EL DRAMA DE LOS MIGRANTES: POR QUÉ FRACASA EUROPA

30 de Agosto de 2015
                
Ya no es necesaria una tragedia mayor que conmueva a dirigentes, medios y público en general. Cada día sabemos de una, a cual más voluminosa, por el número de víctimas, o terrible, por las circunstancias en que se produce la catástrofe.
                
La falta de respuesta a la migración en Europa es ya, sin discusión, el asunto más urgente a resolver por los líderes europeos. Sin discusión, porque ellos mismos lo admiten, lo proclaman, incluso, a veces como si no les competiera a ellos hacerlo.
                
El camión-frigorífico averiado y abandonado en una cuneta austríaca, con 70 cuerpos de personas en descomposición, o la embarcación siniestrada cerca de la costa libia, con 150 náufragos ahogados no refuerza la necesidad de una solución, o al menos, de un compromiso más serio y eficaz.
                
Como se ha escrito mucho sobre las razones de la tragedia migratoria, incluido en estas páginas, quizás sea más útil intentar explicar por qué no existe, o no se percibe que exista, una voluntad política más firme para abordar el asunto.
                
La primera razón es la más obvia: se trata de un asunto complejo, muy complejo, que necesita actuaciones en múltiples áreas (jurídica, económica, política y diplomática). En realidad, más que una razón esto es una excusa. El afrontamiento de la denominada "amenaza terrorista", mucho menos letal, exige también un esfuerzo complejo y se ha hecho.
                
Naturalmente, no es que no se hayan tomado medidas para abordar la creciente afluencia de personas desesperadas provenientes de zonas de conflictos (en plural: guerras, persecuciones étnicas, represión política, insoportables condiciones de vida). Pero han sido claramente insuficientes, y se sabía desde un principio que lo eran. Con las migraciones se han adoptado a sabiendas disposiciones cuyo cumplimiento era dudoso o muy dudoso. Sólo para amortiguar las críticas de organizaciones humanitarias, oposiciones políticas o incomodidades mediáticas. La operación de refuerzo de la seguridad en el Mediterráneo, que responde al nombre de Frontex, es un claro ejemplo de ello.
                
Otra razón de este fracaso es la evidente divergencia de intereses entre los estados miembros. No hay una política común de acogida, con criterios razonables y consensuados, basados en cálculos comprensivos y equilibrados, porque el desorden actual permite a algunos "librarse de la mayor parte de la carga".  En este punto conviene ser precisos: no todos actúan con igual compromiso. Alemania, tantas veces denostada, y con razón, por una política económica europea que sólo satisface sus intereses, es, sin embargo, la que más esfuerzo aporta. Y los alemanes, son los más solidarios, pese a la vergüenza de algunas minorías nazis.
                
Los Estados más remisos o más temerosos de afrontar la acogida, el cuidado y la integración de estos miles de desamparados no actúan de tal manera por simple insensibilidad o por influjo de una ideología perversa. No se trata de una manifestación más de la inepcia que tan de moda está atribuir a los políticos, aunque algunos de ellos merezcan reprobación y desprecio. Si los dirigentes no afrontan el desafío de estas migraciones masivas es porque no están seguros de contar con el apoyo de la mayoría de sus sociedades. Mejor dicho, muchos de ellos saben que actuar de forma más generosa les penalizaría política y electoralmente.
                
Esta valoración es tan arriesgada que ni siquiera se puede reconocer en público. Cuando algunos dirigentes hacen declaraciones sobre las sucesivas tragedias migratorias adoptan un discurso compasivo y conmiserativo, pero envuelto en ambiguas invocaciones al derecho a la vida, a la libertad y a una vida mejor y más próspera. A lo sumo, se promete un esfuerzo para resolver el problema de forma coordinada y solidaria. Y ya.
                
Para conseguir esos nobles propósitos, o avanzar en ese empeño, se deberían adoptar en la práctica medidas que supondrían, de una manera o de otra, un esfuerzo adicional de la población local, de cada Estado, para compartir bienes y servicios, subsidios y cargas fiscales. Y eso, en un momento especialmente difícil, por la persistencia de la crisis económica, el recorte de los servicios públicos,  la reducción o eliminación de ayudas sociales en muchos de los candidatos a reforzar su condición de países de acogida.
                
La migración, en definitiva, es un factor de perturbación del sistema político europeo actual. Importa poco que la naturaleza de la (in)migración sea económica o política, aunque tal distinción sea esencial en el plano jurídico para acceder o no a la condición de refugiado. Para una mayoría de la población de los estados que componen la UE, y en especial para los más prósperos, es secundario, en la situación actual, que la persona que llama a nuestras puertas sea pobrísimo o perseguidísimo. La percepción mayoritaria en estas latitudes es que "la casa está llena", o de que "ya no hay sitio para más desgraciados", o que "bastante tenemos ya nosotros con los nuestros". Y cuanto más se desciende en la escala social, más se escuchan ese tipo de argumentos, porque los más desfavorecidos locales son los que más temen perder con el reparto de unos ya de por sí escasos recursos. Los más desahogados, por su parte, no se consideran libres de riesgo: temen que se les exija pagar más por ampliar esos recursos.
                
Por tanto, es muy evidente el cálculo político de una política común europea que no sólo reparta "la carga", sino que amplíe necesariamente la fortaleza de las espaldas para soportarla sin riesgo de derrumbamiento social. Se trata de una operación de alto riesgo.
                
