TÚNEZ: EXCEPCIÓN ÁRABE EN UN CÚMULO DE PARADOJAS

30 de Octubre de 2014
                
Túnez se encuentra en el epicentro de un proceso político iniciado con la revolución democrática de hace cuatro años. Una doble cita electoral debería definir, tras casi un lustro de zozobras, el porvenir inmediato del país.
                
La coalición liberal, centrista, pero sobre todo laica o anti-islamista denominada Niida Tounes ("La llamada de Túnez") se ha impuesto en las elecciones legislativas, al lograr 83 de los 217 escaños en liza. El movimiento islamista Ennahda ("Renacimiento") contará con no más de 70 parlamentarios, lo que representa casi un tercio del total, pero veinte menos de los que obtuvo en 2011. Sin duda, un desgaste, pero no un derrumbamiento, pese a su discutida gestión.
                
DESGASTE ISLAMISTA
                
Ennahda dominó el escenario político durante la mayor parte de este periodo reciente, tras ganar las primeras elecciones libres tras el derrocamiento de la dictadura. Pero a los islamistas moderados les debilitó el fracaso en la consecución de unas mejores condiciones de vida, como suele ocurrir en muchos procesos de transición del autoritarismo a la democracia. Primero tuvieron que aceptar la ampliación del gobierno con presencia de socialistas y otras fuerzas centristas (troika) y finalmente dejar el gobierno, después de que se les acusara de complicidad en el asesinato de dos políticos de la oposición.
                
El líder de los vencedores es Béji Caïd Essebsi, un político casi nonagenario e incombustible, que ha sabido hacerse necesario en distintas coyunturas. Fue ministro con Burguiba, cabeza del Parlamento con Ben Alí y jefe del primer gobierno de la transición. Que se presente ahora como un hombre de futuro resulta también una chocante paradoja.
                
Essebsi está obligado a negociar un pacto que posibilite un gobierno estable y eficaz antes de las presidenciales de noviembre, a las concurrirá como candidato. Como ha descartado el acuerdo con Ennahda, tendrá que buscar el apoyo parlamentario con fuerzas muy minoritarias. No es menos paradójico que se haya perseguido la estabilidad con un gran bloque anti-islamista mientras la ley electoral premia a los partidos pequeños y favorece, como así ocurrirá, un Parlamento muy atomizado.   
                
Podría parecer que, de convertirse en jefe del Estado, Essebsi acumularía más poder. Aunque la nueva Constitución se inspira en la francesa, en Túnez, el primer ministro es más fuerte que en la antigua metrópoli. A él le corresponde formar gobierno. El Presidente puede disolver el Parlamento y convocar elecciones anticipadas, pero bajo ciertas condiciones (1).
                
UN DESENCANTO MITIGADO
                
Origen de la ‘primavera árabe’, este pequeño país mediterráneo de 11 millones de habitantes no ha logrado todavía culminar una transición plagada de contradicciones, y desilusiones. Y, sin embargo, sigue apareciendo a los ojos de los observadores y analistas occidentales como un oasis de aparente tranquilidad en una región convulsa. Pese a las desilusiones palpables, ha votado un 60% del electorado, participación más que aceptable. Túnez, una vez más, se confirma como la "excepción árabe", como sostiene el diario francés LE MONDE.
                
Túnez es, pues, un compendio de paradojas. Siempre lo ha sido, en realidad, desde su independencia en 1956. La dictadura nacionalista de Burguiba tuvo continuación en la etapa de su ‘delfín traidor', Ben Alí. El régimen combinó un autoritarismo a veces brutal con una amable atracción de capitales e intereses occidentales (franceses e italianos sobre todo) y pareció mantenerse si no al margen de todas las ‘epidemias’ políticas, sociales y religiosas, al menos en la zona menos expuesta a riesgos radicales o extremistas.
                
La ‘revolución’ de 2011 hizo aflorar tensiones y contradicciones que la represión había mantenido congeladas. La inestabilidad de los gobiernos de la transición democrática hizo temer una deriva violenta o autoritaria, pero finalmente, los dirigentes políticos encontraron fórmulas de conciliación para mantener encarrilado el proceso.
                
Más allá de los pulsos políticos, la preocupación fundamental de los tunecinos es la situación económica y social. La economía se encuentra estancada. Algunos observadores achacan esta situación a la falta de reformas durante estos años, en parte debido a la inestabilidad política. Dos economistas del Banco Mundial que han estudiado ‘in situ’ la evolución económica del país desde una óptica liberal consideran que los gobiernos de la transición no han desmontado el modelo de Ben Alí, caracterizado por el control burocrático, las trabas al capital extranjero, la atonía inversora y la corrupción (2).
                
Este continuismo económico ha imposibilitado políticas activas para afrontar las necesidades sociales. Túnez dispone de una población joven razonablemente bien formada pero sin apenas posibilidades de obtener buenos empleos. Esta frustración, unida a la que arrastran los sectores menos favorecidos de la sociedad, ha generado un clima de desafección hacia las fuerzas políticas y el desaliento ante el horizonte democrático (3).
                
EL RIESGO EXTREMISTA Y LA INJERENCIA EXTERNA

Como consecuencia de estos fracasos, el islamismo más radical ha ganado adeptos, hasta el punto de que un país caracterizado tradicionalmente por su moderación se ha convertido en el principal vivero de efectivos yihadistas externos con destino a las guerras de Siria e Irak. Se contabilizan más de 2.000 jóvenes tunecinos combatientes en las filas del Estado Islámico o en el Frente Al-Nusra (la franquicia de Al Qaeda en Siria).

Son muchos más los que, sin tomar las armas, se confiesan desencantados con la democracia y atraídos por el mensaje redentor y antioccidental de los extremistas islámicos, no obstante el estupor que ha causado a algunos de los combatientes que han regresado de aquellos campos de batalla la sangrienta división entre fuerzas islamistas (3).
                
