19 de marzo de 2025
Kissinger
dijo en una ocasión que “ser enemigo de Estados Unidos era peligroso, pero ser
amigo podía resultar fatal”. Nunca como ahora tal aseveración parece ser tan
real. En la actual descomposición geopolítica, la amistad (entiéndase: las
alianzas, los compromisos suscritos y derivados de décadas de decisiones
compartidas) se ha convertido en el permanente abrazo del oso (y no
precisamente el moscovita).
La
guerra comercial emprendida por Trump contra sus clientes preferenciales ya
está empezando a ser gravosa, no sólo para los socios supuestamente desleales
según el Presidente, sino para la propia estructura económica norteamericana,
acorde con las primeras estimaciones académicas (aunque no está claro si éstas
son fruto del estudio riguroso o del reflejo de la autoprofecía cumplida).
El
juego trumpiano del flip-flop (hoy, esto; mañana, lo otro; pasado
mañana, ya veremos) aconseja esperar antes de lanzarse a valoraciones
prematuras. Al cabo, los destinatarios de las represalias comerciales
norteamericanas han respondido lo justo para no parecer débiles o sumisos, pero
se han abstenido de ponerse en traje de batalla: siguen pensando que las reglas
invisibles de la globalización harán entrar en razón a Trump, más temprano que
tarde. El riesgo es que la rectificación se demore lo suficiente para provocar
daños de lenta y dificultosa reparación, incluido EE. UU. (1).
LA
FRONTERA NORTE, MÁS VISIBLE QUE NUNCA
El
nuevo líder de Canadá ha viajado a Europa para reforzar amistades secundarias
con las que compensar el desengaño sufrido con el amigo preferencial, con el
vecino imprescindible. Mark Caney ha sustituido a un desgastado y autoderrotado
Trudeau al frente del Partido Liberal y se ha convertido, automáticamente, en
Primer Ministro, debido a su mayoría parlamentaria.
En
vez de cumplir con la rutina de cualquier jefe de gobierno canadiense de hacer
su primer viaje exterior a Estados Unidos, Caney ha cambiado el guion y optado
por una gira binaria europea Paris-Londres (2). Un mensaje simbólico, según la
Radio estatal: Canadá no está sólo frente a la fatalidad apuntada por
Kissinger.
Algunos
comentaristas liberales han reflotado la idea no precisamente nueva de que
Canadá ingrese en la UE (3). El run-run llegó a los círculos políticos de
Bruselas y sus portavoces se regocijaron por el atractivo que el Club tiene
para países amigos. Pero la cosa no pasará de ahí. A otros países se les ha
dado con la puerta en las narices o por su ubicación continental no europea
(caso de Marruecos). A Turquía (europeo y asiático), se le han puesto
condiciones sistémicas para el ingreso que esconden aprensiones religiosas,
culturales y geoestratégicas. En Canadá gustan denominarse “el país no europeo
más europeo”, pero difícilmente puede considerarse más merecedor de ese
reconocimiento que el vecino meridional de España; en cambio, se le admite como
más cercano a los criterios de gobernanza que Turquía.
Pero
más allá del entretenido ejercicio intelectual y diplomático del europeísmo
canadiense, el país más septentrional del continente americano está condenado a
la fatalidad de la amistad estadounidense. O a la vecindad, que resulta a veces
fatal y peligrosa a la vez, por seguir con la paradoja de Kissinger. El 80% del
comercio canadiense se realiza con EE. UU. La integración económica, social y
cultural entre ambos países es profunda y, hasta hace sólo unas semana, estable
(4). Pero insinuar la vulneración de la independencia nacional ha sido
demasiado. Trump ha jugado con la idea de que Canadá se convierta en el 51º
estado de la Unión.
El
orden liberal tiene un doble componente transoceánico, a lo largo del Atlántico
y del Pacífico, pero también territorial, y no solo hacia el norte (Canadá),
sino hacia el Sur (México,
Centroamérica y Suramérica).
LA
SERVIDUMBRE MERIDIONAL
Cuando
miran al Sur, las clases dirigentes estadounidenses no suelen ver un amigo sino
un subordinado, un subalterno. La noción del “patio trasero” no está obsoleta.
Y ahora, menos que nunca. El comienzo de la “gran deportación” iniciada por
Trump se apoya en esa visión imperialista rancia que Estados Unidos mantiene
con sus vecinos meridionales desde el siglo XIX. La sustitución de España como
potencia colonial no ha dejado de operar en las concepciones geoestratégicas,
aunque la corrección de los discursos liberales la hayan vestido de librecambio
mercantil, de defensa del orden democrático frente a la amenazas
revolucionarias totalitarias y otras zarandajas.
