16 de Julio de 2015
El
acuerdo sobre el programa nuclear con Irán ofrece una solución razonable para
uno de los riesgos más desestabilizadores en Oriente Medio, aleja el peligro de
otra salida militar en la zona y abre las perspectivas de un nuevo encaje
geoestratégico. Estos logros, ventajosos para la mayoría, se convierten
precisamente en lo contrario para sus adversarios.
Sin
entrar en los detalles técnicos del acuerdo, que harían muy largo este
comentario, la mayoría de los expertos coinciden en que dos años de
negociaciones intensas, extenuantes, han arrojado un resultado convincente.
Obama
lo ha defendido con brillantez, primero en una comparecencia pública a la hora
del desayuno, el martes 14 de julio, y luego, con notable agudeza en una
conversación con el articulista estrella en política exterior del NYT, y judío para
más señas, Thomas Friedman (1).
LA
'CONGELACIÓN' DEL RIESGO
Un
acuerdo que limita severamente el programa nuclear iraní por debajo del umbral
militar durante década y media, que restringe el enriquecimiento del uranio por
debajo del umbral militar (3,67%), que
obliga a sacar del país el uranio enriquecido excedente (98%), que recorta sus
instalaciones, que bloquea por ocho años el uso de los reactores de última
generación, que amplía a un año el periodo de construcción de la bomba ('breakout')
en el hipotético caso de incumplimiento del acuerdo, que establece el sistema
de verificaciones más rígido de la historia, que establece un embargo comercial
de ocho años para los misiles y de cinco para las armas convencionales de
Teherán y que contempla la reintroducción rápida de sanciones en caso de trampa
no es un mal acuerdo, ni un "error histórico" como se empeña en
denunciar el primer ministro israelí.
A
lo largo de las negociaciones, los escépticos más neutrales o menos
condicionados políticamente, han venido señalando algunas dudas sobre el
resultado del proceso. Muchas de las incógnitas han sido resueltas o sus
riesgos reducidos. Tanto sobre la capacidad de Irán de volverse atrás como de
engañar. Este acuerdo es quizás el mejor de los que podían alcanzarse, como
explicó también el Jefe de la diplomacia francesa, Laurent Fabius (2).
Por
supuesto, el principal elemento de disputa es que al término del periodo de
vigencia del acuerdo, Irán podrá
recuperar el programa nuclear. Pero, para entonces, las mismas potencias que
ahora han embridado al régimen islámico estarán en mejores condiciones que
ahora de seguir impidiendo su conversión en potencia nuclear militar.
LAS
CONSECUENCIAS LATERALES DEL ACUERDO
El
acuerdo de Viena tiene otras dimensiones laterales. Para empezar, puede alterar
el actual equilibrio estratégico en Oriente Medio. Según los enemigos del
acuerdo, el levantamiento de las sanciones permitirá al régimen de los
ayatollahs recuperar capacidad económica e influencia para desestabilizar la
región, reforzando su apoyo a sus aliados tradicionales, la Siria de Assad,
Hezbollah, las milicias chiíes de Irak, los
houthis de Yemen, los grupos radicales palestinos, etc. Obama ha prometido
seguir vigilando las actividades desestabilizadoras de Teherán, pero sus
adversarios no confían demasiado en su firmeza.
Las
dudas surgen de algunas urgencias sobre el terreno. Lo insinuaban estos días
últimos el negociador jefe iraní y el propio Presidente Rohani. No es que Irán
vaya a convertirse de nuevo en amigo de Estados Unidos y Occidente a partir de
ahora. Pero el acuerdo remueve algunos obstáculos para ser socio ocasional. Ya
lo está siendo, aunque esquinadamente. El apoyo iraní para aniquilar a los
extremistas sunníes del Daesh ya resulta muy relevante en Irak. Sin las
milicias chiíes, quién sabe hasta dónde hubieran llegado los extremistas en su
avance.
Un
profesor de la Universidad Americana de Beirut, próximo a Hezbollah, lo dice
con agudeza: "Estados Unidos ha externalizado en Irán la lucha contra el
terrorismo", para no poner botas propias sobre el terreno (3). ¿Es esta
posibilidad, y no el potencial nuclear de Irán lo que alarma en Israel y en sus
protectores norteamericanos más ciegos o interesados?
