LA PROTECCIÓN, ¿ IMPOSIBLE?

11 de julio de 2008

El fantasma de la recesión ha disparado un mecanismo de reserva en Europa: el repliegue.

Las luces de alarma empiezan a poblar el cuadro –los cuadros- de mando en el continente.

Las líneas de fractura ideológica se suavizan, los temores se agrandan, la familia se reúne junto al fuego para poner en común las debilidades.

El pacto sobre control migratorio que han forjado los ministros de interior y justicia de los veintisiete pone abiertamente de manifiesto que el liderazgo europeo considera que ha llegado la hora de guarecerse.

En este clima de mal disimulado temor a la tormenta, se inicia la presidencia francesa de la Unión. Lo que en tiempos de optimismo europeísta era una ocasión para sacar pecho político y airear un modelo de prosperidad, se ha convertido hoy en un engorroso compromiso.

El articulista ARNAUD LEPARMENTIER anuncia en LE MONDE que el pacto migratorio es tan sólo una de las decisiones que confirmara la deriva temerosa de los próximos meses. En pocos días asistiremos a la iniciativa francesa para “torpedear el acuerdo propuesto a la Organización Mundial del Comercio (OMC), juzgado desfavorable a los agricultores”.

En este último punto, el presidente francés ha dejado claro en el Parlamento europeo que “las cuentas no salen” y que, Europa “no puede seguir haciendo esfuerzos” (liberalizadores, se entiende), si “otras regiones del mundo” (las potencias emergentes) “están decididas a avanzar”. Ésta es la protección, tal y como la entiende Sarkozy.

No es lo que le reclaman desde el centro izquierda europeo. Los líderes socialistas, el germano Schultz y el danés Rasmussen, le critican que no aproveche este semestre para “revitalizar la Europa social”.

Pero, en realidad, como el propio LEPARMENTIER recuerda, la UE renunció a proteger de forma eficaz cuando se diseñó el modelo de construcción europea. La Europa Social no es una atribución de la Unión, sino de los Estados. La política social, maltratada o casi despreciada en el Tratado de Lisboa, en un instrumento demasiado débil para afrontar lo que se avecina.

Desarmada la protección, queda el populismo. Que es lo que practica Sarkozy cuando se declara protector. Se lo reprocha, desde la oposición, Françoise Hollande, el todavía primer secretario del PSF.

Pero ¿qué decir de los propios socialistas? Son dos veteranos líderes de esa familia –Jacques Delors y Michel Rocard- quienes aireaban estos días su malestar por la directiva sobre inmigración aprobada en el Parlamento europeo, hasta el punto de considerar que “no respeta la dignidad de las personas”.

Teniendo en cuenta que la mayoría de los socialistas europeos votó a favor de la directiva, la quiebra del discurso en el centro izquierda es ya indisimulable. Esta escisión de la conciencia en la socialdemocracia, según se esté o no en responsabilidades de gobierno, no es nueva. Pero en algunas ocasiones se hace especialmente incómoda.

Algunos analistas consideran que la crisis ha pillado a un sector de la izquierda sin un discurso suficientemente adaptado. Se responde con rapidez –con precipitación- a derecha, mientras se ofrecen compensaciones “protectoras” a izquierda.

Desde la derecha, no hay vacilaciones. Berlusconi no tiene problemas en enseñar su cara más sucia, porque sabe que tiene un electorado muy firme detrás que le pide exactamente lo que está haciendo.

Sarkozy, más político, prefiere manipular lo nacional y lo europeo en función de coyunturas. En lo segundo, parece acreditado que cuenta con España, a la que le faltan ahora cómplices ideológicos de solvencia en el club.

El citado LEPARMENTIER menciona una cita europeísta de Mitterrand, que Sarkozy parece tener en su mesa de despacho: “se proyecta sobre Europa amenazas imaginarias mientras que es Europa la que nos protege de riesgos bien reales”.

Pero eso era en otros tiempos, cuando el proyecto europeo parecía avanzar con rumbo firme. Ahora, las amenazas no se perciben imaginarias sino reales. Y la protección, a fuerza de debilitarse en los últimos tiempos, ¿se ha vuelto imposible?