EL NACIONALISMO PLURIFACÉTICO, AGITADOR DEL MALESTAR EUROPEO

25 de octubre de 2017

EL NACIONALISMO PLURIFACÉTICO, AGITADOR DEL MALESTAR EUROPEO
               
                
Las recientes elecciones austríacas han confirmado el auge de la ultraderecha nacionalista. El Partido de la Libertad (engañoso nombre, como ocurre en tantos otros casos análogos) ha desplazado a la socialdemocracia y se ha convertido en la segunda fuerza política del país. Su entrada en el próximo gobierno se da casi por segura, de la mano del nuevo líder conservador, Sebastian Kurz, muy moderno en su estilo y maneras, pero cómodamente cercano a los postulados ultranacionalistas. De hecho, estos le reprochan, no sin razón, que les haya robado el programa.
                
En la vecina República Checa, otro magnate mediático, Andrej Babis, combinación local de la fórmula Berlusconi-Trump, ha ganado las elecciones legislativas, consolidando el ascenso iniciado en 2013, que le permitió participar en un gobierno de coalición. Los socialdemócratas, socios malaventurados de aquella extraña alianza, han caído al quinto puesto y se han convertido en irrelevantes, como en la mayoría del antiguo bloque comunista, o en otros países de la Europa occidental. La formación de Babis se llama ANO, nombre que suena sarcástico en castellano, pero que en la lengua local significa “SI” y responde al acrónimo de Acción de Ciudadano insatisfechos. Y ése es su leit-motiv: la supuesta expresión/manipulación del malestar de un sector de la población, por los efectos de la crisis y el impacto de la inmigración. Igual que en Austria, por cierto.
                
Estas dos nuevas manifestaciones triunfantes del nacionalismo populista y turbador se suman a otros casos más consolidados y amenazantes, en Polonia, Hungría y Eslovaquia, para componer un panorama inquietante en eso que un día se conoció como la Mittleuropa.
                
INFARTOS EN EL CORAZÓN DE EUROPA
                
La Mittleuropa es un concepto con resonancias geoestratégicas, políticas y culturales que surgió en el periodo de entreguerras, aunque estuviera arraigado en ideas y realidades ya un siglo antes. Reapareció luego, con formulaciones adaptadas al momento, en la fase terminal de la Unión Soviética, cuando se deshizo el bloque que se apretaba bajo el paraguas político-militar del Pacto de Varsovia. Desde entonces acá, ese espacio difuso que se extiende desde el Báltico al Mar Negro, con su centro de gravedad en el núcleo del extinto Imperio austrohúngaro, se ha visto sacudido por una transición que no termina de cuajar en una realidad sociopolítica estable y satisfactoria.
                
A día de hoy, la práctica totalidad de los estados que podían reunirse bajo ese concepto de la Mittleuropa presentan las realidades políticas y axiológicas más inquietantes del vasto espacio europeo. Polonia, la República Checa, Eslovaquia, Hungría constituyeron el llamado Grupo de Visegrado para defender sus intereses en la Europa ampliada a la que se incorporaron durante los noventa. Posteriormente, ese mecanismo ha servido para componer un frente nacionalista duro e intransigente frente al europeísmo abierto y liberal.
                
Esos países centroeuropeos presentan peculiaridades distintivas, pero no resulta forzado detectar un patrón común: el rechazo visceral de la inmigración, la recuperación retórica de la identidad nacional amenazada, la demonización de cualquier crítica procedente del exterior, la asimilación de la disidencia interior con la traición y la conspiración extranjera, el debilitamiento de los mecanismos de control democrático o la paulatina desaparición de la división de poderes.
                
Durante los últimos años, el liderazgo europeo, ejercido por el eje franco-alemán con el apoyo institucional de Bruselas y Estrasburgo, ha tratado de embridar las acometidas más inaceptables de este desafío autoritario. Se han empleado los mecanismos institucionales y las más informales presiones políticas y diplomáticas, pero con escaso éxito. Las agendas xenófobas y populistas han seguido avanzando. Peor aún: han logrado contaminar el discurso europeo global hasta sintonizarlo con el ruido demagógico triunfante en Estados Unidos.
                
