ECOS DE ISAÍAS Y CACOFONÍAS DIPLOMÁTICAS

27 de junio de 2008

El Presidente de Francia, tan aficionado a no pasar desapercibido y a gobernar a golpe de efectos mediáticos, ha protagonizado una llamativa visita oficial a Israel.

Sarkozy, nieto de judío, desplegó su habitual charme, en esta ocasión en favor de la “amistad de los pueblos francés e israelí”, con un entusiasmo desconocido desde que De Gaulle imprimió un giro en la política francesa más favorable a las tesis árabes, tras la guerra de 1967.

No hay que remontarse tanto para apreciar el contraste. La última visita de un jefe de estado galo a Israel estuvo marcada por la tensión. En 1996, un Chirac airado llegó a amenazar con suspender su viaje por las restricciones que los servicios de seguridad israelí querían imponerle durante su paseo por Jerusalén.

Herb Keinon, articulista del conservador JERUSALEN POST, alaba el discurso de Sarkozy ante la Knesset y se regocija de las citas bíblicas que contenía, algo impropio -subraya- de los presidentes franceses. Sarkozy, en efecto, recordó al profeta Isaías para solemnizar el derecho de Israel a existir. Más que las palabras –infladas por la retórica habitual en este tipo de discursos- lo que ha encantado a los israelíes es el tono “auténtico y caluroso” con el que se ha empleado Sarkozy.

Los analistas advierten, no obstante, que un repaso cuidadoso de las declaraciones, discursos y posicionamientos desmienten una modificación significativa en las posiciones francesas. Desde la prensa árabe se pone buena cara y se habla de “cambios de forma, no de fondo”, como sostiene, marcando la línea general, el influyente AL HAYAT.

Ciertamente, en ese mismo discurso ante la Kneset, el presidente francés manifestó que la colonización de los territorios ocupados debe cesar, que los refugiados deben ser atendidos en sus derechos y que el estado palestino debe ser aceptado, junto con la capitalidad compartida de Jerusalén. O sea, la posición francesa de siempre.

LE MONDE es uno de los medios que advierte contra una sobreinterpretación del gesto de Sarkozy y recuerda que, hace un año, en Argelia, el presidente francés exhibió un entusiasmo similar, pero en esa ocasión hacia la causa palestina. Es una cuestión de carácter, no de política, viene a decir el diario de referencia galo. De hecho, Sarkozy también ha proclamado estos días la amistad entre los pueblos palestino y francés.

Sea como sea, las diferencias de tono y de temperatura han sido innegables y eso ha motivado incomodidad y desagrado entre los palestinos. El propio articulista israelí Keinon señala que ese aparente equilibrio diplomático parecía destinado a evitar “la cólera que en las capitales árabes habría causado la otra parte del discurso”.

El NEW YORK TIMES contempla la “actuación” de Sarkozy en clave de pragmatismo. El enésimo atasco del plan de paz y el fracaso de Bush por maquillarlo dejaría espacio a las iniciativas europeas. Y especialmente a Francia, que presidirá la UE a partir del primero de julio. Sarkozy sabe que para ganar influencia en la región es indispensable ganar un plus de aceptación en Israel. Ésta sería otra de las razones de la tan calurosa puesta en escena del presidente francés, según interpretan AL HAYAT y buena parte de la prensa árabe. Hay un tema que interesa especialmente a Francia en la agenda diplomática del momento en la zona: las opacas conversaciones entre Siria e Israel, bajo la mediación turca.

En todo caso, en la región se espera a noviembre, aunque sea para volver a empezar. Es improbable que los candidatos norteamericanos se vean libres de presiones en la recta final de sus campañas. Del lado republicano no cabe esperar sorpresa ni cambio alguno.

Del candidato Obama, ya hemos escuchado su precipitada intervención en una de las sedes emblemáticas del lobby judío, el American Israel Public Affairs Committee, justo al día siguiente de que Hillary Clinton le concediera la victoria en las primarias. Obama defendió la solución de dos estados, pero insistió en que Jerusalén debía permanecer unificada como capital del estado judío, lo que irritó a los palestinos.

En realidad, la sensación generalizada es que el dossier palestino seguirá condicionado a la resolución que se encuentre a otras crisis regionales más apremiantes: la nuclearización de Irán y la ocupación norteamericana de Irak.

LA ENÉSIMA CRISIS

20 de junio de 2008

Los líderes europeos se tomaran su tiempo antes de decidir qué hacer después del NO irlandés al Tratado de Lisboa. Dirán que es lo prudente, y hay parte de razón en ello. Pero estarán haciendo virtud de la necesidad. No hay plan B. O, mejor dicho, hay un buen número de planes alternativos, pero ninguno concluyente.

Uno de los principales dirigentes pro-europeos de Irlanda, Ciaran Toland, se ha tomado el trabajo de desgranar esos planes B, en un inspirado artículo publicado en THE IRISH INDEPENDENT.

Algunos son claramente “inaceptables” para casi todos los países europeos, a saber:

- no hacer nada; es decir, continuar con Niza y esperar a la adhesión de Croacia (hacia 2010) para recalcular el peso de cada Estado en las decisiones

- renegociar completamente el Tratado de Lisboa

- colocar la figura del presidente europeo y el reconocimiento jurídico de la Carta de Derechos fundamentales en el proceso legislativo comunitario

- “maximizar Niza”: o sea, invocar el procedimiento de revisión contenido en el Tratado de Niza para reemplazar el voto por unanimidad por el voto por mayoría cualificada en algunas cuestiones, mecanismo que no exigiría referéndum para ser adoptado.

Otras tres opciones que podrían adoptar los 26, pero que serían “catastróficas” para Irlanda, serían:

- la fórmula de “Europa a varias velocidades”, siguiendo el modelo Schengen, para favorecer las cooperaciones reforzadas en ciertos asuntos

- la consagración del “núcleo duro”: es decir, el establecimiento de un sistema institucionalizado de cooperación profundizada, dentro o fuera de las estructuras de la UE.

Son opciones demasiado radicales, que posibilitarían otra Europa, libre de bloqueos, pero minimizada y descosida políticamente. Por eso, sólo se contemplarían si la negativa irlandesa se complica con ulteriores presiones de los países habitualmente euroescépticos, como Gran Bretaña, Dinamarca, Suecia o, más explícitamente, Chequia.

Por ello, Toland invoca tres “soluciones” minimalistas:

- la renegociación bilateral, concediendo a Irlanda ciertas satisfacciones como las garantías en materia de fiscalidad o el tamaño de la Comisión, para someter la revisión de nuevo a referéndum.

- aligerar el Tratado de Lisboa, eliminando la transferencia de competencias, lo que no obligaría a otro referéndum

- la opción de un Microtratado que contuviera disposiciones tranquilizadoras sobre la fiscalidad, garantías de que la legislación antiabortista o la neutralidad de Irlanda se mantendrán, aparte, claro está de los compromisos sobre el tamaño de la Comisión y la exclusión de la transferencia de competencias: no sería necesario un referéndum.

Más allá –o más acá- de este análisis de los europeístas irlandeses hay un elemento fundamental: las agendas europeas. Sin duda, la más agobiante es la británica. De crecer la debilidad de Brown (hipótesis muy probable teniendo en cuenta la gravedad de la crisis), es de esperar que los tories presionen a favor de un referéndum, o bien que lo impulsen si conquistan Downing St. En Alemania, no es descartable una ruptura de la gran coalición gubernamental, lo que congelaría las energías europeas en Berlín. Y de Francia, con la sombra del constitucionicidio todavía presente, no es previsible tampoco una posición muy vindicativa de París durante su presidencia de los próximos meses.

El especialista en asuntos europeos del FINANCIAL TIMES, Tony Barber, apunta una fórmula de alquimia político-jurídica: declarar al Tratado de Lisboa en “estado de suspensión operacional”.

Dicho todo lo cual, es la crisis económica y no las ambiciones institucionales lo que preocupa a los ciudadanos europeos y lo que terminarán fijando las prioridades de los líderes.

DERIVA EUROPEA E INCERTIDUMBRE AMERICANA

13 de junio de 2008


Las recientes propuestas sobre jornada laboral y derechos de los inmigrantes han reforzado la impresión de que el actual modelo social europeo se encuentra sometido, de nuevo, a intensas presiones.

La directiva que permite extender el tiempo de trabajo hasta las 60 horas, si las partes están de acuerdo, ha suscitado un vivo debate. El Parlamento tiene que pronunciarse y se anuncia ya una fuerte batalla política, después del verano. El cambio de panorama laboral no es previsible a corto plazo. Pero el horizonte de grave crisis económica preludia un áspero debate sobre las respuestas en el ámbito de lo social.

El temor consiste en que ciertos países –los recién llegados al concierto europeo, los que han arribado desde la experiencia del socialismo real- se atengan a esta directiva para sacar ventaja a los más antiguos en materia de competitividad. Esta amenaza podría ser aprovechada por los gobiernos de derecha de la vieja Europa para dislocar valores y prácticas del modelo social europeo. Eso explicaría la reacción defensiva de algunos partidos socialistas. La pregunta es si la socialdemocracia clásica se encuentra bien pertrechada para afrontar este ulterior desafío del neoliberalismo, teniendo en cuenta la falta de una posición común y cohesionada.

Como suele ocurrir, la influencia procedente del otro lado del Atlántico podría ser importante. Recientes trabajos sobre la evolución de la desigualdad y la inequidad social en los Estados Unidos resultan abrumadores. Las cifras demostrarían que en Estados Unidos nunca se ha vivido un desequilibrio tan fuerte entre las rentas más elevadas y las más bajas desde antes del New Deal. Son muchos los factores que explican esta situación. Pero no son precisamente los estructurales los más contundentes. Paul Krugman, en su libro sobre la evolución económico-social de Estados Unidos desde primeros del siglo XX, defiende la tesis de que han sido las políticas practicadas (fiscal, social, distributiva) y no las fuerzas económicas naturales las que explican esta evolución regresiva en materia de igualdad social.

En los años ochenta, las recetas del “suply-side” (las reaganomics) fueron importadas por el puerto británico y se extendieron e implantaron, con desigual intensidad, en otros países. También entonces, Europa se encontraba en coyuntura de grave crisis económica. Pero en los ochenta, se trataba, básicamente, de una crisis provocada por el encarecimiento de la energía (que agravó la decadencia del sector industrial convencional). Ahora, otros factores estructurales provocados por la globalización refuerzan la gravedad de la situación y no permiten avistar una salida ni pronta ni sencilla.

Se dirá, como alivio, que las políticas ultraliberales se encuentran muy cuestionadas en Estados Unidos. Aparentemente, si. Pero no está claro lo que ocurrirá en noviembre. Si bien a McCain le interesa alejarse de la retórica extremista de Bush y los neocon, sus propuestas económicas no resultan muy diferentes. Y, ante el pánico inducido a una subida impuestos, los votantes norteamericanos, masivamente la clase media, puede refugiarse irreflexivamente en soluciones simplistas de más dinero en el bolsillo.

Obama plantea, con inquietante pero esperable timidez, un esfuerzo fiscal para reducir las desigualdades y fortalecer los servicios públicos y la protección social. McCain no le combatirá con la retórica de Bush, pero sin con la de Reagan, idénticas en el fondo, pero diferentes en la forma. Éste será el núcleo del debate electoral en Estados Unidos.

Desde Europa se vivirá con el aliento contenido y sin tranquilidad de ánimo, porque los gobiernos pasarán los próximos meses acuciados por la necesidad de encontrar fórmulas mágicas para aliviar lo peor de una crisis voraz, pero sobre todo vertiginosa.

Esta incertidumbre sobre el rumbo norteamericano agrava la sensación de deriva europea, con propuestas antisociales –e incluso xenófobas- en aumento y una crisis de confianza generalizada.