Para combatir esta situación de bochorno, las élites políticas de los partidos clásicos  en la responsabilidad de gobierno (centro-derecha y centro-izquierda) disponen de un argumento apreciable: aumentar las cargas fiscales para afrontar, al menos a corto plazo, la acogida de estos desplazados a la deriva sólo puede reforzar a los grupos populistas y xenófobos. Si éstos consiguen situarse en condiciones de acceder al poder, la suerte de los más necesitados empeoraría dramáticamente. No sólo se elevarían los muros para impedir la entrada: se producirían expulsiones masivas de quienes han conseguido ganar la orilla. Lo que ocurre es que, si se cede a este discurso-chantaje, ya estarían triunfando.

                
Otro elemento de actuación que se echa en falta es el incremento del apoyo a los países de origen para prevenir el éxodo. Ya se manejan cifras de urgencia. Pero tal empeño es ilusorio. En la mayoría de los lugares de emisión de personas, no hay agentes solventes que garanticen la recepción, gestión y distribución de esa ayuda. Lo más probable es que el dinero o los bienes entregados se pierdan, o, peor aún, vaya a parar a los sectores más despreciables o responsable de la miseria de sus pueblos. Por otro lado, una política de cooperación exige una visión a largo plazo, y los desesperados, por naturaleza, no esperan. Por no mencionar la impopularidad de aumentar los fondos destinados a cooperación o solidaridad externa, drásticamente reducidos, en unos sitios más que en otros, como consecuencia de la crisis.

UN VERANO DE PÁNICO(S)

25 de Agosto de 2015
                
El verano termina con presagios oscuros y una extendida sensación de pánico, debido a la confluencia de crisis internacionales con enorme potencial destructivo. El encadenamiento de síntomas alarmantes en la salud de la economía china, la segunda del mundo, ha coincidido con otros elementos de fuerte perturbación que evidencian la profundización de crisis locales y regionales con efectos globales.
                
CHINA: LA 'TORMENTA PERFECTA'
                
El hundimiento del mercado de valores en China es la última manifestación de la crisis ya inocultable del modelo económico construido tras la muerte de Mao. El 'lunes negro' en las bolsas de todo el mundo capitalista es sólo el primer efecto visible.  Aunque la situación pueda estabilizarse en los próximos días, parece inevitable un nuevo empeoramiento de la economía global, porque los problemas China son enormes y su repercusión mundial es obvia (1).
                
Los datos son conocidos. China afronta un "aterrizaje brusco" de su economía, como consecuencia de la debilidad de la demanda interna y externa. Pero, además y sobre todo, la deuda del país es pavorosa, por encima del 280% del PIB. Los especuladores que pidieron prestado para acumular acciones se han visto obligados a vender sus paquetes aceleradamente. El prestigioso economista de Harvard  Kenneth Rogoff había anticipado lo que ahora ocurre. En siete años, desde antes de comenzar la actual crisis mundial al pasado año, la deuda china se ha cuadriplicado, pasando de 7 a 28 billones de dólares (2).
                
Si la locomotora china frena, los vagones que arrastra entrarán en colisión. Los países más perjudicados inicialmente serán los llamados 'emergentes' productores de las materias primas que el gigante asiático demandaba vorazmente hasta hace poco. Brasil es el ejemplo más dramático. El coloso suramericano ya está al bordo de la recesión. Las tensiones sociales, convenientemente manipuladas, ya han alcanzado la calle.
                
Otras potencias directamente perjudicadas son las exportadoras de petróleo. El valor de mercado del crudo se ha depreciado en más de un 65% en sólo un año. El precio del barril de referencia se fijó el lunes en 42$. Los expertos consideran que si se mantiene por debajo de 45$ durante algún tiempo (meses), se encenderán todas las luces rojas. Y los pesimistas predicen un descenso hasta los 30$, como en 2008, cuando estalló la crisis financiera. Para los países productores, es la catástrofe. Algunos se verán dolorosamente empujados a crisis fiscales y sociales: es el caso de Venezuela, Argelia, Ecuador o el propio Brasil).
                
Irán, que confiaba en el levantamiento de las sanciones, tras el acuerdo nuclear, para reparar su ya tensada economía, puede verse en una disyuntiva perversa. Si aumenta la producción para hacer caja, puede provocar una depresión aún mayor del mercado por exceso de oferta en un momento de recesión global de demanda de energía. Irak puede despedirse de mejorar su producción para favorecer el despegue económico. Las monarquías petroleras del Golfo Pérsico, que han mantenido la producción en niveles artificialmente altos para proteger su mercado de los nuevos competidores norteamericanos, están sintiendo los estos efectos negativos del mercado y acudiendo a créditos internacionales para financiar sus gastos corrientes. La depresión emergente frenaría en seco la recuperación occidental.
                
EL (PERSISTENTE) ARCO DE LA CRISIS
                
A este panorama depresivo de la economía mundial, se añaden los factores humanos, sociales y políticos. Una situación económica desfavorable agravará, en ningún caso, suavizará, los conflictos regionales con capacidad y dimensión para convertirse en crisis mundiales. ( los mismos que en los setenta Zbigniew Brzezinsky denominó como "arco de la crisis").
                
Este efecto dominó es ya una realidad. Repasemos los acontecimientos:
                
- persistencia de los conflictos bélicos en Irak, Siria, Libia, Yemen (corolarios horribles de la malhadada 'primavera árabe'), sin perspectivas de conclusión a corto plazo;
                
- enquistamiento de la guerra en Afganistán, que la retirada norteamericana, el conflicto interno en el bando talibán y la emergencia del Daesh pueden agravar aún más.
                
- riesgo de desestabilización creciente en países donde se soportan conflictos  de ésos que impropiamente han sido caracterizados como de 'baja intensidad' (Egipto, Túnez, Pakistán, Nigeria y un desigual pero no reducido etcétera).
                
- incertidumbre por la suerte del acuerdo nuclear con Irán: de no pasar la prueba del Congreso norteamericano puede abrir nuevos escenarios bélicos y agravar los actuales.
                