LA FRAGILIDAD DEL EJE FRANCO-ALEMÁN
                
Ese frío inclemente que llega desde la Mittleuropa se torna gélido con la aportación de los vientos que soplan en el gigante alemán. La fuerza tantos años residual del nacionalismo irredento germánico acaba de encontrar desahogado acomodo en el establishment político, al conseguir casi un centenar de asientos en el Parlamento federal y consagrarse como la tercera fuerza política.
                
La supuesta fortaleza alemana como bastión y muro de contención de estos brotes nacionalistas perturbadores ha quedado en entredicho después de las elecciones de septiembre. La autoridad moral de Angela Merkel, fruto tanto de méritos propios como de una excesiva e interesada adulación mediática, se encuentra más cuestionada que nunca. Se le puede reconocer a la canciller un esfuerzo inicial para combatir el auge antiliberal en sus fronteras, pero su tradicional estilo sobrecalculador ha terminado por traicionarla. Bastante tendrá, en el ocaso de su carrera, con limitar daños en casa como para liderar un movimiento de regeneración paneuropeo.
                
El alivio con que se acogió el frenazo del Frente Nacional en Francia puede resultar prematuro. El sistema electoral galo camufló el peligro y anestesió el malestar que sigue subyaciendo en el país. El inicio de la era Macron ha puesto al descubierto la fragilidad de su programa. La ambigüedad resultó muy rentable para ganar unas elecciones que se plantearon como una lucha existencial contra la deriva xenófoba. Pero cada día que pasa se le hace más difícil al presidente aglutinar una mayoría social que avale las acciones de un gobierno difuso y demasiado ocupado en presentar sus políticas como algo distinto de lo que son.
                
Consciente de estas contradicciones, Marine Le Pen, líder del Frente Nacional, parece dispuesta a efectuar una nueva mutación, limar sus propuestas más chirriantes y avanzar en su propósito de convertirse por fin en opción de gobierno, seguramente convergiendo con una derecha republicana, siempre tentada por el nacionalismo rampante.
                
EL APLACAMIENTO DE LAS FUERZAS CENTRÍFUGAS ITALIANAS
                
Este panorama se completa con las recurrentes manifestaciones de inestabilidad italiana, aunque últimamente parecen más apagadas. El abrumador efecto corrosivo de la crisis catalana ha opacado los referéndums autonomistas en las regionales italianas de la Lombardía y el Véneto. Otrora defensora de proyectos confusa pero insidiosamente independentistas, la Liga Norte y sus asociados septentrionales han ido suavizando sus posiciones hasta hacerlas más tragables a una población que lleva mucho tiempo escuchando una música a la que no termina de ponerse una letra convincente. Recuérdese el fallido proyecto de la Padania.
                
El resultado de la consulta del pasado fin de semana parece arrojar un respaldo sólido a un nuevo equilibrio territorial. Pero no da la impresión de que vayamos a vivir allí lo que está ocurriendo de este lado de los Pirineos. En Italia, el indigesto plato de la independencia, nunca seriamente cocinado, ha sido introducido en el congelador. Como maestros consumados del drama y de la farsa políticas, los italianos se han tomado este último gambito nacionalista con el escepticismo que les caracteriza. Acostumbrados a ir muchas veces a la contra, o a la suya, los distintos partidos políticos italianos parecen convencidos de poder encontrar la fórmula para encajar la última manifestación de la indignación septentrional. Curiosa inversión de talantes entre la pasión italiana y el seny catalán.
               
               
                                              
               

               
               

                

KURDISTÁN: LA INDEPENDENCIA COMO SIMULACRO

18 de octubre de 2017
                
Kurdistán es uno de esos territorios en los que una buena parte de su población desea convertirse en Estado independiente. Se trata, como suele ocurrir con estos casos, de una aspiración muy controvertida, que genera una fuerte oposición y serias amenazas de conflicto y desestabilización. Pero lo que en Europa o en otras partes del planeta (Canadá, por ejemplo), el pulso entre los Estados y los secesionistas se desarrolla básicamente en el terreno político, la región en la que se plantea el desafío kurdo es un polvorín permanente.
                