No se percibe, en este contexto, ni fortaleza teórica ni frescura intelectual en la socialdemocracia europea para contener la marea conservadora, que no debe su vigor al éxito de las propuestas, sino al miedo de las poblaciones. El riesgo de que los apretones de la crisis obliguen a atender las demandas locales y sectoriales planteadas en términos de amenaza probablemente reduzca el margen de respuesta.

GOODBYE MRS. CLINTON… ¿HELLO MRS. CLINTON?

6 de junio de 2008

Los medios norteamericano lo proclaman: se acabó el drama de los demócratas norteamericanos. Hillary ha concedido la victoria de Obama en las primarias.

Pero ahora, cerrado el drama, los dos candidatos demócratas tendrán que interpretar una cierta comedia. La comedia política de deshacer los reproches y convertirlos en argumentos definitivos contra el rival republicano. Y no será una comedia menor, si Obama decide escoger a la senadora Clinton como compañera de candidatura.

Habrá que afinar bien el discurso, engrasar los motores y reparar los baches para que la segunda campaña no termine en tragedia. Porque, para el electorado más liberal, más progresista del espectro político norteamericano, una derrota demócrata en noviembre, después de estos ocho años terribles, sería lo más parecido a una tragedia política.

En un artículo reciente (“Balada para dos gladiadores”, 25 de abril), comentaba las posibilidades y la conveniencia de un ticket Obama-Clinton. Muchos lo descartaron, ahora se ve que prematuramente. El asunto está de nuevo en la agenda. Más claro: es el asunto del momento en la agenda del candidato Obama, por mucho que en su círculo se intente negar la urgencia de la decisión.

Algunos comentaristas anglosajones vuelven sobre sus pasos, se corrigen y rectifican y lo que consideraban inviable o inconveniente se percibe ahora incluso como saludable.

Uno de los cronistas políticos del NYT resaltaba los riesgos que entrañaba para Obama escoger a Hillary como compañera de candidatura. Pero también las ventajas.

Los riesgos: se evaporaría el mensaje de renovación, porque Clinton representa una mirada atrás; se podría dar la impresión de que se ha cedido a las presiones de los seguidores de la senadora, algunos implacables con Obama en las primarias; y, de ganar, habría que encajar la influencia del llamado efecto Billary ( o sea, la combinación de Hillary y de su marido ).

Las ventajas: se sumarían fuerzas (obvio); se anestesiarían las rencillas (por la perspectiva de tocar poder desde 2009); se multiplicaría el carácter histórico de la propuesta demócrata (negro+mujer); se acumularían garantías en estados donde Hillary ha sido muy fuerte (los de mayor peso electoral) y Obama mucho más débil y vulnerable al mensaje de Mc Cain.

Otros comentaristas y bloggers cabalgan sobre la hillaryfobia tan activa en Washington para recomendar a Obama que se abstenga de caer en la tentación de calcular los réditos políticos de contar con su rival interna.

Recientemente, el corresponsal en Washington de NEW STATESMAN, el periódico de la izquierda laborista, criticaba duramente a medios y comentaristas políticos por practicar el “odio a Hillary”. Sostenía Andrew Stephen que ningún dirigente político había sido tan violentamente –y muchas veces, injustificadamente- atacado como la el matrimonio Clinton.
Más que Obama, Hillary ha sido derrotada por la obamanía (aunque este fenómeno, como los ciclones, se debilita a medida que avanza). Por esa razón, el animal político que Hillary ha cultivado en su interior (probablemente, hasta poseerla) optará ahora por hacer virtud de la necesidad. De lo que se trata en este momento es de no perder la otra batalla, esa que ella siempre libra con más ferocidad, la de la supervivencia política.

Lo cierto es que ese espíritu guerrero y resistente de la tenaz abogada procedente de una familia de clase media de Chicago se ha revalidado. Si la senadora Clinton consigue que ahora Obama asuma que la necesita, habrán tenido sentido todos estos meses de agónica resistencia. Habrá unido su destino al de su partido al reconocerla Obama como decisiva para la victoria en noviembre.

Habrá ganado después de haber perdido: el sueño de cualquier político de cualquier parte.

CARRUSEL DE PANTOMIMAS EN EL CIRCO ROMANO

5 de Junio de 2008

La cumbre de la FAO consagrada a la actual crisis alimentaria se ha celebrado frente al Circo Máximo de Roma. Un escenario apropiado para el carrusel de intervenciones, propuestas, debates y discusiones de dudosa efectividad. Al final, documento con mas vaguedades y escapismos que soluciones. No se esperaba otra cosa.

Y es que los problemas estructurales no lo resuelven los discursos, las “bonitas palabras”, que dijo el presidente español en su intervención. Pero tampoco las aportaciones de urgencia, como la anunciada por el mismo Zapatero. La FAO estima en 30 mil millones de dólares la cuantía de los fondos para superar esta crisis. Pero la revisión de los análisis de los especialistas indica que el esfuerzo deberá ser mayor. En realidad, el problema no se resolverá añadiendo ceros a las “donaciones”. Todo el mundo coincide en la necesidad imperativa de cambios estructurales. En lo que no hay acuerdo es en las fórmulas más adecuadas para conseguirlo.

Lo que la prensa internacional ha venido publicando estos días ha puesto de manifiesto algo que muchos sospechábamos: que el problema del hambre –o mejor, de la seguridad alimentaria- es un gran asunto de economía política que trasciende las medidas técnicas.

El FINANCIAL TIMES ha consagrado dos grandes artículos de fondo al tema de la semana. En el dedicado a África, la región más afectada por la escasez, se concluye enfrentando el recetario que neoliberales y progresistas plantean. Algunos elementos son especialmente polémicos. Citemos los más sensibles.

Los neoliberales defienden la creación de grandes extensiones productivas para favorecer la rentabilidad; los progresistas creen que hay que fortalecer la pequeña propiedad para garantizar que todas las familias garanticen sus alimentos.

Los neoliberales defienden la introducción generalizada de los productos genéticamente modificados, por entender que mejorarán la productividad ; los progresistas desconfían profundamente, porque aseguran que el beneficio se lo llevarán las multinacionales que controlan ese mercado y, además, alterarán la cultura laboral agrícola con inquietantes consecuencias.

Los neoliberales proclaman la desaparición de tarifas y aranceles para ampliar la libertad de intercambio y favorecer el descenso de los precios; los progresistas replican que esa postura es hipócrita porque el desarme arancelario ha sido mucho mayor en los países subdesarrollados que en las grandes potencias exportadoras de alimentos.

Los neoliberales aceptan mecanismos puntuales y temporales de ayuda para corregir desajustes del mercado y situaciones de emergencia climática; los progresistas no se oponen, pero denuncian que esas prácticas asistenciales contribuyen a incrementar la dependencia y retrasan la adopción de las medidas de cambio estructural.

A estas polémicas conceptuales y de modelo se suman otras rivalidades de coyuntura no identificadas en las tradicionales fracturas Norte-Sur. Singularmente la relacionada con el auge de los biocombustibles.

Uno de los países líderes del Tercer Mundo, Brasil, defiende con pasión esta iniciativa estratégica y rechaza que la producción de este tipo de energía haya contribuido a agravar la escasez de alimentos. El presidente Lula ha vuelto a explicar en Roma que el etanol brasileño se extrae de la caña de azúcar y no priva de comestibles a sus ciudadanos. Pero lo cierto es que el hambre no ha sido erradicada en Brasil, como denuncian muchas organizaciones sociales. Lula argumentó que las grandes economías mundiales debían revisar sus modelos de crecimiento y consumo, reducir la factura energética y no culpabilizar a los las potencias medias que emplean sus recursos para asegurar su desarrollo.

Otro de los debates apasionados gira en torno al proteccionismo. Mientras Estados Unidos interpreta su papel en el Circo Romano, su aparato legislativo aprueba una ley agraria que refuerza los subsidios a los productores norteamericanos. Una “vergüenza internacional” asevera en el diario EL NUEVO HERALD un comentarista de conocidas credenciales liberales, Andrés Oppenheimer. No es casualidad que esta noticia haya tenido un eco nulo en la agenda informativa de los Estados Unidos.

EL EJÉRCITO MEDIÁTICO DE BUSH

30 Mayo 2008


En política, hay pocas heridas más dolorosas que el “fuego amigo”. No me refiero a la crisis interna del PP. Estoy pensando en el presidente de Estados Unidos. Uno de sus hombres de confianza acaba de confirmar desde dentro lo que ya se ha denunciado desde fuera: que el único arma de destrucción masiva identificado en la justificación de la aventura bélica en Irak ha sido la mentira.

La denuncia de Scout McClellan debe ser particularmente irritante para el presidente, porque su portavoz entre 2003 y 1006 no era un recién llegado en el “inner circle” del presidente. Era amigo y viejo colaborador desde los tiempos en que Bush diseñaba su asalto a la Casa Blanca desde la gobernación de Texas.

Lo que escribe McClellan en su libro vino a reforzar desde dentro lo que se ha ido investigando y denunciando desde latitudes más creíbles e independientes sobre la envenenada política informativa de la administración Bush.

La cadena pública de televisión de los Estados Unidos (PBS) emitió hace casi un par de años una extraordinaria serie de documentales titulada “News&War”, en la que se ponía en evidencia todo el sistema de mentiras, manipulaciones e intoxicaciones orquestadas desde la Casa Blanca para engañar a la opinión pública y confundir a los profesionales de la información.

Lo inquietante de no fue constatar que los ideólogos neocon disfrutaban de un ejército de cómplices en los medios afines, sino que hasta algunos de los más prestigiosos profesionales se dejaron engañar o seducir por el patriotismo simplón y embustero fabricado por la Casa Blanca.

La reputada principal experta en Irak, autora de algún libro sobre Sadam, Judith Miller, fue la escogida por el Pentágono para extender las mentiras sobre los arsenales iraquíes o el invento del uranio de Níger, en el que se terminó destapando a una agente secreta por no colaborar en el montaje. El caso le costó una condena judicial al entonces jefe de gabinete del vicepresidente Cheney y el prestigio a la periodista, que no trabajaba para la Fox, la televisión de Bush, sino para THE NEW YORK TIMES.

Y por poner otro ejemplo de hasta donde se bajó la guardia, Dan Rather, quizás el periodista televisivo más influyente de Estados Unidos desde Walter Conkite, decidió tirar por la borda la supuesta independencia que se le atribuía al proclamar que se consideraba “un soldado más del presidente Bush” y que “en tiempos de guerra, su único objetivo era ganar, signifique lo que signifique este término”.

Estos son solos unos casos y no aislados. La mansedumbre con que los medios aceptaron el esquema de cobertura de las operaciones bélicas dictado por el Pentágono –el embebbedment- consagró le pérdida de independencia informativa. El veterano periodista de guerra norteamericano, Chris Hedges, ha escrito que esa connivencia entre militares y periodistas responde a un “falso sentido de lealtad”.

Un estudio realizado por la organización FAIR sobre el equilibrio informativo en las grandes cadenas de televisión norteamericanas en la cobertura de la crisis y posterior guerra de Irak indica que de las 1617 intervenciones a cámara registradas en las seis grandes cadenas entre el comienzo de las operaciones, el 19 de marzo de 2003, y el 4 de abril, una semana antes de la caída de Bagdad, ¡sólo el 3% eran contrarias a la guerra!

Hace sólo unas semanas, el NEW YORK TIMES desveló cómo el Pentágono ha utilizado de forma sistemática y generalizada a los comentaristas militares de las cadenas de televisión y radio –ya en la reserva- para apoyar sus tesis, contrarrestar críticas y filtrar versiones interesadas. No dudó el mando militar norteamericano en fletar un avión especial y llevarse a estos supuestos expertos a Guantánamo para combatir las críticas contra una de los escándalos más vergonzosos de la justicia norteamericana.

