17 de agosto de 2016
La
guerra en Siria nos deja otro verano atroz. La ciudad de Alepo, otrora capital
industrial y cultural del país, se ha visto dolorosamente castigada, tras una
inicial ofensiva de las fuerzas gubernamentales, con apoyo aéreo ruso, y el
posterior contraataque de los 'rebeldes' (islamistas y pro-occidentales, por
separado). El objetivo de los primeros era cortar las vías de suministros del
sector oriental, controlado por la oposición. No lo han conseguido, al menos de
forma completa y satisfactoria. Una vez más, se ha afianzado la idea de que no
hay solución militar y que la prolongación de la guerra sólo está agravando el
sufrimiento de la población, sin que se haya avanzado sustantivamente hacia el
fin del conflicto (1).
La
tragedia de Alepo ha puesto de manifiesto también el pulso entre Washington y
Moscú y sus dos modelos de intervención en la guerra de Siria. Las dos
superpotencias de la guerra fría se han visto obligadas a revisar sus doctrinas
y modus operandi, en función de las nuevas realidades geoestratégicas. Y el
ajuste está resultando muy complicado (2).
Siria
es uno de los capítulos más controvertidos de la política de acción exterior
del Presidente Obama. Desde la fallida "línea roja" de las armas
químicas, la Casa Blanca está intentando mantener un difícil equilibrio entre
la destrucción del Daesh y la evitación de cualquier forma del
salvamento del régimen de Damasco. La intervención efectiva de Rusia, de la que
en pocos días se cumplirá un año, ha complicado los cálculos y actuaciones de
los Estados Unidos, ya que, para evitar una escalada indeseable, debe llegar a
un sistema de acuerdos con el Kremlin, militares, humanitarios, diplomáticos y
políticos, que a veces pueden encajar difícilmente y perjudicar, a la postre,
la estrategia general ante el conflicto.
Putin
no está a salvo de esos problemas, pero parece haber evitado esa pesadilla que
Obama predijo hace precisamente un año. La ventaja para el Kremlin es que
carece de oposición interna inquietante, contrariamente a lo que le ocurre a
Obama, que carece de apoyo, haga lo que haga, y más en esta irracional campaña
electoral en la que estamos (3).
¿UN
EJE RUSO-IRANÍ?
La
utilización por la aviación rusa de una base en Irán para realizar operaciones
de bombardeo aéreo de singular envergadura ha resultado una novedad de enorme
interés. No es solamente que, por primera vez, la República Islámica asista a
las fuerzas aéreas rusas en Siria, donde juegan en el mismo bando. Lo más
trascendente es que nunca antes, ni el actual régimen islámico iraní, ni
tampoco durante la Monarquía, Irán había puesto a disposición de una potencia
extranjera una instalación militar para una acción de guerra. El Sha, un aliado
sólido de Estados Unidos, no llegó a tanto, ni en los momentos más tensos de la
guerra fría (4).
Los
analistas se preguntan por el alcance de esta escalada en la cooperación
militar ruso-iraní, aunque la mayoría de ellos se inclina por descartar el
alarmismo. El Departamento de Estado se ha declarado "no
sorprendido", pero admite que la administración no fué informada por el
Kremlin de esta iniciativa. Lo que constituye una cierta paradoja, si se tiene
en cuenta que hace semanas que rusos y norteamericanos están trabajando en un
sistema de colaboración militar, para evitar una colisión por accidente o
error.
Irán
tiene su propia agenda en Siria, que es más vital y profunda aún que la rusa.
Para los ayatollahs es fundamental que no haya un cambio de régimen en
Damasco favorable a los intereses saudíes; ni siquiera occidentales. Assad es
un aliado sólido y comparte con Irán la necesidad de mantener un eje chií, con
el respaldo (o al menos, sin la hostilidad) de Irak, cuya estabilidad depende
tanto de Teherán como de Washington.
Por
cierto, que Irán no se ha limitado a visualizar esta colaboración militar con Rusia.
También se ha reactivado su interés por participar en otras iniciativas
regionales en Asia Central y en el Cáucaso, donde ha aflorado de nuevo la
tensión entre Armenia y Azerbaiyán. Irán y Rusia no apoyan al mismo socio, pero
comparten un interés: que el conflicto se mantenga bajo control (5). En un
contexto más amplio, Irán se ha acercado también a China, que tiene intereses
muy nítidos en la estabilidad y desarrollo de las estepas centroasiáticas (6).
