EL FANTASMA DE TONKIN

19 de junio de 2019
                
Estados Unidos vuelve a estar en el ojo de un huracán innecesario en Oriente Medio, en esta ocasión en el Golfo Pérsico, epicentro del tráfico internacional de petróleo y otros derivados, aún esenciales para el funcionamiento de la economía mundial.
                
Es una crisis anunciada desde hace meses, provocada de forma caprichosa y del todo evitable. Aún hay margen para la cordura, pero cuando al mando hay un líder errático y vanidoso (Donald Trump), un consejero fanático (el inefable Bolton, superviviente neocon reciclado en esta administración irreal), un congresista con esteroides pero sin dotes significativas para la diplomacia (Mike Pompeo) y además el Jefe interino del Pentágono deja su puesto en plena crisis, el panorama no resulta halagüeño.
                
Lo que puede librar al mundo de una conflagración de incalculables consecuencias es, paradójicamente, el instinto del propio Trump, contrario a embarcarse en este tipo de aventuras bélicas que tanto han dañado el prestigio de Estados Unidos. Por una vez, el presidente puede ser parte del problema y de la solución a la vez.
                
LA INSENSATA DESTRUCCIÓN DEL ACUERDO NUCLEAR
                
La secuencia de la crisis es de sobra conocida. Trump abandonó, sin motivos, el acuerdo nuclear con Irán, impulsado por dos elementos de dudosa solvencia: demoler el legado de Obama y avenirse a la agenda israelí. Europa protestó y el resto de signatarios hicieron lo propio. La agencia de energía atómica de la ONU certificó que Irán estaba honrando el acuerdo. Sólo los reinos petroleros del Golfo respaldaron la iniciativa rupturista. Pese al consejo contrario de los generales que dieron empaque a su primera etapa de gobierno, Trump se mantuvo en sus trece, porque “América es lo primero”. Y tal vez lo único.
                 
Los ayatollahs pusieron el grito en el cielo y amenazaron con recuperar el programa nuclear en su integridad, pero durante meses se mantuvieron a raya. Las potencias europeas han intentado que Washington rectificara, al tiempo que diseñaban un sistema de intercambio que eludiera las sanciones a terceros, para salvaguardar los intereses de las empresas que tienen proyectos actuales o en gestación con la República Islámica (1).
                
La Casa Blanca se ha movido como un elefante en una cacharrería. Se reimpusieron  sanciones que se habían levantado y se ha acosado a Irán para que ceda, para que renegocie el acuerdo, renuncie a programas militares (misiles) y desarme o disuelva a los subrogados que supuestamente alimenta en toda la zona para que le hagan el trabajo sucio y sordo contra sus rivales regionales (en Líbano, Yemen, Irak, Siria y hasta en el interior de los reinos petroleros).
                
Pero Irán no es una república bananera ni un Estado producto de la manipulación colonial. Es una teocracia. Terrible, sin duda. Pero no más ni menos que Arabia Saudí, amiga de Occidente, que no duda en vulnerar las más elementales reglas de conducta decente. Irán atesora una cultura milenaria, que ha conocido guerras, invasiones y desafíos de enorme envergadura. Es una potencia militar, económica, política y religiosa. Es el segundo exportador mundial de crudo (hasta que EE.UU. lo ha querido) y el faro de la rama más militante del Islam.   
                
Cuando el sector duro del régimen iraní se percató de que no había nada que hacer con esta administración norteamericana, elevó el tono. Los moderados, liderados por el Presidente Rohani y el jefe de la diplomacia, Javad Zarif, no pudieron aguantar la presión y se unieron al discurso de la dignidad nacional. Mandaron señales a Europa para que pusiera en practica mecanismos que, en la práctica, mantuvieran a flote el acuerdo.
                
Ante la falta de resultados tangibles, Irán amenaza ahora con responder de manera más contundente, es decir, abandonando las limitaciones de su programa nuclear. Advierte que en apenas una semana podría superar los 300 kgs. de uranio enriquecido que le imponía el pacto nuclear (2). Pero los ayatollahs, enfrascados en sempiternas riñas, luchas de poder y visiones muy distintas del destino de la revolución, dejan la puerta abierta a una solución pacífica. El presidente Rohani suaviza la retórica guerrera del líder supremo, Jamenei (3).
                
