14 de febrero de 2018
Tras los dos graves
acontecimientos bélicos de los últimos días en territorio sirio, algunos
analistas hablan ya de escalada militar, de traspaso de líneas, de cambio de
reglas del juego. Otros, en cambio, creen que esas operaciones, aunque de
envergadura, deben interpretarse como maniobras tácticas para probar la
resolución de los contrarios. Una interpretación no es necesariamente opuesta a
la otra. Ambas coinciden en el riesgo de que una lectura errónea del adversario,
o un factor no previsible, desencadene una escalada difícil de controlar, al
menos al inicio (1).
Siria, en tanto país
unitario, ya no existe. La guerra ha acentuado las divisiones, étnica,
territoriales y estratégicas hasta fracturarlo, quién sabe si
irremediablemente, como ocurrió en Irak. La evolución de este país no invita a
pensar que en Siria va a ocurrir algo mejor. Hay razones para temer un
conflicto largo, insidioso y mucho más devastador del que ya conocemos. Para
tormento de la mitad de la población, que no ha podido abandonar el solar
sangriento al que ha quedado reducido su país (2).
Los actores de la guerra siria pueden describirse
en tres niveles: local, regional y global. Esos tres niveles están vinculados
por relaciones multilaterales, variables y contradictorias, lo que constituye
una razón de más para la prolongación del conflicto.
a) Nivel local.
- Los contendientes son las fuerzas
gubernamentales (NDF), bajo la autoridad de presidente Assad y su clan alawi,
no tan homogéneo como al comienzo de la guerra;
- las
fuerzas kurdas, que controlan dos porciones de territorio en el norte, uno en
la región noroccidental de Afrín y otro en Rojava, en la cuenca alta del
Eufrates, con Manjib como centro de operaciones;
- la
oposición árabe de vocación liberal o democrática, con todos los matices que
debe hacerse a estas denominaciones simplistas.
- las milicias islamistas árabes, con objetivos
estratégicos y políticos distintos al grupo anterior, pero enfrentadas al
Daesh.
- los restos de un ejército islámico en
desbandada, dispersos en torno a Deir el Zour, en la ribera baja del Éufrates y
en algunos reductos de la frontera sirio-iraquí.
b) Nivel regional.
- Irán. Es el principal aliado del gobierno
central, con quien comparte afinidad sectaria (los alauíes constituyen una rama
local, aunque autónomo del chiísmo). Los ayatolás
han salvado el régimen de Assad, porque le garantiza (al menos hasta
ahora), una influencia decisiva en la región y la conexión territorial
ininterrumpida entre sus aliados regionales desde el territorio iraní hasta el
Mediterráneo (Irán-gobierno moderado y milicias chiíes de Irak, minoría
gobernante de Siria y Hezbollah, el partido-ejército chií del Líbano).
- Israel. Enemigo
declarado de Siria, con el que sigue vigente el estado de guerra y ocupante de
una parte de su territorio, los Altos del Golán, fuente de parte de sus
recursos hídricos. Se mantuvo al margen de la guerra civil siria hasta que la
presencia iraní en el destrozado país se percibió como una amenaza de primer
orden. Israel no quiere que la alteración del estatus quo en Siria signifique
una mayor amenaza. Igual que se mostró inquieto por la “primavera árabe”, los
estrategas israelíes temen que el despedazamiento de Siria consolide el
fortalecimiento estratégico de Irán y tratarán de impedirlo de cualquier manera
posible.
- Turquía. Su principal
objetivo en la guerra es similar al israelí: que la debilidad del gobierno
sirio degenere en una situación de amenaza a sus intereses. Erdogan, cada vez
más autoritario y sin oposición en su país, trata de evitar que la debilidad
del gobierno sirio facilite la creación de un territorio kurdo independiente de
facto en el norte de Siria y considera a las milicias kurdas que dominan estas
regiones (YPG) como terroristas, inseparables de las milicias kurdas de Turquía
(PKK). Apoyó a las fuerzas de oposición árabes sunníes contra Assad desde el
principio, pero luego hizo la vista gorda cuando los jihadistas del Daesh se
hicieron fuerte a costa de los kurdos. Cuando los extremistas islámicos fueron
derrotados, el ejército turco lanzó sendas ofensivas en las zonas de Afrín y
Manbij, para expulsar a las milicias kurdas de esas zonas del norte de Siria.