Estos “analistas” ya habían echado una mano durante los peores momentos de la guerra contra la resistencia iraquí. En no pocas ocasiones se organizaban viajes relámpago a lugares de conflicto en el interior de Irak para que estos antiguos camaradas de armas ofrecieran “propaganda disfrazada de análisis militar independiente”, según el diario.

No sorprende tampoco que muchos de estos comentaristas tuvieran un segundo empleo mucho más lucrativo: lobbystas de empresas contratistas del propio Pentágono. A este ejército sombrío le ha llamado el periodista que desveló el turbio asunto el “caballo de Troya mediático de la administración Bush”. Un auténtico ejército mediático de las tinieblas.

HILLARY CLINTON: EL DECÁLOGO DE LA RESISTENCIA

23 Mayo 2008

A Hillary Clinton ya se le da por muerta en la carrera por la nominación demócrata a la presidencia de los Estados Unidos.

¿Lo está?

Los números avalan el triunfo de Obama. Pero las matemáticas electorales de Estados Unidos encierran todo tipo de trampas. Nunca antes se había vivido una disputa tan cerrada, ni una competencia que haya movilizado a tanto simpatizante. Estas son unas elecciones distintas. Por eso, el resultado se antoja esquivo.

O al menos, así lo proclama Hillary. ¿Tiene base la resistencia de la senadora neoyorquina? ¿Es pura obstinación de mala perdedora? ¿Es la ceguera de una ambición desmedida? ¿Es victima de un instinto destructivo?

Cosas similares se han dicho y escrito estas últimas semanas.

Pero ¿cuáles son las razones de Hillary? De la atenta lectura de los recientes análisis puede construirse este decálogo de la resistencia de la senadora.

Uno. Pocas veces se ha votado con tanto entusiasmo. No se puede privar de ese derecho a los ciudadanos de los Estados en los que aún no se han celebrado primarias.

Dos. Hay que contar con los electores de Florida y Michigan, dos Estados de gran peso demográfico, presuntamente favorables a ella. El Partido resolverá la disputa a finales de mes.

Tres. Ella puede tener menos delegados en su campo, pero tiene más votos populares. Y eso es lo que verdaderamente contará cuando haya que derrotar al adversario común, el republicano McCain.

Cuatro. Muchos superdelegados –221- no se han pronunciado aún y prefieren que ella se mantenga en la carrera. ¿Comparten su idea de que aún es posible un vuelco?

Cinco. El áurea de vencedor inevitable que rodeó a Obama ha desaparecido. No es descartable que algún acontecimiento inesperado o un escándalo pueda arruinar su candidatura en el penúltimo momento. En ese caso, los demócratas necesitan tener viva una alternativa.

Seis. La experiencia será un valor fundamental en la batalla que necesariamente hay que ganar, la de noviembre. En tiempos de crisis, Hillary evoca los años de prosperidad del mandato de su marido, en los noventa, mientras Obama no ha resuelto las dudas e incertidumbres que genera su propuesta económica.

Siete. La señora Clinton rechaza que su negativa a abandonar perjudique al partido demócrata. Sus colaboradores repiten incesantemente que cuando de verdad sea derrotada se pondrá al lado de Obama para ganar en noviembre.

Ocho. No falta el argumento victimista. Sostienen Hillary y los suyos que la brecha que ha puesto en evidencia las primarias no ha sido la racial, sino la de género. En la contienda ha emergido con más fuerza el sexismo que el racismo. Lo dijo el propio marido de la candidata hace pocos días.

Nueve. Permanecer en la carrera puede fortalecerla en otras opciones, aunque pierda las primarias. Preferentemente, ser candidata en 2012 (si Obama pierde frente a McCain). Obama puede verse ante el dilema de ofrecerla que le acompañe en el ticket. De hecho, algunas informaciones sitúan a Clinton como primera opción de algunos asesores del senador por Illinois. No es de extrañar: muchos de los votantes de Hillary declaran abiertamente que no votarán por Obama si él es el candidato demócrata. O lo harán por McCain o no irán a las urnas

Y diez. La combatividad exhibida en las primarias ha blindado su prestigio de luchadora. Los verdaderos líderes no abandonan nunca. Esa es la última divisa de Hillary.

Ni las deudas, ni el abandono de algunos amigos, ni los ataques populares o mediáticos, ni el desánimo, ni la amenaza de un descrédito irreversible han podido con ella.

Admitirá mejor o peor su derrota. Pero lo único que no se permite Hillary Clinton es la rendición.

EL PAÍS IMPOSIBLE

16 Mayo 2008

Líbano es un país imposible que se resiste a desaparecer. Todos los conflictos imaginables –y hasta los inimaginables- se han venido sucediendo en Líbano desde el comienzo de la guerra civil, a mediados de los setenta.

El país de los cedros ha sido el escenario de las confrontaciones entre las potencias regionales, pero también de las mundiales. Las alianzas se han tejido y destejido sin apenas descanso. Cualquier matrimonio político es efímero en Líbano; por esa misma razón, cualquiera es posible. O como dice Ghassan Charbel, un notable comentarista del diario árabe AL HAYAT, en Líbano “ni las derrotas ni las victorias son permanentes”.

Cristianos y pro-sirios lucharon en la misma trinchera en los setenta, porque entonces se trataba de vencer a la OLP, poder militar en el sector occidental de la ciudad. Meses después, esos aliados de conveniencia se mataban con saña en las calles de Beirut. Los drusos combatieron hombro con hombro junto a las fuerzas pro-sirias para defender sus posiciones frente a las milicias cristianas apoyadas por Israel, en los ochenta. Hoy, los drusos abominan de la influencia de Damasco, que ellos contribuyeron a fortalecer. Chiitas proiraníes y sunnitas naseristas combatieron contra la ocupación israelí y sus aliados cristianos. Estos días, la mayoría de los sunníes han roto con el vecino sirio y, con el respaldo de las monarquías petroleras, han peleado con fiereza por el control de Beirut Oeste contra los chiies que veneran el proyecto iraní. Estas son sólo algunas de las variaciones de la fortuna comunitaria, política y militar en Líbano.

En los acontecimientos de este mes de mayo, la fragilidad de las instituciones se ha puesto en evidencia. Los combates estallaron después de que el gobierno ordenara acabar con dos situaciones que evidenciaban el poderío de Hezbollah y su desafío al Estado.

La primera era la existencia de un supuesto sistema de vigilancia –y espionaje, aseguraban algunos- que Hezbollah había instalado en el aeropuerto internacional de Beirut. La segunda es la posesión de una red exclusiva de telefonía contratada con una empresa iraní.

Cuando la tensión anunciaba el enfrentamiento armado, el gobierno encargó al Ejército que previniera los combates entre Hezbollah y las milicias pertenecientes a las distintas facciones gubernamentales. Lo que, obviamente, no consiguió. Y cuando las hostilidades se desencadenaron, el ejército se inhibió.

La invocación a una mediación árabe –de éxito improbable- ha servido de cobertura al Gobierno para renunciar a sus medidas contra Hezbollah. A cambio, las milicias pro-iraníes se han retirado de las posiciones conquistadas estos días en Beirut oeste.

Quizás no hacía falta que las milicias chiitas hicieran una demostración de fuerza como la exhibida estos días en Beirut Oeste. Pero ahora parece indiscutible que Hezbollah ha construido, en la práctica, un Estado dentro del Estado.

Para el FINANCIAL TIMES, estamos ante “el lento suicidio de una nación”. Para LE MONDE, las “manipulaciones de Damasco y de Teherán, unidas a la “irresponsabilidad de la clase política libanesa por cultivar las divisiones comunitarias abren “la perspectiva de una nueva guerra civil”.

Un editorial del influyente L’ORIENT LE JOUR denunciaba estos días el comportamiento del Ejército y desacreditaba a su jefe, el general Sleiman. Se le reprocha no haber sido capaz –e incluso, tal vez, de no haber querido- poner fin a dos circunstancias que ponen en evidencia la autoridad del Estado.

Una paradoja libanesa más: cuando se busca una solución para la máxima responsabilidad del Estado se mira al Ejército. El general Sleiman, aparece como el candidato más factible para convertirse en nuevo Presidente de la República. La elección del Jefe del Estado se ha aplazado ¡diecinueve veces!

A este ejército cuestionado le ofrece el presidente norteamericano más ayuda para controlar el país. El NEW YORK TIMES se lo reprocha: “si Bush quiere realmente ayudar a Siniora, [el jefe del gobierno libanés] tendrá que hablar con los patrones de Hezbollah en Siria y Líbano”. Justo lo que el presidente se empeña “obstinadamente” en rechazar. Lo que a juicio del diario “ha debilitado la influencia de América en la región”.

Israel contempla la evolución libanesa con expectativas. El presidente Peres comentaba estos días que Hezbollah está destruyendo el Líbano. Un nuevo estado fallido se perfilaría en el horizonte internacional. Y ya se conoce la receta para los estados fallidos. Cuánto más se degrade la situación, más se incrementan las posibilidades de una internacionalización masiva. Para Israel, sería la oportunidad de revertir de nuevo la historia y convertir sus dos derrotas en una victoria.

Bush le ha ofrecido estos días a Israel la protección estadounidense ante las amenazas del régimen de los ayatollahs. El diario AL QDS AL ARABI sospecha de las intenciones estadounidenses y asegura que el objetivo es el mismo que el perseguido en Irak: “abatir cualquier fuerza opuesta a Israel o al proyecto americano en Oriente Medio”.

La guerra que no pudo ser contra Irán podría tener su corolario en Líbano. Sería la victoria póstuma de los neocon.

¿GORDON CALLAGHAN O GORDON MAJOR?

9 Mayo 2008

A las derrotas de la izquierda socialdemócrata en Francia e Italia se une ahora la de Gran Bretañas, en las elecciones municipales del primero de Mayo.

La pérdida más dolorosa ha sido la alcaldía de Londres, más que por la derrota en sí, por el perfil mediocre del ganador, el conservador Boris Jonson.

Pero lo más preocupante, sin duda, ha sido el severo correctivo que ha sufrido el Partido Laborista, que quedó relegado al tercer puesto, por detrás de conservadores, los grandes beneficiarios, y de los liberales-demócratas.

La debacle laborista de mayo ha sido interpretada de muy diversas formas por medios y observadores dentro y fuera de Gran Bretaña.

Hay quien ve en la derrota el final del ciclo laborista en el Reino Unido y el anuncio de una imparable victoria tory. Según estos augures, no haría falta esperar a la convocatoria electoral. La crisis actual se agudizará en los próximos meses y el momento crítico sería a finales de año. Es inquietante la amenaza de una reedición del terrible “invierno de descontento” de hace justamente treinta años, que acabó con el último periodo laborista en Gran Bretaña, el que abrió el paso a Margaret Thatcher. Gordon Brown sería entonces como James Callaghan, un político arrastrado por una crisis económica devastadora y corroído por la falta de respuestas.

Otras interpretaciones menos catastrofistas, o más benévolas con el actual primer ministro, consideran que Gordon Brown dispone aún de capital político y de solvencia técnica para superar esta crisis y, al menos, completar el mandato, con rectificaciones rápidas e inteligentes. Algo parecido a lo que hizo John Major en 1992, cuando meses después de suceder a Maggie Thatcher sorteó la crisis monetaria europea que desangró la libra y pudo seguir dirigiendo el país casi cinco años más, hasta la victoria laborista de 1997, con Tony Blair al frente.

Nadie se atreve a invocar el tercer escenario, el más optimista: una recuperación asombrosa de Brown y una victoria electoral propia que le permitiera un segundo mandato.

Las causas del derrumbe laboristas son conocidas. La crisis financiera, crediticia e inmobiliaria ha empezado a golpear en sectores tradicionales de la base laborista. Pero lo peor ha sido las recetas fiscales propuestas por el primer ministro, dictadas más por el oportunismo político que por la coherencia programática.

