COLOMBIA: LAS OPCIONES TRAS EL REFERÉNDUM

5 de Octubre de 2016
                
La conclusión más repetida tras la derrota de los acuerdos de paz en Colombia es que ha triunfado el NO. Es discutible. Más bien, ha triunfado la perplejidad, la indecisión o el simple desinterés por los intereses públicos, a tenor de la altísima abstención (más de las dos terceras partes del censo). Es un dato capital que en las zonas más afectadas por la guerra, donde ha habido más víctimas, el SI ha triunfado de forma abrumadora. Han sido los núcleos de población más alejados del conflicto los que han hecho fracasar políticamente el acuerdo.
                
En las últimas 72 horas se han adoptado algunas medidas por los protagonistas del proceso y se han apuntado escenarios alternativos desde puestos de observación y análisis.
                
LAS PRIMERAS ACTUACIONES DE LOS PROTAGONSITAS
                
1) El gobierno y las FARC no dan por muerta la paz y para escenificarlo sin demora, han vuelto a La Habana, aún no se sabe si para renegociar, modificar o replantear el acuerdo, o simplemente para concertar una respuesta pactada. Algo que no debe darse por garantizado: aunque las dos partes tienen interés en salvar el acuerdo, sus objetivos son diferentes.
                
2) El presidente Santos ha admitido que no tiene plan B. O dijo que no lo tenía, para no alentar una respuesta negativa, o para afirmar la idea de que la paz no podía ser moneda de cambio. De hecho, convirtió la firma de los acuerdos en una celebración de la paz, creyendo que el positivo efecto propagandístico le permitiría alcanzar un porcentaje favorable superior al 70%, como auguraban los sondeos más optimistas.
                
3) El líder guerrillero, Rodrigo Londoño, ha manifestado que defenderán el acuerdo con palabras y no con balas. Pero si desde el gobierno, o desde sectores del Ejército opuestos al proceso, consiguen arrinconar al gobierno, a Timochenko  y al resto de sus compañeros de dirección les podría resultar imposible controlar a sus comandantes intermedios y la sucesión de escaramuzas bélicas sería inevitable.
                
4) El ex-presidente Álvaro Uribe, el principal dirigente político opuesto al acuerdo, se ha mostrado cauteloso, en cierto modo conciliador y ha pretendido proyectar una imagen de estadista, al avenirse a una reunión con el Presidente Santos para encontrar una solución. Uribe es el vencedor político del chasco referendario, pero corre el riesgo, si no administra bien su éxito, de que se vuelva contra él, en caso de que se imponga de nuevo el escenario de una guerra fuera de control.
                
LAS OPCIONES PREVISIBLES
                
1) Una primera opción, la más deseable, sería un ajuste del acuerdo, incorporando algunas de las exigencias del bando del NO, en particular, la noción de justicia transicional (evitación de la pena de cárcel incluso para los delitos de sangre) y los derechos políticos blindados de los guerrilleros (puestos reservados en el Parlamento, en próximas elecciones). Lo más positivo sería que la renegociación no se prolongara mucho (sólo algunas semanas, no meses) y que el gobierno considerara innecesario convocar otro referéndum, como apunta Adam Isacson, responsable de la Oficina de Latinoamérica, en Washington (1).
                
En cuanto al contenido de las rectificaciones, la investigadora Valda Felbab-Brown afirma que "el liderazgo de las FARC necesitará aceptar algún grado de responsabilidad y arrepentimiento...y tendrá que aceptar un mayor grado de justicia jurídica por su comportamiento pasado y no sólo esperar perdón" (2).
                
Los defensores del NO sostienen que el gobierno ha sido muy complaciente con la guerrilla en la rendición de responsabilidades y, con toda seguridad, van a insistir ahora, con el resultado de la consulta encima de la mesa, que los guerrilleros con delitos de sangre probados afronten penas de "efectiva restricción de libertad" de entre cinco y ocho años.
                
El problema es que los guerrilleros difícilmente van a aceptar dejar las armas para entrar en la cárcel. Para ellos, tal escenario equivaldría a una "rendición" que no merecería la pena aceptar, y seguramente preferirían volver a las armas,  como sostiene acertadamente Isacson en su artículo antes citado.  Esto nos sitúa en el segundo escenario.
                
2) El regreso al escenario bélico para recalibrar fuerzas. Es la aspiración no declarada de los opositores al acuerdo. Uribe y los suyos creen que las FARC se encuentran muy debilitadas y, de habérseles presionado un poco más, se habían avenido a un trato más ajustado a la justicia, tal y como ellos la contemplan.    
                
La derecha radical se maneja con cierta hipocresía en la proclamación de la justicia. En la negociación para la reinserción de los paramilitares (las Autodefensas), que Uribe promovió, acordó y ejecutó, las supuestas penas de prisión pactadas estaban plagadas de agujeros, lo que permitió una cierta impunidad de hecho, aunque no de derecho.
                
Otro factor que pueda empujar a la reanudación de la guerra en el replanteamiento radical de los derechos políticos garantizados a los guerrilleros.  No es previsible que los uribistas acepten que no se modifique este capítulo del acuerdo.
                
3) La tercera opción que se está manejando es una reforma de la Constitución. Paradójicamente, la derecha más radical y la guerrilla coinciden en esta aspiración, aunque por razones distintas.
               
Los conservadores activos pretenden introducir valores de orientación religiosa y endurecer la persecución de ciertos delitos que tienen fuerte raigambre social y política.
                
La izquierda, por el contrario, aspira a que la Carta Magna garantice medidas de reforma agraria y reparto de la riqueza. De hecho, una de las mayores concesiones de las FARC en el acuerdo de paz ha sido precisamente la distribución de tierras a campesinos pobres.
              
El gobierno y los progresistas más moderados consideran muy arriesgado abrir ahora el melón constitucional. Consideran que la última reforma, efectuada en 1991, supuso la modernización de un texto centenario y la consagración de derechos de minorías (3).
               
En definitiva, lo inmediato sería impedir que el resultado del referéndum precipite el bloqueo de algunas provisiones previstas, como el traslado paulatino de los siete mil guerrilleros hacia las zonas de desmovilización y la liberación de niños soldados.

(1) "Back to Square One". ADAM ISACSON. THE CIPHER BRIEFING, 4 de octubre.

(2) "Voters said 'no' to peace in Colombia. What's next?". VANDA FELBAB-BROWN.  BROOKINGS INSTITUCIÓN, 3 de octubre.

(3) NEW YORK TIMES, 4 de octubre.