2019: LO QUE NOS ESPERA EN LA ESCENA INTERNACIONAL

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26 de diciembre de 2018

El año que comienza no se presenta muy venturoso que digamos. En realidad, como siempre, pero ahora con una sobrecarga de las previsiones negativas o pesimistas, que se proyectan sobre todas las regiones mundiales sin excepción. Dejamos aquí un apretado avance de la agenda mundial en 2009.

EL DESCONCIERTO EUROPEO

Las elecciones al Parlamento europeo del mes de mayor serán un nuevo test para el nacional-populismo, en el terreno que a sus adalides más les gusta. En estos comicios, los electores suelen dar rienda suelta a sus instintos y enfados, creyendo que sus votos no tienen consecuencias demasiado efectivas. Por lo general, en estas citas se han producido una suerte de salvas políticas que luego no siempre se han traducido en fuego real cuando ha llegado la hora de votar en las elecciones nacionales. Poco importa que el Parlamento europeo, con las sucesivas reformas de los Tratados de la Unión, ya tenga poderes reales. No se percibe así por los electores, que se toman esta convocatoria como un aviso a sus navegantes líderes políticos.

La crisis de los gilets jaunes en Francia, el nuevo brote de inestabilidad político-territorial en Bélgica, la emergencia de la extrema derecha sin disimulo en España (con el telón de fondo de la crisis catalana) y el envalentonamiento del populismo en Italia pueden alentar oleadas catárticas en mayo y arrojar sal en las heridas europeas.

Pero nada como el Brexit para reforzar la sensación de crisis fuera de control. La fecha del 29 de marzo puede significar el fin de un proceso, pero también el comienzo de otro, más incierto y convulso aún: una separación sin acuerdo. Pero también pudiera significar nada en realidad, si hubiera elecciones anticipadas o un acuerdo, improbable pero imposible, para celebrar otro referéndum que deshiciera el nudo gordiano. Los tories están divididos y a la greña, ciertamente, pero los laboristas no lo están menos, con una dirección escindida, reflejo de la fractura existente en su base: remainers (mayoría: clases medidas y jóvenes) contra brexiters (minoría concentrada en zonas desfavorecidas y resentidas por la crisis). Está por ver si este monumental lío (the big mess) se lleva por delante a la premier May pero también al líder de la oposición mayoritaria, Jeremy Corbyn, asaltado desde varios frentes internos.

TRUMP: LA SOLEDAD DEL MANAGER

¿Qué decir del presidente-hotelero, convertido en gran bufón del espectáculo mundial? En las próximas semanas debe sustanciarse el trabajo del fiscal Mueller. Tenga o no consecuencias jurídicas, lo cierto es que, con las nieves de enero a orillas del Potomac, el Individuo 1 (como se le denomina en los documentos de la mega investigación) tendrá que achicar agua en un barco a la deriva, sin oficiales maduros (growns-up) a bordo, tras la última purga de la Casa Blanca.
La Cámara baja del Congreso tiene poderes para prolongar el trabajo de Mueller en una especie de exorcismo político sin piedad. Es verdad que no todos los demócratas están por la labor de convertir el anti-trumpismo en la divisa de identidad del partido. Pero las presidenciales de 2020 aún están lejos, la estrategia está por definir y los candidatos por clarificar. El ánimo de confrontación en Washington es muy intenso. Nancy Pelosi ha tenido que pactar con el ala insurgente de los blues para asegurarse su última reelección como líder de la nueva mayoría y, por tanto, speaker de la Cámara. ¿Facilitará la octogenaria californiana una estrategia de confrontación con la Casa Blanca? ¿Blindarán los republicanos al atribulado presidente, desde el Senado?

EL MALESTAR DE LA PERIFERIA

No todo se juega en Europa y en los Estados Unidos, (o en Canadá, que también votará en 2009, con la inmigración como asunto decisivo). El año que asoma contemplara elecciones en tres grandes países de la periferia: India, Indonesia y Nigeria; en total, dos mil millones de personas, el 30% de la población mundial llamado a pronunciarse. Tres grandes estados que son claves para la seguridad en sus regiones respectivas, todas ellas en permanente riesgo de inestabilidad y violencia, sin atisbos de mejora.