Un revelador artículo en el semanario de izquierdas NEW STATESMAN advertía el repuntar de los movimientos sociales. En 2007, el número de jornadas de huelga ha superado el millón, por primera vez en 17 años. La subida de los precios de la alimentación y la energía se comen más de la mitad del presupuesto de los hogares modestos, los que votan preferentemente laboristas.

El semanario reconoce que los sindicatos no son lo que eran hace treinta años. Los gobiernos Thatcher los debilitaron quizás de forma irreversible. Los trabajadores sindicados han pasado de trece millones a siete millones y medio.
Peor aún, como sostiene el articulista, “con un crédito hipotecario y facturas por pagar, los asalariados sindicados son hoy netamente más reticentes a sacrificar su salario que hace treinta años”. Con todo, la agravación de la crisis o la falta de respuesta puede hacer inevitable la protesta.

El fin de semana posterior al derrumbe, Brown salió a dar la cara en los programas políticos de mayor audiencia para admitir errores. “El país nos ha sacado tarjeta amarilla”, admitía con un símil futbolero Brown, en un intento por recuperar su conexión con las bases populares. Con el mismo objetivo, aseguraba entender la angustia de los hogares modestos. El primer ministro acompañaba a este mea culpa una declaración de confianza en sus posibilidades para remontar la crisis: “Soy el hombre más indicado para afrontar los desafíos que tiene ahora el país”.

Sus compañeros de partido no cuestionan de momento el liderazgo de Brown. En los diarios de estos días, ministros y dirigentes laboristas mostraban prudencia y respeto por su líder. Unos le daban hasta final de año para demostrar que sabe cómo superar la crisis. Otros son menos precisos. Pero todos coinciden en que no bastará con admitir los errores y con demostrar presencia de ánimo ante el varapalo de las locales.

La prensa menos hostil le recomienda a Brown que recupere sus señas de identidad, que restablezca su tradicional conexión con las bases laboristas y, más allá, con los intereses de los trabajadores. Que entierre las tentaciones maniobreras, donde ha demostrado ser una nulidad. Que no pretenda emular a Blair en habilidad.

Diarios como THE GUARDIAN O THE INDEPENDENT le exigen a Brown que vuelva a ser ese político gris, pero solvente, serio, honesto y fiable que consiguió hace casi un año el apoyo abrumador de su partido y la simpatía elocuente de su base social, fatigados por el carisma blairista.

En definitiva que Brown vuelva a ser Gordon, el tío Gordon, uno de los suyos. Todo ello para que nadie tenga que despedirle como el heredero de Callaghan .

CEGUERA DE LA IZQUIERDA ITALIANA

2 Mayo 2008


En apenas dos semanas, la izquierda italiana –o lo que queda de ella- se ha dejado arrebatar el gobierno de la República y la emblemática alcaldía de Roma. Con lo primero se contaba entre los analistas más lúcidos. Lo segundo representa una auténtica catástrofe, no ya por la derrota, sino por el perfil del vencedor: Gianni Alemanno, un mediocre político procedente de la antiguas huestes post-fascistas.


Italia es políticamente imprevisible. Éste es un axioma desde que la revolución “manos limpias” descompusiera el tinglado de la IV República y los precarios pero estables gobiernos democristianos con complicidades variables.

La aparición del fenómeno Berlusconi coincidió con la pérdida de rumbo de la izquierda. Los socialistas, destruidos por el craxismo. Los comunistas, autoengañados con la falsa complacencia de convertirse en la opción inevitable. A esa izquierda le han fallado todas las estrategias en los últimos tres lustros. Ni siquiera decentes gestiones como la de Romano Prodi les ha servido para acabar con uno de los fenómenos políticos europeos más bochornosos desde la segunda guerra mundial, como es la imposible alianza de populistas, xenófobos, postfascistas y pseudo separatistas.

Italia es el país europeo al que más le cuesta renovar su clase política. Por no hablar de sus mensajes, que esconden viejas ideas bajo etiquetas extravagantes.

La victoria de Berlusconi y de Allemanno pone en evidencia la fragilidad y la superficialidad de la oferta electoral de una izquierda confusa. Las derrotas sucesivas de la pareja Veltroni-Rutelli han demostrado que no son mejor alternativa que “il proffesore” Prodi, a quien no fueron precisamente leales. Está acertado el diario económico IL SORE 24 ORE, cuando afirma que el candidato derrotado a la alcaldía romana, Franco Rutelli “paga los errores de un partido sin identidad”.

La derrota en Roma debilita aún más a Veltroni –como Rutelli, exprimer edil de la capital- y confirma la lucha por el liderazgo de una izquierda desdibujada. Será difícil que no cuajen voces de revancha dentro de una constelación que vive en permanente sobresalto.

Las causas de esta doble victoria de una derecha improbablemente solvente son varias. Destaquemos el efecto de la inseguridad, que tanto Berlusconi como Alemanno han explotado sin pudor. El rechazo al inmigrante rumano ha servido de pivote a una campaña del miedo, tan eficaz como antigua. Rutelli sintió la tentación de no parecer débil y se sometió a la dinámica de la puja. Algunas afirmaciones de la campaña del candidato de la izquierda podían haber sido defendidas, más por la forma que por el fondo, por su rival post-fascista.

Algunos diarios italianos sostienen que la clase media ha abandonado a esta izquierda sin color, gris, ambigua y desconcertada, y se ha refugiado en las propuestas de orden. “El deseo de orden, de seguridad y de cambio expresado por los electores ha impedido el equilibrio imposible de una capital que oscilaba entre la magia de los festivales de cine y la periferia abandona a si misma” , escribe CORRIETE DELLA SERA.

LA STAMPA de Turín no es menos cruel: “Con Veltroni se han multiplicado las estrellas, los festivales, las pasarelas, mientras que en los barrios de la periferia se violaba”.

Este clima de inquietud social, de inseguridad ciudadana, de frivolidad y liberalidad han impregnado la gestión de una izquierda ligera, liviana, demasiado pendiente de las modas mediáticas. Veltroni asumió el lema de Obama en las generales, igual que Rutelli trató de civilizar el mensaje de la derecha. Esta falta de identidad ha resultado fatal para ambos.

Recientemente, LE MONDE DIPLOMATIQUE, anticipando las dimensiones del fracaso, pedía una reflexión de fondo a todas las familias de la izquierda italiana. Sería saludable que se produjera, para que Italia dejara de ser el laboratorio europeo de las anomalías políticas.

BALADA PARA DOS GLADIADORES

25 Abril 2008

A la clase obrera de la América profunda, tradicional y conservadora no le gusta el paraíso de progresismo blando de Barak Obama. Hillary sigue viva jugando sobre seguro y pareciéndose cada vez más a un candidato republicano sin el fanatismo neocon. Más a McCain y menos a un tal Bill Clinton.

Sostienen algunos analistas que Obama se terminó de borrar en Pensylvania con sus referencias a la “amargura” de algunas gentes del Estado, apegadas a la religión, a las armas y al rechazo del inmigrante. Esa trilogía de la espada, la cruz y la raza que Obama ha cuestionado constituye el poso cultural de un país desconcertado, frustrado. ¿Irracional?

En los titulares, del encanto de Obama hemos pasado a sus tropiezos. Era de esperar, porque el éxito mediático del senador de Illinois residía en la virtud de la novedad. Obama enganchaba cuando su mensaje sonaba crítico con los políticos partidistas, mientras mantenía la ambigüedad hacia los valores tradicionales. Al mostrarse audaz, quizás convencido de la solidez de su posición, se ha expuesto a una respuesta que no esperaba. Un poco de antisistema pasaba bien. Pero cuestionar esencias ha resultado indigesto. La clase obrera americana no cree en el paraíso de Obama, cree en las referencias de toda la vida. Desconfía de los republicanos, porque los considera defensores de los ricos, pero han percibido en Obama la encarnación de todos los riesgos, y no está el horno para experimentos en el corazón de la América fallida.

Los problemas de Hillary se han suavizado, tal vez, con el triunfo en Pensylvania, pero no lo suficiente para cambiar la etiqueta de perdedora que Obama le endosó después de Winsconsin. Dicen los analistas que uno de los problemas de la senadora por Nueva York es el dinero, que se le agota. Acaba de recibir diez millones de dólares. Poco parece para afrontar la renta final, donde cada victoria se antoja agónica. El varapalo del NEW YORK TIMES por su actual estrategia de campaña no le ayudará. “Ha llegado el momento de que la senadora Clinton reconozca que este negativismo, del que ella es en gran parte responsable, no hace otra cosa que dañarla, dañar a su adversario, a su partido y a las propias elecciones”.

Pero Hillary, ya se sabe, se crece en la adversidad. El diario neoyorquino puede haber acertado en su crítica, pero por perverso que parezca, Hillary puede hacer virtud de la necesidad y puede convencer a los superdelegados demócratas si les hace ver que Obama es un candidato perdedor en noviembre, porque las mayorías que le han apoyado ahora a ella en los grandes estados preferirán entonces a McCain que al senador afroamericano.

La revista THE NEW REPUBLIC publica un inquietante estudio: el perfil sociológico del apoyo electoral de Obama –“una coalición dirigida por estudiantes y minorías”- coincide mucho con el de McGovern en 1972, que terminó apabullado por Nixón.

Para parar todo esta guerra de desgaste surgen algunas voces, incluso históricas. En el BOSTON GLOBE, el otrora influyente y sempiterna esperanza nunca cumplida de los demócratas durante la era Reagan , el exgobernador de Nueva York Mario Cuomo ha recuperado la idea del tandem bajo un pacto de ahora tu y luego yo .

¿Es posible aún, después de todas las heridas infligidas? Cuomo interpreta una balada: “Imaginemos un poco: en el curso de los ocho próximos años, podremos elegir a la vez a la primera mujer y al primer negro para la presidencia de los Estados Unidos. No es un sueño. Es factible, a condición de que nuestros candidatos tengan la fuerza y la sabiduría necesarias para que esto se convierta en realidad”.

A estas alturas del partido, la propuesta de Cuomo suena como una canción de John Lennon. Demasiado idealista para un escenario que el FINANCIAL TIMES asemeja a un circo romano al describir a Clinton y Obama como dos “gladiadores”. Como tales, lucharán hasta la muerte, pero la destrucción arrastrará a los demócratas.

Nadie apuesta por un armisticio antes de Indiana y Carolina de Norte, a primeros de mayo. Y ni siquiera entonces acabará el duelo, si la senadora le recorta diferencia a Obama y mete presión a los superdelegados.

Todo esta batalla tiene un corolario paradójico: lo que hasta hace poco excitaba a los medios hoy empieza a saturarles. El día que la campaña tire hacia abajo las audiencias los dos candidatos demócratas habrán empezado a perder definitivamente las elecciones de noviembre.

UN FANTASMA RECORRE EL MUNDO: EL HAMBRE

18 Abril 2008


El asunto no ha ocupado las primeras páginas de los diarios españoles, más atentos siempre a asuntos domésticos incluso de segundo orden que a grandes problemas internacionales. Pero lo cierto es que pocas veces se han dado voces de alarma tan contundentes, plurales y fundamentadas como en este ocasión. Lo que aquí, en los países llamados ricos o desarrollados constituye una preocupación para las economías más modestas y un grave riesgo de inflación, para los países pobres o subdesarrollados la amenaza se expresa en términos de tragedia.

El hambre es un peligro real. Es más, ya se ha cobrado vidas de los que no se resignan a ser devorados por él. Los disturbios del pan han provocado ya una fuerte ansiedad en muchos gobiernos de África, en algunos de Asia y en los del Caribe.

Los precios de los productos básicos alimentarios están por las nubes. En su conjunto, según el Banco Mundial, han aumentado un 83% en los últimos tres años. Sólo en lo que va de año, el arroz se ha elevado un 141%. Algunas variedades del trigo han superado esa tasa.

Los consumidores de más baja renta, los que dedican la mitad o más de sus ingresos a la cesta de la compra no han podido aguantar. El director del Banco Mundial ha cifrado en 100 millones las personas amenazadas directamente, si no hay respuestas rápidas y contundentes.

