oposición unitaria y creíble”.

La prensa española de centro derecha es aún más crítica y recelosa y lleva a letra grande ciertas afirmaciones dudosas como la que desde EL MUNDO proclama a Cristina como la nueva Evita, cuando la presidenta electa ha dejado claro en numerosas ocasiones que la comparación de su figura política con la viuda de Perón resulta extemporánea. Resultan curiosas estas frivolidades mediáticas: mientras cierta prensa gusta de sacar este paralelo Evita-Cristina, otra propone la identificación Cristina-Hillary. Ni una ni otra reflejan la verdadera personalidad de la nueva presidenta argentina, ni en su estilo, ni en la sustancia de sus propuestas políticas.

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