26 de noviembre de 2025
A Trump le divierte sembrar el caos en las relaciones internacionales. Y en las relaciones institucionales también. Dicen quienes creen que lo conocen que se trata de una táctica para conseguir el máximo beneficio. Son estratagemas de comerciante marrullero. A juzgar por lo que vemos, los resultados reales son discutibles, pero las versiones para la propaganda tienen el efecto buscado. Los dirigentes internacionales se toman en serio al Presidente norteamericano, desde el punto y hora en que tratan de adecuarse a sus excentricidades y sobre todo de no provocar su enfado.
Esto
es lo que ha pasado estos últimos días con las “negociaciones de paz” en
Ucrania, oscuras y confusas hasta decir basta. Un primer plan conocido el
viernes pasado a cuentagotas provocó alarma en el gobierno de Kiev y en sus
protectores europeos. Los 28 puntos, tal y como se filtraron, parecían un
resumen de las principales aspiraciones rusas (1). Surgieron enseguida dudas
sobre la autoría del documento y algunos sostuvieron que ha había sido escrito con la pluma de Moscú.
Trump, supuestamente hastiado de la encomienda que él mismo se impuso desde
antes de regresar a la Casa Blanca, querría haber infligido un nuevo
escarmiento a Zelensky.
Tenía
sentido la interpretación. Después del rapapolvos del despacho oval, el 28 de
febrero, el presidente MAGA ha intentado contenerse, en parte por presión de
sus principales colaboradores, quizás por observaciones muy respetuosas de sus
aliados, y también por un cierto malestar con Putin, que no le sigue el juego
tanto como él y otros muchos esperaban.
Sea
como sea, Trump ha jugado al caliente y al frío con Ucrania. Ora le ofrece armamento hasta ahora prohibido,
ora le pone condiciones de uso; ora, corteja a Putin como habitualmente, ora le
amenaza con sanciones que no llegan a hacer el daño que deberían si fueran
realmente adoptadas en serio.
Mientras
este juego del ratón y el gato se prolonga, la guerra ha continuado con
resultados no concluyentes para los objetivos del Kremlin, pero muy penosos, en
todo caso, para Ucrania, cuya población parece abocada al frío y la oscuridad
en el invierno que asoma (2). La infraestructura energética ucraniana se
encuentra al límite. Los contrataques contra objetivos similares en el interior
de Rusia no parecen suficientes para disuadir a Moscú de estas operaciones de
desgaste.
LA
CORRUPCIÓN, COMO LUBRICANTE
Pero
el asunto que podría haber precipitado este nuevo empuje de Trump en contra de
los intereses ucranianos ha sido el gigantesco escándalo de corrupción que ha
alcanzado a las altas esferas del gobierno de Kiev. Ministros, altos cargos y
empresarios relacionados con Zelensky se han visto implicadas en un cobro de
comisiones ilegales por contratos de la empresa nacional de energía atómica (3).
Esto socava la credibilidad del sistema político y económico ucraniano y pone
en solfa la inmensa ayuda económica recibida en los últimos 3 años y medio por
Kiev.
Trump
huele la sangre a distancia y todo parece indicar que ha sentido herido a
Zelensky, necesitado de un apoyo para rescatarlo del agujero negro en que se
encontraba metido desde hace un par de semanas. El momento parecía propicio
para esta oferta con apariencia de chantaje, vestida de “realpolitik con
esteroides”, como lo ha definido un destacado editorialista estadounidense en
asuntos internacionales (4).
El
plan no sólo legitimaba las conquistas rusas en el este y sur de Ucrania, o la
anterior de Crimea (esto último ya casi ni se discute de verdad). También le
concedía a Moscú el control del territorio de la región del Donbás que sus
tropas aún no han ocupado. Una concesión preventiva. Además, se le reconocía a
Moscú una de sus pretensiones estratégicas: que la OTAN cierre de una vez por
todas la puerta a Ucrania y que la orientación prooccidental de Ucrania esté
sometida a la aprobación rusa. Todo ello con un ejército reducido a la mitad,
con los supuestos crímenes de guerra olvidados y con otra serie de medidas favorables
para Rusia.