Como dice THE ECONOMIST en su dossier principal de la semana: “Esta crisis es diferente. Esta ocurriendo en muchos países simultáneamente, la primera vez que ocurre desde comienzos de los 70”.

¿Qué esta pasando?

No estamos hablando de un desastre natural, de epidemias, ni siquiera de una crisis de oferta. Lo que ha ocurrido en los últimos dos años y ahora se presenta en términos de emergencia es un incremento brutal de la demanda y una serie de factores de diferente índole que coadyuvan a proclamar la voz de alarma. Veamos algunos.

China e India, con más de un tercio de la población mundial, pide más de comer, y lo empieza a obtener. También su ganado, sus animales de labranza y labor. La demanda ha superado las expectativas más altas.

Ante el pánico de las últimas semanas, tradicionales países exportadores han mantenido reservas para prevenir de cualquier emergencia alimentaria, contribuyendo a reducir la oferta.

La explosión de los biocombustibles, por el afán de reducir la dependencia y de achicar la factura del petróleo han agravado las cosas, porque cada vez es más el grano que dedica a producir energía y menos a alimentar a la gente.

El relator de las Naciones Unidas para el derecho a la alimentación, el siempre crítico socialista suizo Jean Ziegler, dice en una entrevista publicada por LIBERATION que “la fabricación de biocarburantes es hoy un crimen contra la humanidad”. Y señala el caso emblemático del maíz norteamericano: el gobierno Bush ha dedicado –asegura- “seis millones de dólares en promover una política que ha drenado 138 millones de toneladas de maíz fuera del mercado alimentario”.

En los medios que estos días se han ocupado del problema, se han presentado y analizado estas y otras causas, imposible de citar aquí. Pero también han planteado ciertas posibles vías de amortiguación, que no de resolución, de la crisis. Comentaristas de orientación liberal como Victor Mallet en el FINANCIAL TIMES propone liberalización del comercio, cambio de políticas nacionales en la prioridad de colectivos sociales o control de la población en el Tercer Mundo. Las ONG, por supuesto, proponen recetas diferentes como colocar la “seguridad alimentaria” en las políticas de desarrollo, constituir reservas de cereales o invertir en innovación agrícolas( ver documente de Acción contra el Hambre).

En todo caso, hay una coincidencia general en que las grandes potencias internacionales tienen que tomarse este asunto muy en serio y hacer un esfuerzo por consensuar soluciones y no profundizar diferencias, como desgraciadamente han evidenciado estos días el gobierno francés y el británico. Las peticiones del Banco Mundial, más contingentes que estratégicas, no resolverán el problema a largo plazo pero salvará miles de vida. Algo es algo.

EL AÑO DE PERÚ

11 Abril 2008

De Perú se va a hablar mucho este año. Las dos cumbres internacionales màs trascendentes para América Latina se van a celebrar en el país heredero de los incas. En mayo se celebrará en ese país la anual reunión entre Jefes de Estado o de gobierno de Europa y los países de América Latina y Caribe. Y en noviembre, tendrá lugar la cumbre de los países de la cuenca del Pacífico (APEC).

En Perú gobierna desde verano de 2006 la opción socialdemócrata representada por el APRA, uno de los partidos más veteranos y contradictorios de América Latina. El presidente Alán García pidió otra oportunidad y el pueblo peruano se la concedió. Su primer gobierno, en la segunda mitad de los ochenta, acabó hundido en la ineficacia, la hiperinflación, la corrupción y el inicio de la sangrienta experiencia mesiánico-terrorista de Sendero Luminoso. Más populista que socialista, García parecía muerto políticamente. Pero la terrible década del fujimorismo, la contradicciones de Toledo, la fragilidad de la derecha conservadora y el miedo al triunfo de la opción bolivariana se congregaron para resucitar a un político al que le gustaba ser considerado como el Felipe González de América Latina.

En realidad, en los ochenta García se pareció muy poco al expresidente español. Veinte años después, el líder aprista parece haber enterrado las orientaciones y prácticas de su primer gobierno y está decidido a marchar por una vía que podría considerarse no ya típicamente socialdemócrata, sino abiertamente liberal. Las cifras, por ahora, cuadran. Perú ha tenido un crecimiento del 8,5% en 2007, el más grande de la región, con una inflación desacostumbradamente baja, ligeramente por debajo del 4%.

“No somos de derechas, no somos neoliberales, como dicen nuestros rivales políticos. Somos progresistas. Nos inspira algo que repite Felipe González: no hay progreso de las capas populares sin empleo. Y el empleo lo crean fundamentalmente los empleadores, no el sector público”. Así nos resumía estos días en Lima el primer ministro peruano, Jorge del Castillo, la acción de su gobierno.

Alán García se ha planteado dos instrumentos prioritarios para lograr un crecimiento económico sostenible y competitivo: alcanzar acuerdos de libre comercio con Estados Unidos, con las potencias asiáticas emergentes y con la Unión Europea, y generar un clima de confianza para la inversión de capitales extranjeros. En dos años ha conseguido parcialmente estos objetivos. El TLC (Tratado de Libre Comercio) con Estados Unidos ya está suscrito; con China, se espera cerrar a finales de este año; y con Europa, se van consiguiendo acuerdos sectoriales. “Los tratados de libre comercio no son suficientes, pero si necesarios para que Perú entre en la modernidad económica y gane la primera batalla contra la pobreza, el gran reto de nuestro país”, nos asegura la Ministra de Comercio Exterior, Mercedes Araoz, responsable de la negociación de los acuerdos comerciales.

Hace sólo unos días Perú obtuvo el llamado grado de inversión, una especie de certificado que avala la salud económica de un país y sirve de incentivo para la entrada de inversiones.

La transformación de Alan García es saludada por las instituciones internacionales, pero también por algunos rivales políticos e incluso ciertas personalidades influyentes, como el escritor más universal del Perú, Mario Vargas Llosa, de conocidos planteamientos liberales, que recientemente reconoció el “cambio positivo” del líder aprista.

Sin embargo, desde la izquierda más tradicional, que gobierna en ciertas provincias rurales de la cordillera andina, se contempla a este gobierno como uno de los escasos aliados de Estados Unidos en la región, junto a los de Méjico y Colombia. Organizaciones campesinas y vecinales, sindicalistas de la enseñanza, asociaciones de victimas del terrorismo y la represión y ciertos intelectuales consideran que el gobierno de Lima ha agotado su crédito.

En Ayacucho, los campesinos agrupados en la Junta de regantes nos manifestaron su temor a que el gobierno ponga en manos de empresas agrarias promotoras de productos transgénicos el control del agua. Una protesta en defensa de los intereses locales acabó a tiros, con dos campesinos muertos. El informe fiscal cuestiona la inmadura actuación policial y ha provocado la aireada reacción del propio presidente.

En Cuzco, una legislación favorable a promover emprendimientos turísticos junto a yacimientos arqueológicos ha provocado reacciones apasionadas de la población, de autoridades locales e intelectuales defensores de la herencia cultural. Unos y otros no han expresado reproches al gobierno por alentar negocios turísticos con escaso respeto o descuidada protección de lugares sensibles.

El primer ministro, Jorge del Castillo, afirma que la oposición de izquierdas es anacrónica. Y califica incluso de “irresponsable” a algún presidente regional. Se cuida de implicar a Venezuela o a Bolivia de instigar una política de resistencia y boicoteo a su gobierno, pero considera a Chávez y Morales como inspiradores negativos de “políticas fracasadas”.

Para Perú, el termómetro del fracaso será la capacidad o no de reducir significativamente la pobreza y consolidar políticas de igualdad. Del Castillo confía en que la “impaciencia” no frustre la mejor oportunidad que ha tenido este país en décadas.

CAMBIO DE ÁNIMO EN EE.UU.

4 Abril 2008

Pocas veces un cambio de ciclo ha sito tan netamente percibido en los Estados Unidos. Al final del proyecto neocon, denostado ahora incluso por alguno de sus más conspicuos exégetas, se añade una percepción pesimista de una población cultural y sociológicamente proclive a ver el vaso medio lleno y no medio vacío.
La encuesta que periódicamente realiza el NYT en colaboración con la cadena de televisión CBS acerca del ánimo de los norteamericanos refleja, en su última edición, tendencias notablemente interesantes.
Lo que el diario ha destacado más es que cuatro de cada cinco estadounidenses (81%) estiman que el país ha tomado un camino equivocado. Como consecuencia de lo anterior, manifiestan rotundamente su insatisfacción. Hace un año, lo insatisfechos eran siete de cada diez, pero es que hace seis años, sólo unos meses después del trauma del 11-S, los pesimistas nos llegaban a cuatro de cada diez (35%).
¿Qué ha pasado en estos seis años de cruzada contra el terror, de regreso a los valores tradicionales, de aventura bélica en Irak, de políticas económicas erráticas y ajenas a al realidad productiva y social?

Que el norteamericano medio, incluso el que acepta sin demasiada incomodidad el sistema, ha dejado de creer en las posibilidades de su país y, en particular, en la idoneidad de sus gobernantes. Resulta llamativo que se perciba a los dirigentes políticos como los principales responsables de la crisis crediticia (un 40%), antes que los bancos prestamistas (un 28%) o los tomadores de los créditos (un 14%).

Al norteamericano medio ha dejado de preocuparle prioritariamente el terrorismo internacional. Sólo seis de cada cien (un 17%) consideran que ésa es la principal amenaza para América. La mitad de la población está mucho más preocupada por la crisis económica o el desempleo.

El pesimismo sobre el estilo de vida americano parece consistente. Menos de la mitad de los consultados confían en que sus hijos vivan mejor que ellos. Esta inquietud lleva incluso a cuestionarse dogmas de la economía liberal, que parecían indisputables hace sólo unos años. Casi seis de cada diez -una mayoría, por tanto, de los contribuyentes- se muestran ahora dispuestos a que se les suban los impuestos para atender las necesidades sociales de los más desfavorecidos o perjudicados por la crisis.

En un giro hacia la izquierda, el norteamericano pide más Estado. Desde comienzos de los noventa no ocurría que los defensores del sistema de intervención público fueran tantos como los partidarios de un Estado reducido : empate en el 43%. De igual manera, aumentan los favorables a un cierto proteccionismo en materia comercial.

¿Cómo puede influir este cambio de ánimo en las elecciones de noviembre? El NYT considera que los republicanos son los más perjudicados. Pero advierte que los demócratas mayoritarios en el Congreso son también objeto de críticas. La encuesta parece recomendar propuestas que consideraríamos socialdemócratas en Europa. Hillary y Obama parecen haber intuido el pálpito social, pero no se han anticipado con propuestas claras. Las contradicciones de una son tan chocantes como la ambiuedad del otro. Lo ajustado de la disputa no permite esperar clarificaciones. Gane quien gane de los tres presidenciables, tendrá que adaptar su discurso electoral a un estado de ánimo dominado por el pesimismo y la desconfianza de millones de norteamericanos.

Definitivamente, es época de cambios en Estados Unidos.

ARGENTINA: EL PULSO DE LOS PIQUETEROS RICOS

28 Marzo 2008

Cristina Fernández ha cumplido sus primeros cien días en la Casa Rosada en una clima de inquietante tensión social. Los grandes productores agrarios han desafiado a la Presidenta en la calle, bloqueando carreteras y poniendo en peligro el abastecimiento público, en respuesta a la decisión gubernamental de subir los impuestos sobre las exportaciones más sustanciosas.

