6 de Octubre de 2014
Dilma
Roussef y Aecio Neves competirán por la presidencia de Brasil en la segunda
vuelta de las elecciones, dentro de quince días, con clara ventaja para la
actual jefa del Estado. Se desvanece de forma casi estrepitosa el 'espejismo
Silva', bajo el peso de un debate político endurecido y de las contradicciones
de la candidata autoproclamada como 'tercera vía'.
El
ascenso y la caída de Marina Silva refleja con claridad la perplejidad política
de estos tiempos en Brasil. Su candidatura a la presidencia fue el resultado de
una combinación de la casualidad y el oportunismo.
Silva,
líder del Partido Verde, era la copiloto del candidato del Partido Socialista
de Brasil, Eduardo Campos. Un mortal accidente aéreo convirtió a la ex-ministra
de Medio Ambiente con Lula en aspirante a la presidencia, en una decisión
polémica y discutida en las filas del PSB. Silva se convirtió en "afiliada
transitoria" de esta formación política, cuya identidad resulta del todo
engañosa. La apelación "socialista" tiene poco que ver con su ideario
y su programa. Como mucho, podría asimilarse al ala derecha de los partidos
socialdemócratas europeos. Se trata de una impostura muy habitual en Brasil. El
segundo partido del país, al que pertenece el rival de Dilma en la segunda
vuelta, tampoco es social-demócrata, como indica su denominación, sino
rotundamente liberal en lo económico y conservador en lo social e ideológico.
A
comienzos de verano, una sensación de incertidumbre dominaba el ambiente político
de Brasil. Dos trimestres consecutivos de "crecimiento negativo" situaron
a Brasil técnicamente en la recesión. Las protestas estudiantiles y ciudadanas
de los últimos meses habían revelado el desgaste de la actual presidenta y un
cierto agotamiento del modelo de expansión propulsado durante los años de Lula.
Finalmente, el despilfarro en la organización del mundial y el no menos
escandaloso fiasco deportivo de la selección nacional contribuyeron a colocar a
Dilma Roussef contra las cuerdas.
El
13 de agosto se produjo el accidente aéreo que costó la vida a Eduardo Campos.
En el último momento, Marina Silva decidió no subir al avión y, de repente, se
convirtió en aspirante a la presidencia. En un país tan religioso como Brasil,
era inevitable que surgiera un discurso con ribetes de misticismo y
predestinación. Las creencias evangélicas de la candidata ecologista, sus
humildes orígenes sociales y su estrecha colaboración con Lula en el primer
mandato de éste propulsaron sus opciones. Marina Silva fue, durante alguna
semana de septiembre, la favorita en los sondeos.
Silva
había roto con Lula aparentemente por los casos de corrupción, pero sobre todo
por discrepancias con la política ambientalista del histórico sindicalista. La
líder del Partido Verde giró claramente a la derecha, tanto por convicción como
por oportunismo, cuando las recetas gubernamentales empezaron a quebrarse por
efecto de la crisis mundial. Silva se acercó al social-liberalismo de Campos, o
mejor dicho, del ex-presidente Fernando Henrique Cardoso, que atesora un
formidable liderazgo intelectual en el país por el rigor y la seriedad de su
gestión en los noventa.
Los
factores emocionales y humanos desplazaron a los puramente políticos en el
tramo medio de la campaña y obligaron al equipo de la presidente a reaccionar,
haciendo ver las contradicciones de su ex-compañera y ahora rival. Los excesos
de la 'outsider' favorecieron el debilitamiento de sus opciones. Las propuestas
de política fiscal y financiera fueron atacadas por el PT como proclives al
reforzamiento del poder bancario. El acercamiento a Estados Unidos y la Alianza
del Pacífico suponían un cuestionamiento de la estrategia de los BRICS como
polo equilibrador de la hegemonía mundial. Los ajustes en el gasto público
hicieron temer un retroceso en las políticas sociales de la década contra la
pobreza y la exclusión.
La
pérdida de energía de la campaña de Marina propició la apertura de un segundo
frente de rivalidad para ella. El candidato de la derecha más dura, Aecio
Neves, que pareció desahuciado cuando la disputa quedó planteada como una '
lucha de damas', modificó su estrategia y en lugar de atacar a la presidenta se
concentró en desgastar a la aspirante, para recuperar el segundo puesto y
acceder a la segunda vuelta. El mensaje estaba claro: si quieren una
alternativa a la actual conducción del país, no compren una copia o una
"arrepentida", aquí está la mía, que es la original. Por lo que se ha
visto, fue una decisión acertada.
Ahora viene lo difícil para
Neves. Después de haber demolido el programa "impostor" tendrá que
conseguir convencer a ese 14% del electorado que ha votado por Marina y/o por
el PSB para que lo apoyen en la segunda vuelta,
y aún así necesitará "morder" votos en otros caladeros para
mejorar el 34% obtenido el domingo.
Por
su parte, Dilma Roussef, sin renunciar a recuperar alguno de los votantes
desengañados que se mantuvieron fieles a Silva, es muy probable que dirija su
mayor esfuerzo en rescatar a los abstencionistas y desmovilizados de su base
social e ideológica y añadir ese diez por ciento mínimo que necesita para enderezar
el rumbo y consolidar el más importante proyecto social y político en la
historia del país más importante de Iberoamérica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario