7 de marzo de 2018
“¡Qué
burdel!”. Así caricaturizaba el diario IL TEMPO la situación política en Italia
tras los resultados de las recientes elecciones generales. El titular va más
allá de la ironía o el cinismo tan propio de la prensa transalpina. La imagen
vulgarizada del periódico juega con la relatividad moral de la política
italiana, la falta de principios ideológicos, de referencias programáticas, de
honestidad de los dirigentes.
En
efecto, la Italia política ha sido y es (¿por cuánto tiempo) un burdel donde
cada cual se vende al mejor postor, o al que cree que puede pagarle la mejor
tarifa. Estamos de momento en la fase de presentación y reconocimiento del
género. ¿Quién se acostará con quién
y cuánto costará el servicio? Nadie se atreve a pronosticarlo.
El
sistema electoral combinaba la modalidad mayoritaria y proporcional. En la
primera se premia al candidato individual y en la segunda al partido o, más
propiamente, a la coalición. Esta combinación inédita ha facilitado un
resultado con “dos vencedores”: el populista Movimiento 5 estrellas ha sido el
partido con más porcentaje de votos y de diputados (32%), pero la coalición de
la derecha y la extrema derecha (o de la extrema derecha con dos disfraces
distintos) ha obtenido el mejor rédito, con un 37%. Lejos, unos y otros, del
40% necesario para poder formar un gobierno estable.
Era
lo que se esperaba, más o menos. El presidente Mattarella, figura encargada de
buscar la fórmula viable de gobierno, lo tiene difícil. La coalición derechista
no reúne los diputados para obtener la confianza de la cámara, aún en el
supuesto caso de que la Lega y Forza Italia se pusieran de acuerdo con
el liderazgo, sin olvidarse del socio menor, los fratellos neofascistas.
Los
ciudadanos han añadido más picante a las consultas poselectorales al otorgarle
a la Lega más votos que a Forza Italia en el bloque derechista. Lo
que altera la percepción de liderazgo en una hipotética coalición de gobierno.
Berlusconi ha sido superado por Salvini, el joven líder bombástico de la
antigua formación nordista. Il Cavaliere
parece definitivamente amortizado, quizás la única buena noticia entre tanto
sobresalto.
Las
relaciones entre Berlusconi y Salvini no son ejemplares. De ahí que algunos analistas
políticos italianos, acostumbrados al juego eterno de la deslealtad, la
traición o el simple oportunismo, contemplen un acuerdo entre Lega y M5E.
EL
SEMI-VUELCO TERRITORIAL
El
semi-vuelco territorial es uno de los principales datos arrojados por las
elecciones. La Lega ya había dejado de
ser exclusivamente un partido del norte en su denominación y planteamiento
políticos y doctrinarios, para convertirse en una opción de todo el país. El electorado del sur ha “comprado” su
transformación al otorgarle la segunda posición en el Mezzogiorno (mediodía), sólo por detrás del Movimiento Cinco
Estrellas. Ha podido influir que el nuevo, joven y escasamente preparado líder
de esta formación populista, Luca Di Maggio, sea originario de Nápoles.
Más
allá de estos juegos poselectorales en los que los italianos han demostrado una
consumada maestría, las elecciones dejan un regusto de inquietud e
incertidumbre. Los dos vencedores mantienen
posiciones críticas sobre el proyecto europeo. Algo especialmente chocante en
un país que hasta hace pocos años era un baluarte del europeísmo (1)
Una
eventual coalición entre la Lega y el
M5E haría encender las alarmas en
Bruselas, París, Berlín y otras capitales europeas. La dupla Salvini-Di Maggio
estaría más cerca de la que componen el húngaro Orban y el polaco Kaczynski,
que la representada por Merkel y Rajoy. Y, por supuesto, el leguista está más próximo a Marine Le
Pen que a Macron.