El pasado 25 de septiembre, el gobierno autónomo del Kurdistán iraquí consiguió celebrar un referéndum de independencia, apoyado por el Parlamento regional y por la mayoría de las fuerzas políticas locales, no sin superar previamente divisiones históricas y recientes desavenencias internas. El resultado fue el previsto: apoyo masivo a la independencia.
                
UNA NACIÓN, CUATRO ESTADOS
                
No resulta sencillo contar en espacio reducido de este comentario el designio independentista del Kurdistán. Lo que se puede entender como nación kurda se extiende por cuatro países del Medio Oriente que mantienen entre sí relaciones volátiles y conflictivas: Irak, Irán, Turquía y Siria. Cada uno de estos países combaten con más o menos dureza a sus minorías kurdas, pero respaldan económica, funcional y/o militarmente a las organizaciones separatistas de los estados rivales.  Esta trama de apoyos cruzados y contradictorios ha hecho imposible la unidad de un movimiento kurdo pan-estatal.
                
La división kurda no se limita a las diferentes realidades estatales. En el interior de cada una de ellas, los combatientes kurdos, con distintos niveles de desarrollo, organización, institucionalización y potencia militar, también se presentan muy fragmentados. La entidad kurda de Irak es la más fuerte y autónoma, pero  (o precisamente por ello) constituye el caso más claro de este faccionalismo endémico, que en ocasiones ha dado lugar a enfrentamientos militares. El Partido Democrático y la Unión Popular del Kurdistán tienen sus propias milicias (peshmergas), que se han convertido, con el tiempo en embrión de un ejército nacional.
                
El Kurdistán -iraquí, iraní, turco o sirio- nunca interesó demasiado a Occidente hasta la primera intervención militar contra el Iraq de Saddan Hussein, cuando los peshmergas se convirtieron en una fuerza decisiva en el combate contra un ejército baasista debilitado y desorganizado.  La protección aérea norteamericana favoreció la creación de un mini-Estado de facto que Saddam no tuvo más remedio que tolerar. En la segunda guerra contra Irak, en 2003, se consolidó y amplió este desanclaje del poder central de Bagdad. Pero ha sido el combate contra el Daesh desde 2014 lo que ha elevado el valor y la consideración de este mini-Estado kurdo-iraquí en despachos y estados mayores occidentales.
                
Sin el concurso militar kurdo no se habría producido la derrota de los yihadistas. En Irak, los actores decisivos fueron los peshmergas del PDK. En Siria, sus aliados kurdos del norte de (las milicias del YPG), recuperaron poco a poco el territorio conquistado inicialmente por los extremistas islámicos hasta expulsarlos por completo.
                
A medida que los kurdos se convertían en la fuerza más fiable para norteamericanos y occidentales, iba creciendo la inquietud de los estados de los que dependían, o de sus vecinos,, provocando tensiones cada vez más difíciles de gestionar para Estados Unidos.          En tiempos de Obama, se hizo un esfuerzo intenso y constante en equilibrar esas alianzas de estado a estado con el apoyo y el reconocimiento a los combatientes kurdos iraquíes y sirios. Ankara y Bagdad vivieron de forma distinta esta ambivalencia de Washington.
                
En el caso de Turquía, las milicias kurdas propias no han conseguido nunca atentar seriamente con el control estatal de parte alguna del territorio nacional. Pero las milicias kurdas de la vecina siria (YPG), apoyadas por los kurdo-turcos del PKK, estuvieron a punto, durante varios meses, de consolidar un corredor continuo en la frontera sirio-turca. Este éxito militar provocó la alarma del ejército y del gobierno turcos y obligó a Washington a trazar en el Éufrates una raya roja para detener los avances militares de sus protegidos kurdos. 
                
