22 de abril de 2019
Se
ha consumado lo que hace sólo unos meses parecía una boutade política fruto de la exasperación y el desencanto. El
cómico Volodimir Zelensky se ha convertido en el nuevo presidente de Ucrania
tras derrotar abrumadoramente (73% de los votos, según el escrutinio
provisional) al actual ocupante del cargo, Petro Poroshenko.
El
triunfo del showman convierte en
realidad la serie televisiva que él mismo dirige e interpreta: un ciudadano
común (en este caso, un profesor de Historia) se convierte en Jefe del Estado,
tras denunciar los fallos y abusos del sistema político y dejar en evidencia a
la clase política. De gran éxito en
todo el país, tanto en las áreas occidentales antirusas como en las orientales prorrusas, la producción sintoniza con la decepción de buena parte
de la sociedad ucraniana, debido a la prolongación de la crisis económica, el
hundimiento del nivel de vida, la emigración desesperada y la persistencia de
las redes de corrupción.
Zelensky
ya no es una hipótesis alocada, en expresión editorializada del NEW YORK TIMES
(1), ni una digresión divertida al modo del francés Coluche en los ochenta, sino una ficción hecha realidad, siguiendo
el libreto, mutatis mutandis, del
italiano Beppe Grillo, según resalta el semiólogo galo François Jost (2).
LAS
RAZONES DE UNA VICTORIA NO TAN SORPRENDENTE
Poco
ha importado la carencia de experiencia política del joven Zelensky. Al
contrario, ésa ha sido una de las claves de su éxito. La simplicidad de su
mensaje conecta con la corriente que se extiende desde el otro lado del Atlántico
a los Urales: el sistema es el culpable, las élites han tomado como rehenes a
las poblaciones para mantener sus privilegios sin importarles el daño causado,
las recetas para resolver los problemas son simples si se quiere aplicarlas.
La
música es universal: el nacional-populismo, en su versión más simplista y
engañosa. Superación -sólo aparente- de la fractura derecha-izquierda y
proyección interclasista de un discurso hueco, impreciso, voluntarista y
contradictorio, envuelto en un patriotismo zafio o falsamente heroico. Un virus
trumpiano... O, mejor dicho, un virus
que venía incubándose desde los comienzos de la gran depresión de finales de la
década anterior, mutó en una variante peligrosa en Estados Unidos y se ha
convertido en una epidemia socio-política global con focos de especial
virulencia en todos los continentes.
En
Ucrania, este virus nacional-populista presenta un rostro amable, lejos de la
agresividad del filipino Duterte, la sagacidad manipuladora del húngaro Orban,
la brutalidad del general egipcio Al Sisi o el fanatismo ultra del brasileño
Bolsonaro. Volodimir Zelensky representa “un soplo de aire fresco” para algunos
analistas, tanto occidentales como locales. Pero unos y otros admiten que hay
mucho cartón y sospecha de trampa detrás de este actor ingenuo y ambicioso a la
vez.
En
un amplio reportaje realizado después de recorrer Ucrania de oeste a este y de
norte a sur, un periodista del semanario alemán DER SPIEGEL concluye que Zelensky
ha logrado quebrar el paradigma de la división entre Oriente y Occidente del
país y “unificar el país” a partir de un rasgo que lo define por encima de
cualquier otro: no es un político (3).
Zelensky, originario del centro rusófono,
industrial y en crisis, ha ganado en la mitad occidental, que mira a Europa y a Estados
Unidos y ve en Rusia una enemiga y una agresora, pero también en las regiones
cercanas al gran vecino oriental, que lo ven como protector o incluso parte del
mismo tronco común, cultural, religioso y político.
El
resultado electoral, según la mayoría de observadores, es tanto una victoria de
lo desconocido precisamente por serlo, como la derrota de lo conocido, por decepcionante, tras las ilusorias expectativas por la revolución del Maidan de hace cinco años.
Las reformas del todavía presidente Poroshenko han sido avaladas por Occidente, aunque no sin insatisfacción. La lucha contra la corrupción ha ido languideciendo hasta convertir el celo inicial en complicidad. Los cambios prometidos en el sistema de justicia han sido frustrantes sobremanera, al profundizar el amiguismo y el servilismo hacia el poder. La liberalización económica que tanto encandilaba a Occidente ha sido utilizada para reforzar el poder de los oligarcas, sin proporcionar alivio ni mejora a las capas populares, El FMI, después de mantener en suspenso nuevas líneas de apoyo financiero, desbloqueó en enero el último crédito, decisión que pareció reforzar la opción de Poroshenko. Al final, este balance fallido ha favorecido al outsider (4).
