DILEMAS MORALES Y TEOREMAS DE LA DESPROPORCION

9 de enero de 2009

Más allá de los análisis sobre el ataque israelí contra Gaza, de las implicaciones políticas o las negociaciones diplomáticas para conseguir “treguas humanitarias”, resulta muy estimulante prestar atención a los dilemas morales que esta última guerra en Oriente Medio está suscitando entre intelectuales, pensadores y analistas de la zona.

El dilema cardinal sobre el que gira la mayoría de los comentarios es si la respuesta israelí a los ataques de Hamas con cohetes Qasam es “desproporcionada” o, por el contrario, es la adecuada al contexto. Según que la respuesta oscile a uno u otro lado, la operación militar puede juzgarse de “excesiva”, “injusta” o “agresiva”; o, por el contrario, de “justificable”, “legítima”, o “necesaria”.

Intelectuales árabes y judíos, de distintas nacionalidades y desde plurales latitudes ideológicas, tratan estos días de establecer una cierta sanción moral sobre lo que está ocurriendo en Gaza.

Desde el contorno árabe, por supuesto, la opinión se alinea abrumadoramente con la tesis de que Israel está cometiendo una nueva agresión contra el pueblo palestino. Un conocido poeta libanés, Abdo Wazen, plantea su personal dilema moral en las páginas de AL HAYAT: repudia el Código Penal que HAMAS quería aprobar (en el que se contemplan sanciones tales como la flagelación, la amputación de manos, la crucifixión y la pena de muerte), pero afirma que “no es el momento de polémicas internas sino de defender lo que resta de sesenta años de luchas” del pueblo palestino.

En Israel, el dilema moral en torno a la proporción o desproporción de la respuesta israelí es mucho más polémico. Aunque reputados intelectuales críticos como Amos Oz, A.B. Yehoshua o David Grossman han manifestado su “comprensión” por la operación militar (si bien Grossman ha ido haciéndose más crítico a medida que se agravaba la situación de los palestinos), otros han demostrado coraje para escribir contracorriente.

Entre los ejemplos más obscenos de esta guerra, Neve Gordon, profesor en la Universidad Ben Gurion denuncia en THE NATION cómo el ejército israelí satura las líneas telefónicas de Gaza con llamadas grabadas en la que anuncia los bombardeos y recomienda buscar refugio a la población civil, y luego bombardea ciertos recintos civiles con el argumento de que HAMAS los usa como tapadera sus acciones. El poeta Jonathan Greffen, más bien conservador, se escandaliza en MAARIV de que “enviemos medicamentos a los palestinos antes de bombardear sus almacenes de medicamentos”.

En Occidente, el sufrimiento de los palestinos suele concitar apoyos masivos. Las manifestaciones de estos días no constituyen una sorpresa. Esa simpatía es ridiculizada por las élites políticas y militares israelíes; y despreciada por segmentos sociales más populares pero muy nacionalistas, que lo consideran producto de la propaganda y hasta de un cierto antisemitismo histórico europeo.

El filósofo de derechas francés de origen judío André Glucksmann se mofa, en un comentario para LE MONDE, de las críticas sobre la “desproporción” de la actuación israelí. “Todo conflicto es por naturaleza desproporcionado”, asegura en tono sofista. Y termina con una afirmación deliberadamente provocadora: “No es desproporcionado querer sobrevivir”.

En el terreno mediático, las desproporciones son alarmantes. Como viene siendo desgraciadamente habitual, los militares le han tomado la medida a los medios, quienes, guerra a guerra desde 1991, se muestran cada vez más impotentes, dependientes y sumisos de la autoridad competente..... militar, por supuesto.

Los periodistas no han podido cubrir los hechos desde el interior de Gaza por expresa prohibición de Israel, pese a que el Tribunal Supremo decidiera que los informadores pudieran ingresar junto con el personal de servicio de la ONU y las organizaciones humanitarias. Resultado: la desproporción informativa lleva a que veamos las casas de las ciudades meridionales israelíes dañadas por los cohetes Qassan, pero apenas podamos contemplar el destrozo de Gaza, más allá de algunas imágenes sueltas de los episodios más dramáticos, servidos por freelancers locales que trabajan para las cadenas occidentales.

Suscita también dilema moral ciertas desproporciones en las actuaciones de los dirigentes norteamericanos. A saber:

- Que la administración Bush se empleara a fondo para convencer a los indios de que se abstuvieran de emplear la fuerza contra las bases en el vecino Pakistán de los jihadistas responsables de los atentados de Bombay, mientras justificaba, defendía y alentaba la respuesta militar contra Hamas en Gaza, por unas acciones que tuvieron consecuencias mucho menos dramáticas.

- Que Obama haga de Don Tancredo en esta ocasión, cuando se apresuró a manifestar sus opiniones con ocasión de los mencionados atentados de Bombay.

- Que los medios de comunicación convencionales norteamericanos sigan empeñados en mostrar una visión decididamente parcial e incompleta de la significación de HAMAS para la sociedad palestina, en tanto acentúan el carácter “defensivo” de la actuación israelí.

En el juego de las proporciones y desproporciones para fijar el juicio moral, se pasan por alto, a menudo, ciertos elementos:

Tan cierto es que HAMAS hizo inviable la continuidad de la tregua, como que Israel nunca cumplió uno de los principios de la misma al no levantar, ni siquiera relajar, el bloqueo de la franja, haciendo por momentos insoportable la vida cotidiana de millón y medio de palestinos.

Tan cierto es que HAMAS se ha resistido a reconocer el derecho de Israel a existir como que Israel se ha negado a aceptar que el movimiento islamista ganó en buena lid las elecciones y su triunfo no le valió la condición de socio en unas eventuales negociaciones.

Tan cierto es que HAMAS representa la expresión más sombría del panorama político ideológico en las sociedades árabes actuales como que Israel ha ido enterrando sus originales credenciales democráticas para deslizarse hacia un sistema militarista, debilitado por la corrupción, la mediocridad política, el sectarismo mediático y la intolerancia de buena parte de su población.