La acumulación de conflictos ha llevado sus consecuencias hasta nuestras propias puertas, como es bien sabido, con el inevitable efecto multiplicador de pánico. Así es cómo se está viviendo, en los despachos, en los medios y en la atribulada conciencia pública la afluencia de refugiados procedentes de aquellas zonas martirizadas. Se cuenta en la actualidad 60 millones de personas desplazadas de su lugar de origen, según ACNUR, la cifra más elevada desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
                
El análisis de la cifras nos dice mucho sobre el comportamiento de élites y sociedades. De esos 60 millones, más de la mitad (38) se han quedado en sus propios países, aunque fuera de sus hogares. Casi otros 20 se encuentran ya bajo cobertura y protección de las agencias internacionales. La minoría restante, apenas dos millones, son los errantes, los que cruzan o intentan cruzar fronteras terrestres y marítimas para rehacer sus vidas.
                
En tránsito por el Mediterráneo, bien en dirección a puertos italianos o griegos, se han acumulado un cuarto de millón de desplazados en lo que va de año. Es una cantidad "menor" si la comparamos con el millón y medio que se hacinan en Turquía o el millón largo que acampan en países  pequeños y tensionados  como Líbano o Jordania.
                
LA RESPONSABILIDAD DE EUROPA
                
Y, sin embargo, en Europa la llamada de alarma que supone esta tragedia humana, se está viviendo con aires de pánico. La primera reacción es rechazar (o levantar vallas, como el xenófobo gobierno húngaro);  luego, justificar las medidas represivas (caso del Canal de La Mancha); o desviar la responsabilidad hacia terceros  (en el caso de los gobiernos europeos); y, finalmente, hacer grandes protestas de contrición, sin que terminen de concretarse medidas, por miedo al 'efecto llamada', pero también a la negativa respuesta de algunos sectores sociales y de sus altavoces  mediáticos y políticos.
                
La llamada 'crisis de los refugiados'  pone de manifiesto numerosos fracasos europeos,  a saber:
                
1) El inadecuado  tratamiento de los conflictos en el mundo árabe e islámico, con una preocupación obsesiva por el fenómeno del terrorismo y una desatención lamentable por las causas últimas que lo originan, alimentan y contribuyen a su fortalecimiento.
                
2) El debilitamiento del proyecto europeo de unión, coordinación y solidaridad, que la crisis griega ha puesto al descubierto de una manera lacerante. Los reproches y ataques directos o velados se han convertido en moneda común del diálogo europeo.
                
3) El empobrecimiento del liderazgo político en beneficio de una visión tecnocrática y reproductora de los intereses exclusivos de las élites. Se invoca la necesidad de políticas comunes, como si los responsables de llevarlas a cabo y hacerlas efectivas no fueran los mismos que las proclaman.
                
4) La incapacidad para frenar con propuestas positivas e ideología activa el populismo xenófobo, que, lejos de remitir, se refuerza y amplía.
                
UNA CODA NORTEAMERICANA
                
Este fenómeno político ya ha encontrado eco y conexión con el otro lado del Atlántico, en la figura de Donald Trump, ya convertido, por cierto, en otro factor de pánico. Los sondeos reflejan la  consolidación del magnate, pese a su desagradable, disparatado y hasta ofensivo discurso. Sus rivales conservadores, paralizados por sus propias contradicciones, se muestran incapaces de neutralizarlo.
                
En el campo demócrata, el Presidente Obama vive bajo la amenaza, todavía no del todo conjurada, de una revuelta de los "suyos" en el acuerdo nuclear , mientras Hillary refuerza su histórica guardia pretoriana de abogados y asesores para protegerse del potencial daño que puede infligirle el asunto de los correos electrónicos.
                
Lo dicho: distintas formas de pánico dominarán la rentrée, el regreso de vacaciones, después de un cálido y turbulento verano.


(1) "China hits the Wall. Yen devaluation and the end of the economic miracle". SALVATORE BABONES (Universidad de Sidney). FOREING AFFAIRS, 16 de Agosto.

(2) "A warning on China seems prescient". ANDREW ROSS SORKIN. NEW YORK TIMES, 25 de Agosto.

BRASIL: PROTESTAS, MANIPULACIONES Y DESESTABILIZACIÓN

18 de Agosto de 2015
                
Las manifestaciones de este fin de semana pasado en un centenar de ciudades de Brasil contra la presidenta, Dilma Rousseff, reflejan un clima de malestar social, pero también de manipulación política innegable.
                
Dilma Rousseff fue reelegida el año pasado, por un estrecho margen de votos, después de una dura campaña, en la que tuvo que superar primero la defección de una ministra ecologista con Lula, Marina Silva, y luego un acoso durísimo de su principal competidor, el "socialdemócrata" (sólo de nombre, en realidad liberal y patricio) Aecio Neves.
                
Desde su segundo triunfo electoral, la aceptación popular (medida por encuestas de discutible fiabilidad) ha ido cayendo en picado hasta derrumbarse por debajo del 10% de la población (un 8%, según el último muestreo). Nunca desde 1985, tras el restablecimiento de la democracia, un presidente había tenido un nivel tan bajo de popularidad en las encuestas.
                
Dos son los factores que movilizan a los descontentos: la persistencia de una crisis económica que ha acabado con la prosperidad de los últimos años y anuncia tiempos aún más duros y la incapacidad del sistema político para atajar y sancionar de forma convincente la corrupción, el gran cáncer político del país.
                