Las reformas del todavía presidente Poroshenko han sido avaladas por Occidente, aunque no sin insatisfacción. La lucha contra la corrupción ha ido languideciendo hasta convertir el celo inicial en complicidad. Los cambios prometidos en el sistema de justicia han sido frustrantes sobremanera, al profundizar el amiguismo y el servilismo hacia el poder. La liberalización económica que tanto encandilaba a Occidente ha sido utilizada para reforzar el poder de los oligarcas, sin proporcionar alivio ni mejora a las capas populares, El FMI, después de mantener en suspenso nuevas líneas de apoyo financiero, desbloqueó en enero el último crédito, decisión que pareció reforzar la opción de Poroshenko. Al final, este balance fallido ha favorecido al outsider (4).
LA
INCERTIDUMBRE QUE VIENE
Aparte
de la ambigüedad de las propuestas
del sorprendente vencedor, tanto en política económica como exterior, más allá
de fórmulas sincopadas y biempensantes, son dos las preocupaciones
fundamentales: su capacidad para gobernar y su comportamiento ante las previsibles
presiones de Moscú, que no ha dejado de conservar su pesada influencia (5).
Zelensky
es, de momento, sólo Jefe del Estado (in pectore). En el sistema político ucraniano, sus funciones son limitadas (política exterior, defensa y poco más). Necesita
una mayoría parlamentaria para hacer efectivo su gobierno. Es decir. Ucrania es
más como Francia que como Estados Unidos. Las elecciones legislativas se
celebrarán en octubre. Zelensky creó un partido para apoyar su candidatura y lo
denominó como su propia serie televisiva: Servidor
del Pueblo (de nuevo, la realidad
superada por la ficción). Ahora, debe convertirlo en una maquinaria para
conquistar una mayoría parlamentaria. No es imposible, como demostró Macron en
2017, aunque las realidades sean bien distintas. No en vano, ha sido el
presidente francés uno de los primeros dirigentes europeos en felicitar a Zelensky.
La
otra preocupación principal son las relaciones entre Kiev y Moscú. En su serie
de ficción, Zelensky ignora la anexión rusa de Crimea y la guerra separatista
en las regiones orientales. Lo que ha llevado a muchos a considerarlo como un “caballo
de Troya” de Moscú. Los más prudentes, o el propio Poroshenko en campaña, le han
negado capacidad y coraje para hacer frente al gran vecino del Este. Zelensky se ha limitado a prometer que acabará
la guerra, pero sin hablar de victoria militar, y cesará la imposición de la lengua ucraniana sobre la rusa. Se supone que intentará
negociar, después de procurarse un apoyo suficiente de los reticentes o descreídos
protectores occidentales.
No
es descabellado imaginarse a Zelensky en el despacho oval halagando a su colega
de fatigas televisivas para que le abra la agenda de un Putin en guardia. Pero
no hay que hacer demasiado cálculos. A Trump le importa poco Ucrania, o no le
importa más que en la medida en que no le haga parecer demasiado enfeudado a turbios
intereses con el Kremlin, que el informe Mueller ha puesto en evidencia, más
allá de las calificaciones jurídicas.
El nuevo presidente ucraniano ha hecho guiños a la UE, ha prometido reformas
más liberales y fichado a algunas figuras reformistas, es decir, lo que su antecesor
no ha querido, podido o sabido ejecutar (6). Pero el joven candidato no ha podido
quitarse de encima la sospecha de ser, al cabo, una marioneta de otro oligarca,
su patrón televisivo Ihor Kolomoïski. Estos seis meses, Zelensky tendrá
que navegar sin brújula sólida, con la marejada bélica en un inquietante estancamiento
y un entramado de intereses dispuesto a transformar
una ficción hecha realidad en una realidad puramente ficticia.
NOTAS
(1) “A TV character
running for President? Crazy!”. THE NEW
YORK TIMES, 17 de abril.
(2) “Ukraine:
Quand la fiction tient lieu de programme”. Entrevista con el semiólogo y
profesor de la Soborna, FRANÇOIS JOST. LE
MONDE, 8 de abril.
(3) “Ukraine
turns to a comedian for comfort”. CHRISTIAN ESCH. DER SPIEGEL, 18 de abril.
(4) “Ukraine’s
elections: Can Zelensky lead a transformation”. SERGEI ALEKSASHENKO. BROOKINGS INSTITUTION, 1 de abril.
(5) “Ukraine’s
runoff election is more than a constest of personalities”. DANIEL TWINING.
FOREIGN POLICY, 20 de abril.
(6) “Ukraine: Volodymir Zelensky reporte la présidentielle,
le país fait un salte dans l’inconnu”. LE
MONDE, 22 de abril.