23 de junio de 2021
Con la elección del muy conservador Ebrahim Raisi, la República Islámica de Irán copa todas las estructuras efectivas de poder. Bajo el pináculo del Supremo Guía, expresión máxima de la teocracia iraní, la ficticia distribución de poderes (legislativo, judicial, ejecutivo, militar y policial se resuelve en una sola línea totalitaria de orientación y actuación. Con todo, esta uniformidad del Estado esconde una feroz lucha por el poder entre los clanes del régimen.
Con una abstención superior el 51%, la elección de Raisi ha sido un trámite. El Consejo de Guardianes, un organismo de una docena de clérigos seleccionados, había vetado al 99% de los candidatos iniciales, incluidos quienes tenían más posibilidades de disputar la elección a Raisi. Los más significativos fueron el actual vicepresidente de la República, Eshag Jasanghiri, hombre de confianza del Jefe de Estado saliente, el moderado Rouhani, o el portavoz del Parlamento, Ali Larijani, más cercano a los conservadores (1).
ESPECULACIONES
SOBRE LA LUCHA DE PODER
Los
analistas de origen iraní afincados en Occidente, la mayoría en Estados Unidos,
atribuyen este elección dirigida a la intención del Guía Supremo de evitar
sorpresas y asegurarse un final pacífico de su mandato. Ali Jamenei dejará
pronto el cargo, pero, además, padece una grave enfermedad y su fallecimiento
no parece lejano. Se le atribuye la intención de proteger su legado mediante la
continuidad de sus asesores, incluido su hijo Mojtaba.
Raisi era el candidato menos peligroso para los intereses de Jamenei. Su curriculum es terrible. Fue el artífice de la gran purga que propició las ejecuciones sumarias de 1988, tras la relativa victoria en la guerra contra Irak. Fue ascendiendo en el escalafón represivo hasta ser el máximo representante de la institución judicial iraní (2). Aspiró a la presidencia en las últimas elecciones, pero fue derrotado por Rouhani, a pesar de contar también con el apoyo del Guía. No obstante hay quien, como Sajjad Safaei, del Instituto berlinés Max Planck, lo ve más como un pragmático ávido de poder que como un doctrinario fanático (3).
Alí Vaez, experto en Irán del International Crisis Group, considera, en cambio, que las especulaciones sobre las luchas en la cúspide de la teocracia iraní pueden estar confundidas. Vaez duda de que Raisi sean tan manejable por los seguidores de Jamenei. Pero tampoco concede mucho crédito a otra línea de interpretación, un tanto conspirativa, consistente en promover a Raisi con la intención de quemarlo en el cargo, ante la inseguridad económica y el incierto resultado de las negociaciones sobre el programa nuclear. Al cabo, señala Vaez, es muy probable que, pese a las dificultades, se restaure el acuerdo de 2015 y el levantamiento de las sanciones, aunque no sea pleno e inmediato, propiciará una mejora de la situación económica y, por tanto, un alivio de las tensiones sociales (4).
LA
CAJA CERRADA DEL ACUERDO NUCLEAR
Estas
especulaciones se proyectan sobre las perspectivas de las negociaciones de
Viena. Alex Vatanka, director de la sección iraní del Instituto del Medio
Oriente, un think-tank de Washington, estima que Jamenei desearía un
compromiso antes de que Rouhani deje el sillón presidencial a Raisi, para que
sea el primero quien cargue con el peso de los reproches de los radicales ante
la “capitulación frente a Occidente”, en caso de que las sanciones no sean completamente
eliminadas; por el contrario, una hipotética mejoría de las condiciones
socio-económicas sólo serán perceptibles dentro de unos meses, ya con el nuevo
presidente (5). En sus primeras declaraciones tras ser elegido, Raisi se ha
limitado a defender la línea dura oficial.
Vali
Nasr, otro investigador de origen iraní radicado en EE.UU (es profesor de la
Universidad John Hopkins) ha declarado al New York Times que Irán se
encuentra en un “momento Nixon-China”; es decir, sólo los conservadores pueden afrontar
el desafío de un acuerdo necesario con Occidente, igual que el feroz
anticomunista expresidente era el político más adecuado de la época para
iniciar el deshielo con el gigante rojo asiático (6).
En
la actualidad, tras varias rondas de negociaciones, en la que Estados Unidos e
Irán no han hablado directamente sino a través de los otros participantes, el
acuerdo parece más cercano. Pero no sólo Irán hace cábalas internas. La Casa Blanca
se encuentra en una posición difícil. Aunque la política trumpiana de “máxima
presión” haya sido un fracaso, sus defensores en Washington intentarán boicotear
cualquier acuerdo que no prolongue sine die (o al menos durante muchos
años) la capacidad iraní de enriquecer uranio. Tampoco aceptarán que no se
aborden los otros dos asuntos que quedaron fuera del acuerdo de 2015, es decir,
el programa de misiles y la actuación iraní en las crisis político-militares en
Oriente Medio (Siria, Yemen, Irak, Líbano, Gaza, etc.) a través de sus protegidos
locales respectivos (el clan Assad, los hutíes, las milicias chíies,
Hezbollah y Hamas, entre otros).