Empeoramiento de la vida e insatisfacción con la gestión de los bienes públicos son motores poderosos que, por sí solos, impulsan a muchos brasileños a echarse a la calle. Pero por detrás de este impulso sano y legítimo planea una motivación política de acabar con el primer periodo de gobierno de izquierdas en el país. Algunas iniciativas como el Vem Pra RuaBrasil Libre  o Revoltados in Line tienen motivaciones ideológicas tanto o más que sociales.
                
EL FIN DE LOS BUENOS DÍAS
                
La situación económica no deja deteriorarse, como consecuencia del descenso en el precio del petróleo y las materias primas, provocado por el descenso de la demanda internacional. La inflación alcanza ya los dos dígitos. La economía se encuentra al borde de la recesión. La divisa nacional se ha depreciado fuertemente con respecto al dólar. Rousseff se ha visto obligado a adoptar fuertes medidas de austeridad ante la reducción de los ingresos públicos, a pesar de que prometió resistirse a ello durante la campaña.
                Esta política de retracción del gasto público, ahora obligada por los efectos de la crisis internacional en la estructura económica interna, contrasta con el despilfarro imperdonable ligado al Mundial de fútbol del año pasado y a los Juegos Olímpicos del año próximo.
                
Las propias bases sociales que respaldaban a la Presidenta y al Partido del Trabajo, su grupo político, empiezan a volverle la espalda, como ha ocurrido en otros países donde la izquierda moderada no ha sido capaz de dar una respuesta a la crisis con recetas diferentes a las dominadas por la austeridad. Dilma Rousseff soporta un desgaste de su propio electorado más fiel, mientras se ve crecientemente acosadas por sectores de las clases medias y altas, que han atisbado la oportunidad de poner a la Presidenta contra las cuerdas. Algunos eslóganes, como la asimilación de la Presidente al "chavismo" o al "comunismo" son ridículos.
                
EL DOBLE JUEGO SUCIO DE LA CORRUPCIÓN
                
El segundo motor del debilitamiento político de Dilma Rousseff es la corrupción. Se trata de una plaga endémica en Brasil, consustancial a un sistema político perverso, por sus fundamentos y reglas de funcionamiento. Ya lastró y ensució el mandato de Lula, con su principal asesor, políticamente eliminado, y ahora  amenaza con hundir a Rousseff.
                
El escándalo que ahora concita la mayor parte de la indignación, el relacionado con el desvío de fondos y el pago de comisiones ilegales a ejecutivos de la compañía petrolera estatal Petrobrás, cuando Dilma era su máxima responsable. A ella no se la acusa de haberse lucrado  personalmente. Pero circulan acusaciones no probadas de financiación ilegal de su primera campaña electoral presidencial.
                
Algunos sectores políticos se basan en estas acusaciones para promover el impeachment, es decir el procedimiento de destitución de la Presidenta. Rousseff se ha resistido firmemente a esta iniciativa, que considera sin fundamento legal y jurídico y exclusivamente motivada por oscuros intereses.
                La clase política se muestra dividida ante el movimiento pro-destitución. En parte, debido a que el escándalo salpica a figuras políticas tanto relacionadas  con los dos partidos que componen la coalición de gobierno (el PT de Lula y Rousseff y el PMDB (Partido del Movimiento de la Democracia Brasileiro), de centro-derecha) como de la oposición.
                
En algunos casos, parece haber una motivación personal de revancha. El Presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, aunque pertenece al aliado PMDB, está imputado en el escándalo y se declara a favor de abrir el proceso de destitución. Igual que un ex-presidente, Fernando Collor de Melo, que fue precisamente destituido por corrupción en 1992, luego pudo rehabilitarse y ahora es senador derechista. Sin embargo, otras prominentes figuras de la oposición, como el Presidente del Senado, René Caldeiros, que está siendo también investigado en la misma causa, se ha declarado contrario a la persecución de la presidenta.
                
A medio camino entre estas dos posiciones, se sitúa el propio rival de Rousseff en las últimas elecciones, Aecio Neves, y su correligionario, el actual gobernador del Estado de Sao Paulo, el más rico y poderoso del país, Geraldo Alckmin, quienes han preferido inhibirse en el debate público, con el evasivo argumento de que "no les corresponde a ellos" resolver la crisis política, aunque, en el caso de Neves, no se cansa de fomentar las protestas callejeras contra la Presidenta.
                
Para interpretar este juego político, abierto y subterráneo, es preciso conocer las reglas y mecanismos de un sistema electoral y unos mecanismos de representación  bastante perversos, ligado al dinero, familias e influencias. Aunque la izquierda lleva gobernando casi una década, desde diciembre de 2006, los grandes poderes económicos conservan una capacidad de decisión, bloqueo y condicionamiento muy temibles.
                
Por otro lado, la crisis económica ha erosionado los avances sociales ya iniciados durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso (ahora en posiciones centristas, pero claramente enfrentado al PT) y profundizados en los años de prosperidad y abundancia del gobierno de Lula, favorecido por una coyuntura económica internacional positiva.
                
Con el agotamiento de este modelo, la derecha se sintió fuerte para presionar en despachos y salones, redacciones y platós, pero sobre todo en la calle. Ya había conseguido imponerse en el legislativo con la mayoría política más amplia de los últimos años. El PT sólo dispone de un 14% de los diputados y otro tanto de los senadores. Este escenario es aún más hostil que el soportado por Obama en Estados Unidos.
                
Dilma Rousseff, ex-guerrillera y de naturaleza combativa, parece decidida a resistir. Es una mujer y una política de fuerte carácter. Pero quizás no pueda resistir el abandono de los suyos. Hay una corriente de desencanto en las bases sindicales, comunitarias y políticas que ya se avistaban en los últimos años de la presidencia de Lula. Si la derecha consigue mantener y alentar el clima de frustración social, no es descartable incluso un movimiento de fuerza. Lo reconocía hace poco la propia Presidenta: "hay una cultura de golpe en el país, aunque no existen las condiciones para que se produzca".
               