En India, el nacional-populista Modi se juega su prestigio y la continuidad de un proyecto semifallido, mientras a sus puertas se vivirán momentos decisivos de la guerra afgana, con un previsible fracaso definitivo de la aventura norteamericana, el crónico malestar pakistaní, ahora con un presidente que navega entre el populismo y la tutela militar, y una eventual reprogramación de alianzas internas y externas.

Nigeria no tiene ya el mismo influjo que en otros tiempos sobre el devenir del continente africano, asolado por los problemas de siempre y por los más recientes, como el afloramiento del yihadismo, entre otros. El desenganche de Trump y la perplejidad francesa puede abrir nuevas vías de influencia a terceros actores en el continente y promover focos de inestabilidad. La región seguirá arrojando seres humanos desesperados en busca de otro futuro, sin que en destino se les brinde una acogida no ya generosa, sino simplemente organizada y acordada.

Los argentinos, uruguayos y bolivianos también votarán el año que entra. Después del resultado cosechado en Brasil, se verá si hay una estabilización del giro a la derecha, es decir, otro de los vaivenes cíclicos en la región latinoamericana. El arranque de de López Obrador puede ser un contrapeso, pero tendrá que convocar un sortilegio para convencer a Trump de que hay soluciones mejores.

Entre las expectativas más favorables sobresale la que se dibuja entre las dos Coreas. Pero no se puede dar por seguro. Este eslabón perdido de la pasada guerra fría bien podría ser víctima ineludible de la nueva que parece en gestación. La paz definitiva entre esos dos estados de un mismo país puede fraguar y disolverse en un corto espacio de tiempo, si las tensiones mundiales reverberan con especial virulencia en Asia, donde confluyen conflictos territoriales, de soberanía, hegemonía económica, desconfianzas ancestrales, autoritarismo y crisis de gobernanza.

El conflicto que parece abocado un año más a la frustración es el palestino-israelí. Trump, pese a la exagerada proclamación de una iniciativa confiada al superyerno Kushner, será el decimotercer presidente que fracase en el empeño (en su caso, el menos solvente y más desequilibrado de la serie). Lo previsible es que todo se agote en un fuego de artificios que ni siquiera llegue al show de Singapur (caso norcoreano).

Las elecciones en Israel, adelantadas a primavera por las tensiones en la coalición derechista. Netanyahu ha aprovechado la situación para que las urnas distraigan al país de los escándalos de corrupción que le acosan ya desde el juzgado. Es de esperar un reforzamiento de las opciones intransigentes. El año termina con la enésima operación militar, en este caso, en la frontera norte, para destruir los túneles con los que la milicia chiita libanesa de Hezbollah amenaza, dicen, la seguridad nacional.

Debe temerse más inestabilidad en la región. Tras la anunciada retirada militar de Estados Unidos, está ya anunciada una ofensiva turca en el norte de Siria, con el objetivo de derrotar a las milicias kurdas que tanto han contribuido a derrotar al ISIS. Erdogan ha invitado a Trump para “agradecerle” una iniciativa que le deja las manos libres. Sería asombroso que el presidente turco deje pasar una oportunidad como ésta para seguir con su designio de hacer sombra a Atatürk.

Tampoco podemos esperar buenas noticias en Yemen, aunque el debilitamiento del heredero saudí y la nueva correlación de fuerzas en el Congreso norteamericano frene a los jeques de Riad y sus aliados del Golfo. Sólo una respuesta desesperada de Irán, por el impacto de la nueva ronda de sanciones tras la interrupción del acuerdo nuclear, podría vigorizar la alianza de Washington con las monarquías petroleras feudales.


NOTA.

Para quienes desean ampliar esta visión, es recomendable el trabajo del CIDOB, una rara avis en el pobre panorama español de análisis de las relaciones internacionales. https://www.cidob.org/es/publicaciones/serie_de_publicacion/notes_internacionals/n1_208/el_mundo_en_2019_diez_temas_que_marcaran_la_agenda_global


YEMEN: LA MAYOR VERGÜENZA DE LA DÉCADA


19 de diciembre de 2018
           
El sistema de seguridad internacional arrastra muchos fracasos y alguna que otra vergüenza de envergadura sonrojante. De muy distinta índole y naturaleza, por supuesto. Todos importan, en todos sufren sobremanera millones de seres humanos y muchos son evitables o limitables. Pero en algunos de ellos la incuria o el desprecio se hacen más escandalosos.