No
obstante, algunos comentaristas creen que ni Salvini ni Di Maggio, en esa supuesta
“coalición de los dos vencedores”, o en cualquier otra, se atreverán a voltear
el tablero europeo, más allá de ciertas peticiones de cambios, en particular en
el dossier migratorio. Los leguistas mantienen
posiciones claramente xenófobas y racistas, mientras los populistas se han
parapetado en una ambigüedad oportunista o confusa (2).
EL
CALVARIO SOCIALDEMÓCRATA
Por
lo demás, las elecciones han significado un castigo para el centroizquierda
(por debajo del 20% de los votos), uno más en una larga y dolorosa cadena de
frustraciones. La desnaturalización de la opción progresista no hacía augurar
otra cosa. En nombre de la gobernabilidad a toda costa, la socialdemocracia, en
cada una de las formas que adopta en el viejo continente, ha perdido el alma; o
mejor dicho, ha abandonado a su electorado.
Lo
dice muy bien el analista Tony Barber en el FINANCIAL TIMES: no es el proyecto
original de la socialdemocracia (estado de bienestar, creciente igualdad y
trabajo estable) lo que ha sido rechazado por millones de electores, sino la tolerancia
del socialismo democrático ante “los peores excesos del capitalismo financiero”
y la “colusión con la derecha para que los menos favorecido paguen la factura
del rescate” (3).
La
derrota italiana subraya aún más la arriesgada decisión de los socialdemócratas
alemanes de seguir manteniendo el gobierno de coalición con Angela Merkel. Las
bases han revalidado la decisión de la dirección del partido por un margen de
dos a uno (66%). A pesar de la claridad del resultado, el ambiente ha sido de
funeral, de incomodidad, de creciente polarización, debido a la “repolitización
del debate político como no ocurría en Alemania desde los años sesenta”, como
sostiene Ulrich von Allemann, un politólogo de Düsseldorf (4)
De
hecho, la decisión de seguir en la GrosKo
(gross koalition) no se ha adoptado por convicción, sino, según la gastada
fórmula italiana, con la nariz tapada. Se ha justificado por pura
supervivencia: unas nuevas elecciones podrían acentuar el descalabro en las
urnas, hasta el punto de ser superados por los populistas nacionalistas de
Alternativa por Alemania (AfD).
La
contradicción es perversa: el alejamiento de las referencias políticas e
ideológicas desgasta social y electoralmente al partido y para revertir esta
tendencia y evitar males mayores se incide en el error. El ala juvenil del SPD (los
Jusos) denuncia esta política como
suicida, pero los dirigentes más tradicionales del partido se aferran
dramáticamente a ella (5).
El
pragmatismo fue precisamente lo que impulsó al entonces joven y carismático
alcalde de Florencia al liderazgo de la herencia comunista italiana, de la que
resta una memoria cada vez más débil. Renzi era una especia de Blair del sur, otra de esas ilusiones de
rostro atractivo con las que la socialdemocracia oculta sus carencias, errores
y desconciertos.
Para
bien o para mal, Renzi ha sido un émulo fallido del expremier ministro
británico. El fracaso del domingo le ha hecho dimitir, aunque dice que
permanecerá al frente del PD (desnaturalizado hasta en su denominación) para
vigilar que no se apoyen soluciones de gobierno populistas, xenófobas o
antieuropeas. Es la última traca en una historia de salvas sin verdadero
impacto en la política italiana.
NOTAS.
(1) “Italie: un des pays le plus europhiles est devenu
eurmorose et euroesceptique”. Entrevista con MARC LAZAR, profesor de Sciences
Po en París y en Roma. LE MONDE, 6 de
marzo.
(2) “Two
ways to read Five Star’s victory. RACHEL DONADIO. THE ATLANTIC, 5 de marzo.
(3) “Europe
center left has lost voters’ trust”. TONY BARBER. FINANCIAL TIMES, 27 de febrero.
(4) “Allemagne: SPD, le gran desarroi”. THOMAS WIEDER. LE MONDE, 1 de marzo.
(5) “The
28-year-old socialist who could end the Merkel era”. KATRIN BENNHOLD. THE NEW YORK TIMES, 2 de marzo.