LAS PRINCIPALES INCÓGNITAS DE LA INVASIÓN RUSA

2 de marzo de 2022

Después de una semana de operaciones, ya se leen y escuchan valoraciones sobre el aparente fracaso de Rusia en la consecución de sus objetivos militares. Pero ¿cuánto hay de estimaciones objetivas, informadas y desapasionadas y cuánto de posicionamiento político, de intención propagandística, de esfuerzo por insuflar ánimos a los dirigentes de Kiev, de seguir la corriente de simpatía hacia la población civil ucraniana?

Como suele ser habitual, una guerra en curso siempre deja más incógnitas que certidumbres. Estas podrían ser las principales dudas sobre el desarrollo de la invasión rusa de Ucrania:

¿Por qué parece haberse estancado el avance militar después de un comienzo fulgurante?

No parece que una semana sea tiempo suficiente para hablar de estancamiento. Recuérdese  que Estados Unidos necesitó cinco semanas de bombardeos aéreos para forzar la evacuación iraquí de Kuwait. El derrocamiento de Sadam Hussein y la toma de Bagdad en 2003 llevó tres semanas. Y no hay comparación entre los adversarios de entonces y los actuales. Ni el estado de ánimo de la población del país atacado, en cada caso. Es precipitado o interesado afirmar que Rusia ha fracasado de momento. La operación militar es complicada, llevará tiempo y, ciertamente, cuanto más se prolongue, más posibilidades hay de fracaso.

¿Por qué no ha puesto Putin todos los efectivos militares en juego desde un principio?

No conocemos el plan de batalla del Kremlin. La resistencia de los ucranianos frente a la primera fase de la ofensiva rusa era previsible y comprensible, porque poco pueden esperar de una rendición incondicional. Es posible que el mando ruso hubiera planeado el escalonamiento de efectivos en función de la respuesta del adversario. El avistamiento el pasado martes de un convoy de 65 kilómetros de longitud en dirección a Kiev y la intensificación de los bombardeos de Jarkov en las últimas horas indicarían el comienzo de la segunda fase de la ofensiva.

¿Por qué no ha intervenido la aviación rusa de forma más contundente y determinante?

Es una de las cuestiones más intrigantes. Para Justin Bronk, del Instituto de Servicios Reales del Reino Unido, existen varias razones para este comportamiento. En primer lugar, la escasez de munición de alta precisión de los cazas rusos; esta carencia impediría identificar objetivos desde una distancia segura para los pilotos. En Siria, la aviación rusa empleó munición de precisión limitada, lo que provocó muchos daños en zonas civiles, según este experto. Además, la aviación rusa no acredita gran capacidad de coordinación entre sus sofisticados aviones y las operaciones en tierra. Y, por último, Bronk asegura que los pilotos rusos reciben entre 100 y 120 horas de entrenamiento en vuelo por año, mientras británicos y norteamericanos practican entre 180 y 240 horas anuales (1).

¿Por qué se han atacado objetivos aparentemente civiles?

Gobiernos y medios occidentales dan por hecho que se trata de acciones destinadas a crear pánico, a intimidar. Pero conviene recordar que en las recientes guerras lanzadas por Estados Unidos y la OTAN (Afganistán, Irak, Libia, Serbia) se produjeron ataques sobre objetivos civiles y daños personales indeseados y se aseguró siempre que se trataba de errores de distinto tipo. Es más, se quisieron disfrazar, en no pocas ocasiones ocultar (hasta que resultó imposible seguir haciéndolo) y en casi todos los casos justificar con argumentos como el camuflaje del enemigo en núcleos de población civil.

Si, en el caso de Ucrania, la interpretación occidental es correcta, la decisión de Rusia no parece ni muy inteligente, ni muy eficaz. Por poco que le importe a Rusia la condena mundial, en el frente interno la carnicería de civiles siempre resultará difícil de admitir y digerir. Además, estas masacres pueden asustar pero también galvanizar la resistencia y poner más incómoda a China, que hasta ahora no ha condenado la invasión.

¿Por qué la llamada ciberguerra rusa se deja aparentemente esperar?

Hay muchas razones, según un experto consultado por THE ECONOMIST (2). Que los ataques hayan resultado fallidos, que las defensas informáticas ucranianas hayan sido reforzadas por asistentes occidentales o que Rusia quiera preservar unas infraestructuras que cuentan con utilizar en un futuro próximo. En todo caso, en la nebulosa digital es difícil conocer el impacto inmediato. La ciberguerra puede manifestarse en cualquier momento.

¿Hasta dónde llega el apoyo occidental a Ucrania?

