EL "IMPERIO" SE REPLIEGA

2 de abril de 2009

Obama ha llegado a Europa en horas bajas para su país. Los últimos años de arrogancia imperial y actuación unilateral han acabado en naufragio político, económico y, lo que es peor, moral. Como han admitido estos últimos días señalados líderes de opinión del otro lado del Atlántico, Estados Unidos ha perdido credibilidad a la hora de recomendar a sus aliados lo que hay que hacer: con la crisis y con las amenazas exteriores.
Obama ha heredado ese fracaso y lo está gestionando a su estilo: sin estridencias y con un estilo en general conciliador. Hasta las medidas más firmes las envuelve en un discurso de amabilidad y cooperación, como ha hecho con el ultimátum a las compañías automovilísticas. De momento, el flamante Presidente resiste la acidez del momento sin que su popularidad se resienta demasiado. Pero eso de puertas adentro. En el exterior, la fascinación por el fenómeno Obama ha caducado y la crisis impone resultados prácticos.
Europa no acepta las recetas estadounidenses para afrontar la crisis. En realidad, como comenta Krugman en una de sus colaboraciones semanales en el NEW YORK TIMES, lo que no se admite es que Estados Unidos este en condiciones de ajustar la brújula. Ese es el sentido de la sonora reaparición del eje franco-alemán. París y Berlín apuntan sin disimulo al régimen de libertinaje y delincuencia financiera que durante tanto años se estimuló en la cultura económica anglosajona. Por eso reclaman ahora como conditio sine qua non mayores controles financieros y mano dura con los paraísos fiscales, los lejanos y los cercanos. Se niegan a promover programas adicionales de estímulo, porque entienden que durante años se han hecho esfuerzos estructurales que ahora están sirviendo para amortiguar los efectos de la crisis: el denostado modelo social europeo está evitando ahora los sufrimientos que empiezan a detectarse en Estados Unidos. Está por ver si la crisis no termina desbordando -y con creces- las redes de protección convencionales. Sobre todo en algunos países más endebles en su sistema de bienestar social. En este empeño de modificar las reglas del juego globales en materia económica, la capacidad de influencia norteamericana también se ha reducido en los países emergentes. Tampoco en la fijación de las agendas internacionales y globales Estados Unidos se encuentra en condiciones de exigir nada. Afganistán constituye un buen ejemplo. Obama ha optado por una revisión estratégica cautelosa. Si bien ha decidido aumentar tropas, no ha adoptado la tesis de los duros, que reclamaban una política decidida de contra-insurgencia. Los cuatro mil hombres que se sumarán a los diecisiete mil adicionales previamente anunciados no tendrán misiones de combate. Pero lo cierto es que Obama ha optado por no asumir la misión de construir un nuevo país. Con esta relectura realista de la lucha contra el terrorismo, es difícil que el Presidente presione a los aliados para que aporten un esfuerzo adicional realmente importante. El propio Secretario General de la Alianza ya ha dicho que la Cumbre no girará en torno a la “contribución de tropas”. Para no cosechar una negativa, Obama se conformará con lo que puede obtener: declaración solidaria, ayuda civil y compromisos pocos exigentes en hombres, material y dinero. Con esas bazas, la diplomacia norteamericana contará con sus propias fuerzas, y poco más, para sostener la estabilidad de Pakistán, impedir la alianza interfronteriza pastún hacia la radicalización y apuntular al desprestigiado Gobierno de Kabul.Otras recientes novedades en la escena internacional confirman estos síntomas de repliegue norteamericano. O, al menos, de cierto desafío a su poder. Véase, si no, el inquietante cambio de humor de los nacionalistas sunníes iraquíes, que están amagando con recomponer su alianza con Al Qaeda. Esta actitud puede responder a las promesas incumplidas del Gobierno de Maliki de incorporar masivamente a los militantes de Despertar iraquí en las fuerzas militares y de seguridad y a la detención de algunos de sus dirigentes más levantiscos. Pero refleja un grado de atrevimiento que no se conocía en Irak desde el reverso de la fortuna en la marcha del conflicto, hace tres años.Con Irán, Obama tendrá que ofrecer algo más que buena voluntad, como le ha replicado el régimen de Teherán después del mensaje de felicitación del año nuevo persa. Rusia es pieza clave. Moscú pondrá precio a la colaboración: avances en el desarme y abandono del innecesario proyecto de escudo antimisiles.El otro escenario donde se pondrá a prueba el poderío norteamericano será seguramente Palestina. El perfil del nuevo Gobierno no anticipa avances sustanciales. La derecha israelí ha demostrado con creces su habilidad para explotar hasta los mínimos resquicios y contradicciones en Washington para eludir elementales responsabilidades y retrasar compromisos de conciliación con los palestinos. Ni siquiera deben descartarse ciertas provocaciones, como la reciente decisión de cuestionar los acuerdos de mínimos de Annapolis, en el que consagraba el principio de dos Estados.Menos dramático pero no despreciable es la reciente reunión de ministros de Defensa de América Latina. Hace años hubiera sido impensable que esta región, para Washington puro “patrio trasero” se aventurara en senderos de reflexión autónomos en materia militar y de seguridad. Aunque la motivación haya que buscarla en los recelos que despierta Chávez y su programa de rearme, lo cierto es que las conclusiones de la cita de Valparaíso afirma una autonomía y un liderazgo regional insólitos por allá. No lejos de esas latitudes, el reciente viaje a México de la Secretaria de Estado añade peso a esta sensación de que Washington ya no pisa fuerte. Hillary Clinton tuvo que admitir que en los problemas del Gobierno mexicano para controlar el poder económico y militar de los narcotraficantes también puede haber responsabilidad de Estados Unidos. Es pura doctrina Obama compartir diagnósticos y proponer soluciones. Pero es relevante que la máxima exponente de su diplomacia admita errores cuando se está endureciendo el discurso sobre la inmigración. La derecha republicana presiona intensamente para que se mantengan redadas y persecuciones de los trabajadores ilegales y se culpabiliza a México y otros países vecinos de fomentar el éxodo de sus trabajadores.En fin, el Imperio se repliega para lamerse las heridas y encontrar de nuevo su camino. Obama ha comprobado en su primera gira exterior que el destrozo de los ocho años de Bush hace más difícil aún su proyecto de reconstrucción del sueño americano.