- Irak. Actor muy
secundario, no por desinterés, sino por su propia fragilidad interna. Pero no
puede ser indiferente a lo que ocurra en un vecino que ha sido durante muchas
décadas rival, con quien comparte frontera, vínculos étnicos y destino
estratégico. Siria es un espejo en llamas del drama iraquí. Los efectos de la guerra
aún no se han absorbido. El gobierno central se encuentra desgarrado entre la
influencia de Irán, política y económica, pero también militar, a través de las
potentes milicias chiíes, y Estados Unidos, con su apoyo militar, aunque cada
vez más secundarios e incierto, y la dependencia económica que Washington
utiliza como arma persuasiva.
c) Nivel global:
- Rusia. Es la fuerza
aparentemente dominante en el conflicto. Desde que, en septiembre de 2015,
emprendiera la intervención militar para rescatar a su aliado Assad de las
ofensivas militares de la oposición democrática, islamista local e islamista
asociada al Daesh, ha consolidado su
influencia. Ha conseguido que el gobierno central controle el territorio útil
del país y asegure el núcleo duro y básico de la hegemonía alauí, en
cooperación, más que en alianza, con los iraníes y con los kurdos. Pero la
prolongación de conflicto es indeseable para Moscú. La guerra le cuesta dinero
y, desde ya, vidas, prestigio y seguramente fracasos a medio o largo plazo.
Quiere que el régimen sirio continúe bajo las premisas actuales, con o sin
Assad. Admite la influencia de Irán mientras no sea excesiva, maneja con
ambivalencia el poderío kurdo en el norte con ambivalencia y tolera los
legítimos intereses de seguridad de Israel, hasta el punto de evitar cualquier
confrontación militar directa con el estado sionista (2)
- Estados Unidos. Mantiene
una posición confusa y ambigua, debido a los sucesivos dilemas en que está
atrapada la administración Trump, debido a los irresolubles enfrentamientos
entre sus aliados o socios locales. Defiende, por encima de todo, la seguridad
de Israel, de ahí que rechace de manera contundente el incremento de la
influencia iraní. No contempla con buenos ojos la consolidación de Rusia como agente
global en la zona, pero trata de sacar provecho de este cierto regreso a la
lógica de la guerra fría. Le inquieta, pero acepta, el diálogo provechoso entre
Moscú y Jerusalén (3). La gran espina para los norteamericanos es el
nacionalismo turco. El Pentágono no está dispuesto a dejar vendidas a las
milicias kurdas que hicieron el gasto mayor en los combates contra los
extremistas islámicos. Pero el Departamento de Estado trata de no romper todos
los puentes con los turcos, los aliados más al este de la OTAN. Aunque las
relaciones entre Turquía y Estados Unidos atraviesan por el periodo más
delicado en las seis décadas de alianza, la ruptura definitiva sería demasiado
devastadora para que pueda producirse.
Es muy difícil prever el rumbo de los
acontecimientos. Se cree que todas las partes quieren mantener la situación
bajo control, pero los riesgos son altos.
- La escalada bélica entre
Israel e Irán no es querida por los dos superactores del nivel global, pero,
llegado un punto de fricción, podrían no estar en condiciones de evitarla. Los militares israelíes creen que el derribo
del dron iraní que penetró en cielo iraquí, supuestamente en misiones de
inteligencia, ha sido un test de la resolución judía. Comprobada la respuesta
contundente, se cree en Jerusalén que las fuerzas paramilitares iraníes se
abstendrán de ulteriores provocaciones, al menos por ahora. Los rusos no
intervinieron para detener el ataque aéreo israelí que propició el derribo del
dron iraní, pero tampoco impidió la respuesta antiaérea siria que destruyó el
F-16 israelí, y se mantuvo también al margen cuando los israelíes bombardearon
las baterías antiaéreas sirias y bases con presencia iraní (4).
- El pulso entre el
ejército turco y las milicias kurdas en el norte parece bajo control en los
últimos días, después de las visitas del Consejero de Seguridad Nacional, el
general Mac Master, y del Secretario de Estado Tillerson a Ankara. Pero parece
que estamos ante una tregua y no ante un principio de solución.
- El riesgo de
confrontación directa entre Estados Unidos y Rusia, por el apoyo que cada parte
presta a sus protegidos y/o aliados se ha puesto en evidencia este fin de
semana con la escaramuza en torno a Deir el Zour, en sureste sirio. El ataque
de las milicias sirias encabezadas por fuerzas iraníes con apoyo ruso contra
posiciones de la oposición moderada árabe desencadenó una contundente respuesta
aérea de la aviación norteamericana (F-16, F-22, Ac-10s y helicópteros Apache).
Resultado: un centenar de muertos entre los cuales figuran efectivos rusos,
cuya filiación, misión y objetivos aún están por aclarar (5).
NOTAS
(1) “Israel signalling a heavy Price
for iranian ‘entrechment’ in Syria. DAVID MAKOVSKY. THE WASHINGTON INSTITUTE, 12 de febrero.
(2) “Syria’s war mutates into a regional conflict, risking a wider
conflagration” THE WASHINGTON POST, 12 de
febrero.
(3) “Les limites de la stratégie syrienne du Kremlin”. MARC SEMO. LE MONDE,
5 de febrero.
(4) “Israel believes round of hostilities with Iran and Syria is over, but
another isa ll byt inevitable”. AMOS HAREL y YANIV KUBOVICH. HAARETZ, 11 de febrero.
(5) “Crossing redlines: escalation dinamics in Syria”. MICHAEL EINSENSTADT
Y MICHAEL KNIGHTS. THE WASHINGTON
INSTITUTE, 13 de febrero.