               


EL DILEMA PERPETUO DEL LABORISMO

14 de Agosto de 2015
                
Si se confirman las encuestas, el Partido Laborista británico podría estar a punto de profundizar el giro a la izquierda. Jeremy Corbyn, un veterano diputado que se define como "socialista" y defiende un programa clásico de primacía de defensa de los servicios públicos y los derechos laborales y plantea una amplia intervención estatal en la economía, se perfila como favorito de unas primarias que se desarrollarán por espacio de casi un mes.
                
BAJO EL EFECTO DE LA DERROTA
                
Tanto para los partidarios como para los detractores de esta tendencia, se trata de una auténtica sorpresa. La derrota electoral del pasado mes de mayo parecía haber reforzado a los centristas, contrarios a la orientación izquierdista impulsada por el malogrado Ed Milliban, en todo caso mucho más tibia que la que ahora impulsa Corbyn.
                
El fracaso de Milliban debe atribuirse a una estrategia de alianzas fallida. Se dejó intimidar por la retórica patriótica de los conservadores frente al auge del nacionalismo escocés, reforzada tras la derrota independentista del año pasado, y rechazó un pacto con un SNP, claramente orientado a la izquierda.
                
El error de cálculo consistió en creer que el electorado progresista que podría perderse en Escocia se compensaría con la recuperación del voto trabajador en Inglaterra.  Al final, ni una cosa ni la otra. El Labour se volatilizó  en Escocia y no pudo contener la marea populista antiimigración y antieuropeísta del UKIP en Inglaterra, aunque el sistema electoral redujera a mínimos la representación de este grupo en el Parlamento.
                
Los laboristas moderados no perdieron tiempo en denunciar la política suicida de Milliban  y reclamaron un "regreso al centro".  En realidad, no puede hablarse de una corriente blairista en el laborismo, en el sentido de fidelidad a un liderazgo personal. Por el contrario, la herida de la guerra de Irak no se ha cerrado y la entrega posterior  de Tony Blair a negocios lucrativos vinculados a dictadores o dirigentes dudosamente democráticos ha terminado por arruinar, quizás para siempre, su capital político.
                
Pero la línea moderada del laborismo sí se reclama de esa "tercera vía" que Blair encarnó, de disciplina fiscal, moderación del gasto y predominio de la empresa privada. Es un debate que el laborismo arrastra desde hace más de tres décadas. El partido que representa la opción viable de izquierdas en Gran Bretaña no se ha recuperado completamente de las humillantes derrotas de los ochenta frente a Margaret Thatcher. Creía haber enterrado sus fantasmas con las tres victorias de Blair, pero la forma tan ominosa en que el ex-premier hizo derivar su carrera política reabrió el histórico dilema de su partido. Consecuencia de todo ello, ha sido la poderosa emergencia de un líder situado en  lo más a la izquierda que pueda encontrarse en el partido.
                
EL 'FENÓMENO' CORBYN
                
Jeremy Corbyn, un veterano diputado de Islington, una circunscripción del norte de Londres, con los sesenta bien cumplidos y una trayectoria sin ambigüedades ideológicas. Los sondeos le colocan claramente en cabeza (más del 50% de las preferencias), muy por delante de sus tres rivales, todos ellos anclados en el sector moderado o centrista.
                
Corbyn cuenta con el apoyo político y económico de la mayoría de los Unions, los poderosos sindicatos, que siguen jugando un papel determinante en el partido, pese a su claro declive de las últimas décadas. El candidato emergente es todo menos un obediente parlamentario. Ha votado 500 veces contra la línea política marcada por el liderazgo del partido (whip) en Westminster.
                
El programa que propone, sintetizado en 10 prioridades, contempla el rechazo de la austeridad, la reforma de los servicios públicos sin recortes, el abandono de la privatización de la sanidad, recuperación del control público en empresas claves de transporte y energía, un empleo "decente", el control del precio de  los alquileres, un compromiso ecológico contra el cambio climático y el final de las "guerras ilegales" contra el terrorismo.
                
Corbyn no era un completo desconocido, desde luego. Contaba con una amplia simpatía, incluso de quienes no comparten su línea ideológica, debido a su honestidad, claridad y coherencia. Su estilo vintage es fácilmente reconocible para una izquierda militante clásica: no conduce, no bebe, no lleva corbata y se empeña en mantener discreción sobre su vida personal, aunque se han publicitado ampliamente sus crisis matrimoniales (dos divorcios).
                
La clave de su condición de favorito, sin embargo, sería más reciente, según la mayoría de los analistas británicos. Fué el único de los cuatro candidatos al liderazgo laborista que votó en contra del programa de recortes del estado de bienestar que el primer ministro Cameron presentó al Parlamento tras su victoria electoral. Andy Burnham, Yvette Cooper y Liz Kendall,  los rivales de Corbyn, optaron por abstenerse, siguiendo la narrativa oficialista, que interpretó el veredicto de las urnas como una tendencia favorable al control del gasto público.
                
Corbyn optó por la coherencia ideológica frente al cálculo electoralista. De inmediato se atrajo la simpatía de un amplio sector de las bases laboristas más fieles. Le ayudaron sus buenas cualidades oratorias y un áurea de honradez. En pocas semanas se organizó un movimiento de apoyo que recuerda, por la amplia presencia de público juvenil, a la marea del 'we can' que aupó a Obama, salvando las distancias. En gran medida, Corbyn está más próximo a Syriza o a Podemos que a sus correligionarios continentales de la socialdemocracia.
               
