28 de mayo de 2025
Polonia celebra este domingo la segunda vuelta de las elecciones presidenciales. El resultado se aventura incierto. El candidato liberal, Rafal Trzaskowski, actual alcalde de Varsovia, apoyado el gobierno, obtuvo el 31,2% de los votos, frente al 29,7% del nacionalista ultraconservador Karol Nawrocki. Una ventaja de sólo punto y medio, muy por debajo de las expectativas.
El
nerviosismo cunde en las filas de la coalición liberal-conservadora. Trzaskowski,
para ganar, necesita los votos del electorado de izquierda, la moderada y la
crítica, que apoyó a dos candidatos distintos en primera vuelta, y aún así es
dudoso que le alcanza para convertirse en el candidato más votado. Nawrocki podría
contar con el respaldo del universo ultraderechista, dividida en varios
partidos, pero unida en torno al propósito de impedir un dominio liberal en el
gobierno y en la Presidencia (1).
Polonia
ha sido, en cierto modo, un espejo deformado del sistema político francés. Aunque
es menos presidencialista, ya que el Jefe del Estado en Varsovia tiene menos
poderes que en París, su figura no es puramente representativa o conciliadora,
como en Italia. El Presidente polaco puede bloquear decisiones del gobierno,
que necesita el apoyo de las 3/5 del Sejm (Parlamento) para superar ese veto.
Como en Francia, el paisaje político centrista está muy fragmentado, con
numerosos partidos pequeños alineados en torno a una fuerza principal necesitada
de acuerdos constantes para afirmar su liderazgo. La ultraderecha, aunque
dividida también, tiene un representante muy por encima de los demás, el
Partido Ley y Justicia. Pero mientras en Francia aún está lejos del Gobierno, en
Polonia ya ha disfrutado del Poder y lo ha ejercido con férreo control de las
instituciones del Estado y las instancias de representación social .
POLONIA
CONTRA LA UE
En
las tres décadas largas transcurridas desde la caída del régimen comunista, la
derecha nacionalista y los liberal-conservadores se han alternado en el gobierno.
La izquierda sólo tuvo cierto protagonismo a finales de los noventa, con la
fallida transformación de los comunistas más aperturistas a la socialdemocracia.
Pero desde el cambio de siglo, Polonia ha sido uno de los países más
conservadores de Europa. El populismo de signo izquierdista que se ha dejado
ver en otros lugares de Centroeuropa es prácticamente inexistente. La derecha
ultranacionalista ha dominado el relato político, sólo amenazada por los
liberal-conservadores, a los que se contempla, con su aquiescencia, como los
representantes del orden europeo.
Con
la guerra de Ucrania, Polonia se convirtió en un país clave de la estrategia de
contención europea. Los conservadores nacionalistas del PiS se contaban entre
las fuerzas políticas europeas más antirrusas, en contraste con sus homólogos
franceses. De hecho, el partido de Marine Le Pen y el PiS nunca han sido
capaces de constituir un grupo unificado en el Parlamento Europeo. Los polacos tuvieron
como socios mayores primero a los conservadores británicos y ahora a los
neofascistas de Giorgia Meloni. Pero, a pesar de esta hostilidad hacia Moscú,
anclada en los agravios históricos del nacionalismo polaco, nunca hubo sintonía
entre los nacionalistas del PiS y el consenso centrista europeo. Las medidas de
compensación al agro ucraniano tras el bloqueo marítimo ruso provocaron el rechazo
del entonces gobierno de Varsovia, alineado con los campesinos polacos en su
protesta por las medidas europeas a favor de Kiev.
El
triunfo liberal-conservador en las elecciones legislativas de octubre de 2023
se presentaron desde Bruselas como un ansiado cambio de signo. El gobierno del
liberal Donald Tusk, un expresidente de
la Comisión Europea, situó a Polonia en la vanguardia de la respuesta de los 27
a la “agresividad rusa”.
No
obstante, los nacional-conservadores polacos han obstruido numerosas iniciativas
reformistas de la nueva mayoría al mantener la jefatura del Estado en la
persona de Andrej Duda, un político gris, a la sombra del poderoso líder del
PiS, Jaroslaw Kaczynski. Tusk aspira ahora a contar con la Presidencia de la
República para devolver a Polonia a una senda liberal europeísta en la que
nunca ha estado firmemente anclada.