Otra clave de la batalla política tunecina es el patronazgo exterior, importante fuente de respaldo económico. El país, como otros del Magreb, es escenario de un pulso entre las potencias petroleras del Golfo Pérsico por afianzar su hegemonía política en la región. Qatar es el principal sostén de Ennahda, como lo fue en su día de los Hermanos musulmanes egipcios o de otras fuerzas combatientes en el pandemónium libio. Por el contrario, los Emiratos Árabes Unidos, por encargo de su socio mayor, Arabia Saudí, ha apoyado de manera intensa la opción de Nidaa Tounes, por ser la única fuerza capaz de frenar al islamismo, en coherencia con su actitud de respaldo al general Al-Sisi en el vecino Egipto (4).

(1)      Dos interesantes artículos del Centro de estudios sobre Oriente Medio ‘RAFIK HARIRI’, asociado al ATLANTIC COUNCIL, abordan los problemas de la transición tunecina y las perspectivas de futuro: “Tunisia’s elections, a test of commitment”, de DUNCAN PICKARD, y “Tunisia’s 2014 elections: the search for a post-transitional order”, de HAYKEL BEN MAHFOUDH, profesor de la Universidad de Cartago.

(2)      Una macroencuesta financiada por el Fondo de la ONU para la Democracia y realizada por varias instituciones refleja esta desilusión con la democracia y la opinión de amplios sectores sociales.  THE WASHINGTON POST, 22 de Octubre.

(3)      “Tunisia’s economic status quo”. NUCITORA Y CHURCHILL. THE WASHINGTON POST, 22 de Octubre

(4)      “New freedoms in Tunisia drive support for ISIS”. DAVID KIRPATRICK.THE NEW YORK TIMES, 21 de Octubre.

(5)      “Tunisia’s elections amid a Middle East Cold War”. YOUSSEF CHERIF. ATLANTIC COUNCIL, HARIRI CENTER, 22 de Octubre.



BRASIL Y URUGUAY: LA IZQUIERDA TENDRÁ QUE DEFENDER DURAMENTE SU TRIUNFO

27 de Octubre de 2014

                
El ajustadísimo triunfo de Dilma Roussef en Brasil y la esperada victoria en primera vuelta de Tabaré Vázquez en Uruguay confirma el respaldo de la mayoría social a la propuesta de una izquierda moderada en Suramérica. Pero ambos (si Vázquez se impone definitivamente, lo que no está claro aún) tienen por delante un camino difícil para evitar el regreso de políticas neoliberales, aunque no se atrevan a denominarse como tales.
                
BRASIL, UN PAÍS DIVIDIDO
                
Las elecciones brasileñas reflejan un panorama ciertamente inquietante: el país está dividido en un eje norte-sur, más claramente que nunca y la atomización política se consolida. Dilma Roussef ha ganado por algo más de tres puntos (51,68% frente a 48,36%), gracias al apoyo masivo recibido en el norte y nordeste y el triunfo en Minas Gerais. Éste es el único estado de los llamados "ricos" que la han apoyado, en parte porque es el suyo... pero también el de su competidor; de hecho, "más suyo", por así decirlo, ya que Aecio Neves fue su gobernador y donde impulsó su carrera política.
                
La derrota de la presidenta en el sur era esperada. Y aunque en Sao Paulo, el estado más poblado y próspero del país, haya obtenido un resultado decente, parece evidente que las grietas sociales afloradas hace dos años y el escándalo de las cuentas del Mundial de fútbol han pasado factura. En el sur viven millones de personas que esperan más soluciones de la izquierda, pero no confían lo suficiente para votar y superar el sufragio liberal-conservador.
                
Dilma tiene por delante una tarea especialmente complicada por el deterioro de la situación económica, debido al estancamiento de la producción y la amenaza de una inflación creciente, que pone en peligro la sostenibilidad de los programas sociales, clave del éxito de la izquierda moderada en la última década.
                
El otro elemento perturbador es la persistencia reforzada de un Congreso hostil, fragmentado, caótico y pasto de maniobras perversas e ilícitas. Hasta 28 partidos o formaciones políticas tendrán representación en el legislativo. El PT, de Dilma y Lula, sólo cuenta con 70 de los 513 diputados de la Cámara baja, aunque mantiene acuerdos con varios partidos, lo que le permite reunir el apoyo de unos trescientos parlamentarios. El precio que tendrá que pagar por ello es motivo de preocupación, como lo indica la historia reciente. En el Senado, la situación de la presidente es aún más frágil, ya que ni siquiera dispone de una cuarta parte de los escaños (12), frente a los 28 de la oposición, de un total de 53.
                
Este panorama no es fruto simplemente de la pluralidad política, sino de un sistema partidario y político poco racional y de difícil gestión. No es de extrañar que, en su primera alocución tras confirmarse su reelección, Dilma Roussef haya prometido acometer la reforma política y, naturalmente, la corrupción, estrechamente ligada a las disfunciones del sistema.
                
En definitiva, una reelección que aleja el fantasma de la revisión de los avances sociales y otorga a la izquierda brasileña una oportunidad adicional para consolidar su proyecto político, pero que le apremia a no demorar otros cambios imprescindibles para conjurar peligros futuros.  Síntoma de las dudas: ya se ha airea en el PT la candidatura de Lula para 2018. De confirmarse, habría fracasado otra tarea pendiente: la renovación.
                 
URUGUAY: DEBATE SOBRE EL LEGADO DE MUJICA
                
En Uruguay, los resultados de la primera vuelta confirman en líneas generales las previsiones. Ventaja del ex-presidente y candidato del Frente Amplio, Tabaré Vázquez, pero resultado aceptable de su oponente de la derecha, el joven aspirante Luis Lacalle Pou pueda tener opciones en la ronda definitiva. La diferencia de doce a trece puntos parece suficiente, pero podría evaporarse si las discrepancias en la izquierda uruguaya no se gestionan adecuadamente.
                
La presidencia de 'Pepe' Mujica, valorada de forma entusiasta por los sectores progresistas europeos por su honradez, austeridad, sinceridad y 'originalidad' suscita, sin embargo, un debate no resuelto en la propia izquierda uruguaya. Aunque las virtudes personales del presidente no se cuestionan, algunas de sus políticas (y, sobre todo, su estilo personalista y descuidado de las habituales exigencias políticas), han terminado aflorando en la campaña. La polémica por la legalización de la marihuana es el ejemplo más citado, pero en otros asuntos de mayor calado, la incomodidad del candidato Tabaré con "su" Presidente ha sido demasiado patente.
                