  POLÉMICO PROCEDIMIENTO DE LAS PRIMARIAS
                
La corriente moderada empezó a preocuparse por el fenómeno Corbyn. El propio Blair irrumpió en el debate con un comentario descalificador: "quienes sientan que su corazón se inclinan por Corbyn, deberían someterse a un trasplante", dijo. Los centristas argumentan que Corbyn es el "candidato de los tories", porque éstos saben que con ese líder los laboristas nunca ganarán unas elecciones, y emplazan a los militantes a no repetir el error de Milliban.
                
El procedimiento de elección del líder laborista ha profundizado e incluso envenenado la polémica. Hasta ahora sólo votaban los militantes. Pero este año, con el objetivo de ampliar la base social del partido, se permitió participar al público en general, eso sí, pagando 3 libras por inscribirse en el censo. Las inscripciones externas se han cifrado en 70.000.     
                
Representantes de los equipos de campaña contrarios a Corbyn cuestionan la gestión del censo por varios motivos. Por un lado, denuncian que miles de simpatizantes de otros partidos se han apuntado con la única intención de favorecer una victoria interesada del candidato izquierdista. Además, acusan a los sindicatos de opacidad en la lista de 90.000 afiliados  que aportan a las primarias, un 30% de la militancia total laborista, fijada en 280.000. 
                
Con respecto al entrismo malintencionado, la dirección del partido ha anulado más de mil inscripciones y estudia otras tantas para evitar esta "infiltración sospechosa". El aparato trata de dar una imagen de neutralidad y solvencia, extremando la inspección del proceso.  En todo caso, ni la participación vírica ni cualquier otra presunta manipulación del censo parecen alcanzar una dimensión suficiente como para condicionar el resultado. La preferencia por un giro a la izquierda parece legítimamente mayoritaria en el laborismo. 
                
Estos días se recuerdan antecedentes similares. A comienzos de los ochenta, la corriente pacifista de oposición a los 'euromisiles' impulsó el liderazgo izquierdista de Michael Foot, que Thatcher destrozó en 1983, con una reelección aplastante. El laborismo reincidió en una línea obrerista, como reacción a la política thatcherista agresiva contra las Unions, tras el conflicto minero; el resultado fue la derrota electoral, aunque menos aparatosa,  de Neil Kinnock, en 1987, que se repitió en 1992, ya con John Mayor al frente de los tories. Corbyn representa, en cierto modo, una línea de continuidad con Foot y Kinnock ( y, en menor medida, Ed Milliban), pero más ideológica que sociológica (es hijo de un ingeniero y de una profesora de matemáticas).
                
Algunos analistas aventuran que la elección puede ser provisional, sólo para denunciar con más viveza la política conservadora en el Parlamento, y dejar paso, más tarde, una opción moderada, con el objetivo de recuperar el voto centrista. Una maniobra de esta naturaleza podría resultar, a la postre, mucho más perjudicial para el laborismo, que una apuesta clara y honesta, en el sentido que sea.

                

A RITMO DE TRUMP-ETEO

10 de agosto de 2015
                
Que la política norteamericana tiene, a menudo, un gusto exagerado por el circo es algo sabido. Las exigencias audiovisuales, ahora reforzadas y en absoluto mitigadas por las redes sociales, explican en parte este fenómeno. En realidad, es la tiranía del dinero lo que empuja a la política estadounidense a la trivialidad del espectáculo por el espectáculo. Los ciudadanos, muchos de los cuales  tienen una relación contradictoria e inconsistente con la clase política y sus epígonos, en el fondo no conciben otros parámetros de actuación. Salvo una minoría ilustrada, concienciada y muy activa (mucho más de lo que podemos encontrar en Europa, por cierto, donde tendemos a simplificar lo que ocurre al otro lado del Atlántico).
                
XENOFOBIA, VULGARIDAD Y ESCÁNDALO
                
Esta dimensión circense de la política norteamericana vive momentos de apogeo con la figura del empresario inmobiliario Donald Trump, convertido en el 'media-star' del tinglado. El debate televisivo de la semana pasada (exponente claro de lo dicho más arriba) ha amplificado esta percepción de protagonismo extravagante y desmedido.
               
  La cosa no tiene gracia, por supuesto. Trump se ha colocado en cabeza de las preferencias de voto del electorado republicano con un discurso xenófobo y agresivo (como cuando trató a los mexicanos sin papeles como criminales), cargado de superficialidad, presuntuosidad y vulgaridad. La clave de su éxito -¿momentáneo?- es su posicionamiento, facilón y oportunista, fuera del 'establishment' político.
                
Ese furor despectivo hacia lo político, que crece como una mancha de aceite en casi todas las sociedades occidentales, ha permitido a Trump dislocar el debate interno del Great Old Party y poner en evidencia la fragilidad de los otros aspirante del partido a la nominación presidencial.
                
En otro momento, algunos de estos 'candidatos a la candidatura' podrían tener o adquirir cierta altura o pedigrí presidencial, aunque sin alardes. Es el caso de Jeb Bush, más parecido a su padre que a su hermano,  o Rand Paul, el libertario y en su día favorito del 'Tea Party'. O el 'moderado' y 'compasivo' Chris Christie. Y últimamente Kasich, de Ohio, con su "responsabilidad fiscal". El resto es o parece poca cosa. Es el caso de Marco Rubio, de origen cubano y anticastrista sin matices, se encuentra todavía en el huevo y parece controlar mal su ambición y mucho menos su patrimonio. O resultan estridentemente derechistas, como Scott Walker, azote de empleados públicos y sindicalistas en Wisconsin. O se muestran como conservadores preconciliares como el hispano Ted Cruz. No faltan 'derrotados' impenitentes como Huckabee, Perry o Santorum. O neófitos como Carla Fiorino, la ex-gerente de Hewlett Packard, o Carson, el único negro. O veteranos ya amortizados, como el senador Graham.
                