LA QUIEBRA DE LA CONTENCIÓN IRAQUÍ
                
El gobierno iraquí, más débil y en proceso de reconstrucción, se mostró más dócil, aunque siempre reticente. El Kurdistán iraquí aprovechó sus éxitos militares para reforzar y ampliar el ámbito territorial de su autogobierno local. El control de los pozos petrolíferos de la región y de algunas zonas anejas ha sido un factor clave en la confianza creciente de los dirigentes kurdo-iraquíes sobre la viabilidad de sus aspiraciones independentistas.
                
La influencia de Irán en el gobierno y en las fuerzas armadas y de seguridad iraquíes, a pesar de los esfuerzos norteamericanos, ha sido otro de los factores que han empujado al liderazgo kurdo a apostar fuertemente por la vía secesionista. El referéndum fue una iniciativa arriesgada. Estados Unidos trató de evitarlo y luego lo desautorizó. Los otros estados se opusieron plenamente, pero carecían de medios para impedir que se realizara.
                
Especialistas y conocedores acreditados de la realidad kurda (1) han venido advirtiendo en los últimos meses que el objetivo de la consulta nunca ha sido la independencia inmediata, sino el cambio en la dinámica regional, para favorecer la separación efectiva en unos diez años.
                
Las divisiones internas y los conflictos interpartidarios kurdo-iraquíes terminaron diluyéndose por el fuerte impulso de la propaganda secesionista y al final la independencia se convirtió en una causa unitaria. La administración Trump no parece haberse preocupado mucho de presionar a los kurdos. Esta actitud desganada de los norteamericanos, reflejo de las contradicciones y confusiones actuales en Washington, ha podido ser una de las razones de la respuesta militar de Bagdad. Convencidos los dirigentes iraquíes de que tendrían que resolver por sí solos el desafío kurdo, unidades del ejército han llevado a cabo una operación rápida y decisiva en la localidad de Kirkuk y se han apoderado de instalaciones petrolíferas y militares.
                
Irán, protector del gobierno iraquí, pero atento sobre todo a sus intereses propios, también ha terminado involucrándose en el conflicto. El jefe de las unidades paramilitares Al Qods, el célebre general Soleimani, ejerció la influencia iraní en la otra facción kurda-iraquí, el UPK, que ejerce el control de Kirkuk, para facilitar el control de la ciudad por Bagdad.

                
Después de esta exhibición contenida de fuerza, es de esperar que las partes se avengan a la negociación. Puede ayudar a la estabilidad regional la caída del feudo yihadista sirio de Rakka, confirmada estos días, pero la resolución del conflicto kurdo exige paciencia, voluntad y capacidad real de embridar los excesos de las partes, algo que sólo puede aportar Estados Unidos. Nunca ha estado menos garantizado que ahora. 


NOTA:

(1) El investigador militar MICHAEL KNIGHTS, colaborador del WASHINGTON INSTITUTE FOR NEAR EAST POLICY ha venido publicando en los últimos meses varios análisis sobre la política norteamericana en el Kurdistán. En este mismo think-tank resultan de interés las observaciones de FARZIN NADIMI sobre el punto de vista de Irán. En FOREIGN AFFAIRS, es recomendable un completo análisis sobre las consecuencias del referéndum, por el periodista local GALIP DALAY, en la edición digital del pasado 2 de octubre.

OTOÑO DE INCERTIDUMBRE EN EUROPA

11 de octubre de 2017

            
Después de la derrota del nacional-populismo en Holanda y Francia y del frenazo a los sectores más intransigentes del Brexit en el Reino Unido, la pasada primavera, se anunciaba un verano de alivio y mejoría, con la vista puesta en la consolidación de Alemania como ancla fiable del proyecto europeo. No ha sido eso lo que ha ocurrido.

            
VOLANTAZO A LA DERECHA EN ALEMANIA

El retroceso llamativo de Merkel y el varapalo a los socialdemócratas ha colocado a Alemania en el mismo escenario de dudas e inestabilidad que acosa al resto de la UE. No es tanto el ascenso inquietante de los xenófobos y su entrada en el Bundestag con casi un centenar de diputados lo que más amenaza la estabilidad alemana. Los liberales, imprescindibles socios de gobierno, no comparten la visión que la canciller tenía del espacio abierto europeo y se alinean con el sector duro de su partido en materia fiscal.