Cristina Fernández llegaba a este primer tramo emblemático de su mandato amenazada por nubarrones económicos. Empezaba a preocupar seriamente el impacto que la crisis financiera internacional pudiera tener sobre la marcha galopante de la economía argentina, que creció un 8,7% en 2007. O el prolongado debate acerca de la manipulación sobre los datos oficiales de la inflación (un 20% real, según algunas fuentes, frente al 8,7% oficial) que ya había provocado una importante erosión del grado de credibilidad del gobierno. A eso se sumaba la falta de acuerdo con los acreedores internacionales, que refuerza la falta de interés inversor del capital extranjero: pone un dólar en Argentina por cada diez en Brasil. Sin olvidar el fantasma de la crisis de oferta energética, que puede agravarse con la llegada del invierno.

Con todo, la salud económica de Argentina se mantenía fuerte, con previsiones de crecimiento todavía muy robusto y cierto margen de maniobra política para lograr un pacto social que reforzara la dinámica productiva del país. Por eso, y a pesar de esos riesgos a flor de piel, la popularidad de la Presidenta se mantenía alta y se confiaba en un periodo inaugural tranquilo, sin sobresaltos relevantes.

Pero todo parece haberse desbaratado con la decisión gubernamental de elevar el gravamen fiscal en casi nueve puntos a los muy poderosos magnates agroexportadores. El ejecutivo asegura que con estos nuevos ingresos financiará políticas sociales para los sectores más desfavorecidos, que aún no se han recuperado del hundimiento económico del cambio de siglo. Los precios agrícolas se han triplicado durante la última época. El año pasado, el producto estrella del campo argentino, la soja, ha visto aumentar sus precios en más de un 70%. “Los grandes productores –han dicho en la Casa Rosada- deben compartir sus ganancias con el resto de los argentinos”.

Como ya ha ocurrido históricamente en América Latina, los sectores más favorecidos han respondido con enorme dureza a estas medidas distributivas. Los grandes propietarios no han dudado en sacar sus tractores y vehículos industriales para cortar carreteras e implantar, en la práctica, una huelga patronal que amenaza con bloquear la producción agrícola nacional.

La tensión vivida desde hace algunos días en la Pampa ha llegado a la capital federal, con ribetes de tensión y violencia que no se vivían en Buenos Aires desde la crisis de 2001. Partidarios del peronismo kirchnerista y sectores sindicales próximos hicieron frente en la céntrica Plaza de Mayo a sectores de la clase media alta que se habían pronunciado contra el Gobierno con el instrumento de las caceroladas.

Cristina había alentado la respuesta de sus defensores al afirmar con la contundencia que le caracteriza que no se iba a someter a la “extorsión” de los productores agrarios, ejercida por “piquetes de la abundancia”.

El discurso de los Kirchner mantiene un tono social reivindicativo que a veces resulta confuso e incluso oportunista, pero que encuentra eco en sectores sociales que, superado lo peor de la crisis, todavía reclaman la mejora de sus condiciones de vida. De ahí que ahora le exijan firmeza frente a los grandes propietarios, pero también la inversión de estos ingresos suplementarios en una reforma agraria que atienda las necesidades de los pequeños campesinos.

Entre los movimientos sociales que también han acudido estos días al rescate de la Presidenta en sus primeros momentos de apuro se han destacado las Madres de la Plaza de Mayo. Su incombustible presidenta, Hebe de Bonafini, ha manifestado que los protagonistas del paro agrario son “los mismos que dieron el golpe cívico-militar de 1976”. No ha pasado desapercibido que la radicalización de las protestas de los agroexportadores ha coincidido con el trigésimo segundo aniversario del último pronunciamiento castrense.

La oposición argentina, barrida en las elecciones de octubre, ha reclamado al Gobierno la suspensión de los incrementos fiscales para favorecer la negociación. Una posición arriesgada, que el kirchnerismo podría aprovechar para resaltar el divorcio entre la clase política tradicional y las aspiraciones populares.

Los medios de comunicación oscilan entre la posición abiertamente hostil al Gobierno, en los sectores más derechistas vinculados a los grandes intereses agrarios y una equidistancia prudente, como la sostenida desde las páginas del diario CLARÍN, que reclama moderación y espíritu de diálogo a las dos partes.

Consciente de que la conflictividad podría escapar a su control, la Presidenta abrió el jueves por la noche “la puerta del diálogo”. Pero, fiel a su estilo, exigió previamente a los agrarios que “levanten los bloqueos al pueblo”.

PARADOJAS DE LA CRISIS TIBETANA

21 Marzo 2008

Paradojas de la crisis del Tibet: la línea moderada del Dalai Lama ha sido fallida, la línea dura del Partido Comunista chino ha resultado también ineficaz. Este doble fracaso, sin embargo, podría abrir la puerta a un principio de resolución, por la falta de alternativas viables por ambas partes.

El actual número uno chino, Hu Jintao, sabe bien lo que ocurre en la región autónoma. Fue jefe del partido allí y cuando saltó hacia responsabilidades mayores en la escala de poder dejó a sus fieles al mando. El actual líder local era el jefe de las juventudes durante el mandato de Hu y sigue siendo un hombre de su entera confianza. Se llama Zhang Qingli y es responsable de una política de máxima dureza hacia los seguidores del Dalai Lama. En un largo y documentado análisis, el NEW YORK TIMES explica cómo en estos últimos años, desde la revuelta de 1989, se ha presionado a los monjes con una campaña de “reeducación ideológica” que tenía un objetivo “intimidatorio” más que “rectificador”. La otra palanca de la política china ha sido el desarrollo de Tibet. Pekín ha invertido muchos fondos en los últimos años. El tren de recorrido más largo y a la altura más elevada del mundo le costó 4 mil millones de dólares al erario chino. Presentado como una herramienta de primer orden para el crecimiento del Tibet, lo cierto es que el tren no ha tenido el efecto deseado por las autoridades.

Aunque el tren ha servido para incrementar espectacularmente la afluencia del turismo extranjero y, por tanto, de las divisas, también ha favorecido otro fenómeno indeseable para la población local: la llegada de inmigrantes de la etnia han, la mayoritaria en China. Pekín no esconde su pretensión de acabar a medio plazo con el dominio demográfico de los tibetanos en la región. “Éste es una de las principales fuentes del resentimiento local”, asegura uno de los analistas mencionados en el artículo del TIMES.

La ausencia de resultados positivos de la estrategia de promoción económica del Tibet se agrava con la política de debilitamiento del Dalai Lama. Hay que recordar que Pekín ha elegido un Panchen Lama –sucesor del líder espiritual y segunda autoridad tibetana- y ha encarcelado al niño designado por el propio Dalai.

El tibetano Tsering Topgyal, que prepara una tesis sobre el conflicto chino-tibetano para la London School of Economics, publica un análisis en el diario británico THE INDEPENDENT, en el que afirma que Pekín “ha debilitado a la única autoridad capaz de frenar a los tibetanos y de persuadirles de que permanecer en la República Popular”. Es decir, los dirigentes chinos han reforzado la línea separatista. Quizás conscientes de ello, estos días no han querido escuchar el mensaje conciliador del Dalai Lama y le han acusado de hipocresía, de pronunciar un discurso moderado, por un lado, y promover las protestas violentas, por otro.

Esta posición china no se corresponde con los reiterados pronunciamientos del líder espiritual tibetano, que ha practicado una moderación tan marcada que sus propios seguidores se han sentido frustrados. Lo que nos lleva a la segunda paradoja. El Dalai tampoco ha conseguido nada de Pekín con su política conciliadora. La frustración ha alcanzado al propio Dalai Lama, quien recientemente admitía la falta de resultados, como recuerda en su artículo Topgyal. No suenan extrañas, por ello, las palabras del primer monje tibetano invocando su dimisión si continuaba la violencia.

Con todo, la conjunción de las dos paradojas lleva a una tercera: el fracaso compartido del PC chino y del Dalai Lama quizás haga obligatorio un esfuerzo de entendimiento entre ambas partes, después de las correcciones necesarias.

Los tibetanos que han dejado de creer en la viabilidad de un régimen autonómico dentro de la República Popular y promueven la independencia saben que los Juegos Olímpicos son su gran oportunidad para presionar a Pekín, de ahí que empujen a los líderes chinos a debatirse en el dilema represión-negociación. Esa línea ha sido defendida en un artículo del disidente chino Wei Jingsheng, publicado por varios diarios del mundo.

Por su parte, los jerarcas chinos saben que será difícil que Occidente les presione con maniobras de boicoteo parcial de actos relacionados con los Juegos (ausencia de la ceremonia inaugural u otras). Pero ¿pueden mantener sin riesgo la política represiva? El corresponsal de THE ECONOMIST estaba en Lhasa cuando estalló la revuelta y hace una interesante observación comparativa entre el comportamiento oficial al producirse las protestas de 1989 y el registrado estos días. Entonces, las autoridades impusieron la ley marcial y se expulsaron a turistas y periodistas. Ahora, las medidas adoptadas se han calificado de “medidas especiales de control del tráfico”, a los turistas se les ha recomendado partir y a los periodistas se les permitió que agotaran el permiso de estancia del que disponían. Sin duda, asegura el informador, esta prudencia china se debe a su “preocupación” por los Juegos Olímpicos.

El analista tibetano Topgyal considera que Pekín intentará evitar concesiones, salvo si la comunidad internacional endurece su respuesta. ¿Lo hará? ¿Podrá hacerlo en la actual coyuntura económica global, que no aconseja precisamente sanciones o medidas que recorten la demanda china? Las presiones occidentales se antojan complicadas. Su capacidad de seducción a favor de una política de moderación es dudosa. Pero, ya se sabe, la tensión es mala para los negocios.

Volvemos y cerramos con el analista tibetano: “la lucha de los tibetanos se mantendrá durante generaciones, a menos que se llegue a una solución con el Dalai-Lama actual”.

OBAMA: EL FINAL DEL FLECHAZO

14 Marzo 2008

El triunfo de Obama en Missisipi, con la consecuente ampliación de la diferencia a su favor en el número de delegados asignados en las elecciones primarias, no ha despejado las dudas que en las últimas semanas han desinflado las expectativas del candidato revelación en los comicios norteamericanos.

En varias publicaciones han ido apareciendo historias, análisis, valoraciones y comentarios que han logrado apagar la euforia de su entorno y conjurar lo que después del supermartes se había convertido en una sensación de irresistible ascensión, de inevitable victoria.

A Obama, los medios le empezaron a sacar no sólo los defectos más abiertamente puestos en evidencia por su rival demócrata. Resentidos por las acusaciones de parcialidad a favor del candidato negro, algunas publicaciones se sintieron obligados a distanciarse del “front runner”, del favorito, y comenzaron a hurgar en eso que los anglosajones llaman el “record”; es decir, en su trayectoria.

En su última edición dominical, THE NEW YORK TIMES reservaba una sección de su portada a poner de manifiesto el incómodo contraste entre la personalidad estelar de Obama y su modesta contribución a la tarea legislativa en sus tres años como senador por Illinois.

El articulo es poco favorable para Obama, porque se recrea en los aspectos menos convincentes del candidato. Los “asuntos de personalidad” (character issues) sobre los que el articulo pone el foco nos muestran a un Obama mucho más calculador que idealista, con menos convicciones que oportunismo cortoplacista, con más interés por figurar que por trabajar duro.

Se pone claramente en entredicho algunos de los activos sobre los que cimenta sus posibilidades de unir a América en un proyecto de cohesión y conciliación entre las dos grandes familias políticas norteamericanas. En particular, el articulista señala que en la actuación de Obama en el Senado “hay pocos ejemplos del trabajo bipartidista por el que aboga durante su campaña electoral”.

También se resaltan sus contradicciones e inconsecuencias sobre la guerra de Irak. “Ha decepcionado a muchos demócratas por no adoptar un papel más prominente en la oposición a la guerra”. Y se recuerda que Obama votó en contra de la propuesta de retirada de tropas presentadas sus colegas demócratas Kerry –el candidato derrotado por Bush en 2004- o Feingold.

Especialmente ácido se muestra el articulista sobre la tarea de Obama en el trabajo legislativo que pretendía la reforma de la política sobre inmigración. Se pinta al candidato como “diletante”. O como “evasivo”, cuando llegó el momento de defender posiciones finales firmes.