Los
iraníes sostienen, con bastante razón, que fue Trump quien rompió el pacto sin motivo
e impuso de nuevo las sanciones. Teherán se demoró meses antes de desvincularse
de sus obligaciones y comenzar de nuevo a enriquecer uranio: del 20% fijado en
el acuerdo, se ha pasado, en este momento, a más del 65%. También ha vulnerado
la prohibición de desarrollar centrifugadoras de nueva generación y otras
provisiones del pacto (7).
El
todavía jefe de la diplomacia iraní, el reformista Mohammad Javad Zarif, en un
intento por restaurar el acuerdo de 2015, se pronunció públicamente a favor de
recuperar lo pactado sin las enmiendas ni añadidos pretendidos por Washington (8).
Pero sus palabras cayeron en saco roto. En la nueva administración norteamericana
lo dan por amortizado, obviamente, y los conservadores iraníes lo destruyeron
definitivamente tras filtrar unas conversaciones privadas suyas en las que
criticaba duramente a sus rivales políticos.
La
estrategia de la administración Biden parece consistir en llegar a un acuerdo
de mínimos (el de 2015), pero con el compromiso de abordar más tarde los
mencionados asuntos polémicos del armamento y la “desestabilización” regional,
manteniendo la amenaza latente de una reimposición parcial o selectiva de
sanciones, por si acaso. Un delicado equilibrio con el que cuenta Jamenei -y el
propio Raisi-, lo que impedirá una “normalización” en las relaciones bilaterales.
A Irán podrá servirle para continuar su proceso de coexistencia pacífica con
Arabía Saudí, si eso beneficia los intereses de ambas partes. También para no
depender mucho de Rusia y China (9). Para Israel, cualquier arreglo que
mantenga a salvo el poderío nuclear es inaceptable. No obstante, el nuevo gobierno “Frankenstein” evitará un choque
directo con la Casa Blanca, contrariamente a lo que practicó Netanyahu con Obama.
Los
medios occidentales conceden una gran importancia al acuerdo nuclear en el
devenir de la República Islámica. Visión comprensible pero parcial. Otros
factores pesan tanto o más que el entorno exterior, como son las quiebras
internas del sistema y el deterioro social, que alcanza a sectores hasta ahora
favorables o al menos poco hostiles. La Revolución es más impopular que nunca
pero no parece encontrarse al borde de una revuelta al estilo de las primaveras
árabes. Ha sobrevivido al fusionar el sustrato teocrático con el manto militar
y policial con la promesa de una vida mejor (10). Cañones y (promesa de)
mantequilla es la fórmula que suelen utilizar las revoluciones cuando se convierten
en dictaduras. La teocracia iraní añade la fe.
NOTAS
(1) “Iran’s
election is unfree, unfair and preordained”. RAVI AGRAWAL. FOREIGN POLICY,
18 de junio; “Iran’s presidential election: Opportunity or dead end? KIAN
TABAJKHSH, MASIH ALINEJAD y SARA BAZOOBANDI. CARNEGIE, 15 de junio.
(2) “Who is
Ebrahim Raisi, Iran’s next President”. MAZIAR MOTAMEDI. AL JAZEERA, 19 de junio.
(3) “Ebrahim Rais is not who you think it
is! SAJJAD SAFFAEI. FOREIGN POLICY, 19 de junio.
(4) “Iran’s
rigged election”. ALI VAEZ. FOREIGN AFFAIRS, 16 de junio.
(5) “Khamenei
want a nuclear deal before Rouhani leaves”. ALEX VATANKA. FOREIGN POLICY, 17
de junio.
(6) “For Biden,
Iranian hardliner may be best path to restoring Nuclear deal. DAVID SANGER,
FARNAZ FASSIHI. THE NEW YORK TIMES, 19 de junio.
(7) “L’AEIA souligne irrégularités et se dit ‘préoccupé’ par
des sites non déclarés”. LE MONDE, 31 de mayo.
(8) “Iran
wants the nuclear deal It made”. MOHAMMAD JAVAD ZARIF. FOREIGN AFFAIRS, 22
de enero.
(9) “Iran
needs the nuclear deal to keep China and Rusia at bay”. JAMSHEED K. CHOKSY y CAROL
E.B. CHOKSY. FOREIGN AFFAIRS, 25 de mayo.
(10) “The
Islamic Republic’s Republic is dying”. SINA TOOSSI. FOREIGN POLICY, 27 de
mayo; “Iran Uninterrupted”. MAHMOOD SARIOLGHALAM. CARNEGIE, 8 de junio.