Las opciones de la derecha uruguaya no residen en  sus méritos de gestión en los noventa, apegada a las recetas neoliberales del 'consenso de Washington'. Por no hablar del mal olor que aún desprende su pasividad durante los gobiernos militares. A pesar de sus conquistas innegables en materia social, el aumento de la igualdad y la reducción de la pobreza, el principal pasivo del gobierno del Frente Amplio explotado por la oposición liberal-conservadora es el incremento de la inseguridad ciudadana, un fenómeno relativamente reciente en Uruguay.  En este asunto, como siempre, hay parte de verdad y parte de percepción o de demagogia, pero es cierto que la población es sensible al aumento de la delincuencia y muy especialmente, al aumento del robo a mano armada.
                
El candidato de la oposición, Luis Lacalle, ha diseñado una campaña moderada, en cierto modo elegante, en la que no ha regateado reconocimientos a Mujica, pero sin dejar de mostrarse incisivo en este asunto de la inseguridad;  y, para más escarnio del presidente, en el "fracaso" del que era su principal objetivo declarado: la mejora de la educación. El propio Mujica ha admitido que no se siente satisfecho.
                
Para seguir gobernando, el Frente Amplio puede necesitar los votos de pequeñas formaciones externas, de centro o de izquierda, para contrarrestar el seguro realineamiento de la derecha en torno al candidato del Partido Colorado. Como Aecio Neves, el candidato uruguayo es hijo de presidente. Pero el joven Lacalle al que ha preferido mantener a su padre (del mismo nombre) al margen de su campaña, para conjurar la herencia económica neoliberal y afirmar la imagen de renovación y rejuvenecimiento. Este factor podría tener cierta importancia entre las clases medias profesionales. Lacalle quiere poner énfasis en las dificultades de la izquierda para "producir" nuevos líderes. No en vano, si regresara a la presidencia, Vázquez gobernaría con más de setenta años. Como en Brasil, la izquierda necesita en Uruguay demostrar que es capaz de mantener las ideas fundamentales, pero también renovar mensajes y personas.
                                

                                

LA PRÓXIMA PESADILLA DE OBAMA

23 de Octubre de 2014
                
Podría ser una complicación mayor de “su” guerra contra el terrorismo islámico, la reanudación de los combates en Ucrania y la necesidad de abordar un enfrentamiento más áspero con Putin, o el fracaso de las negociaciones sobre el programa nuclear de Irán.
                
Sin embargo, lo más probable es que la próxima pesadilla del Presidente de los Estados Unidos sea de naturaleza interna: que sus correligionarios demócratas pierdan el control del Senado en las elecciones de “medio mandato”, el  4 de noviembre. En la actualidad, los demócratas tienen una confortable mayoría de diez escaños en la Cámara Alta (53 frente a 45 republicanos y dos independientes). De ahí que, para perderla, deberían sufrir una derrota de consideración. Pero los sondeos anticipan como probable este escenario. Naturalmente, se da por hecho que los republicanos mantendrán su mayoría en la Cámara de Representantes.
                
Aunque no se sea candidato, Obama se juega mucho en las elecciones de noviembre, como les ha ocurrido a sus antecesores en la fase final de la presidencia. Que no haya opción de reelección a la vista no disminuye la importancia del desafío electoral. Todo lo contrario. Este periodo final de un presidente es crítico para definir lo que en el lenguaje político norteamericano se conoce como el “legado”.
                
SOMBRAS SOBRE EL LEGADO

Obama vive horas difíciles. O muy difíciles. Lo han sido casi todas, desde que accedió al puesto de poder más importante del mundo. Con excepción de los primeros meses –de gracia, o de inercia del entusiasmo o las esperanzas que despertó-, el primer afro-americano que llega al Despacho Oval ha sufrido un desgaste sin contemplaciones de sus rivales políticos, de sus propios colaboradores desengañados o simplemente descontentos por el papel al que se sentían relegados por su jefe, o por los grandes intereses corporativos (económicos, militares o burocráticos) que lo han percibido como un dirigente al que se podía hacer jugar en un terreno hostil a las ideas que afirmaba defender.
                
Lo peor para Obama es que muchos dirigentes de la élite demócrata huyen de él como valor a la baja o quemado. El presidente no genera confianza entre amplios sectores de la población. La tarea de sus rivales ha hecho mella en la credibilidad que pueda conservar entre la clase media, todavía mayoritaria. Curiosamente, los candidatos cortejan más a su mujer, Michelle, muy popular, que a él mismo.
                
Las perspectivas demócratas son especialmente negativas en estados como Arkansas, Carolina del Norte, Montana, Dakota del Sur, Virginia Occidental, Luisiana y Alaska. En algún otro, como Kansas, ni siquiera habrá candidato demócrata, porque el llamado a serlo desistió ante la emergencia de un empresario local que le disputará el sillón al republicano saliente.
                
LA DECEPCIÓN DE LOS HISPANOS

Entre los demócratas, se teme especialmente, el desencanto de la población latina, que tanta importancia tuvo en la elección de Obama, y aún más en su reelección: en 2012, el presidente obtuvo 3 de cada 4 votos hispanos.

Dos años después, en este electorado se percibe una decepción notable por el fracaso de la reforma migratoria. Los responsables son fundamentalmente los republicanos. Hicieron valer su mayoría en la Cámara Baja para bloquear la ley pactada en el Senado, que otorgaba derecho de ciudadanía a los 11 millones de inmigrantes, utilizando como excusa que se abría la puerta a la “amnistía” a los "ilegales".

No obstante, el propio Obama se ha mostrado tibio o indeciso en la defensa de sus planteamientos, cuando no directamente miedoso; de hecho, se replegó después de haber proclamado que estaba dispuesto a una lucha tenaz para doblar el brazo de los republicanos más reticentes con la regularización migratoria.
                