Para resolver esta contrariedad, Merkel se ha avenido ya a aceptar un techo de acogida de 200.000 refugiados anuales, confirmando su rectificación preelectoral. Una concesión tanto al ala bávara de su partido como a los propios liberales, para favorecer la negociación. ¿Cómo lo recibirán los Verdes, el tercer socio de la combinación Jamaica?

¿PRESIDENTE SOUFFLÉ?

Aparte de la ducha alemana de agua fría con que se cerraba el verano, el otro supuesto polo de la dinamización europea, el macronismo francés, experimentaba de manera repentina un brusco descenso a tierra. No hizo falta esperar a que el otoño enfrentara al nuevo presidente francés con la prueba de la contestación social. A finales de verano, las encuestas indicaban una caída de su popularidad de 24 puntos, un récord de desencanto temprano. Incluso en estos tiempos tan volátiles en el estado de ánimo político de la ciudadanía en Europa, el desinflamiento del presidente francés resulta significativo. Pero quizás no debe sorprender tanto. ¿Acaso no sabíamos que el encanto de Macron era tan consistente como un soufflé?

¿MAY, COMO THATCHER?

Malas noticias, en todo caso, en el ánimo de quienes contaban con el renovado tándem franco-alemán para poner el proyecto europeo de nuevo sobre las vías de alta velocidad y, antes que eso, para afrontar con firmeza y unidad el desafío del divorcio británico. El correctivo electoral había obligado a Theresa May a hacer virtud de la necesidad y aceptar una negociación más constructiva. Pero, paradójicamente, la debilidad de la primera ministra no sólo ha fortalecido la posición de sus socios europeos. También ha alentado a los elementos más activos del Brexit duro. La enésima provocación del secretario del Foreign Office, Boris Johnson (la versión más aproximada de Trump en Gran Bretaña) y una serie de desgracias triviales pero inoportunas dibujan un escenario de tensión y lucha por el control de Downing Street. Cada día que pasa, el tiempo presente de Theresa May se parece más al ocaso de Margaret Thatcher: privada de confianza exterior y abandonada por los suyos.

EL EFECTO DEL PROCÉS

El otro acontecimiento que ha terminado por ensombrecer el panorama político y arruinar las esperanzas de un periodo más tranquilo en la política europea ha sido el proceso independentista en Cataluña. La pasividad del gobierno central y su encastillamiento en la posición legalista, sin atender las implicaciones políticas, sociales y emocionales de la presión nacionalista, generó una actitud de espera en Europa.

Pero la jornada del 1 de octubre, condicionada por el efecto de la actuación policial (torpe o provocadora: el tiempo lo dirá), cambió el relato de la situación. Los gobiernos y partidos centristas europeos se mantuvieron en su discurso del “asunto interno” y descartaron las llamadas de mediación, entre otras cosas porque no existe base jurídica para ello. Pero las escenas de violencia policial activaron todos los clichés existentes y no pocos medios y analistas exteriores dejaron sentir una incomodidad creciente por la manera en la que se había gestionado la crisis, sin posicionarse con claridad en bando alguno.

En los últimos diez días, la derrota del gobierno español en la tribuna mediática internacional se ha visto compensada con cuatro grandes movimientos: la respuesta de quienes no desean separarse de España, las fracturas en el interior del bloque independentista, el intento de los conciliadores por hacer escuchar sus mensajes de diálogo y, sobre todo, la decisiva actuación de algunas grandes empresas de trasladar, al menos de momento, sus sedes sociales fuera de Cataluña. Todo ello ha devenido en la monumental ceremonia de la confusión de la jornada del 10 de octubre, que prolonga y ahonda la incertidumbre y la preocupación también en Europa.El procés se agrega a otros fenómenos secesionistas europeos, con recorrido propio, naturalmente, pero con el aliento adicional que proporciona a cualquier episodio nacionalista la emotividad de las escenas catalanas. Las consultas en el norte de Italia, en apenas unos días, podrán reactivar la siempre latente crisis política en el país transalpino y abrir un nuevo foco de estabilidad. Y qué decir en Gran Bretaña, donde las zozobras del Brexit pueden dar nuevos bríos a los nacionalistas escoceses, quienes, después del retroceso electoral de junio, se habían decidido por aplazar durante unos años su aspiración de celebrar una nueva consulta de independencia.