Se han incrementado las sanciones y extendido a otros ámbitos inicialmente intocados: la expulsión rusa del sistema de mensajería bancaria SWIFT, el bloqueo de gran parte de las operaciones exteriores del Banco central ruso, el embargo de los intereses personales de Putin, del ministro Lavrov , de algunos oligarcas y de otros personajes cercanos al Presidente, la prohibición de venta de materiales de doble uso, el cierre del espacio aéreo a los vuelos rusos, la censura de los medios y redes sociales, la expulsión de las competiciones artísticas y de los eventos culturales, etc.

En el plano militar, se ha incrementado el suministro de armamento a Ucrania, no sólo defensivo. En Alemania se ha roto el tabú de la venta de armas y se ha puesto fin a cincuenta años de Ostpolitik. Se ha reforzado el dispositivo militar en el flanco oriental de la OTAN.

Pero queda por saber si hay otro tipo de ayuda no declarada. Por ejemplo, el suministro de información esencial para conocer o incluso anticipar los sucesivos movimientos militares rusos, o la ubicación de unidades del enemigo, que facilite la realización de acciones armadas del ejército de Ucrania. Esta labor de inteligencia es esencial en estos tiempos. Tanto que puede determinar por completo la eficacia de cualquier operación militar.

En términos prácticos, puede decirse que Occidente ha entrado en guerra con Rusia.

¿Por qué no han replicado los rusos con represalias económicas a Occidente?

No es suficiente con decir que no pueden hacerlo. No tienen capacidad para responder con la misma moneda, obviamente, porque no controlan el sistema capitalista mundial. Pero tienen un margen de maniobra hasta el momento inexplorado. En la Duma o Parlamento ruso se han escuchado voces de diputados proponiendo que el Kremlin requise negocios o intereses de empresas occidentales en Rusia (3). Moscú ha sido prudente. ¿Hasta cuándo? ¿O es que no considera que las sanciones impuestas por Occidente sean tan dañinas como para abrir otro frente de combate económico?

¿Por qué ha anunciado Putin la puesta en alerta del arsenal nuclear?

Algunos dirigentes y medios  occidentales han querido ver en ello una prueba adicional de la desesperación de Putin: una muestra de debilidad. Puede ser, pero no es una explicación muy convincente. Más bien parece un recurso propagandístico o de intimidación a Occidente para que contenga el apoyo militar a Ucrania. Una forma alambicada de marcar una línea roja. O el intento de sembrar dudas sobre el “riesgo aceptable”.

¿Por qué se han avenido ambas partes a negociar tan pronto?

Cada parte tiene su motivación. Los ucranianos intentarían forzar un alto el fuego y conocer con qué se conformaría Moscú para detener su ofensiva. Una vez jugada la baza militar, no parece que Rusia vaya a dar marcha atrás. Pero necesita escenificar la negociación para hacer creer que no ha abandonado la opción diplomática. Más probable es que ciertos sectores del complejo de poder de Putin hayan exigido este intento de diálogo, en particular los oligarcas, cuyos intereses están amenazados por las sanciones (4).

Tampoco debe descartarse que China haya sugerido ese gesto. En todo caso, negociar es lo más sensato y responsable. Por encima de acusaciones y reproches. Cuánto antes cesen las operaciones militares, mejor para la población ucraniana. Otra cosa es el contenido de las negociaciones y la solvencia de los acuerdos. Como en todo conflicto bélico que se precie.

 

NOTAS

(1) “The mysterious case of the Russian Air Force”. JUSTIN BRONK. ROYAL UNITED SERVICES INSTITUTE, 28 de febrero.

(2) “Cyber-attacks on Ukraine are conspicuous by their absence”. THE ECONOMIST, 1 de marzo.

(3) “La Russie rumine sa risposte économique aux sanctions”. COURRIER INTERNATIONAL, 28 de febrero.

(4) “Une revolte des oligarques pourrait-elle faire tomber Poutin? COURRIER INTERNATIONAL, 1 de marzo.

 

PRIMERAS CONSIDERACIONES SOBRE LA INVASIÓN RUSA

 25 de febrero de 2022

1) Resulta arriesgado hacer especulaciones sobre el alcance de la operación militar rusa. Pero parece evidente que al marchar sobre Kiev y no limitarse a crear una zona de seguridad en el Este del país, el Kremlin ha decidido acabar con el gobierno central e imponer un vuelco favorable a sus intereses. Este propósito exigirá una ocupación militar, se admita o no en Moscú. La victoria militar será comparativamente mucho más fácil que la consecución de los objetivos políticos a medio y largo plazo. Cuando callen las armas, empezará una batalla mucho más larga e insidiosa que desgastará inevitablemente a Rusia.