VIENTOS MODERADOS REPUBLICANOS

Otro elemento que concurre en la tendencia negativa para los demócratas es el realineamiento de la oposición en torno a un discurso menos extremista. En 2010, en las primeras elecciones de “medio mandato” de Obama, el auge del Tea Party había conseguido quemar y eliminar a muchos candidatos republicanos en las primarias internas del partido, privando al Great Old Party de conquistar el voto moderado de las clases medias. De ello se aprovecharon los candidatos demócratas el Congreso.
                
Ahora, tras sucesivos fracasos, el atractivo ultraconservador del Tea Party se ha debilitado notablemente, lo que ha generado iniciativas políticas más templadas en el Partido Republicano, algunas con perspectivas razonables de abrirse camino en el corazón de los votantes tradicionales. Una de las más significativas es la promovida por Eric Cantor, anterior líder de los republicanos en la Cámara de Representante, que perdió su asiento por la vehemente campaña en contra protagonizada por aquel grupo extremista.
                
La corriente reformista no llega madura a estas elecciones de noviembre, pero su crecimiento es un síntoma del agotamiento de las formulas radicales en la derecha de Estados Unidos. En otro momento nos ocuparemos de analizar estas propuestas programáticas, que no cuestionan la tendencia conservadora en lo social y liberal en lo económico, pero abandonan un lenguaje estrictamente combativo y superan ciertos dogmas de los ochenta (2).
                
EL DECISIVO VOTO AFROAMERICANO

Entre tanto augurio negativo, el factor más decisivo para que los demócratas puedan mantener el control del Senado y, en consecuencia, favorecer un remate positivo al mandato de Obama y a su legado presidencial reside en los afroamericanos. En pocas ocasiones como en ésta el voto negro puede decidir unas elecciones.
                
Un informe confidencial de un estratega electoral (‘pollster’) que no se le cae al Presidente de las manos (2) indicaría que el incremento de la afluencia a las urnas de los afroamericanos puede significar el triunfo en algunos de los estados antes mencionados (Arkansas, Carolina del Norte o Luisiana), tener gran influencia en Kentucky y Georgia y resultar de mucha ayuda en otros muchos. La presidenta del caucus afro-americano, Marcia L. Fudge, afirma que “sin el voto negro y mulato, los demócratas no podremos ganar”.
                
Sorprendentemente, muchos candidatos demócratas o no conocen estos datos, o no los comparten, o consideran que no son concluyentes, y no están trabajando con el esfuerzo y la paciencia que merece este voto negro. Igual que ocurrió con los latinos, el apoyo electoral afroamericano hizo posible, decisivamente, la continuidad de Obama en la Casa Blanca. Y en el caso de esta población, contrariamente a lo que ocurre con los latinos, el desgaste del Presidente ha sido menor y su capacidad de convocar “a los suyos” a las urnas permanece, si no intacta, al menos razonablemente alta.

Los estrategas que comparten este análisis consideran que aún hay tiempo para evitar una catástrofe demócrata en noviembre y una pesadilla más para el Obama.


(1) “The Right Stuff. The Reformers Trying to Remake the Republican Party”. BYRON YORK. FOREIGN AFFAIRS, September/October 2014

(2) “Black Vote is seen as last hope for Democrats to Hold Senate”. SHERYL GAY STOLBERG. NEW YORK TIMES, Oct.18, 2014

'LUNA LLENA' EN BOLIVIA

14 de Octubre de 2014
                
El tercer triunfo consecutivo de Evo Morales en Bolivia no ha sorprendido a casi nadie. Pero -algo impensable hasta hace poco- es que ha irritado o molestado a muy pocos. Con el 60% de los votos, apenas cuatro puntos menos que hace cinco años, el líder indigenista ha derrotado a una oposición dividida e incapaz de presentar una alternativa creíble. Su adversario más votado, el empresario Samuel Doria, apenas ha alcanzado el 25% de los votos.
               
LA REIVINDICACIÓN DEL 'INDIO'
                
Así se autocalificaba Evo Morales en una entrevista con este comentarista, en una entrevista realizada para el programa EN PORTADA, de Televisión Española, en 2005, cuando todavía no era ni siquiera candidato. Era entonces parlamentario y líder del MAS (Movimiento al Socialismo), un bloque político articulado en torno a la convergencia de organizaciones populares de base. Sólo le acreditaba su experiencia movilizadora como líder sindical de los pequeños productores de coca. Para sus enemigos, era un peligro, un "tapado de Chávez", un "agente de las FARC", un peligro para la convivencia nacional, una vergüenza mundial teñida de coca. "Etiquetas, descalificaciones para que no gobierne el indio", respondía Evo Morales.
                
El "indio" consiguió armar una candidatura, pergeñar un programa y construir una mayoría social. Ganó las elecciones. Y gobernó. La élite social y política nunca aceptó de buen grado que un hombre como Evo Morales ocupara el Palacio Quemado. Ese lugar, sede de la presidencia boliviana, estaba reservada al criollo. Oligarca o intelectual, pero criollo. Es decir, a la minoría. Más que el palacio, los 'quemados' eran sus inquilinos: de los 83 presidentes anteriores a Morales, 36 duraron menos de un año, la mayoría depuestos por un golpe militar.
                
Los "indios" eran considerados incapaces. Literalmente. Hasta la revolución "nacionalista" de 1952, liderada en por Víctor Paz Estensoro (otro criollo), a los indios ni siquiera se les permitía entrar en el centro de La Paz, "porque estaban sucios", como recuerdan a los periodistas extranjeros que se interesan por la historia boliviana.
                