Pero
el principal aliciente que el régimen islámico iraní ha podido tener para servir
esta ayuda operativa a la fuerza aérea rusa es de orden interno. Pese a que
Irán está cumpliendo con las exigencias del acuerdo de desnuclearización, como
acreditan distintas instancias internacionales de revisión y control, y
ratifica también Washington, las sanciones no están desapareciendo tan rápido
como Teherán desearía. Las autoridades norteamericanas se han empeñado en
explicar a sus contrapartes iraníes que no todo depende del gobierno, es decir
que las instituciones bancarias y las empresas son autónomas a la hora de tomar
sus decisiones. Lo cual sólo es cierto a medias. El Congreso, dominado por los republicanos, no ha dejado
de amenazar con otra batería de sanciones (7). Por no hablar de la
incertidumbre electoral. De ahí la creciente irritación en Teherán y las
tensiones, nunca resueltas entre moderados y radicales (8).
Una
alianza táctica de Teherán con Moscú puede servir de presión a Washington para
que haga más esfuerzos en crear ese ambiente favorable para que el
levantamiento de las sanciones sea una realidad y empiece a generar beneficios
tangibles en la economía iraní. El momento de este acercamiento operativo entre
Rusia e Irán es especialmente sensible, después del movimiento realizado por el
Presidente turco Erdogan. Ankara, contrariamente a Moscú, defiende al bando
contrario a Irán en Siria y es un aliado nominal de Estados Unidos y de Europa,
pero el golpe de estado fallido ha alterado las percepciones -ya antes
sometidas a tensión- de lealtad y coherencia entre unos y otros.
Rusia
e Irán quieren acabar con el llamado Estado Islámico tanto como Estados Unidos.
No tanto Turquía, o no a costa de reflotar definitivamente a Assad, algo que
tampoco Washington desea, pero que puede aceptar de forma temporal. Por eso,
los estrategas de la Casa Blanca no parecen alarmados con esta triangulación
forzada. A día de hoy, resulta imposible una alineación sólida de estos tres
países, más allá de cálculos tácticos, es decir, de bazas negociadoras para
objetivos menos explícitos (9). Esa es la buena noticia.
La
mala es que Washington no dispone de una mano ganadora para deshacer esa
convergencia de intereses. Puede vivir con ella, si no pasa a mayores, pero
retrasará y hará más complicada la resolución de la guerra siria, la
eliminación del poder territorial del Daesh y, en general, la
estabilización de la zona, al menos en los niveles anteriores a 2011.
(1) "Aleppo: is
the turnaround sustainable for the rebels? FABRICE BALANCHE. THE WASHINGTON
INSTITUTE, 9 de agosto.
(2) "Why the U.S. Military can`t fix
Syria". STEVE SIMON Y JONATHAN STEVENSON. NEW YORK TIMES, 13 de julio;
"What to do whe containingu the syrian crisis has failed". MICHAEL
O'HANLON. WASHINGTON POST, 1 de agosto.
(3) "Military
success in Syria gives Putin upper hand in U.S. proxy war". NEW YORK
TIMES, 6 de agosto; "Closng loopholes in the proposed Us-Russia agreement
on Syria". ANDREWW J. TABLER. THE WASHINGTON INSTITUTE, 14 de julio.
(4) "In a first,
Russia uses an Iran base for its syrian campaign". NEW YORK TIMES, 17
de agosto.
(5) "How Iran and
Russia are wooing Azerbaiyan". ALEX VATANKA. FOREIGN AFFAIRS, 11 de
agosto.
(6) "Iran's Shanghai Dream.The Perks and Pitfalls of Joining China's Security
Club".KEVJN LIM. FOREIGN AFFAIS, 25 de Julio.
(7) "The Iran deal: Off to an encouraging start, but
expected challenger". ROBERT EINHORN. CENTER FOR 21ST CENTURY SECURITY
AND INTELLIGENCE (EN brooking.com, 13 de julio).
(8) "The JOPCA [acuerdo nuclear] and Iran's internal faction
battles". THE WASHINGTON INSTITUTE, 12 de julio.
(9) "Russia and Turkey make nice. But will It last. NICK DARNFORTH Y CHRIS MILLER. FOREIGN AFFAIRS, 11 de agosto.