16 de Julio de 2016
A
primera hora de la mañana del sábado, todo indica que la intentona de golpe de
Estado militar en Turquía habría fracasado. No obstante, la situación es
todavía muy confusa. Se ignora la identidad de los responsables de la
iniciativa, la motivación (mas allá de una invocación general sobre la
"restauración de la democracia") y, lo que resulta decisivo, los
apoyos con los que, a priori, contaban los golpistas.
Con la
cautela que tal escenario aconseja, éstas podrían ser las claves de esta crisis
política e institucional.
1) La
presión bélica. Turquía participa en dos guerras simultáneas: contra el Daesh,
y contra los kurdos. Difícil equilibrio, porque los kurdos son los mejores
colaboradores de Estados Unidos en la guerra contra el terrorismo yihadista.
2) La
amenaza terrorista, derivada de la anterior. También es dúplice. Los kurdos han
reanudado la lucha armada contra el Estado, después de la ofensiva militar
contra ellos, aunque su capacidad de golpear ha sido seriamente mermada en los
últimos meses. Al contrario, los yihadistas han elevado la apuesta, sin
proclamarlo públicamente, para dejar abierta la posibilidad de que Erdogan recupere
la política de pasividad de hace un año.
3) La
deriva autoritaria de Erdogan. Muy criticada por la oposición, por los sectores
cívicos de defensa de los derechos y libertades y por intelectuales en el
extranjero. En los aparatos del Estado (Fuerzas Armadas, Justicia, etc.) han
vuelto a surgir voces críticas y se ha detectado un malestar creciente, pese a
la política de nombramientos y depuraciones que ha ido reforzando el control
del partido islamista moderado en el poder.
4) El
debilitamiento de la base social del Presidente. No tanto por el deterioro de
las libertades, sino por los efectos de la crisis económica. Los años de la
prosperidad, el factor más decisivo en la fortaleza política de Erdogan, se ha
evaporado en gran parte. La base social del presidente se ha debilitado.
5) La
disidencia en el propio partido del Presidente, el AKP. La sustitución del
Primer Ministro Davotoglu y líder funcional del partido, hace un par de meses,
puso de manifiesto que Erdogan no esta dispuesto a tolerar voces críticas, ni
siquiera en aspectos tácticos, en su círculo más estrecho de poder. El
desacuerdo de Davotoglu con su patrón se extendió a numerosos asuntos, desde el
pacto migratorio con la Unión Europea a la estrategia de control y represión de
los sectores críticos internos, en el partido, la sociedad y el propio Estado.
Davotoglu contaba con respaldo importante en el Ejército y la Judicatura, y sin
duda en Washington y en las capitales europeas.
6) Una
reorientación de la política de alianzas para reforzar su posición
internacional, en un momento de acumulación de amenazas. En las últimas semanas,
se han producido al menos tres episodios de reconciliación (o reanudación de
diálogo) del Presidente con actores externos: Israel, Rusia y Siria-Irán.
El caso
más llamativo es Israel. La crisis abierta por el episodio de la flotilla de
apoyo a Gaza en 2010 parece haberse cerrado con el acuerdo alcanzado en las
últimas semanas, que establece mecanismos de colaboración entre los dos países.
Aunque hay serias dudas de su efectividad y solidez, lo cierto es que Erdogan
ha puesto un gran interés en atender las peticiones israelíes.
Con
Rusia, las conversaciones no han cuajado aún, pero la acritud de los últimos
meses parece superada. Erdogan telefoneó a Putin a finales de junio para lamentar
el derribo del avión ruso en una zona fronteriza con Siria en el mes de
noviembre, que provocó el deterioro de las relaciones bilaterales. Las motivaciones
del presidente turco para este acercamiento a Moscú no están claras, pero
tienen necesariamente que ver con la presión terrorista del Daesh y con
el riesgo de que el la guerrilla kurda del PKK pudiera hacer con armamento
sofisticado ruso, e incluso con la sospecha de que algunos ciberataques
sufridos en los últimos meses hayan sido realizados o inspirados por el Kremlin.
El
último gambito, el establecimiento de puentes de diálogo con Siria, o con Irán,
como palanca principal de influencia en Damasco, es más oscuro, y no ha podido
ser confirmado, pero algunas informaciones permiten formular la hipótesis de un
replanteamiento general de alianzas, o al menos de una apertura de opciones por
parte del Presidente, ante la sensación de hostigamiento a que se ha visto
sometido en los últimos tiempos.
7)
¿Divisiones en el Ejército? Es uno de los factores más intrigantes, pero quizás
el que pudiera ser decisivo para entender la intentona del 15 de julio. Desde
el proceso Ergenekon, una supuesta trama golpista cívico-militar en 2010,
Erdogan parecía haber neutralizado cualquier intento de desafiar su poder. El
líder turco habría hecho progresos incluso en la institución más hostil a su
hegemonía, las Fuerzas Armadas. Debe quedar claro que, por lo menos hasta
ahora, no había facciones militares. La institución es sólidamente kemalista,
es decir, laica, opuesta por completo a la islamización de la sociedad, y
profundamente profesional, muy anclada en sus compromisos con la OTAN. Las
tentaciones golpistas parecían olvidadas, pese al malestar provocado por el
triunfo de otro partido islamista. Poco a poco se fue descartando que Erdogan
pudiera acabar como Erbakan, el líder islamista que tuvo que renunciar a la
jefatura del Gobierno en 1997 por la presión de los cuarteles. Algunas
informaciones recientes señalan que el actual Presidente había conseguido
componer una dirección militar si no afín a sus tesis, al menos leal a su
autoridad política. Pero el autoritarismo del Presidente y sus planes de
modificar la Constitución podrían haber hecho rebrotar el malestar castrense.
8) La cautelosa
posición de los aliados y vecinos. El golpe no parece haber contado con el
respaldo de aliados y vecinos. Pero es cierto los pronunciamientos exteriores
se hicieron esperar, quizás por la confusión de las primeras horas. Es un hecho
que Estados Unidos ha contemplado con inquietud la deriva autoritaria de
Erdogan, sobre todo tras la sustitución de Davotoglu, pero la cooperación de
Erdogan en la lucha contra el Daesh (uso de la base de Incirlik,
principalmente) había suavizado el malestar norteamericano. En estos tiempos,
no hay apetito en Washington por correcciones militares, aunque el acomodo
siempre llega, como se ha visto en Egipto. En cuanto a la posición rusa, debe
descartarse que el Kremlin prefiera un gobierno militar, en pleno proceso de
reconciliación, o al menos de encaje, con Erdogan.