10 de Julio de 2014
Los
frentes bélicos en Irak parecen haberse estabilizado en las dos últimas
semanas. Los principales actores del conflicto se han dedicado a reorganizar
sus fuerzas y renovar sus urgencias institucionales. Está pendiente la
conformación de una nueva mayoría de gobierno, tras la negativa de Maliki a
hacer concesiones a sunníes y kurdos y el rechazo de éstos a colaborar con la
formación dominante (Al Dawa) de la mayoría chií. Los insurgentes, por su
parte, han proclamado el 'Califato' en los territorios bajo su control y
han modificado ligeramente su nombre: pasan a denominarse simplemente Estado
Islámico (EI). (1)
Por
su vocación y ambición, este grupo no sólo aspira a heredar la capacidad
amenazante de una declinante y envejecida Al Qaeda, sino a sustituirla, a
superarla, a convertirla en irrelevante o en un recuerdo. La cúpula dirigente
del EI parece haber comprendido que la 'jihad', para seguir viva,
necesitaba pasar de la fase de revuelta a la de consolidación. Los dos
elementos estructurales que pueden garantizar esa transición son las finanzas y
el aparato militar. A ellas se ha consagrado Abu Baker Al Baghdadi y su estrecho
círculo de confianza.
Varios
analistas e investigadores han rastreado recientemente lo que se conoce del
funcionamiento de este grupo y casi todos ellos coinciden en que nos
encontramos ante un modelo más acabado, sólido y estable de entidad
revolucionaria, pero con ánimo de convertirse, como ellos mismos han declarado,
en una entidad estatal o 'Califato' (2).
¿DESESTABILIZACIÓN
REGIONAL?
Esta
maduración de la 'jihad' no sólo apunta a establecer como organización
asimilable a un 'estado' en las zonas 'liberadas' de Irak y Siria. Tiene la
pretensión de extenderse por el resto de esos dos países y más allá, aseguran
los analistas mencionados. Líbano y Jordania serían los dos objetivos
siguientes en la lista.
En
el caso del Líbano, es bien sabido que nada de lo que ocurra en Siria puede
dejar de tener consecuencias directas en el pequeño país de los cedros. La
participación activa en la guerra siria de uno de los principales actores políticos
libaneses, el movimiento chií Hezbollah, mediante el apoyo militar de
sus unidades de élite a su protector Assad, lo convierten en un objetivo claro
para el EI, representante del 'sunnismo' más intransigente.
Jordania
representa un caso singular, por la vinculación económica y tribal que tiene
este país con Irak. Aparte de consideraciones prácticas y utilitarias,
recuérdese que el rey Hussein fue uno de los pocos líderes árabes que mantuvo un
diálogo más o menos fluido con el derrocado Saddam Hussein durante los años de
acoso occidental. Por extravagante que resultara, el monarca hachemí veía en el
dictador iraquí un protector frente al otro vecino indeseable, el sirio Hafez
El Assad, padre del actual presidente y fundador de la 'dinastía' alauí.
El
EI ha manifestado su deseo de incorporar a Jordania a su 'califato', lo
que se antoja más como una bravata que como una amenaza digna de tenerse en
cuenta, aunque algunos analistas no descartan incursiones esporádicas (3). Por
si acaso, el Estado jordano ha duplicado sus efectivos militares a lo largo de
sus casi doscientos kilómetros de frontera con Irak. Es evidente que la
eventualidad de una acción militar 'jihadista' contra Jordania resultaría
intolerable no sólo para Washington, sino también para Israel, y sólo el riesgo
de desestabilización del reino provocaría una intervención armada norteamericana
(4).
Pero
la amenaza del EI en Jordania no debe leerse como un intento de asalto directo
al poder o conquista militar, como en Siria o Irak, sino como una propagación
del proselitismo jihadista local, hasta ahora más o menos contenido. En
los últimos años, el nuevo rey, Abdallah, ha conseguido asimilar el malestar palestino
(comunidad muy influyente y numéricamente dominante en Jordania) y canalizar
los brotes democratizadores de la 'primavera árabe'. Más dificultades ha
tenido en desarraigar el peligro integrista. No hay que olvidar que el jefe de
Al Qaeda en Irak y auténtico jefe de la insurgencia sunní contra la presencia
norteamericana en el país, Al Zarqaui, era jordano. En la actualidad, un
clérigo jordano lidera el reclutamiento de combatientes para la guerra en la
vecina siria (5).