La
reacción de Ucrania fue, inicialmente, depresiva. “O perdemos la dignidad o
renunciamos a nuestro principal aliado”, manifestó Zelensky. No exageraba.
Europa asumió por enésima vez la misión de rescate. Con resignada paciencia,
aceptó el Plan Trump (o de quien fuera) como “base de negociación”. El
presidente norteamericano se lo tomó a bien, quizás porque esperaba esa cautelosa
respuesta europea, y afirmó que el documento “no era su última palabra”.
Reunidos en Ginebra, diplomáticos europeos, norteamericanos y ucranianos
alumbraron otra cosa.
Nadie
sabe qué, sin embargo. Ucrania dice que puede aceptar el Plan reformado. Europa
se da un margen de alivio, pero afirma que “queda mucho por hacer”. De momento, más ideas y venidas: a Abu Dhabi
(lejos de Europa, pero cerca de los intereses trumpianos) y a Moscú. Ucrania dice que puede aceptar el plan retocado.
¿Por virtud o por necesidad? Pero la cita Zelensky-Trump se descarta a corto
plazo.
EUROPA,
EN UN DIFÍCIL EQUILIBRIO
El
estilo de Trump ha terminado por contaminar los métodos de trabajo de la
diplomacia europea. Primero, porque los caprichos y cambios de humor del
magnate condicionan claramente sus comportamientos. Segundo, y esto ha pasado
más desapercibido, porque la corrosión trumpista ha puesto en evidencia
las fracturas diplomáticas europeas, como describen con agudeza dos periodistas
de LE MONDE, la corresponsal en el Eliseo y el corresponsal diplomático (6).
Y
luego están lo que hacen su propia guerra. El papel del gobierno
posfascista de Roma es incierto, pero muy activo, a pesar de que Italia no
forma parte del E3, una suerte de directorio europeo (que no comunitario),
compuesto por Francia, Alemania y Gran Bretaña para lidiar con Trump en la
crisis ucraniana.
Fuentes
diplomáticas europeas han reconocido que Trump saca de sus casillas a la
diplomacia europea, porque es capaz de hurgar en sus divisiones y egoísmos
nacionales. También atribuyen a Rusia esta intención, pero sin que el Kremlin
pueda presentar resultados ni de lejos parecidos a los que el “el líder del
mundo libre” airea.
La
diplomacia europea lleva semanas intentando aplicar la palanca que, según
algunas estimaciones, podría forzar la mano del Kremlin y empujarle a una
negociación más equilibrada. Se trata de la apropiación de los 300.000 millones
de dólares del Banco Central ruso en territorio europeo. Pero la mayor parte se
encuentra en poder de un administrador con sede en Bélgica. El gobierno belga,
pese a la presión combinada de sus socios, no ha querido dar ese paso, por
temor a que, un fallo jurídico internacional lo considerara ilegal y permitiera
a Moscú obtener una indemnización enorme.
Una
de las mayores especialistas en la gestión de las sanciones occidentales contra
Moscú, Agatha Demarais, detalla cómo la Comisión Europea ha intentado resolver
este dilema con una complicada vinculación entre los fondos retenidos, el
eventual pago de reparaciones de guerra y un préstamo a Ucrania respaldado en
los dos esquemas anteriores. Esta experta opina que el interés de Trump por el
acuerdo reside en la cláusula que permite a empresas norteamericanas obtener una
tercera parte de esos fondos para financiar la reconstrucción de Ucrania y al
gobierno de Washington recibir el 50% de los beneficios obtenidos en la
operación. La Comisión podría desbaratar estos planes -argumenta Demarais- si
se incauta de los fondos, los convierte en respaldo de un préstamo a Ucrania junto
con las eventuales reparaciones de guerra que se le impondrían a Moscú (7).