Por lo demás, se citan opiniones y ejemploS de su carisma, de su encanto y, no menos importante, de su habilidad para recaudar fondos, tanto para pavimentar su carrera política y fortalecer su imagen, como para financiar las aspiraciones políticas de sus compañeros de partido. Y otra cualidad le reconoce el diario neoyorquino a Obama: su capacidad para acercarse a los que en el Partido Demócrata conservan influencia y atesoran experiencia, de las que él se ha aprovechado fehacientemente.

En el FINANCIAL TIMES, un artículo del polémico comentarista Gideon Rachman resalta la poca consistencia de una de sus principales asesoras (en este caso, la de política exterior), precisamente por uno de los aspectos que más denuncia Hillary Clinton en su rival: el exceso de retórica.

Hace apenas quince días, en THE OBSERVER se publicó un trabajo titulado “La semana en que comenzó el retroceso de Obama”, en el que se documentaba y analizaba el final del flechazo entre el candidato y la prensa norteamericana. Después de semanas de encantamiento mediático, los diarios y revistas comenzaban a publicar lo que Hillary venía reclamando desde los primeros caucuses: las fragilidades, contradicciones y sombras de Obama. Y lo que resultaba más preocupante, surgieron las denuncias de “culto a la personalidad”, de maquillaje de algunas de sus actuaciones políticas más discutibles, de ocultación de algunos de sus errores.

Desde publicaciones de izquierda, como THE NEW STATESMAN, se han podido leer comentarios poco amables con Obama y referencias muy críticas al favoritismo de los medios hacia su candidatura.

Una cosa parece segura, cuando estamos ante la recta final de la campaña de las primarias: Obama ha perdido la virginidad que lo convertía en imbatible. Conserva un enorme caudal de encanto y atracción, pero ha regresado del olimpo mediático y se ha convertido en terrenal, en humano, en vencible.

TENSIÓN ANDINA: NO PASARÁ NADA

7 Marzo 2008

Hay cierto consenso entre los comentaristas internacionales en que Hugo Chávez es un dirigente populista e imprevisible, algunos incluso lo consideran peligroso y los más sesgados no tienen empacho en calificarlo de dictador.

Con su homólogo colombiano, Álvaro Uribe, los calificativos son mucho más ponderados. ¿Está justificado este doble rasero? ¿Es Uribe menos populista que Chávez? ¿Es más responsable, más discreto, más respetuoso con las normas democráticas?

No demasiado. Uribe responde a un populismo conservador. Debe su éxito, después de sucesivos fracasos de sus antecesores en el Palacio de Nariño, a una política muy firme en materia de seguridad, al respaldo abrumador de Estados Unidos y a la debilidad de una izquierda diezmada por el narcoterrorismo, debilitada por querellas internas y desorientada en el debate ideológico.

La liquidación del número dos de la FARC y otros dirigentes de la guerrilla en territorio ecuatoriano responde a la perfección al estilo Uribe. La seguridad, por encima de todo. El presidente colombiano ha elaborado una doctrina de intervencionismo preventivo basada en las instrucciones de Washington. Obvio los detalles de la operación, las contradicciones en las explicaciones oficiales y los cuestionables argumentos de sus vecinos/rivales en esta crisis (Ecuador y Venezuela). El asunto central reside en el papel que la Colombia uribista juega en la región. Asegurar la influencia norteamericana en la zona andina del patio trasero, como Méjico lo hace en la zona de frontera.

La respuesta de la mayoría de las cancillerías no alineadas con el bolivarianismo militante de Chávez han puesto en evidencia este papel de Colombia. Ecuador ha recibido el respaldo no sólo de Argentina, a quien el kirchnerismo no esconde sus agradecimientos por sus recientes auxilios financieros. Los gobiernos de Brasil y Chile, poco sospechosos de simpatías con la opción más izquierdista del continente, también se han manifestado con rotundidad en defensa de la violada integridad territorial de Ecuador y han censurado a Colombia. Más llamativa aún ha sido la posición del presidente peruano, Alán García, a cuyo rival en las últimas elecciones, Ollanta Humala, apoyó expresamente Chávez. Alan García también manifestó su solidaridad con Ecuador, aunque criticara que las FARC pudieran recibir apoyo logístico de algunos gobiernos vecinos (en alusión al eje ecuato-venezolano).

Ahí quedará la crisis. Los países latinoamericanos están disfrutando del periodo más próspero de los últimos treinta años y lo último que permitirían sus líderes sería la desestabilización que desencadenaría una crisis fuera de control. Sólo Washington podría sacar un rédito político.

Contrariamente a lo que mucho comentarista piensa, Colombia es un país mucho más militarizado que Venezuela y, desde luego, que Ecuador. Sin hablar de guerra abierta –hipótesis impensable-, una escaramuza, o una sucesión controlada de choques armados hábilmente manipulados por agentes del Pentágono, podrían tener consecuencias doblemente satisfactorias para el gobierno norteamericano. Primero, por el presumible fracaso de Venezuela, que debilitaría aún más la ya mermada popularidad de Chávez desde la derrota en el referéndum. Y segundo, la afirmación del liderazgo de Uribe y su sospechada intención de continuar al frente de Colombia.

De momento, la operación militar colombiana parece haber frustrado la operación de entrega de rehenes que el desaparecido Raúl Reyes estaría ultimando. Nuevamente, la liberación de varios rehenes que llevan años de cautiverio se retrasa. Para disgusto de Sarkozy y de la opinión pública francesa. Para indiferencia de Washington y de los ciudadanos norteamericanos absortos en las primarias. Uribe ha conseguido que su enemigo Chávez no se apunte otro tanto a su costa. Ingrid Betancur tendrá que esperar a que su liberación pueda ser capitalizada por quien interese.

CUBA: SEÑALES DE CAMBIOS EN LA HABANA Y MIAMI, INMOVILISMO EN LA CASA BLANCA

29 Febrero 2008

El presidente Bush ha vuelto a rechazar el más mínimo cambio en su política hacia Cuba. De esta forma, intenta zanjar un debate creciente en la clase política de Washington, en la comunidad cubano-norteamericana y en medios empresariales e informativos sobre la evidente necesidad de revisar cuarenta años de rigidez inútil.

Bush considera que un diálogo con Raúl Castro “reduciría su prestigio y elevaría el suyo”. No se apartó el desgastado presidente del lenguaje descalificador para referirse a los dirigentes cubanos, trató de “tirano” al nuevo jefe del Estado y confirmó el mantenimiento invariable del embargo.

Pero la posición de Bush pierde apoyo a ojos vista, incluso entre sus propios partidarios. En el anterior artículo poníamos de manifiesto la necesidad de un cambio de política norteamericana hacia Cuba, acelerada con el inicio de la transición, si como tal se entiende la “retirada” de Fidel Castro.

La previsible ascensión de Raúl Castro a la jefatura del Estado y el mantenimiento de la vieja guardia en el segundo escalón del régimen no han desanimado a quienes promueven claramente la necesidad de posicionarse ante el futuro inmediato de Cuba de otra manera.

Por decepcionante que haya podido parecer la ausencia de recambio generacional, el pragmatismo de Raúl no se discute en la mayoría de la prensa norteamericana.

El corresponsal del NEW YORK TIMES en La Habana cree que el sucesor de Fidel “no es un simple clon” de su hermano y ha dado ya muestras suficientes de que es inevitable un cambio. Sus palabras de homenaje a Fidel en el discurso de toma de posesión y su compromiso de consultarle las cuestiones importantes no pasan de ser una exigencia de estabilidad y cortesía. Pero McKinley cree que las referencias a los “cambios estructurales” y otras pistas como las invocaciones a la eficacia o a “no gastar más de lo que se tiene” son alentadoras.

Esta impresión se abre paso incluso en la pequeña Cuba atrincherada en Florida. THE ECONOMIST asegura que el apoyo de la comunidad cubana de Miami al embargo es más débil que nunca. Y da cuenta de grupos organizados que reclaman un cambio radical de política. En un reciente estudio de la Universidad de Florida, citado por el FINANCIAL TIMES, el porcentaje de cubano-norteamericanos favorables al embargo se ha reducido del 66% al 57,5% en cuatro años. Y lo que es más importante, la mayoría del exilio está a favor de un diálogo con el gobierno cubano.

En todo caso, la resistencia al cambio es más fuerte entre los republicanos. No en vano, Bush obtuvo el 80% del voto cubano en las presidenciales de 2000. Sin embargo, no faltan partidarios relevantes del cambio entre los correligionarios del Presidente. Entre los 100 congresistas que esta semana han pedido públicamente una revisión de la política hacia Cuba hay numerosos republicanos. En declaraciones recogidas por el FINANCIAL TIMES, se pronuncian claramente a favor el que fuera jefe de gabinete de Colin Powell, un militar, por cierto, el coronel Lawrence Wilkerson, y el senador republicano por Texas Kay Bailey Hutchison. Éste incluso considera que la suavización del embargo, sobre todo en materia comercial, ayudará al pueblo cubano a “luchar contra la dictadura”.

En realidad, no es tanto el deseo de democracia o de libertades para el pueblo cubano lo que alimenta este cambio de tono, sino el pragmatismo. Cuba puede ser un mercado mucho más provechoso de lo que es actualmente para los granjeros del Sun belt. Paradójicamente, la política restrictiva ha convivido con ciertas “brechas” por donde se ha hecho negocio estos últimos años. Hasta el punto de que Estados Unidos es ya el principal suministrador de alimentos para Cuba. Los agricultores norteamericanos han facturado entre 400 y 600 millones de dólares en la venta de sus productos a la isla, señala THE ECONOMIST.

¿Cómo se posicionan los candidatos presidenciales? Hasta ahora, han pasado de refilón.
Tal vez, porque Cuba no encuentra sitio entre los lugares privilegiados del escenario electoral.

McCain es un enardecido defensor del embargo. Dicen los comentaristas que se trata de una motivación personal: los que lo torturaron cuando fue hecho prisionero por el Vietcong eran instructores cubanos.

Obama, esquivo y atmosférico para casi todo, se arriesga al menos a prometer que eliminará las últimas medidas de la administración Bush, que restringen el número de visitas a los exiliados que quieren ver a sus familias en las isla y la cantidad de dinero que pueden enviarles, un máximo de 300 dólares cada tres meses. El candidato “favorito” se ha mostrado dispuesto a establecer un diálogo sin condiciones con los dirigentes cubanos, si resulta elegido.

Hillary Clinton reconoce que el embargo ha fracasado por completo, pero pone como condición al establecimiento del diálogo y al relajamiento del embargo que el castrismo sin Castro “demuestre su compromiso con las reformas democráticas”. Tanto Clinton como McCain han criticado la actitud de Obama como “apresurada” o “ingenua”.

El NEW YORK TIMES criticó en un editorial reciente que los candidatos no se hayan comprometido más en lo que sería su política hacia Cuba. Pero todo indica que el tema se convertirá en candente cuando uno de ellos tome posesión del Despacho Oval.

CUBA: ALTA PRIORIDAD PARA EL UNDÉCIMO PRESIDENTE

22 Febrero 2008

El candidato que gane las elecciones norteamericanas de noviembre se convertirá en el undécimo presidente de Estados Unidos que convivirá con la revolución cubana. Todos los anteriores fracasaron en definir una política constructiva. El próximo inquilino no podrá eludir el desafío, según los principales medios norteamericanos.

En el año y medio transcurrido desde que una grave enfermedad obligó a Fidel Castro a ceder provisionalmente el poder efectivo, hemos asistido a todo tipo de especulaciones no sólo sobre el estado real de salud del presidente cubano, sino también acerca de sus intenciones a medio plazo y, por supuesto, de la evolución del sistema político cubano.