Europa se ha vuelto a partir por el Canal de la Mancha, como de costumbre. La Gran Bretaña del Brexit (como la de Blair) mira de nuevo más al otro lado del Atlántico que al continente y avala, sin entusiasmo, la estrategia rupturista norteamericana. En medio de una surreal crisis de liderazgo, el Reino Unido se agarra más que nunca a la relación más especial que nunca con el primo atlántico, con la vista puesto en un futuro desanclado de la UE.
                
Trump vacila, como señala agudamente el corresponsal de seguridad nacional del NEW YORK TIMES, David Sanger (4). No es un secreto. El presidente hotelero quiere relegar a Irán a la condición de palomero de Oriente Medio, pero sin disparar un solo tiro. Después de haber ridiculizado a Georges W. Bush y a su equipo de neocon partidarios de cambios de régimen a la hechura de los intereses norteamericanos, ahora compra su retórica pero no su visión. Con su manual de negociador duro pretende doblegar a Irán sin enfangarse en una aventura bélica que podría arruinar su presidencia, su prestigio y, lo que más le importa, su vanidad.
                
MINAS SOSPECHOSAS
                
Los ataques con minas sufridos por petroleros hace mes y medio y estos últimos días se presentan como la “pistola humeante” de la agresividad del régimen iraní, al que se presenta frustrado por el efecto devastador de las sanciones y entregado a una venganza desesperada contra el tráfico mundial de crudo (5). Europa ha pedido pruebas de la autoría iraní, pero Washington administra con cuenta gotas la información. Se teme que estemos de nuevo ante otra farsa como la de las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein para justificar la destrucción criminal de Irak.
                
Otra comparación histórica resultaría más sugerente: Tonkin. Los falsos ataques de Vietnam del Norte contra barcos norteamericanos fondeados en la base naval enclavada en el golfo vietnamita fue el detonante de la intervención armada más calamitosa en la historia de Estados Unidos (ahora disputada por Afganistán, basada si no en la falsedad, al menos en la exageración y la manipulación).
                
Trump manda mil soldados más (se dice que para proteger a los que ya vigilan la zona), moviliza portaaviones e intenta meter miedo a los dirigentes iraníes, mientras que sus fieles construyen la narrativa que legitime algo que, en el fondo, le repele, porque intuye que es demasiado arriesgado para salir bien. Pero no está claro que los ayatollahs capitulen tan fácilmente. Una guerra en un enclave tan delicado puede provocar un marasmo en toda la economía mundial, justo cuando arranca la precampaña de las presidenciales de 2020.
                
Esas minas plagadas de sospecha pueden desencadenar armas de destrucción masiva. Se lee estos días cómo sería un conflicto bélico, que desbordaría el estrecho de Ormuz, el mar de Omán o el Golfo Pérsico, para replicarse en numerosos puntos calientes de Oriente Medio y en cualquier lugar donde puedan ser identificados objetivos norteamericanos (6). Las represalias iraníes pondrían a Washington  en un dilema permanente sobre el alcance de la escalada. Pero Estados Unidos no se puede plantear en serio una destrucción de Irán sin que el mundo se estremezca de Norte a Sur y de Este a Oeste. Es una locura demasiado grande.        

NOTAS

(1) “Europe tests the boundaries on Iran”. NAYSAN RAFATI y ALI VAEZ. FOREIGN AFFAIRS, 4 de febrero.

(2) “Iran to surpass uranium stockpile limits on days”. AL JAZEERA, 17 de junio.

(3) “Iran will not wage war against any nation, says Hassan Rouhani”. THE GUARDIAN, 18 de junio.

(4) “Trump careens toward a confrontation with Iran”. DAVID SANGER. THE NEW YORK TIMES, 17 de junio.

(5) “Iran seems prepared for major -but measured- escalation in the Gulf. FARZIM NADIMI. THE WASHINGTON INSTITUTE FOR NEAR EAST POLICY, 14 de junio; “Iran is wining, but US has options, in Gulf crisis”. SIMON HENDERSON. THE HILL, 17 de junio.

(6) “What a war with Iran would look like”. ILAN GOLDENBERG