UNA PRESIDENCIA DESCARADAMENTE IMPERIAL

 22 de octubre de 2025

Estados Unidos ha actuado desde su confirmación como potencia mundial de primer orden, a mediados del siglo XIX, con una lógica en cierto modo imperial, por mucho que sus representantes políticos y sus agentes económicos lo hayan siempre negado.

Es muy discutible que Estados Unidos haya sido y sea una democracia que defiende un orden internacional liberal, basado en el respeto de las normas y el Estado de Derecho, logrado por acuerdo consentido con otros países que comparten esta visión de la geopolítica internacional.

NARRATIVA LIBERAL Y CRUDA REALIDAD

Después de la Segunda Guerra Mundial, EE.UU confirmó y afianzó su condición de líder máximo e indiscutible del bloque occidental, en competencia con la otra superpotencia que nacía por entonces, la Unión Soviética, expresión de una vocación revolucionaria comunista. Con el transcurrir de la guerra fría y la eclosión de no pocas guerras calientes periféricas (los llamados conflictos de baja intensidad, porque supuestamente no tenían entidad para provocar una conflagración planetaria), surgió el mundo bipolar. Las dos superpotencias impusieron un orden de afiliación y sumisión a esta lógica del reparto del poder internacional. La ONU, como proyecto universal de resolución pacífica de conflictos, alumbrado en 1945, ha sido siempre un organismo subsidiario del pulso entre las dos superpotencias y sus principales aliados. 

La desintegración de la Unión Soviética hizo concebir a algunos el alumbramiento de un nuevo Orden Internacional. O para ser más exactos, la extensión del Orden Liberal a todo el planeta, sin resistencias ni conflictos. Todos sabemos en que quedó eso.

La narrativa liberal dominante es que la actitud revisionista de la Rusia, que se impuso tras el periodo de confusión y turbulencia de los primeros años posteriores a la URSS, y la irrupción de China como potencia aspirante a discutir la hegemonía mundial de Estados Unidos han trastocado esa evolución planetaria del Orden Liberal. O, en palabras de Fukuyama, el arribo al “fin de la Historia”.

Lo que los exégetas del Orden Liberal se resisten a admitir es que ese Orden no estaba tan ordenado y que no era tan liberal. Muy al contrario. En la periferia del sistema internacional apadrinado por Occidente, primaron durante décadas gobierno con prácticas e ideologías políticas no sólo autoritarias, sino directamente antidemocráticas dictatoriales y ferozmente represivas.

Y, por el contrario, experiencias políticas que respetaban el sistema de valores occidentales fueron boicoteadas, combatidas o directamente derribadas con el concurso imprescindible de quien pretendidamente ostentaba, entonces y ahora, la bandera de ese Orden Liberal Internacional.

 

AMÉRICA LATINA, PATIO TRASERO PERPETUO

Si en algún lugar tal comportamiento ha sido especialmente escandaloso y persistente, ha sido en América Latina. Desde comienzos de siglo XX, con la proclamación de la ‘Doctrina Monroe’ y la política de las cañoneras, Estados Unidos luego sólo ha aceptado la lógica liberal si ésta era sumisa a los intereses norteamericanos o a los del capitalismo internacional, del que se convertía en portavoz privilegiado.

No hay tiempo  aquí para relacionar las sucesivas intervenciones o las estrategias estadounidenses que han funcionado en contra de los principios que desde Washington se ha querido imponer a otros países en otros lugares del mundo. Un diario español, no sospechoso de hostilidad hacia EE.UU recordaba esos casos esta misma semana (1).

La frecuencia y brutalidad con la que Estados Unidos ha apoyado, financiado y armado a agentes antidemocráticos para derribar democracias es impresionante. Sólo comparable con la lista de dictaduras a las que ha respaldado económica, política, diplomática y militarmente, una vez derribados los regímenes precedentes.

A lo largo de todas estas décadas, Estados Unidos se ha resistido a admitir su participación directa en actuaciones de esa naturaleza o, cuando no era posible hacerlo, se ha empeñado en justificarlo con todo tipo de argumentos espurios.

TRUMP: IMPERIO SIN MÁSCARA

Así hemos llegado al tiempo actual, en el que el ocupante de la Casa Blanca no tiene empacho alguno en pregonar su gusto por la “política de las cañoneras”, aunque también se ampare en el engaño y la mentira, cuando pretende justificar su desembozado imperialismo por la necesidad de combatir el “narcotráfico y la delincuencia común”, sin prueba alguna.

La agresiva política de Trump contra Venezuela y Colombia, dos países gobernados por dirigentes de distintas adscripciones izquierdistas, nos recuerda otra actitud más taimada pero no menos destructiva implementada hace medio siglo en el subcontinente, siguiendo un libreto previamente aplicado en Guatemala (con éxito) y en Cuba (con estrepitoso fracaso). Luego vinieron otras intervenciones sonoras (en Granada, en Panamá) o sordas (en Haití y otros países a los que se impidió seguir por una vía contraria a los intereses defendidos por Washington).