            
En definitiva, que la cadena de elecciones de este año, aparentemente saldada con tranquilidad para el abanico centrista europeo, va camino de resolverse en un periodo adicional de inestabilidad, desafíos nacionalistas, debilidad de los líderes a priori más sólidos e incertidumbre política. A punto de completarse la década más negativa del proyecto europeo desde su fundación, las perspectivas no parecen demasiado halagüeñas.

CATALUÑA: RAJOY PIERDE LA BATALLA DE LA COMUNICACIÓN EXTERIOR

5 de octubre de 2017
            
Cataluña domina el relato de los principales medios (diarios, publicaciones especializadas y cadenas de radio televisión), en Europa y Estados Unidos, Por unos días, la Corea de Kim Jong-un ha pasado a segundo plano, aunque el asesino fusilero de Las Vegas haya competido duramente por acaparar primeras páginas.
            
La sensación general es que el gobierno español ha perdido la batalla mediática en el exterior. Naturalmente, no es que se haya asumido el discurso independentista con simpatía general. Pero las escenas de violencia policial han cambiado un relato que, en los días anteriores al 1-0, era un poco más equilibrado.
           
Las cargas de la mañana del domingo se han sobrepuesto al debate político y han hecho aflorar el discurso de los derechos humanos, de las libertades. Con mayor o menor fundamento, se ha pasado de la cuestión territorial a la humanitaria. Ya no son los votos: son los palos.
           
La impericia del gobierno Rajoy es notoria, aunque no debe sorprender. Los dirigentes populares suelen ampararse en una rigidez discursiva que entienden favorecida por el trato favorable que reciben de la mayoría de los medios. Incluso en el asunto de la corrupción, donde resulta más difícil comprarles el relato, Rajoy y su partido confían en que las críticas no superarán nunca el umbral del riesgo. Al cabo, el panorama mediático favorable suele encontrar siempre la manera de compensar las informaciones desfavorables para el gobierno con otras tan lesivas o más para los partidos de la oposición o las fuerzas sociales adversas.
         
En Cataluña, la inflexibilidad gubernamental ha venido encontrando un eco reforzadamente auxiliar en los medios, cuanto que su posición ha venido siendo respaldada no sólo por los afines, sino también por los escasos críticos. En nombre de la unidad y la integridad territorial de España, el gobierno de Rajoy se sentía protegido y blindado. Pero los medios extranjeros operan con otras categorías. Por supuesto, también responden a clichés. Pero son unos clichés diferentes.
         
Durante las semanas previas al referéndum, comentaristas y propagandistas cercanos al gobierno venían denunciando con creciente preocupación el tono poco favorable de algunas informaciones, crónicas, análisis y comentarios aparecido en los medios internacional sobre el asunto de Cataluña. Algunos pedían al gobierno que saliera de su pasividad y dejara de abordar el problema en plan business as usual, es decir con la indolencia habitual.
      
En Moncloa y en Génova no hicieron caso o no supieron actuar con diligencia y habilidad. El tratamiento informativo acostumbradamente oficialista de la televisión estatal se acentuó hasta límites de sonrojo la noche del domingo, lo que contribuyó a enajenarse la comodidad de los medios internacionales. Importó menos que la televisión autonómica catalana exhibiera su parcialidad de los últimos años con especial intensidad. La percepción de que en esta batalla había una parte fuerte y otra débil se terminó imponiendo, a veces sin que los propios intérpretes exteriores de la realidad española y catalana lo reconozcan o admitan claramente.
          