Hoy en día, Evo Morales ha conseguido encarnar la dignidad triunfante de esa mayoría indígena. Sin violencia, sin dictadura. La clave de este éxito reside en su habilidad para no dejarse atrapar en un discurso redentor. Contrariamente a Chávez, ha sido pragmático sin apartarse de sus objetivos de redistribución de recursos. Algunos datos son ilustrativos. El PIB se ha triplicado en estos años hasta alcanzar los 30.000 millones de dólares en 2013, según el poco sospechoso Banco Mundial. En similar proporción ha aumentado la renta per cápita (de 1.000 a 2.800 dólares) El crecimiento económico ha mantenido una media del 5% anual (el 6,8% el año pasado). La discutida nacionalización parcial del sector energético ha proporcionado al Estado el 80 por ciento de esos recursos naturales, frente al 20 por ciento en las etapas anteriores, lo que, en términos absolutos ha supuesto quintuplicar los ingresos por exportaciones (de dos mil a diez millones de dólares). Las reservas del país alcanzan los 15.000 millones de dólares, una cifra sin precedentes.
                
Con este considerable capital (económico y político), Evo Morales y su dupla asistente (el vicepresidente Garcia Linares y el pragmático Ministro de Economía, Luis Alberto Arce), han sabido diseñar un ambicioso programa de redistribución, que presenta datos incontestables. Bolivia disfruta hoy de pleno empleo y los salarios más bajos se han elevado notablemente (un 20% sólo en el último año.  La pobreza se ha reducido como en ningún otro país de la región latinoamericana: de un 60% a un 45% (datos de 2011); en el caso de la 'pobreza extrema', el descenso ha sido del 37 al 18,7 por ciento. El gasto público se ha triplicado para sostener unos programas sociales de amplio alcance, que han beneficiado a una tercera parte de la población. La UNESCO acredita que Bolivia ha superado el analfabetismo.
                
RETOS PENDIENTES
                
Los críticos -rivales políticos, empresa privada, medios dominados por capital extranjero-  sostienen que este balance innegablemente positivo se ha debido en gran parte a una coyuntura económica favorable, impulsada por la demanda de materias primas, y también a las inversiones realizadas en los noventa, que arrojaron frutos en estos últimos años y, por tanto, no puede atribuirse a un mérito del actual presidente. Además,  advierten de los problemas estructurales que Morales no ha resuelto y podrían provocar tensiones muy lesivas en poco tiempo (la llamada "trampa del crecimiento").
                
Los escépticos con el 'modelo comunitarista' actual señalan que Bolivia sólo dispone de diez años de reservas energéticas y el Estado apenas invierte 400 millones de dólares en la exploración de nuevos yacimientos. Necesita, por tanto, capital extranjero para financiar nuevas exploraciones y el discurso antiimperialista de Evo Morales no pone fácil su obtención.
                
También denuncian los críticos instintos autoritarios del presidente. O su pretendido proyecto de perpetuarse en el poder, si la mayoría parlamentaria le permite cambiar la Constitución. De hecho, una interpretación polémica de las leyes le ha permitido acceder a este mandato por haber adelantado las elecciones en 2009.
                
Otro reproche habitual en los primeros años del gobierno del ex-sindicalista cocalero era el peso de este producto en la economía nacional, debido a la defensa cultural y emocional que Evo exhibía sin rubor. Cuando el ex-sindicalista expulsó a las agencias norteamericanas del país, se pronosticó un incremento incontrolado de la producción de la hoja mágica. En cambio, la producción de coca se ha reducido en Bolivia en los dos últimos años, según la ONU, debido a los "esfuerzos del gobierno por erradicar y racionalizar" el tamaño de las explotaciones, aunque también ha influido el agotamiento de la fertilidad de las tierras.
                
Aparte de las críticas de sectores conservadores o liberales, también se han producido tensiones en los movimientos populares. Las más ruidosas han sido las protestas sociales por el aumento del precio de los combustibles (2010) o por el impacto ecológico de nuevos proyectos industriales. Ante estos desafíos provenientes de su base social, Morales ha actuado con firmeza, pero también con flexibilidad, lo que ha desmentido algunos pronósticos de falta de estatura política.

                
En definitiva, Morales ha conjurado los augurios y ha conseguido imponerse ahora en todos los departamentos del este del país (excepto Beni), en esa zona denominada la "media luna" boliviana, que se resistió a su ascenso hace ocho años. De ahí que, para celebrar su triunfo este 12 de octubre (fecha emblemática para un combatiente anticolonialista), Evo proclamara que en Bolivia "hay luna llena".

LA GUERRA DE OBAMA SE COMPLICA

10 de Octubre de 2014
                
La versión 'obamiana' de la 'guerra contra el terrorismo' se está encontrando con problemas crecientes. Enumeremos los más importantes: eficacia menor de lo esperado de los ataques aéreos y navales, resistencia notable de los yihadistas y capacidad táctica para ponerse a salvo, renuencia de algunos aliados a implicarse en el combate, rumores de desavenencias en las esfera militar sobre las decisiones de la Casa Blanca, apoyo demasiado crítico de la oposición, aparición de otros focos de conflictos generados por la propia decisión de intervenir militarmente. Ninguno de estos problemas es de orden menor.
                
UNA RESISTENCIA INESPERADA
                
Después de un mes de sesenta días de bombardeos, no domina la impresión de que el 'enemigo' es más débil y la amenaza más lejana. El EI no sólo mantiene la mayor parte de sus ganancias territoriales (exceptuando la presa próxima a Mosul y el repliegue en el Monte Sinjar, en todo caso, retrocesos menores), sino que se atreve a estrechar el cerco sobre otros objetivos de cierta trascendencia: la ciudad de Kobane, en el Kurdistán sirio, y la provincia iraquí de Anbar, de mayoría sunní.
                
Los combatientes islámicos han sido muy inteligentes en la obligada protección frente a tal lluvia de fuego. Por supuesto, han perdido hombres (no hay cifras fiables), material (camiones, apoyos logísticos) bienes (refinerías de petróleo seriamente dañadas, cuarteles y centros de mando)  y capacidad militar (carros de combate, blindados, piezas de artillería, armas ligeras, cuarteles, etc.).
                
¿'MATAR MOSQUITOS A CAÑONAZOS'?
                