EL
FRENTE ULTRA
Polonia
ha experimentado notables cambios en su estructura socio-económica en las
últimas tres décadas, a pesar de la fuerte presencia del sector primario. Como
le ocurrió a España en los años noventa, Polonia se ha beneficiado enormemente
de los fondos estructurales y de cohesión europeos, lo que, sin duda ha ayudado
al discurso liberal-conservador. Pero no lo suficiente para superar el dominio político-cultural
del nacionalismo, hegemonizado por la Iglesia católica y sus diferentes (y
muchas veces enfrentados) agentes y portavoces políticos.
En
la actualidad, el nacional-conservadurismo contempla la Jefatura del Estado
como un reducto desde el que resistir lo que considera como una ofensiva Europa
para acabar con las tradiciones polacas. El candidato del PiS, Narowcki, es aún
más extremista que Duda, y durante las sucesivas fases de la campaña ha endurecido
su mensaje para atraerse el voto de formaciones aún mas a la derecha, como Konfederacja
(libertarios ultraconservadores) o los tradicionalistas monárquicos. Los dos candidatos
ultras obtuvieron más del 20% en la primera vuelta, lo que convierte a sus
seguidores en un botín estratégico para el PiS.
Se
percibe un creciente nerviosismo en Varsovia estos días, ante la eventualidad
de un alineamiento ultra en torno a Narowcki, porque el programa de Tusk podría
verse gripado y la estrategia europea de contención de Rusia, obstaculizada
(2).
La
mayor parte de los ucranianos huidos de su país han encontrado acomodo en localidades
polacas. Lo que un principio se vivió como un gesto solidario se ha convertido
en creciente incomodidad. Polonia arrastra el mismo problema de debilidad demográfica
que otros países centroeuropeos. Si la guerra se prolonga y la reconstrucción
de Ucrania se complica, es muy posible que la presencia estable de ucranianos
en el país termine reforzando las pasiones xenófobas ya existentes.
Estos
riesgos han provocado también la movilización de los medios liberales en
Occidente. Como muestra de ello, el semanario británico THE ECONOMIST le ha dedicado
la portada de su último número, con un mensaje claro y rotundo: Polonia debe “conservar
su puesto en el corazón de Europa” para evitar que se “pierda una fuente de
dinamismo en el proyecto europeo”, “un ejemplo de seguridad y una potente voz
de apoyo a Ucrania y de disuasión ante Rusia” (3).
EL
CUARTO MOSQUETERO
Para
los alentadores del rearme europeo frente a Rusia, Polonia se ha convertido en
la pieza clave: por su posición de primera línea del frente, por su compromiso
con el esfuerzo militar y por el consenso nacional antirruso. Polonia es el
país europeo de la OTAN que gasta más en defensa: más de un 4% del PIB, una
cifra muy superior a la del resto de sus socios continentales. LVarsovia forma
parte del grupo Weimar, junto con París y Berlín, una especie de directorio que
marca la estrategia de los aliados europeos contra Moscú. Cuando el eje
franco-alemán ha decidido tomar las riendas de confrontación diplomática con el
Kremlin, no sólo ha contado en primera línea con Londres, sino también con
Varsovia. Esta posición ha convertido a Polonia en lo que alguien ha definido
como “el cuarto mosquetero” contra Putin.
Las
fuerzas armadas polacas son ya las cuartas más numerosas del continente. La
previsión es que cuenten en 2035 con 300.000 militares (profesionales,
reservistas y voluntarios), lo que les colocaría como el Ejército más poderoso
de los socios europeos de la OTAN. El programa de rearme polaco es uno de los
más ambiciosos del continente. Los planes privilegian el arma de tierra, “con
el objetivo de construir una disuasión convencional creíble para paliar la
ausencia de disuasión nuclear independiente”, afirma el Instituto francés de
Relaciones Internacionales (IFRI), en un informe de hace unos meses (4).
Los
representantes del Orden liberal en Europa se movilizan en Polonia, pero las
fuerzas nacionalistas ultraconservadoras que se aprovecharon de las tensiones y
contradicciones acaecidas tras fin del régimen comunista y la hegemonía social
y cultural de la Iglesia católica no han dicho su última palabra.
NOTAS
(1) “Liberal
Candidate Takes Unconvincing Lead into Poland’s Presidential Runoff”. BIRN,
19 de mayo.
(2) “Deux Pologne se
font face à une semaine d’une présidentielle décisive”. HÉLÈNE BIENVENU. LE MONDE,
26 de mayo.K
(3) “How Poland can
keep its place at the heart of Europe”. THE ECONOMIST, 22 de mayo.
(4) “Pologne,
première armée d'Europe en 2035? Perspectives et limites d'un réarmement”.
IFRI, 5 febrero.