A casi todos ellos los ha hecho trizas la retórica tronante y vulgar de Trump, que a muchos españoles les podía recordar a Jesús Gil. Al principio, no se lo tomaron demasiado en serio, como suele ocurrir con estos fenómenos político-mediáticos. Muchos estrategas, en la nómina de los candidatos o fuera de ellos, pensaron que Trump se quedaría en los cajones cuando se diera el pistoletazo de salida. De momento, no ha sido así. El 'perturbador' de la pre-campaña ha tomado la delantera, en la primera curva,  y con un cómodo margen de ventaja.
                
No hay que perder el tiempo en desgranar el 'pensamiento' político de Trump. Ni siquiera sus juicios u opiniones formulados a bote pronto. Es una colección de tópicos que definen los manidos prejuicios  de la subcultura política conservadora norteamericana. El mensaje es el candidato. Como todos los tipos que han hecho dinero debido en gran parte a las influencias políticas, se permite con un descaro sonrojante despreciar a la política y a los políticos. Nadie mejor que ellos conocen y practican la corrupción.
                
EL MACHISMO Y EL FACTOR FEMENINO
                
El debate del otro día, aunque consolidó la figura dominante de Trump, también le dejó arañazos políticos y mediáticos. La polémica se focalizó en sus referencias machistas dirigidas a una de las coordinadoras, la popular periodista de la Fox Megin Kelly. Una pregunta crítica de ella sobre algunas expresiones misóginas de Trump irritaron al 'candidato'. En uno de sus comentarios posteriores al debate, Trump dijo que a Kelly "le salía sangre por los ojos... y por todas las partes de su cuerpo". Una referencia velada a la menstruación.
               
Desde ese mismo momento, las redes sociales entraron en combustión. La plataforma femenina del Partido Republicano fue singularmente dura, y qué decir del equipo de campaña de la mega-candidata demócrata, Hillary Clinton. La reacción de los rivales de Trump en la carrera fue variada. Algunos se sumaron al coro más crítico y otros fueron discretamente reprensores, pero también hubo quien calló. Los republicanos tienen un problema con el electorado femenino. La mayoría de las mujeres, en su conjunto, no así las blancas, votan por el candidato demócrata desde 1992.
                
La onda expansiva de los comentarios machistas de Trump ha dominado todo el fin de semana veraniego. El magnate ha intentado compensar su metedura de pata negando que se refiriera a la menstruación, "porque un hombre inteligente como yo, que ha construido una empresa tan impresionante, no puede hacer una declaración tan estúpida como esa" (sic).
                
¿RUPTURA CON LOS REPUBLICANOS?
                
Trump ha aprovechado la polémica para erigirse una vez más en víctima, denunciar que todos están contra él y abonar las especulaciones sobre su desvinculación del  GOP  y el lanzamiento de su candidatura como independiente, si la dirección republicana sigue mostrando hostilidad hacia él. En fin, otro Ross Perot, veinticuatro años después. Ironías de la historia, aquella operación de un candidato outsider contribuyó a destruir políticamente a Bush padre. Ahora, podría ser la tumba del menor sus hijos, Jeb.
                
Esta opción de un tercer candidato es más que factible. Después de todo, Trump se sumó al intento de Perot de construir otro partido, el Partido de la Reforma, después de la derrota (obtuvo un 19%). Pronto se cansó o pensó que no era el momento, y flirteó con los demócratas, en particular con Hillary, a quien presume de haber financiado generosamente. Luego se acercó a los republicanos, pero hizo mofa de Bush (W). Últimamente, más que acomodarse a un confuso y errático discurso republicano, le ha gustado desbarrar por libre. En el debate se negó ostentosamente a comprometer su apoyo al candidato que ganara la nominación, si no era él el elegido.
               
Decía un editorialista de THE NATION hace unos días que lo peor de Trump es que los republicanos no pueden atacar muchos de sus exabruptos, porque, sin tanta salsa, los han estado abonando o propiciando. Atrás queda la hipoteca del 'Tea Party', cuyos mensajes ultra conservadores y anti políticas públicas lastró peligrosamente a muchas figuras del GOP o condicionó a quienes, como Romney, nunca se sintieron a gusto en su compañía.
               
A los republicanos sólo les une ahora el intento enfermizo de demolición de Obama, cueste lo que cueste. Trump puede darles una 'bala de plata' con la que no contaban hace unos meses. Pero algunos de ellos temen disparársela  en el pie. O en la cabeza. De ahí que quizás tengan que tragar carros y carretas, machismo y xenofobia, vulgaridad y estupidez a raudales.
               

                

NEONAZIS Y JUDÍOS: PARADÓJICAS SIMETRÍAS DEL ODIO

6 de Agosto de 2015
                
La Historia arroja a veces paradójicas coincidencias. Religiosos extremistas judíos y neonazis alemanes, dos grupos sociales tan opuestos como pueda imaginarse, han acudido a los mismos instrumentos para manifestar sus sentimientos de intolerancia y odio: el incendio de hogares habitados por personas de otra raza o creencia.
                
EL EXTREMISMO RELIGIOSO JUDÍO
                
Israel vive estos días bajo la conmoción del horrible atentado contra una humilde casa de una familia palestina a la que prendieron fuego, con sus moradores dentro, unos desconocidos que dejaron señales de su identidad religiosa judía extremista. Como resultado del acto criminal, murió abrasado un bebé de 18 meses, otro niño de cuatro años se recupera con gran sufrimiento de sus heridos y la madre lucha entre la vida y la muerte. El hecho tuvo lugar en Duma, en la Cisjordania ocupada por Israel.
                