Pero, de nuevo, los mecanismos políticos europeos son más lentos que la
ambición de Trump.
Europa
está exangüe por la crisis de Ucrania. Política, económica y socialmente. Los
dirigentes se han metido en una espiral de gasto militar que va a tensionar aún
más la cohesión social. La retórica les
obliga a no ceder, a mantenerse formalmente como principal garante de la
independencia y la libertad ucranianas. Pero la fatiga es más que notable. Al
no contar con el socio mayor del otro lado del Atlántico su capacidad para
forzar un cambio de actitud en Moscú es prácticamente nula (8).
Como
ocurre en otros conflictos, Europa paga y se mantiene “en el asiento de atrás”.
Está marginada de las ecuaciones estratégicas y atrapada en las maniobras
tácticas. Sólo a título de recordatorio, cuando se cumple el trigésimo
aniversario de los acuerdos de Dayton sobre Bosnia, resulta útil repasar la
deriva europea en una crisis mayor en el continente y cómo Estados Unidos terminó
acaparando el papel decisorio.
Ucrania
no es Yugoslavia, pero el libreto de la aparente resolución del conflicto se le
parece mucho. A expensas de lo que la diplomacia europea haya conseguido
retocar o cambiar en el mal llamado Plan Trump, lo cierto es que no es probable
que se le haya dado completamente la vuelta. El caos dominará la escena, si
Rusia se llama a andanas y continua apurando su superioridad militar y la
división en la OTAN.
NOTAS
(1)
“Ce que l’on sait des 28 mesures du plan américain”. LE
MONDE, 21 de noviembre; “U.S.-Russian Peace Plan Would Force Ukraine to Cede
Land and Cut Army” ANDREW KRAMER & MARIA VARENIKOVA. THE
NEW YORK TIMES. 19 de noviembre; “US and Russian officials draft plan to
end Ukraine war based on capitulation from Kyiv”. LUKE HARDING, ANDREW ROTH
& PJOTOR SAUER. THE GUARDIAN, 19 de noviembre
(2) “Russia
Aims to Freeze Ukraine Into Submission”. KEITH JONHSON. FOREIGN POLICY, 29 de
octubre.
(3) “Everything you need to know about Ukraine's
ongoing corruption scandal involving a nuclear power company and top officials”.
OLEG SUKHOV. THE KYIV INDEPENDENT, 11 de noviembre; “Energy Sector
Embezzlement Amid Blackouts: Anti-Corruption Bureau Investigation – What We
Know So Far”. SERGII KOSTEZH. KYIV POST, 11de noviembre; “The Corruption
Scandal Engulfing Ukraine Won’t Die Down Anytime Soon”. KONSTANTIN SKORKIN.
CARNEGIE, 18 de noviembre.
(4) “Trump’s
hard-sell Ukraine deal is realpolitik on steroids”. DAVID IGNATIUS. THE
WAHINGTON POST, 21 de noviembre.
(5) “Ukraine
survives another crisis with Donald Trump.” THE ECONOMIST, 23 de noviembre; “Le
soulagement et les doutes des Européens et de Kiev après le remodelage en
profondeur du plan de Trump”. CLAIRE
GATINOIS Y PHILIPPE RICARD. LE MONDE, 25 de noviembre.
(6)
“L’ ère Trump, un cauchemar pour la diplomatie européenne, entre flagornerie et
humiliations”. CLAIRE GATINOIS Y PHILIPPE RICARD. LE MONDE, 23 de
noviembre.
(7) “The
U.S.-Russia Plan Gives Trump a $300 Billion Signing Bonus”. AGATHA DEMARAIS. FOREIGN
POLICY, 24 de noviembre.
(8) “Disarray
over leaked US-Russia peace plan is ideal scenario for Putin”. PJOTR SAUER. THE
GUARDIAN, 24 de noviembre.

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