Si echamos la vista no demasiado atrás, cada década -por establecer un ranking ficticio del dolor- nos ofrece casos de sobresaliente gravedad. Vietnam y Biafra (en los 60); Bangladesh y Líbano (en los 70), Centroamérica, Afganistán y el cuerno de África (en los 80); Rwanda, Congo, la antigua Yugoslavia y Chechenia (en los 90); Irak (en el arranque del siglo XXI); y en está década que concluye, el drama de la minoría Rohingya en Birmania, Siria y, sobre todo, la guerra de Yemen (1).

UNA GUERRA CRIMINAL

La guerra de Yemen, como casi todas las que atormentan el Oriente Medio, presenta causas complejas, difíciles de resumir en poco espacio/tiempo. Como suele ocurrir, todos los actores involucrados, en mayor o menor medida, son responsables, ya sean en su acción sobre el terreno, como inductores y/o protectores.

Yemen es un país fracturado. O un estado fallido, en la jerga de las cancillerías o y think-tanks. Junto a Siria o Libia, ha sido uno de los ejemplos de la deriva catastrófica de la impropiamente denominada primavera árabe. Territorio supuestamente benigno en una zona de terribles condiciones climatológicas (la Arabia feliz de los romanos), Yemen ha sido casi siempre objeto de ambiciones y codicias de sus poderosos vecinos.

En el tiempo presente, dos grandes potencias regionales, Irán y Arabia Saudí (ésta última con el respaldo activo de su aliado regional, los Emiratos) han convertido el país en un sangriento y devastado campo de batalla.

La revuelta democrática árabe de 2011 prendió también en Yemen, El entonces presidente Saleh, protegido de los saudíes, fue contestado en la calle, en parte por las adversas condiciones de la vida que soportaba la población. El autócrata resultó sacrificado en beneficio de su segundo, Abd-Rabbo Mansur Hadi, un hombre débil y sin base de poder: una marioneta. Saleh, al frente de tribus y comunidades agraviadas, se alió con sus hasta entonces enemigos houthies, una minoría de confesión zaidí (versión local del chiísmo), para intentar recuperar el poder.

Los saudíes y emiratíes, alarmados por lo que contemplaron, de manera exagerada, como una injerencia de los ayatollahs iraníes, se comprometieron a fondo en la guerra, en apoyo de su nuevo hombre de paja. La guerra se regionalizó irremediablemente. En realidad, se internacionalizó, desde el punto y hora en que la administración Obama decidió apoyar, siquiera materialmente, a sus aliados saudíes, en un intento fallido por demostrarles que el acuerdo nuclear con Irán no desatendía los compromisos estratégicos de Washington con Riad.

Obama se arrepintió muy pronto de este error lamentable. El cambio de guardia en palacio elevó al megaheredero Mohamed Bin Salman (MBS), que se convirtió en gran factótum de la acción militar. Lo que éste concibió como una gran operación de prestigio terminó resultando un fiasco clamoroso y una espantosa pesadilla humanitaria, debido a una estrategia de tierra quemada que ha machacado a la población civil. Pese a una superioridad abrumadora, los houthies han resistido. Se han hecho fuertes en la capital, Sanaa, han aguantado el asedio de los Emiratos en el puerto occidental de Hodeida (punto de entrada del 70% de las importaciones del país y vía de acceso de la ayuda humanitaria) y han cobrado una altura inesperada como combatientes. Irán, patrón lejano, no participante directo en la guerra, ha conseguido debilitar a su rival sin comprometer tropas ni prestigio. Las dos petromonarquías del Golfo han arruinado su escaso crédito como naciones civilizadas al practicar en Yemen un auténtico crimen de guerra, en opinión de numerosas instituciones independientes.

Trump pretendió proporcionar oxígeno a los saudíes, halagándolos hasta la náusea, cuando desde no pocas instancias nada sospechosas de hostilidad hacia el trono absolutista se recomendaba distanciamiento. Tuvo que ocurrir el monstruoso asesinato del periodista disidente Khashoggi para que se abriera paso un viraje significativo. Los republicanos han hecho finalmente de tripas corazón y han hecho valer su mayoría en el Senado para sacar adelante una resolución que prohíbe la venta de armas que los saudíes emplean en Yemen. Esta iniciativa se ha solapado, no por casualidad, con la iniciativa diplomática más sólida hasta la fecha, comandada por la ONU. Lejos aún de unas negociaciones de paz, la comunidad internacional ha muñido un acuerdo del alto el fuego en Hodeida, el punto más caliente de la guerra en estos momentos. Sin embargo, como era de esperar, el silencio de las armas se deja esperar.