2) Las invocaciones sobre la dimensión “histórica” de lo que está ocurriendo es una tentación irresistible para la mayoría de los dirigentes y de los editores de los medios informativos. A pesar de la enorme importancia de los acontecimientos que estamos presenciando (los ucranianos, sufriendo), la fase militar no es más que una consecuencia de decisiones políticas y/o diplomáticas anteriores.

3) Algunos juicios sobre la estabilidad mental de Putin o sobre su estatura moral pertenecen más al ámbito de la propaganda o de la retórica emocional que al análisis objetivo de la realidad. El presidente ruso actúa con la crudeza de quien cree defender sus intereses de seguridad sin contemplaciones. La política internacional nunca es un ejercicio de bondad o de ética, sino un complejo sistema de normas y decisiones que se aplican en función del interés, los recursos y las capacidades de cada parte en un momento determinado.

4) Los servicios de inteligencia norteamericanos -y occidentales, por extensión- acertaron en esta ocasión sobre las intenciones del presidente ruso, aunque no fueron exactos sobre el momento de la invasión. Una desviación menor, en relación con las advertencias de la pasada semana, pero completamente exactos con la previsión inicial de que el Kremlin esperaría al final de los Juegos Olímpicos de invierno para no incomodar a China,

5) La reacción occidental, más allá de la solemnidad de las declaraciones de los principales líderes, ha sido, hasta la fecha, muy contenida. Como se esperaba. La gestión de las sanciones contra Rusia  ha seguido la vía gradual, con el supuesto propósito de hacer reflexionar al presidente ruso. Pero nadie cree sinceramente en una rectificación. La operación militar llegará hasta el máximo de las capacidades y no es previsible que la amenaza del daño económico sea muy efectiva para provocar un giro en el comportamiento del Kremlin, que ya tenía descontado el coste de su decisión.

6) La confirmación de la negativa occidental a implicarse militarmente en Ucrania ayuda a comprender por qué la aspiración de una parte de la élite de Kiev de ingresar en la OTAN ha permanecido congelada durante casi catorce años. Ningún gobierno occidental está dispuesto a arriesgar vidas o comprometer recursos por la independencia de Ucrania. Kiev sabía eso de sobra. Es comprensible la amargura de estos momentos, pero no podía esperarse otra cosa.

7) Resulta difícil pensar en estos momentos en una negociación diplomática, pero la Historia nos enseña que eso es lo que ocurre siempre después de un estallido bélico. Lo que ocurre es que los dirigentes se prohíben reconocerlo para no parecer que se premia o tolera la agresión. Eso es precisamente lo que puede haber impulsado a Putin a subir peligrosamente la apuesta. Ya que no ha servido la intimidación, ha considerado inevitable golpear para forzar una nueva disposición del sistema de seguridad europeo.

8) La actual unidad aliada es solo aparente, casi obligada por la gravedad y emocionalidad del momento. Las diferencias de percepción y la asimetría de las relaciones con Moscú no van a cambiar por la invasión rusa de Ucrania. Hay al menos tres grupos de interés en la OTAN: lo extracontinentales (EE. UU., Canadá y el Reino Unido), los europeos occidentales (el núcleo duro de la UE, con París y Berlín a la cabeza, no coincidentes en todo ni mucho menos) y los antiguos países satélites de la URSS. Los márgenes de compromiso con esta Rusia autoritaria, ultranacionalista y nostálgica son muy distintos en cada caso.

9) El reequilibrio de la seguridad en Europa quizás se limitado o no tan desestabilizador como proclaman algunos dirigentes y doctrinarios occidentales. No es previsible que Rusia se atreva a intervenir en los países bálticos y menos aún en los estados centroeuropeos satélites de la URSS, porque eso activaría el artículo 5 del Tratado de Washington, que obliga a todos los aliados a defender al miembro que sea agredido. Tal escenario sería suicida para la Rusia de Putin y podría desencadenar un conflicto devastador.

10) China debía saber desde hace tiempo lo que Putin había decidido hacer para “resolver” la úlcera ucraniana. No es posible pensar que a Pekín le ha sorprendido para nada la escalada militar. Pekín puede asumir esta deriva agresiva de Moscú si no se descontrola. La alianza chino-rusa presenta tantas ventajas como inconvenientes. La tradicional cautela china en su política internacional consistirá en maximizar las primeras y reducir los segundos. Estos días se cumple el 50 aniversario de la visita de Nixon a Pekín, que consolidó el lento giro de la política exterior china tras el cisma comunista de mitad de los años cincuenta. La proclama amistad entre Xi y Putin no puede compararse a la entente entre Mao y Stalin a primeros de aquella década. Aquella fue primordialmente ideológica y ahora prima la dimensión económica y tecnológica.