Concluyó
la Convención Demócrata la noche del jueves, con el colofón del discurso de
aceptación de la nominación como candidato presidencial, pronunciado por Barack
Obama. El Presidente en ejercicio (incumbent, en el lenguaje
norteamericano) intentó insuflar a los suyos la convicción de que la elección
de noviembre será histórica.
"En los próximos años -ha dicho Obama- se
adoptaran grandes decisiones en Washington, sobre empleo y economía; impuestos
y déficits; energía y educación; guerra y paz; decisiones que tendrán un gran
impacto en nuestras vidas y las vidas de nuestros hijos durante las próximas
décadas".
Un
sentido de responsabilidad, no exento de cierto dramatismo, ha sustituido el
tono entusiasta y desbordadamente optimista de hace cuatro años. "No se
trata de una elección cualquiera -ha insistido el Presidente- sino de una
elección entre dos diferentes senderos para América, una elección entre dos
visiones fundamentalmente diferentes del futuro".
¿DOS
MODELOS DE SOCIEDAD?
El
mensaje de Obama es consistente con las otras grandes proclamas escuchadas en
la Convención de Charlotte, Carolina del Norte. Los pesos pesados demócratas han
sostenido, en discursos y estilos variados, que el pueblo norteamericano decidirá
entre dos modelos de sociedad: uno más individualista/egoísta y otro más
colectivo/solidario.
El
ex-presidente Clinton, erigido el gran animador de la fiesta, lo dijo con estas
palabras: "si quieren un país en el que los ganadores se lo lleven todo y
cada uno busque su conveniencia, voten a los republicanos; si quieren, en cambio,
un país de prosperidad y responsabilidad compartidas, entonces voten a Obama y
Biden".
De
forma más poética, más retórica o más de sociedad ideal en el imaginario
norteamericano, la esposa de Obama, Michelle, encargada de la carga emotiva del
encuentro, afirmó que su marido sabe bien "cómo hacer realidad para todos
el sueño americano en el siglo XXI".
Este
'leit-motiv' de la Convención Demócrata ha sido en parte voluntario y en
parte forzado. No son tiempos de optimismo y hay que apelar a los grandes
ideales. Pero más allá del 'aire caliente' de una ocasión como ésta, lo
que está en mente de la dirección demócrata es el triunfo electoral.
Como
el peso de la crisis recae más sobre el que gobierna que sobre el que espera
beneficiarse del desgaste para tomar las riendas, los demócratas necesitaban
una estrategia ganadora en un entorno hostil. No resultaba eficaz proclamar
promesas de resultados inmediatos. Lo dijo Obama en su discurso: "no
pretendo decir que lo que ofrezco sea rápido y fácil; hará falta años para
afrontar los desafíos que se nos presentan".
Este
mensaje nos suena, ¿no? Algo así han dicho, estos últimos meses, los dirigentes
europeos al competir en unas elecciones o al iniciar su tarea de gobierno:
Hollande, Rajoy o Monti (por citar sólo los últimos). ¿Les diferencia su modelo
de sociedad? Solo en los matices.
¿Ocurre
algo similar en Estados Unidos? Seguramente, si. Los demócratas enfatizan el
enfoque del modelo de sociedad como una estrategia electoral, aunque lo
presenten como una cuestión esencial o de identidad. Naturalmente, no es lo
mismo votar a Romney que a Obama, pero ambos no representan modelos tan
distintos como pretenden los demócratas.
Si
la Convención republicana fue -como decíamos en el comentario anterior- un
aquelarre de mentiras groseras y casi desvergonzadas, el cónclave demócrata ha
sido un esfuerzo de reconstrucción de un imaginario político, no ajeno
completamente a la realidad, pero tampoco cabal. Uno de los episodios más
destacados, el discurso de Bill Clinton, es el mejor ejemplo de ello.
El
ex-presidente dedicó su discurso a fundamentar con datos y estadísticas las
diferencias históricas e inmediatas de las gestiones demócratas y republicanas.
Resistió la tentación de airear en demasiada sus éxitos macroeconómicos, para
no parecer que promocionaba más su legado que el mandato de Obama (como algunos
temían que hiciera). Contrariamente a
los republicanos, no mintió. Pero si eludió o silenció ciertas realidades
importantes. Por ejemplo, que durante su presidencia se prolongaron las
políticas de desregulación y descontrol
financiero que condujeron luego a la catástrofe; o que tampoco se frenó la desigualdad
social iniciada en los ochenta. Clinton escenificó la representación de un
mundo igualitario que el 'establishment' demócrata proclama más que
practica, sin duda para conectar con sus bases, para no decepcionar sus
expectativas.
Ese
mismo empeño fue el de Michelle Obama, pero en el plano personal, el que se
dirige sin atajos al corazón. Al proclamar que los cuatro años en el Casa
Blanca "no han cambiado a Barak", la 'primera dama' quiso
asegurar que su marido -y ella misma- no se habían apartado de los millones de
norteamericanos que se han abierto paso por el trabajo y el esfuerzo diarios.
Que seguían siendo como ellos. Otra construcción imaginaria, que no falsa.
¡VIVA
LA CLASE MEDIA!
Hay
que matizar, sin embargo, que el destinatario de los mensajes políticos e imaginarios de la Convención
no han sido las clases o los grupos sociales más desfavorecidos. El
protagonista en Charlotte ha sido, explícitamente, la 'clase media'. Y
aquí es donde se desvela la estrategia de la dirección demócrata. La clase
media es la que decidirá la contienda electoral de noviembre (y cualquier
otra). Esa mayoría de la población, "presionada y acosada", como dijo
Elisabeth Warren, la oradora más a la izquierda de la Convención, no tiene, sin
embargo, un modelo de sociedad único. No tiene referencias ideológicas
uniformes, como en cualquier país occidental. Puede ser tan insolidaria como
las clases más favorecidas. Peo ahora hay que conquistar su corazón, de ganar
sus votos, de hacerles sentir víctimas de unas políticas que muchas veces
apoyaron, consciente o inconscientemente, imbuidas por esa 'cultura del éxito'
que los demócratas en este momento critican o cuestionan no como tal, sino en
la versión interpretada por los republicanos.
Al
cabo, de eso se trata. No de elegir entre dos modelos de sociedad, sino entre
dos interpretaciones -más áspera o más suave- de un mismo modelo compartido por
republicanos y demócratas. O, en la claves de las Convenciones de estos días,
entre la mentira y la representación. Entre el cinismo y la compasión. Nada
más... O nada menos.