LA MAYOR CATÁSTROFE HUMANITARIA DEL MOMENTO

Hasta aquí un resumen apretado de los hechos. El corolario de la guerra deja un balance pavoroso. En estos cuatro años de conflicto bélico han muerto más de diez mil personas, la inmensa mayoría civiles. La tres cuartas partes de la población, unos 22 millones de personas, se encuentran en riesgo altísimo de perecer de hambre y/o de enfermedades como el cólera y otras. La infraestructura del país está destruida casi por completo. El tejido productivo se ha hecho añicos y tardará años en rehacerse. Los reportajes de Declan Walsh en THE NEW YORK TIMES, entre otros, son aterradores (2).

Yemen se ha ganado la triste consideración de mayor catástrofe humanitaria del momento, debido a la actuación saudí (sin olvidar la iraní, por supuesto), y la necesaria complicidad norteamericana. Como ahora reconocen muchos analistas, Washington podría haber evitado, primero, y concluido, más tarde, este conflicto sólo con embridar a la casa Saud. Obama no se atrevió, o lo hizo tarde y tímidamente. Trump alentó y ahora, avergonzado por el caso Khashoggi, deja que sus colaboradores y sus socios políticos actúen con más propiedad.

En uno de los artículos más reveladores escritos recientemente sobre la guerra de Yemen, Jeffrey Feltman, subsecretario de Estado con Obama y luego alto cargo de la ONU, admite que los “Estados Unidos y otras potencias cerraron los ojos ante las consecuencias de la intervención saudí” y sostiene que “la única forma expeditiva de concluir esta guerra” es presionar a Arabia Saudí para que suspenda su campaña militar de forma unilateral y retar a los houthies a que actúen en consecuencia” (3).

Se trata de una posición compartida por otros analistas. Bruce Riedel, un veterano responsable de la CIA con un profundo conocimiento de los desaguisados norteamericanos en la región, sostiene que Washington podría haber acabado de un plumazo con la pesadilla simplemente con no proporcionar las piezas de las máquinas de guerra, lo que hubiera dejado a los aviones saudíes y emiratíes en tierra (4).

Aparte de detener la guerra (objetivo aún por conseguir), preocupa y mucho la estabilización posterior (con el antecedente de Libia como referencia). Daniel Byman avizora un catálogo de peligros (ruptura definitiva del país con la repetida secesión del sur y fortalecimiento de las facciones yihadistas). En línea con la corriente de pensamiento que contempla a Irán como la gran amenaza regional, Byman considera que, con la guerra concluida, los Estados Unidos pueden reconducir la ayuda a sus protegidos saudíes sobre bases mejor fundadas, con el objetivo de frenar el supuesto expansionismo de Teherán en la región (5). Otro analista, Dana Stroul, detalla los retos que tendrá que abordar la misión diplomática de la ONU (6).

Cabe preguntarse si el complejo político, militar, diplomático e intelectual norteamericano ha sacado todas las conclusiones de ocho décadas de alianza con el régimen absolutista saudí. Todo indica que se encuentra atrapado en una lógica de interdependencia, obsoleta y notoriamente perjudicial para sus intereses.


NOTAS

(1)   “Yemen conflict explained in 400 words”. BBC, 13 de junio; “Yemen: Why is there a war”. BBC, 20 de noviembre.

(2)   “The tragedy of the Saudi Arabia’s war”, 26 de octubre; “In Saudi Arabia’s war on Yemen, no refuge by land or sea”17 de diciembre; “Life in Yemen is Sophie`s choice”. THE ATLANTIC, 29 de noviembre; “Yemenis are left so poor they kill themselves before the hunger does”, THE GUARDIAN, 11 de diciembre.

(3)   “The only way to end the war in Yemen”. JEFFREY FELTMAN. FOREIGN AFFAIRS, 26 de noviembre.

(4)   En una larga serie de artículos para la BROOKINGS INSTITUTION detalla su posición. https://www.brookings.edu/search/?s=bruce+riedel+yemen

(5)   “Yemen after a Saudi withdrawal. How much would change”. DANIEL S. BYMAN. BROOKINGS INSTITUTION, 5 de diciembre.

(6)   “How to build on new Yemen agreement”. DANA STROUL. THE WASHINGTON INSTITUTE FOR NEAR EAST POLICY, 13 de diciembre.