Estos días, algunos medios han ofrecido un ángulo curioso del balance de la operación: el coste económico. El Pentágono asegura que se ha gastado más de mil millones de dólares en combatir al EI desde el pasado mes de junio. Una inversión considerable para unos resultados más bien modestos. El ataque más barato (un avión lanzando una única carga) cuesta no menos de 50.000 dólares. Una hora en vuelo de los principales aviones que bombardean las posiciones islamistas no sale por menos de 10.000 dólares (hasta 20.000, en el caso de los más sofisticados), y eso sin contar las bombas o explosivos empleados. Para destruir carros de combate que tienen un valor de 6 millones de dólares o vehículos blindados de apenas 200.000 dólares, el Pentágono está empleando aviones que cuestan en torno a 200 millones dólares cada uno; o, en la más barata de las opciones, un misil Tomahawk,  valorado en un millón de dólares (1).Para añadir más salsa a estas cifras, la mayor parte de las armas yihadistas son de fabricación estadounidense y fueron vendidas o entregadas por Washington a Irak para elevar la capacidad de combate de sus fuerzas armadas.
               
 LA RENUENCIA TURCA
                
A estas llamativas consideraciones (por lo demás aplicables a otras operaciones militares norteamericanas de los últimos veinte años), se añaden otros elementos más inquietantes. Uno de los más graves es la difícil negociación con Turquía para que impida la toma yihadista de Kobane, en el Kurdistán sirio, a sólo unos kilómetros de su frontera sur.
                
El actual gobierno turco se enfrenta a un dilema de muy difícil resolución. No desea el avance del EI, y menos en sus propias fronteras. Pero teme tanto o más que una intervención militar termine reforzando a los militantes kurdos que son fuertes en esa zona y están aliados al PKK, el partido independentista kurdo de Turquía. Aunque esta formación dice haber renunciado a la separación de Turquía, tras los duros golpes sufridos en los años noventa y las negociaciones con Ankara durante los primeros años de Erdogan, lo cierto es que los dirigentes turcos siguen albergando una enorme desconfianza hacia las intenciones kurdas.
                
El primer ministro turco no comparte la estrategia norteamericana de centrarse en la aniquilación del Estado Islámico, aún a costa de prolongar la vida del actual régimen sirio, aunque ese no sea el objetivo. Erdogan pide a los norteamericanos que equilibre sus esfuerzos militares, pero Obama ya ha dejado claro que no es su intención comprometerse en una operación militar que, de forma directa y precisa, contribuya a debilitar al patrón de Damasco. En esto coincide con el sentimiento de una buena parte de la oposición armada siria, que se declara decepcionada porque Obama, ahora que decide implicarse en la guerra de su país, no lo haga en la forma y con los objetivos que ellos han venido solicitando desde hace tres años.
                
Turquía plantea crear una especie de "zona tampón" en el norte de Siria, donde los combatientes de la oposición se reorganicen y disfruten de una zona segura para relanzar su ofensiva contra el régimen. El Secretario de Estado Kerry se permitió mostrarse interesado por la idea, pero el Pentágono la recibió enseguida con frialdad y la Casa Blanca ha optado por descartarla. Para crear esa "zona tampón", Estados Unidos debería establecer un área de exclusión aérea sobre el territorio, para impedir la actividad militar siria. En definitiva, una diversión del objetivo declarado de eliminar la "amenaza yihadista".
                
Este malestar del gobierno turco por la negativa norteamericana a aceptar sus prioridades ha motivado la pasividad ante el cerco islamista de Kobane. Los kurdos del otro lado de la frontera y de otras regiones de Turquía donde constituyen un importante porcentaje de la población han protagonizado fuertes protestas, que el gobierno se ha visto obligado a reprimir con una violencia que hacía años que no se veía en el Kurdistán turco. Como dice un profesor turco residente en Estados Unidos, la política de Erdogan pone en peligro los logros obtenidos en la primera parte de su mandato sobre la cuestión kurda (2).
                
Otros observadores más desconfiados creen que Erdogan no está en el fondo demasiado interesado en la destrucción del EI (después de todo, sunníes, por extremistas que sean), si ello refuerza la supervivencia del régimen sirio (alauí, aliados de los chiíes). Las pretensiones de un cierto liderazgo en la zona podrían orientar las decisiones del presidente turco. Pero es evidente que la perspectiva de un reforzamiento regional de los kurdos alarma no sólo a Erdogan y su partido islamo-conservador, sino a la mayoría de la élite turca.
                
Washington no ha contribuido a tranquilizar al aliado turco con sus contactos discretos con militantes kurdos sirios aliados del PKK, desde hace al menos dos años, como parte de sus esfuerzos por integrar a la oposición contra Assad, a pesar de que ese grupo se encontraba en la lista norteamericana de organizaciones terroristas. En ciertos sectores de la cúspide del poder turco se tiene la impresión de que la Casa Blanca ha hecho distinciones inquietantes entre "terroristas útiles" y "terroristas a destruir" que resultan del todo inaceptables.


(1) Estos datos están recogidos en un artículo de JUSTINE DRENNAN para FOREIGN POLICY,  del 8 de Octubre de 2014.

(2) "Turkey's  dangereous  Bet on Syria". SINAN ULGEN. THE NEW YORK TIMES, 9 de Octubre de 2014.

BRASIL: DERROTA DE LOS ESPEJISMOS

6 de Octubre de 2014
                
Dilma Roussef y Aecio Neves competirán por la presidencia de Brasil en la segunda vuelta de las elecciones, dentro de quince días, con clara ventaja para la actual jefa del Estado. Se desvanece de forma casi estrepitosa el 'espejismo Silva', bajo el peso de un debate político endurecido y de las contradicciones de la candidata autoproclamada como 'tercera vía'.
                
El ascenso y la caída de Marina Silva refleja con claridad la perplejidad política de estos tiempos en Brasil. Su candidatura a la presidencia fue el resultado de una combinación de la casualidad y el oportunismo.
                