El análisis concreto y detallado del tratamiento informativo exterior desborda los límites de este comentario. Pero no hace falta aportar muchos datos y seleccionar los principales argumentos empleados estos últimos tres días para concluir que el gobierno de Rajoy ha perdido la batalla exterior de la comunicación. 
           
La valoración negativa de la conducta gubernamental no se limita a los noticiarios de televisión o a las ediciones digitales de los diarios que aportan las imágenes más controvertidas de las cargas policiales en los colegios electorales. Algunos análisis de publicaciones especializadas poco sospechosos de veleidades separatistas, nacionalistas o populistas resultan sorprendentes.
      
En FOREIG AFFAIRS, publicación del Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, puro establishment de la visión internacional, el analista Joseph Huddleston, de la Universidad de California del Sur, califica de “fallida” la respuesta de “España” al referéndum catalán y afirma que la “overreaction”, es decir, la exageración o el énfasis excesivo en la firmeza, “ha legitimado la invocación a la independencia”. Huddleston destaca q        ue un esfuerzo de buena fé en dirección hacia un sistema federal puede ser una manera para liberar tensión”, en la línea de lo que defienden algunos sectores de la oposición socialista, no sólo los catalanes (1).
           
En FOREIGN POLICY, una publicación menos oficialista, pero en absoluto afincada en la marginalidad o la contestación del sistema, el artículo de fondo sobre la crisis catalana resulta inquietante, porque asume la percepción catastrofista: “España flirtea con otra guerra civil” es el titular de un análisis de James Badcock. Y eso que se trataba de un artículo previo a la jornada de votación. El tratamiento de las distintas posturas es equilibrado y profesional y se reparten las críticas a uno y otro lado, pero se acepta como razonable que el gobierno debería haber permitido la consulta, “como habían solicitado en recientes editoriales THE NEW YORK TIMES Y LE MONDE” (2).
            
El diario británico de centro-izquierda THE GUARDIAN aseguraba el lunes en su editorial (3) que “el Estado español había perdido”, debido en gran parte a la “brutalidad policial”, responsable del agravamiento de la crisis. En THE WASHINGTON POST, el analista de portada de su edición digital, Ishaan Tharoor, juega con las palabras en inglés (“The pain in Spain”: “Dolor en España”), para resaltar también la “brutalidad policial” y la respuesta pacifica de la población y sancionar de manera contundente que “el referéndum ha sido un desastre en materia de relaciones públicas para Madrid”. 
      
En un tono más analítico y profundo, merece especial atención el comentario que una exdirectora de LE MONDE y ahora reputada analista de asuntos europeos, Natalie Nougauréde, publica en el GUARDIAN sobre la imposible mediación europea, que solicitó en las mismas páginas la semana pasada la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Nougayrede afirma, con razón, que la UE “tiene las manos atadas” y repasa los motivos legales y políticos que hacen inviable una intervención relevante de Bruselas, más allá de declaraciones puramente positivas. La analista francesa no ofrece resquicios de simpatía por la actuación oficial, pero desliza una crítica hacia la izquierda radical al señalar que “su indignación ha sido mucho más estridente que cuando el dictador de Venezuela reprimió a la oposición” (5)
           
Finalmente, es recomendable una entrevista que LE MONDE publicó la semana pasada con Barbara Loyer, profesora de la Soborna, especialista y autora de varios libros sobre España. “Catalogne est depuis longtemps el maillon faible de l’Espagne”, titula el diario (6). Las observaciones y valoraciones de Loyer son muy documentadas, precisas y equilibradas. Se detecta el amplio conocimiento de nuestro país y su interés por ofrecer al público francés un análisis desapasionado, racional y constructivo de la crisis catalana. Algo que en España y en Cataluña necesitamos con urgencia.


NOTAS:

(1)   FOREIGN AFFAIRS, 3 de octubre.

(2)   FOREIGN POLICY, 27 de septiembre.

(3)   THE WASHINGTON POST, 2 de octubre.

(4)   THE GUARDIAN, 2 de octubre.

(5)   THE GUARDIAN, 4 de octubre.


(6)   LE MONDE, 29 de septiembre.