Trump
quiere ahora convertir a la América hispana en recipiente de lo que considera,
sin rubor, residuos humanos, criminales disfrazados de delincuentes económicos
o políticos. Se apoya en gobernantes regionales no sólo autoritarios, sino
directamente relacionados con esas tramas mafiosas que pretende falsamente
combatir (5). La amistad que cultiva con el salvadoreño Bukele para hacer
efectiva la deportación es sólo una parte de su política. Trump no entiende de
los escrúpulos liberales y está dispuesto a entender con el venezolano Maduro,
al que fustiga al tiempo que seduce si se aviene a colaborar son sus propuestas
migratorias.
Con
México, Trump lo tiene más difícil. Desde las antípodas ideológicas, la
flamante Presidenta Sheinbaum ha optado por continuar la táctica suave ya
empleada por su antecesor. No porque comparta el instinto populista de Obrador,
sino por su espíritu científico-técnico que le aconseja no repetir
permanentemente el error hasta que se convierta en acierto. Sheinbaum ha
querido retrasar las ínfulas trumpianas ofreciendo ciertas concesiones en
materia de control migratorio, a la espera de que su poderoso colega del Norte
se entretenga en otras misiones internacionales que arrojen un mayor dividendo
para su vanidad personal. Al no comulgar ni con el pseudo nacionalismo retórico
del viejo PRI, ni con el neoliberalismo que lo sustituyó, desde dentro y desde
fuera del partido-Estado, la nueva Presidenta tiene un margen pragmático (6).
Pero no ilimitado ni permanente.
LOS
AMARGORES ATLÁNTICOS
En
cuanto a la fatalidad de la amistad lejana en el espacio y cercana en intereses
cuál es la europea-norteamericana, Estados Unidos ha dejado de ser el
indiscutible patrón. En los tiempos de la dualidad soviético-norteamericana, la
noción de protección pesaba sobre las políticas europeas con distinta
intensidad pero con un amplio consenso entre las élites
liberal-conservadoras-socialdemócratas. En el interregno entre estas “dos
guerras frías”, Europa no cuestionó el “vínculo transatlántico”, pero se aprestó
a utilizar el “dividendo de la paz” para liberar parte del lastre militar.
Ahora,
al adoptar la noción de Rusia como “agente perturbador” del orden liberal,
Europa vuelve a tener el complejo del amigo dependiente. Sólo que, ahora, el
protector se ha vuelto fatal. No sólo le regatea el apoyo, sino que además
flirtea con el “enemigo” oriental. Pero en el actual discurso del “rearme de
Europa” (Von der Leyen dixit) no pesa tanto el desengaño hacia el amigo
americano cuánto la presión de intereses industriales vinculados a la esfera
militar, eso que los expertos del sector codifican como BITD (base industrial y
tecnológica de la Defensa). Para las grandes empresas del conglomerado, la
guerra de Ucrania es la “gran oportunidad” para ordenar e impulsar el sector,
retomar la senda de los grandes beneficios y asegurar un horizonte de negocios
tan sustanciosos como el disfrutado durante la era de la “amenaza soviética”. En
una serie de artículos sobre la realidad y las perspectivas de la defensa
europea, el diario francés LE MONDE ha expuesto los límites pero también las
ambiciones del lobby militar-industrial (7). Falta por identificar con claridad
a sus agentes políticos ante el gran debate que se prepara en Europa. Eso
será motivo de próximos análisis.
NOTAS
(1) “Trump’s Tariffs and the Backlash From Canada and
Other Countries, Explained”. ANA SWANSON. THE NEW YORK TIMES, 12 marzo; “Is
Trump driving the US into a recession? – in charts”. THE GUARDIAN, 18 marzo.
(2) “Canada’s Carney starts first trip abroad with
implicit digs at Trump”. POLITICO, 17 marzo.
(3) “Why Canada should join the EU. Europe needs space
and resources, Canada needs people. Let’s deal“. THE
ECONOMIST, 2 enero.
(4) “‘Most European Non-European Country’: Canada
Turns to Allies as Trump Threatens”. MATTINA STEVIS-GRIDNEFF. THE NEW YORK
TIMES, 17 marzo
(5) “The Myth of the Hardened Border. Why Crude
Restrictions Can’t Stop Migrants, Drugs, or Disease. EDWARD ALDEN Y LAURIE
TRAUTMAN. FOREIGN AFFAIRS, 6 marzo.
(6) “‘You’re Tough’: How Mexico’s President Won Trump’s Praise”. NATALIE KRITOEFF. THE NEW YORK TIMES, 14 marzo.
(7) “L’industrie de la défense européenne, un secteur encore très fragmenté
face à la concurrence américaine” ( Série «L’économie de la guerre»). LE
MONDE, 10-16 marzo.