Silva, líder del Partido Verde, era la copiloto del candidato del Partido Socialista de Brasil, Eduardo Campos. Un mortal accidente aéreo convirtió a la ex-ministra de Medio Ambiente con Lula en aspirante a la presidencia, en una decisión polémica y discutida en las filas del PSB. Silva se convirtió en "afiliada transitoria" de esta formación política, cuya identidad resulta del todo engañosa. La apelación "socialista" tiene poco que ver con su ideario y su programa. Como mucho, podría asimilarse al ala derecha de los partidos socialdemócratas europeos. Se trata de una impostura muy habitual en Brasil. El segundo partido del país, al que pertenece el rival de Dilma en la segunda vuelta, tampoco es social-demócrata, como indica su denominación, sino rotundamente liberal en lo económico y conservador en lo social e ideológico.
                
A comienzos de verano, una sensación de incertidumbre dominaba el ambiente político de Brasil. Dos trimestres consecutivos de "crecimiento negativo" situaron a Brasil técnicamente en la recesión. Las protestas estudiantiles y ciudadanas de los últimos meses habían revelado el desgaste de la actual presidenta y un cierto agotamiento del modelo de expansión propulsado durante los años de Lula. Finalmente, el despilfarro en la organización del mundial y el no menos escandaloso fiasco deportivo de la selección nacional contribuyeron a colocar a Dilma Roussef contra las cuerdas.
                
El 13 de agosto se produjo el accidente aéreo que costó la vida a Eduardo Campos. En el último momento, Marina Silva decidió no subir al avión y, de repente, se convirtió en aspirante a la presidencia. En un país tan religioso como Brasil, era inevitable que surgiera un discurso con ribetes de misticismo y predestinación. Las creencias evangélicas de la candidata ecologista, sus humildes orígenes sociales y su estrecha colaboración con Lula en el primer mandato de éste propulsaron sus opciones. Marina Silva fue, durante alguna semana de septiembre, la favorita en los sondeos.
                
Silva había roto con Lula aparentemente por los casos de corrupción, pero sobre todo por discrepancias con la política ambientalista del histórico sindicalista. La líder del Partido Verde giró claramente a la derecha, tanto por convicción como por oportunismo, cuando las recetas gubernamentales empezaron a quebrarse por efecto de la crisis mundial. Silva se acercó al social-liberalismo de Campos, o mejor dicho, del ex-presidente Fernando Henrique Cardoso, que atesora un formidable liderazgo intelectual en el país por el rigor y la seriedad de su gestión en los noventa.
                
Los factores emocionales y humanos desplazaron a los puramente políticos en el tramo medio de la campaña y obligaron al equipo de la presidente a reaccionar, haciendo ver las contradicciones de su ex-compañera y ahora rival. Los excesos de la 'outsider' favorecieron el debilitamiento de sus opciones. Las propuestas de política fiscal y financiera fueron atacadas por el PT como proclives al reforzamiento del poder bancario. El acercamiento a Estados Unidos y la Alianza del Pacífico suponían un cuestionamiento de la estrategia de los BRICS como polo equilibrador de la hegemonía mundial. Los ajustes en el gasto público hicieron temer un retroceso en las políticas sociales de la década contra la pobreza y la exclusión.
                
La pérdida de energía de la campaña de Marina propició la apertura de un segundo frente de rivalidad para ella. El candidato de la derecha más dura, Aecio Neves, que pareció desahuciado cuando la disputa quedó planteada como una ' lucha de damas', modificó su estrategia y en lugar de atacar a la presidenta se concentró en desgastar a la aspirante, para recuperar el segundo puesto y acceder a la segunda vuelta. El mensaje estaba claro: si quieren una alternativa a la actual conducción del país, no compren una copia o una "arrepentida", aquí está la mía, que es la original. Por lo que se ha visto, fue una decisión acertada.
                
Ahora viene lo difícil para Neves. Después de haber demolido el programa "impostor" tendrá que conseguir convencer a ese 14% del electorado que ha votado por Marina y/o por el PSB para que lo apoyen en la segunda vuelta,  y aún así necesitará "morder" votos en otros caladeros para mejorar el 34% obtenido el domingo.
                
Por su parte, Dilma Roussef, sin renunciar a recuperar alguno de los votantes desengañados que se mantuvieron fieles a Silva, es muy probable que dirija su mayor esfuerzo en rescatar a los abstencionistas y desmovilizados de su base social e ideológica y añadir ese diez por ciento mínimo que necesita para enderezar el rumbo y consolidar el más importante proyecto social y político en la historia del país más importante de Iberoamérica.           

EL PIVOTE ASIÁTICO


2 de Octubre de 2014
                
La casualidad ha querido que tres acontecimientos se reunieran esta semana para resaltar la importancia que la administración Obama pretende conferir a Asia ("el continente del futuro inmediato"), resumida en la divisa 'pivot to Asia'. Esta Casa Blanca pretendía responder al desafío de una región que persigue el liderazgo en el comercio internacional. En Asia se encuentran los tres grandes países emergentes (China e India, pero también Rusia, tan asiática como europea) y otros de menores dimensiones pero de gran pujanza, los viejos y nuevos ‘dragones’ (Corea, Singapur, Vietnam, Tailandia....).
                
Los estrategas norteamericanos contaban con la superación de los tradicionales afanes en Oriente Medio y la antigua URSS, para centrarse en una política equilibrada y fecunda frente al inevitable ascenso de China como innegable competidor por el liderazgo económico (que no militar) global.
                
Las cosas no han salido como Obama quería. Por un lado, Oriente Medio ha generado tantas frustraciones como de costumbre y ha consumido más energías de las deseables. De otra parte, Rusia ha exigido una atención muy permanente, debido no sólo a la pretendida reafirmación nacionalista del régimen poscomunista, sino también a los errores y descuidos  acumulados desde 1989. Resultado: Obama se ha distraído de su misión asiática
                
HONG KONG: LA INQUIETUD DEL CONTAGIO
                
Otras complicaciones propiamente regionales han dificultado el plan del presidente norteamericano. China no termina de estabilizar su modelo de capitalismo autoritario, debido a las contradicciones y tensiones sociales y regionales internas y a la resistencia de los vecinos a admitir un 'hiperliderazgo' que perciben como amenazante. Estas incertidumbres y recelos han generado otras pulsiones nacionalistas en Japón, en Corea, en Vietnam  y Filipinas. El habitual campo de conflicto (económico, comercial) se ha extendido a otros de carácter territorial o emocional, más volátiles y escurridizos en gabinetes y negociaciones técnicas.
                