Otra
dimensión del acuerdo es la económica. La eliminación progresiva de las
sanciones no sólo constituye una apetitosa oportunidad para China o Rusia, en
un momento de tensiones y problemas para sus economías. Las grandes compañías
petroleras occidentales no ocultan sus ardientes deseos de hacer negocios muy
sustanciosos, porque Irán necesita tecnología e inversiones para recuperar su
industria, tanto para ampliar y mejorar su producción (hasta en un 400%) como
para asegurar nuevas prospecciones. Irán, no lo olvidemos, dispone del 10% de las
reservas mundiales de crudo (4).
EL
RECHAZO ISRAELÍ
En
Israel, la derecha, reforzada tras las últimas elecciones, airea un problema existencial. Puede
comprenderse el temor a un enemigo que sigue proclamando su deseo de
destruirlo. Pero Israel ha dejado de ser un pequeño país indefenso. Dispone de
los mismos potentes aliados de siempre y de mejores medios que nunca, para
defenderse de cualquier (hipotética) amenaza. Con este acuerdo, Israel está más
seguro que sin él, porque asegura un año de margen para atajar un riesgo militar
nuclear, si Irán incumple.
El
relato de la inseguridad arroja dividendos políticos muy sustanciosos y seguros
en Israel. Las elecciones recientes han sido buena prueba de ello. Es
sintomático que, tras el varapalo, la izquierda y el centro se sumen a la
demonización del acuerdo nuclear. No tanto por el contenido en sí del mismo. En
realizan lo están utilizando para acusar a su rival, Netanyahu, de no haber sabido
o podido evitarlo, por haberse enfrentado con Obama. Argumento débil y
oportunista. Netanyahu no tenía otra alternativa que aliarse con los
republicanos. Los electores israelíes no le castigaron por ello, sino al
contrario. Obama quería el acuerdo. Es un factor clave de su legado. Nada podía
hacer Netanyahu, como tampoco lo hubiera conseguido el laborista Herzog o la
centrista Livni, si hubieran ganado los comicios.
Netanyahu
hace populismo al proclamar que "Israel se defenderá con sus propios
medios". No puede, y lo sabe, atacar con garantías a Irán sin un apoyo
amplio de Estados Unidos. Ahora, bombardear las instalaciones iraníes sería
como atacar la Casa Blanca. Pero al primer ministro israelí le queda aún la
'bala de plata' para 'matar' el acuerdo desde dentro: su alianza con la oposición
a Obama en el legislativo.
BOICOT
DE LOS RIVALES Y RIESGO DE FUEGO AMIGO
El
Presidente, sabedor de que cualquier acuerdo, por duro que fuera para Irán, iba
a ser rechazado por el lobby político israelí, ha reiterado que vetará
cualquier decisión del legislativo que pretenda impedir su entrada en vigor. El
Congreso puede superar el veto presidencial si reúne a los dos tercios de los
legisladores. No es una misión imposible. Los republicanos sólo necesitarían
sumar trece senadores demócratas a su causa. La batalla ha comenzado y tendrá
que resolverse antes de tres meses. Las vacaciones sólo serán oficiales este
año en Washington.
El
Congreso se pone del lado de Israel, por tradición y por convicción, pero
también por oportunismo. Si hay algún asunto en el que los republicanos puedan
conseguir fuego amigo contra el Presidente es éste. Muchos demócratas, tan pro-israelíes
como sus rivales, si no más, temen perder apoyos y dinero judío para sus
campañas políticas. Y en Estados Unidos, el dinero lo es todo en política, y
más en las contiendas electorales.
No
obstante, el acoso republicano ha sido tan obsceno, que las cosas pueden
cambiar, siquiera ligeramente. Hillary Clinton puede presumir de ser una de las
mejores amigas de Israel, aunque la administración de su marido avanzara
notablemente en un acuerdo de paz con los palestinos. O precisamente por ello.
Pero sobre todo por su trayectoria como Senadora por el Estado de Nueva York,
uno de los mayores feudos judíos del país. Pues bien, la mega-candidata demócrata
ha expresado su apoyo al acuerdo nuclear con Irán. Está por ver quién le
discute la nominación. De momento, el socialista Bernie Sanders no se opone al
acuerdo, por supuesto. ¿Se atreverá algún centrista a presentarse con el apoyo
israelí como elemento diferenciador? Dudoso. La dirección demócrata, aunque no
pueda impedir la división sobre este asunto, tratará de evitar la polémica en
clave electoral. Complicado empeño.
(1) NEW YORK TIMES, 14 de Julio
(2) LE MONDE, 14 de Julio.
(3) NEW YORK TIMES, 14 de Julio.
(4) FOREIGN POLICY, 14 de Julio.
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