14 de septiembre de 2012
La política exterior no fue un
asunto de gran relevancia en las recientes Convenciones republicana y
demócrata. Era de esperar, debido a la abrumadora preocupación del electorado
por la crisis económica y social. Los asuntos internacionales que se
mencionaron en los discursos más destacados tenían mucho que ver, significativamente,
con las causas del desvelo de dirigentes y población, en particular los manejos
y desempeños de la economía china (manipulación monetaria y fiscal y,
últimamente, los signos de fatiga del consumo interno) o la incapacidad europea
para encontrar respuestas eficaces.
Por lo demás, escasas referencias
a Oriente Medio, un tema clásico en la agenda electoral. Si acaso, palabras de
solidaridad con Israel ante la supuesta amenaza nuclear iraní (carentes de
ardor, en el caso demócrata; puramente electoralistas, por parte de los
republicanos). Tibias referencias a la guerra en Siria; prácticamente, ni una
palabra sobre el dossier palestino; vaguedades sobre la 'primavera árabe'; y
declaraciones sincopadas sobre el terrorismo internacional (más retrospectivas
que prospectivas).
Este tono anunciaba lo que se
suponía iba a ser la recta final de la campaña: repliegue hacia dentro y
miradas hacia fuera solo para reforzar la preocupación central y casi obsesiva.
Salvo claro está que 'ocurriera algo' en el mundo, la llamada 'sorpresa de
Octubre', un hecho inesperado con capacidad para agitar violentamente, o
incluso voltear, la tendencia.
Esta semana, la difusión de un video
irrespetuoso con el Islam, provocó airadas manifestaciones de protesta ante la
embajada estadounidense en El Cairo y un
asalto del consulado en Bengasi que causó la muerte del embajador y de otras
tres personas de la delegación diplomática norteamericana en Libia. Otros actos
más o menos violentos de desagravio han empezado a producirse en otros lugares.
El asunto puede desbordarse y reproducirse
otra saga similar a la de las
caricaturas de Mahoma.
Aunque pudiera tratarse de una
operación planificada (aniversario del 11S), los hechos de Bengasi tienen mucho
que ver con la falta de control en el país desde el inicio de la rebelión
contra el régimen de Gaddafi, la incapacidad del gobierno para someter a las
milicias a una autoridad legítima y un supuesto reforzamiento del radicalismo
islámico (que las elecciones, empero, no confirmaron). En este sentido, parece
oportuno el reciente comentario de de Frederic Wehrey en FOREIGN AFFAIRS: "la
estrategia de intentar desmantelar las milicias regionales al tiempo que se
hace uso de ellas como fuerzas armadas de alquiler podría estar incubando el
descenso del país hacia los señoríos de guerra".
ROMNEY SE DISPARA EN EL PIE
Lo racional en estos casos se
acerca bastante a lo que ha hecho el Presidente Obama: solidaridad con las víctimas,
condena firme de los actos violentos, compromiso de justicia, rechazo de la
burla de las creencias y símbolos religiosos y apelación a la calma. Sencillo.
De libro. Pero su rival republicano no
desaprovecha cualquier oportunidad de demostrar su inquietante inepcia en
política exterior. Sus palabras al conocer los hechos de Bengasi fueron tan
inadecuadas que su intención electoralista quedó prácticamente aniquilada por
su asombrosa torpeza. La comprensión de Obama por el malestar que ha podido
generar el video (promovido por un cristiano copto egipcio y apoyado por el
predicador ultra norteamericano Terry Jones), fue interpretada por el candidato
republicano como una 'petición de excusas', e incluso como 'simpatía hacia los
atacantes'.
Ya dijo Romney en la Convención que había desterrar
las 'apologies' del lenguaje político-diplomático de Estados Unidos. Alentado
por los aplausos irreflexivos de su grey, ha considerado que éste era momento propicio
para insistir en ello. Obama, comedido pero candidato al fin y al cabo, comentó
en un comunicado posterior que "el gobernador Romney tiene la tendencia de
disparar primero y apuntar después". Reacción medida, pero punzante.
En realidad, Romney dijo algo
todavía peor en 'su' Convención: que Estados Unidos no debería pedir permiso
para actuar en defensa de sus intereses. Este lenguaje prepotente, que tan
lamentables resultados le ha dado a la imagen exterior de Estados Unidos
durante la administración Bush, es un anticipo de lo que podría ocurrir en caso
de un triunfo republicano en noviembre.
Por supuesto, el aparato burocrático que rodeara al hipotético 'Presidente
Romney' le disuadiría de las bravuconadas más descaradas, pero es probable
que volviéramos a la molestia de estar liderados por un espíritu de 'sheriff
justiciero'.
Fred Kaplan, un
analista de seguridad no precisamente 'paloma', resalta en SLATE la "escasa
comprensión que Romney demuestra del oficio de Presidente y, en este caso, de
cualquier puesto que implique el liderazgo político". Lo que más reprocha
Kaplan al candidato republicano no es su error inicial, sino que no tuviera los
reflejos o la voluntad de rectificar, una vez conocidos los hechos con más
precisión, y repitiera sus ataques a Obama "con el indisimulado deleite de
anotarse tantos políticos". Al exhibir una prudencia conveniente, los
propios correligionarios de Romney (los líderes parlamentarios republicanos) pusieron
en evidencia a su candidato presidencial.
No es de extrañar estas
extravagancias de Romney. Ya hizo mofa de ello el Presidente Obama en su
discurso de Charlotte. Las intempestivas declaraciones del ex-gobernador en
Londres, en vísperas de los Juegos Olímpicos había sido la última vez que
demostraba su empeño en pisar cualquier 'cascara de plátano' a la vista.
IRÁN, COMO BANCO DE DESGASTE
Más grave ha sido su conducta en
el asunto de la nuclearización de Irán. Romney se ha convertido por entusiasta
voluntad propia en el único amplificador de las incómodas presiones del primer
ministro israelí, para que la administración Obama 'pinte una linea roja' al
programa atómico de los ayatollahs; es decir, que pronuncie una
explícita amenaza de intervención armada si siguen adelante. El Presidente ha resistido firmemente las
presiones y, en lo fundamental, no se
mueve de una línea clara: no permitirá que Irán se dote del arma nuclear, pero
considera que aún hay tiempo de que funcionen las negociaciones y las
sanciones. Obama puede estar acertado o no, pero resulta inaceptable la
posición israelí.
En los próximos días veremos
cómo intenta aprovecharse Romney del último desencuentro entre la Casa Blanca y
el jefe del gobierno israelí. Pretendía Netanyahu entrevistarse con Obama en
Nueva York, durante las sesiones de la Asamblea General de la ONU, pero el 'staff'
presidencial alegó razones de agenda para descartar la cita. Al conocerse esto,
hubo ruido. Enseguida, portavoces norteamericanos dijeron que la entrevista
podía celebrarse con posterioridad en Washington, pero que Israel no lo había
solicitado.
Ya es tarde para un cambio de
estrategia. Cabe esperar que, con los mimbres del Irán nuclear y los ataques de
Bengasi, Romney y su equipo de campaña quieran
construir un caso de la supuesta 'debilidad' de Obama en política exterior. La
tentación del 'sheriff justiciero' aparece de nuevo, aunque de momento
lo único que puede apreciarse es 'fuego amigo' y, como víctima, el
propio candidato republicano. ¿Pensarán lo mismo los electores?