De lo que Trump presume ahora es de su voluntad para actuar sin complejos, sin respeto siquiera formal por esas normas del derecho internacional, ni apego algunos a los principios del Orden Liberal. Estados Unidos derribará el régimen de Venezuela, si puede hacerlo (2) con argumentos tan “sólidos” como lo fueron el peligro del totalitarismo marxista en Chile en 1973. O subvertirá el gobierno moderadamente progresista de Colombia, asfixiándolo económicamente, inventando supuestas conexiones con las bandas criminales del narcotráfico y denigrando a su actual Presidente, simplemente por no comulgar con las mentiras y caprichos del mandatario estadounidense (3).

Los incidentes de las últimas semanas (ataques militares a embarcaciones supuestamente propiedad de narcotraficantes) forman parte del libreto de intervenciones de agencias  e instituciones del poder imperial de Estados Unidos. Ahora se ha sabido que la CIA ha sido autorizada a realizar acciones encubiertas de sabotaje en Venezuela. Nada en absoluto novedoso.

Si Trump ha jugado a “pacificador” en Oriente con un falso Plan de Paz para Gaza, en América Latina no tiene ni siquiera necesidad de camuflar sus auténticos propósitos: eliminar cualquier brote de resistencia al poder imperial de Estados Unidos y, si es necesario, eliminar a cualquiera que se oponga a sus designios.

Ya sabemos los dirigentes que gustan a Trump: el golpista Bolsonaro en Brasil, que actuó a su imagen y semejanza, atribuyendo falsamente el triunfo de su oponente a unas elecciones “amañadas”; o el ultraderechista Milei en Argentina, al que se ha visto obligado a “rescatar” ahora mediante un doble crédito económico con el que no están de acuerdo ni siquiera los sectores más ultras de EE.UU (4) .

Bolsonaro fracasó en Brasil, pero él o su familia no escatimarán esfuerzos hasta volver a intentar otro golpe de Estado (5). A Milei seguramente no le alcanzará con la lluvia (insuficiente) de dólares norteamericanos para impedir la enésima quiebra del país y, lo que es peor, la destrucción implacable de un sistema económico quizás fallido pero menos pernicioso que el que tiene en su cabeza. De momento, la lucha contra la corrupción, uno de los “ganchos” con los que engañó a sectores sociales desesperados, se ha convertido en aprovechamiento descarado de la corrupción sistémica (5).

Poseído de una egolatría maníaca, el actual Presidente de los Estados Unidos está convencido de que puede hacer lo que quiera, teniendo en cuenta esta actitud de amedrentamiento y pasividad que se observa en sus socios y adversarios, con sólo un puñado de nobles excepciones.

Y mientras se erige en Emperador de un sistema internacional en bancarrota, que sólo su genialidad puede rescatar, se dedica a socavar los fundamentos democráticos de su propio país, ya de por si bastante deteriorados desde hace décadas. Está pervirtiendo el uso de las fuerzas de seguridad y militares para fines extraños y hasta contrarios a la Constitución. Está provocando un confrontación institucional inédita en EE. UU. Ante la falta de respuesta del otro Partido del sistema, el Demócrata, están surgiendo en las calles, en los campuses y en los lugares de trabajo una protesta social creciente (6).

Esta Presidencia Imperial no evoca las maneras de Julio César o de Augusto, el primer emperador romano, gobernantes sobre la ruinas de una República, sino las de Calígula, una caricatura posterior de sus antecesores.

NOTAS

(1) “La actividad de la CIA contra el chavismo resucita el intervencionismo de EE UU en América Latina”. MARÍA ANTONIA SÁNCHEZ-VALLEJO Y FRANCESCO MANETTO. EL PAÍS, 19 de octubre.

(2) “What’s the U.S. Endgame in Venezuela? Three possible scenarios for Trump and Caracas. GEOFF RAMSEY. FOREIGN POLICY, 16 de octubre.

(3) “Colombia’s Leader Accuses U.S. of Murder, Prompting Trump to Halt Aid”. SIMON ROMERO, GENEVIEVE GLATSKY y ZOLANKANNO-YOUNG. THE NEW YORK TIMES, 19 de octubre.

(4) “Brazil’s Historic Conviction. Can the country’s democracy heal from the Bolsonaro era while resisting U.S. intimidation?”. OLIVER STUENKEL. FOREIGN POLICY, 12 de septiembre.

(5) “Trump’s Argentina gambit is not ‘America First’”. ISHAAN THAROOR. WASHINGTON POST,  22 de octubre; “Trump Offered a Helping Hand to Argentina. It Backfired”. THE NEW YORK TIMES, 15 de octubre de 2025;

(6) “‘No More Trump!’: Protesters Denouncing the President Unite Across the Country”. CORINA KNOLL. THE NEW YORK TIMES, 18 de octubre; “Mouvement No Kings face à Donald Trump : des manifestations joyeuses et massives, mais un aveu d’impuissance”. NICOLAS CHAPUIS & ARNAUD LEPARMENTIER. LE MONDE, 19 de octubre.