¿MIEDO
A OTRA OLEADA TERRORISTA?
Robin
Simcox, uno de los analistas que ha
investigado al EI, considera que Occidente debe prepararse también para una
próxima amenaza quizás más intensa y peligrosa que la protagonizada por Al
Qaeda en la década anterior. El propio coordinador de la unidad antiterrorista
de la UE, Gilles de Kerchove, estimaba como "muy probable" que el
ISIS pudiera estar "preparando, entrenando y destinando a algunos de sus
combatientes extranjeros para que realizaran ataques en Europa, o fuera de
Europa". Simcox menciona algunos antecedentes de intentos de atentados (Glasgow,
Estocolmo, Bruselas), que alcanzaría también a Estados Unidos y Canadá (6).
En
la mayoría de estos análisis se percibe un cierto tono alarmista y quizás
exagerado de la capacidad desestabilizadora de la nueva organización islamista emergente
liderada por Al Baghdadi. No obstante, pueden encontrarse valoraciones más
mesuradas que rebajan notablemente el alcance de la amenaza. Es el caso de otro
investigador del Centro Brookings de Doha, F.Gregory Gause III, para quien,
pese al daño que pueda hacer, incluida una momentánea fracturación del país, "es
casi imposible" que el EI gane la guerra de Irak (7). Cuanto más que se
encuentre en disposición de desestabilizar a los países vecinos.
En
lo que todos los analistas coinciden es en afirmar la repercusión directa de la
guerra sirio-irakí en el reavivamiento de las tensiones regionales, que incluye
conflictos directos como el de Palestina, y pulsos latentes como el que
protagonizan los dos grandes actores de la zona, Arabia Saudí e Irán.
No
es un secreto que el trono de los Saud se encuentra más que inquieto por las
consecuencias de un acuerdo nuclear de Occidente con Irán, y mucho más con una
posible colaboración entre Washington y Teherán para prevenir el colapso o la
partición efectiva de Irak. De hecho, aunque el EI se pueda declarar enemigo
del régimen saudí (no lo ha hecho explícitamente) y Riad haya tomado medidas
militares de protección suplementaria, no son pocos los que sospechan o piensan que
la monarquía wahabí mantiene una relación ambivalente con círculos de apoyo de
la organización 'jihadista', como lo ha hecho tradicionalmente con Al
Qaeda, por mucho que sus portavoces oficiales lo hayan desmentido reiterada y
ruidosamente.
(1) En el nuevo nombre, simplemente se suprimen las
referencias territoriales de "Irak" y "Levante". No
obstante, en este comentario seguirá citado en ocasiones como ISIS , porque esas son las siglas en inglés de
su antiguo nombre, como aparece en los artículos que se referencian.
(2) BARAK MENDELSOHN, investigador del Haverford College y
del Instituto de Investigación de Política Exterior, ha diseccionado la
evolución divergente de ambas organizaciones 'jihadistas' en "The
rise of ISIS and the fall of Al Qaeda". FOREING AFFAIRS, 15 de Junio de
2014.
(3) CHARLES LISTER (Centro Brookings de Doha). "What
will ISIS do next?". BBC, 27 de junio de 2014.
(4) DAVID ROTHKOPF. "The real red line in the Middle
East. FOREING POLICY, 30 de Junio 2014.
(5) BRIAN KATULIS, MOKHTAR AWAD Y HARDIN LANG.
"Gatekeeper of the Jihad". FOREIGN POLICY, 18 de Abril de 2014.
(6) ROBIN SIMCOX."ISIS' Western ambitions". FOREIGN
AFFAIRS, 30 de junio de 2014.
(7) "Can Iraq survive the ISIS storm". Entrevista de
Mohamed Aly Sergie a F.Gregory Gause III, en COUNCIL OF FOREIGN RELATIONS, 15
de Junio de 2014.