La mayoría de esas previsiones indicaban que Castro no sería capaz de dejar el poder mientras tuviera mínimas facultades. En estos meses, se le ha visto debilitado físicamente, pero se ha mantenido presente en la vida pública con sus reflexiones, sus artículos y alguna que otra entrevista.

Ahora, Fidel parece haber tomado su decisión, cuando precisamente más intensas eran las especulaciones sobre cierta voluntad aperturista de su hermano Raúl. Hace tiempo que Fidel esta embarcado en un complicado y tal vez hiperbólico proceso que él mismo ha denominado “batalla de las ideas”. En el lenguaje político de Estados Unidos, se diría que está preocupado por el legado. Pero, si nos ponemos en la mente de Castro, quizás deberíamos apuntar más a su obsesiva preocupación por lo que ocurra en Cuba después de su fallecimiento.
Finalmente, Castro ha optado por no prolongar una ambigüedad perjudicial para sus propios herederos y –sea esa su intención o no- para la propia evolución política del país. En su mensaje de retirada, lo dice con claridad: “traicionaría mi conciencia si ocupara una responsabilidad que requiere movilidad y entrega total, lo que no estoy en condiciones de cumplir”.
En las páginas de NUEVO HERALD (versión española del Miami Herald, la referencia de los exiliados enemigos acérrimos del régimen), Alcibíades Hidalgo, un exjefe de gabinete de Raúl Castro, advierte que Fidel no renunció a su puesto en el partido: “Habrá que esperar a que se despeje esta incógnita para asegurar definitivamente que Fidel Castro ha dejado de gobernar Cuba”.
La prensa norteamericana más influyente no se muestra tan desconfiada. Cree que la retirada de Castro es completa. Los principales diarios mantienen un tono cauteloso hacia las intenciones de Raúl, aunque en general todos le reconocen su intención de introducir reformas económicas. Pero el énfasis se pone en cómo debe actuarse desde Washington de aquí en adelante.

El NEW YORK TIMES da por seguro que Bush no relajará el embargo, que califica de “fracasado”. Pero aconseja con firmeza a los candidatos presidenciales que “cambien de política tan pronto como lleguen a la Casa Blanca (...) para hacer todo lo posible por ayudar a estimular la transición pacífica a la democracia”. El undécimo presidente que convivirá con la Cuba castrista “deberá sacudirse sus fantasmas y comenzar a hablar con los políticos y con el pueblo de Cuba”.

En el mismo tono se expresa el FINANCIAL TIMES. Considera que hay una “necesidad clamorosa” de que Estados Unidos cambie su política hacia Cuba. Desgrana el diario de la City una serie de medidas urgentes a adoptar en este sentido. Coincide con el NYT en que Bush no será capaz “ni remotamente” de hacer este cambio y en que esta tarea debe “una prioridad máxima en la agenda del nuevo presidente”.

En LOS ANGELES TIMES, el veterano periodista John Lee Anderson, con experiencia en la isla, desvela una pequeña confidencia que le hizo Caleb McCarry, el zar de Bush para Cuba: aunque Raúl iniciara las reformas económicas, Washington seguiría presionando a favor del “cambio de régimen”. Esta actitud, asegura Anderson, incomoda incluso a ciertos dirigentes de la oposición en el exilio, por el “intervencio-nismo irritante” que revela .

En sintonía con McCurry, el NUEVO HERALD señala que Raúl habría elegido la “jurisprudencia Gadafi”. Es decir, cierta apertura económica y “aceptación de un mínimo de reglas democráticas para mejor obtener el perdón de Occidente”.

Curioso equilibrio de los halcones neocon, para justificar que no se aplique el mismo rasero a Cuba –pequeña, cercana y relativamente importante- que a China –lejana, poderosa y apetitosa para el mercado estadounidense.

¿GUERRA OPCIONAL VS. GUERRA NECESARIA?

15 Febrero 2008

El irresistible encanto mediático del resistible ascenso de Barack Obama ha ocultado un interesante debate en los principales diarios europeos y norteamericanos sobre la responsabilidad occidental en Afganistán.

Las tensiones en el interior de la OTAN sobre el reparto del esfuerzo para no perder la guerra contra los talibanes han avivado la discusión no sólo política, sino principalmente estratégica y moral.

THE NEW YORK TIMES distingue entre las guerras de Irak y Afganistán, desde un criterio moral: la primera sería una guerra opcional; la segunda, una guerra necesaria. No es razón menor que la segunda cuente con el respaldo del derecho internacional, mientras la primera obedeció a una decisión unilateral de un grupo de países sin el aval de la ONU.

Pero hay una razón más práctica, que el Jefe del Pentágono puso de manifiesto en la reunión de la Alianza: los europeos deben comprender que la garantía de sus ciudadanos de estar a salvo de un ataque terrorista depende de una victoria occidental en Afganistán.

Aparte de recordar a los europeos sus responsabilidades, el diario liberal neoyorquino, reprocha a la administración Bush que gran parte del fracaso en Afganistán se debe al empantanamiento del Pentágono en Irak.

Una posición mucho más crítica sostiene el diario británico de centro-izquierda THE GUARDIAN acerca de la pretendida exigencia moral de Occidente en Afganistán. Afirma el editorialista que “la noción de guerra justa ha sido secuestrada por los neoconservadores”. Lo que debe tenerse en cuenta –continua el argumento- para no repetir los errores que se derivaron de ello en el pasado, a saber: Rusia y el Irak post- Sadam.

THE GUARDIAN pone el dedo en lo más profundo de la llaga al plantear lo que otros diarios occidentales no han hecho estos días, a raíz del debate en la OTAN. Mezclar, como hace THE NEW YORK TIMES, valores e intereses conduce a una perversión del principio de intervención. El rotativo progresista británico afirma con una claridad poco acostumbrada en la prensa occidental cuando se fija posición en estos asuntos que “Occidente debe sus intereses comerciales y militares de la aplicación de valores universales como la democracia”. No es una cuestión de puro paternalismo o de arrogancia la imposición de un modelo de sociedad o convivencia. Es una consecuencia seguramente inevitable de la lógica de la intervención. Son los intereses occidentales los que se defienden primordialmente en Afganistán. Los intereses de los afganos son subsidiarios. Como concluye el comentario, “la democracia puede adoptar muchas formas, no necesariamente la que más se ajusta a nuestros intereses militares”.

Otro diario británico, de orientación bien distinta, el FINANCIAL TIMES aporta valor al debate al publicar una reflexión de Paddy Ashdown, menos crítica pero no menos interesante sobre la responsabilidad occidental en Afganistán.

Ashdown era el candidato para ser el coordinador de la ONU en aquel país, pero su nombramiento ha quedado finalmente frustrado, por el veto del supuesto “gobierno amigo” de Karzai.

Sostiene Ashdown que falta una estrategia occidental en Afganistán. Más allá de que se necesiten más soldados (siete mil le ha pedido Washington a sus aliados europeos), más ayuda material o más recursos no estrictamente militares, el exlider liberal británico demanda ideas claras y un plan eficaz para llevarlas a cabo. Fija tres prioridades: la seguridad (no sólo militar), un buen gobierno y el imperio de la ley. Pero sobre todo reclama un cambio de fondo, y advierte: “perderemos si no empezamos a hacer las cosas de otra manera”. Pero mientras THE GUARDIAN cuestionaba la filosofía de fondo de la posición intervensionista, Ashdown se limita a reclamar una estrategia para ejecutarla y una táctica para evitar retrasos.

Lo inquietante de todo este debate es lo inadvertido que pasará para los ciudadanos occidentales, demasiado arrastrados por los impactos emocionales de las guerras y escasamente involucrados en lo que debe fundamentarse uno de los elementos cardinales en las relaciones internacionales del siglo XXI.

TERCERA VUELTA EN SERBIA

8 Febrero 2008

Europa ha acogida la pírrica victoria su candidato en las elecciones presidenciales de Serbia con un entusiasmo excesivo, quizás porque Bruselas necesita desesperadamente buenas noticias de los Balcanes.

Boris Tadic ganó por la mínima –menos de tres puntos: unos 130.000 votos- el ballotage (la segunda vuelta) y, por tanto, conservará la Presidencia. Pero ¿tendrá el poder?

Lo más prudente que puede decirse es que habrá que esperar a una especie de tercera vuelta: las elecciones legislativas, que se celebrarán presumiblemente en mayo.

En esos comicios se comprobará si Tadic logra reforzar la presencia de su partido en el parlamento de Belgrado, o quien gana la partida es su dudoso aliado, el primer ministro Kostunica.

El diario alemán de centro-izquierda FRANKFURTER RUNDSCHAU aventura que ambos políticos –unidos por la conveniencia- “se bloquearan mutuamente”. Lo que les separa es más evidente –la actitud hacia Europa- que lo que les une –el rechazo al radicalismo nacionalista no definitivamente enterrado.

El bloqueo es ya un hecho. Kostunica ha impedido que su viceprimer ministro –un hombre del partido de Tadic- firmara en Bruselas un documento de colaboración política con la UE. El jefe del gobierno serbio está irritado por la pasividad –si no complicidad, en algún caso- con la que los veinticinco asumen la inminente declaración unilateral de independencia de los albano-kosovares.

En realidad, ese acuerdo con Europa es poco más que una declaración de intenciones. Lo importante es el gesto de fuerza de Kostunica. Los dirigentes europeos ensalzaron a este profesor de Derecho Constitucional cuando tuvo el coraje de oponerse a Milosevic. Obviaron entonces su moderado nacionalismo, porque se trataba de apoyar cualquier opción que debilitara al personaje sobre el que se ha querido recaer la mayor responsabilidad de la década negra en los Balcanes.

Desaparecidos Milosevic y asesinado el liberal Djinjic, Kostunica aspiraba a ser el referente de un proyecto nacional. Se interpuso Tadic, un hombre de poco carisma y escaso liderazgo, pero eficaz habilidad para jugar la carta europeísta.

LE MONDE cree que Kostunica presionará a favor de un embargo a Kosovo y colocará a Tadic en una difícil posición, porque sus propios partidarios tampoco aceptan los hechos consumados de los albanokosovares.

En una entrevista con el NEW YORK TIMES, el director del Centro de Estudios Políticos, Milan Míkolic, atribuye la actitud de Kostunica a su temor a figurar en los libros de historia como el jefe del gobierno que permitió la pérdida definitiva de Kosovo.

El diario neoyorquino comparte la preocupación por los resultados y considera que “no hay garantías de una orientación prooccidental en Serbia” debido a la evidente polarización de la sociedad serbia.

La táctica de Tadic es avanzar paso a paso y presentar resultados prácticos para desactivar la pasión nacionalista. Pero su margen de maniobra es escaso. Si acaso, podría pedir a Europa intercedería ante a Estados Unidos para convencer a sus protegidos albaneses de la conveniencia de ser pacientes.

No es seguro que pueda hacerlo, porque desde Europa el mensaje se clarifica por momentos. FINANCIAL TIMES lo decía sin disimulo: Europa debe hacerle comprender al presidente serbio que es “inevitable” aceptar la independencia de Kosovo. El diario de la City considera que la UE “debería reconocer lo que ha avanzado Serbia desde los tiempos de Milosevic”. Pero más allá de este certificado de buena conducta, Bruselas no debería, de momento, conceder al gobierno de Belgrado mucho más que facilitar la tramitación de los visados a los ciudadanos serbios.

Varios Estados europeos comparten esta visión recelosa, anclada en las visiones más sesgadas sobre las responsabilidades de la guerra de los noventa en los Balcanes. Es como si los sectores más duros, los más afines a Washington, no quisieran facilitar las cosas a Serbia hasta que entregue a Karadzic y Mladic.

Holanda encabeza ese grupo, en una actitud vergonzante. Incapaces los cascos azules holandeses de evitar la matanza de Srebrenica en julio de 1995, amparada por el jefe militar serbo-bosnio, desde La Haya se exhiben ahora sonoras exigencias a un precario gobierno democrático serbio.