A estos riesgos, se une ahora una preocupación interna. La protesta de Hong Kong, por local y concreta que sea, pone de manifiesto una de esas contradicciones del ascenso chino: la dificultad creciente de conciliar desarrollo económico e inmovilismo político. El riesgo de la extensión de estas 'primaveras de protesta' no radica tanto en el contenido de las mismas cuanto en la capacidad de gestionarlas, digerirlas y absorberlas. Lo que seguramente más preocupa en Pekín es el riesgo de contagio al corazón del país. La opción 'Tiananmen' (represión de escarmiento) resulta hoy mucho más complicada que hace 25 años. Pero estos mandarines ‘pseudocomunistas’ no contemplan la victoria de los manifestantes.
                
NDIA, COMO FACTOR DE EQUILIBRIO
                
El otro acontecimiento de la semana es el estreno occidental del primer ministro indio, Narendra Modi. Su abrumadora victoria electoral de este año auguraba cambios de notable dimensión: por la importancia del país, por la ideología rupturista que se presume y por su efecto en la recomposición de los equilibrios regionales. De momento, las esperadas medidas de liberalización económica y aligeramiento burocrático se hacen esperar, al menos para los analistas occidentales que habían concebido grandes esperanzas con el triunfo de Modi (1).  

En Asia hay un juego a tres bandas (China, Rusia e India, unidos en un contradictorio club de países emergentes) que tiene la teórica capacidad de cuestionar el orden regional de la superada 'guerra fría'. Pero, para ello, esas potencias deben demostrar su capacidad para resolver problemas bilaterales cruzados muy antiguos, complejos y profundos.
                
Modi se presentaba esta semana en Estados Unidos con la etiqueta de "genocida", por su responsabilidad (no completamente esclarecida) en la oscura represión de musulmanes en el estado de Gujarat, en 2002. Abogados que actuaban como representantes de algunas de aquellas victimas aspiraban a amargarle a Modi su estreno internacional.
                
La Casa Blanca maniobró para neutralizar tal sobresalto. El presidente Obama no dudó en acudir a uno de esos gestos tan suyos en el manejo de los símbolos.  Sacó a Modi de la frialdad de los despachos para enseñarle la capital e instruirlo en el monumento al reverendo Martin Luther King. Aunque muy diferente a su invitado en referencias ideológicas y culturales, Obama jugó la dudosa carta de las circunstancias coincidentes: orígenes alejados de la plutocracia política, dirigentes 'naturales' por encima de maquinarias y dinastías, su habilidad para moverse mejor en campañas que en gabinetes y su pretendida prioridad a los asuntos internos por encima de las ambiciones exteriores.
                
Washington se juega mucho en las relaciones con la India: un acuerdo comercial que resuelva unas disputas arancelarias demasiado incómodas, una colaboración técnica y política que aporte tranquilidad en el mapa de los recursos nucleares, y una cooperación diplomática que genere equilibrio estratégico regional.
                
EL CAMBIO DE GUARDIA EN AFGANISTÁN
                
Por lo demás, India es, además, un actor nada desdeñable en Asia Central  y, en particular, en Afganistán. Delhi puede colaborar en estabilizar este país, siempre y cuando se cuide de no provocar a su gran rival histórico, Pakistán, que contempla a aquel 'estado fallido' como poco más que un 'protectorado'. Modi quiso desmentir a los que pronostican que su nacionalismo a tambor batiente engendra el riesgo de una nueva guerra, realizando una pronta visita al vecino. Sin resultado fructífero aparente.
                
El cambio de guardia en Afganistán es el tercer escenario de la semana. Los norteamericanos confían en que el flamante presidente Ghani entierre pronto la herencia del imprevisible Karzai. Mucho le ha costado a la administración norteamericana reparar la chapuza electoral con un ‘imaginativo’ (para algunos, inverosímil)  reparto del poder con su rival, Abdullah Abdullah (más claramente en la órbita de Washington). Veremos si este apaño funciona en la práctica.
                
Por otro lado, Ghani presenta unas credenciales personales no del todo discretas. Que haya construido su carrera técnica en Estados Unidos, donde adquirió la nacionalidad norteamericana mientras su país se desangraba en un proceso interminable de guerras internas y externas, no parece suficiente. Su concepción de la política como una especie de 'bricolaje' (sic) le capacita teóricamente para los pactos, tomando de aquí o de allá lo necesario para construir. Pero algunos de los que le conocen se muestran un poco escépticos (2).
               
De momento, Estados Unidos ha conseguido enseguida lo que no pudo sacar de Karzai: un acuerdo bilateral de seguridad que asegure hasta 2017 la presencia militar norteamericana  y occidental (10.000 soldados norteamericanos y otros dos mil más de países de la OTAN). Se trata de un tiempo prudencial para asegurar el debilitamiento de los ‘talibán’, estabilizar el país y consolidar cierta recuperación de la economía, hoy en pura ruina.
                
No está claro que este acuerdo de seguridad sea suficiente para obligar a los antiguos estudiantes coránicos a replegarse y aceptar un pacto que los convierta, a los sumo, en una opción política más. Este verano han sido capaces de sostener la campaña militar amplia y sangrienta de los últimos años, lo que ha conseguido inquietar sobremanera al Pentágono. Ghani ha reiterado su oferta de negociación, ya anunciada durante su campaña electoral. Pero antes de aceptar, los ‘talibán’, querrán comprobar si el nuevo gobierno tiene nervio y estómago para soportar el desafío.


(1)    Para las primeras “decepciones” con el primer ministro indio, ver “Modi misses the marks. India’s new government lacks economic visión”. DEREK SCISSORS. FOREING AFFAIRS, 8 de Septiembre de 2014.

(2)    Un análisis interesante de la trayectoria del nuevo president afgano en: “Ashraf Ghani’s struggle. SUNE ENGELS RASMUSSEN. FOREIGN POLICY, 29 de Septiembre de 2014.