Las agresiones a los palestinos han ido en aumento. Responden a una campaña denominada "precio a pagar". Pura represalia contra el derecho a rebelarse. Se han interceptado manuales de cómo elaborar explosivos caseros, redactados por extremistas.
                
El atentado de Duma ha sido tan espantoso que el gobierno israelí se apresuró a considerarlo como un "acto terrorista", término que suele reservar casi exclusivamente a las acciones cometidas por las distintas facciones militantes palestinas.          Se trata de un paso importante, ya que no sólo tiene consecuencias políticas, sino especialmente jurídicas. Las autoridades han permitido que a los sospechosos de estar relacionados con éste u otros atentados similares se les apliquen las medidas de presión policial y administrativas más estrictas, hasta ahora sólo sufridas por los palestinos.
                
El atentado ha tenido un impacto aún mayor al coincidir con una serie de atentados homófobos protagonizados también por sectores extremistas religiosos judíos. La manifestación del Día Mundial del Orgullo Gay, el pasado mes de julio, concluyó con el apuñalamiento de seis de sus participantes (una de ellas, fallecida), en la ciudad de Tel Aviv, la más abierta y cosmopolita del Estado de Israel.
                
Las voces críticas, en la oposición política y social, consideran que el gobierno se ha sentido presionado por una repulsa creciente y el riesgo de un empeoramiento de la ya de por si deteriorada imagen de Israel entre sus propios países aliados o amigos. Sea como fuere, los servicios de inteligencia israelíes parecen haberse decidido a encontrar y apresar a los responsables de estos atentados y la no menos importante de prevenir ulteriores sobresaltos.
                
La medida más notable hasta ahora ha sido la detención de dos extremistas. Uno de ellos representa un símbolo o estandarte de estos grupos intolerantes. Se trata de Meir Ettinger, nieto de Meir Kahane, un histórico líder de los grupos terroristas judíos anti-arabes, que fue asesinado en Nueva York en 1990.  El abogado de Ettinger ha asegurado ruidosamente que su cliente es inocente y que su persecución policial es un espectáculo orquestado por el Estado para aparentar que hace algo, ante las presiones sociales y políticas.
                
Ettinger acredita un intenso historial de actividades violentas anti-palestinas. Es un activo participante en el movimiento más radical de los colonos que se oponen incluso a la ultra permisiva política de asentamiento del actual gobierno derechista israelí.  Toda su familia milita activamente en este sector intransigente, que desafía continuamente los mínimos límites oficiales en relación con la política de colonización. Ettinger, de aspecto y modales suaves, es un consumado extremista y un ideólogo del odio. Hace poco se confesó "alentado" por el incendio de la Iglesia de Galilea donde la Biblia sitúa el milagro de los panes y los peces.
                
A pesar del reciente endurecimiento del discurso oficial, el crecimiento de estos grupos, pero sobre todo su impunidad, es debido en gran parte a la laxitud con la que el gobierno y las instituciones policiales, militares y judiciales han venido actuando durante años. El 85% de las denuncias palestinas por ataques de colonos fanáticos judíos acaban en nada, según la ONG israelí Yesh Din.
                
Más aún, la sociedad israelí, cada vez más polarizada y propensa a respaldar políticas intolerantes y extremistas, debido al estancamiento del proceso de paz y lo que perciben como radicalización del movimiento palestino, se ha mostrado evasivo ante el fenómeno extremista. Estos días, el ensayista Edgar Keret denunciaba valientemente la tibieza con que la ciudadanía israelí convivía con estas expresiones de odio. Reprochaba a los medios que inflaran el número de asistentes a la manifestación convocada para condenar los últimos atentados (1).
                
Ciertamente, Israel se desliza cada vez más hacia posiciones intransigentes y contrarias a la reconciliación y la paz con los palestinos. Los movimientos progresistas que gozaron de gran vigor incluso después del ciclo de guerras contra los enemigos árabes, se han ido debilitando durante la agudización del conflicto con los palestinos, desde la primera Intifada, en los años ochenta, hasta el actual estancamiento del dudoso proceso de paz o la permanente amenaza de operaciones militares en Gaza.
                
EL MALESTAR ALEMÁN
                
En Alemania, el movimiento neonazi, aunque muy residual y estrechamente sometido a control, se está aprovechando del inquietante incremento de la intolerancia frente al fenómeno de la inmigración. La xenofobia adquiere, por lo general unos modos carentes de manifestaciones violentas, como el que representa el movimiento Pégida, o en su dimensión más política, el partido Alternativa por Alemania, que ha conseguido captar al 10 por ciento del electorado germano.
                
A pesar de que no haya motivos sólidos para caer en el alarmismo, en lo que va de año la policía alemana registró 173 ataques de contenido de racista contra centros de acogida de inmigrantes y demandantes de asilo, una cifra tres veces superior a la del año anterior. Es decir, un ataque por día. La mayor parte de estas acciones terroristas se han producido en territorio de la antigua RDA, donde anidaron grupos de extrema derecha tras el hundimiento del régimen comunista. Los grupos neonazis han firmado muchas de estas acciones criminales.
                
Los políticos alemanes, como los israelíes, afrontan el fenómeno de la violencia racista con disgusto,  malestar o incomodidad. Pero no todos con la misma intensidad. Los dos grandes partidos, CDU y SPD se esfuerzan por sintonizar sus mensajes de condena. Sin embargo, la rama bávara de los democristianos, la Unión Social Cristiana, acompaña su discurso de repulsa con otro de oposición al "abusivo sistema de asilo".               


(1) "Does Israelies still about Justicie?". NEW YORK TIMES, 3 de agosto.

(2) DER SPIEGEL, 24 de Julio.