TRINCHERAS Y DESPACHOS

15 de enero de 2020

                
Tres conflictos concitan ahora la atención prioritaria de las principales cancillerías mundiales: la guerra libia, la lucha antiyihadista en el Sahel africano y los coletazos de la crisis entre Irán y Estados Unidos. En todos ellos, las maniobras de despacho, políticas o diplomáticas, (lo que Metternich llamó la “continuación de la guerra por otros medios) se han desplegado con similar intensidad que las propias operaciones militares.
                
LIBIA: LA HORA DE LAS POTENCIAS SECUNDARIAS
                
La guerra libia se encuentra a las puertas de la capital, Tripoli desde finales de noviembre. En el conflicto se oponen, básicamente, dos bandos irreconciliables: uno, de corte autoritario (el Ejército Nacional Libio), bajo el liderazgo del general Haftar; y el otro, una débil coalición entre milicias antigadafistas de primera hora e islamistas blandos, que forman un llamado Gobierno del Acuerdo Nacional (GAN), liderado por Faiez Sarraj y reconocido por la ONU. Pero estos dos bandos no son en absoluto homogéneos.
                
El general Haftar ha conquistado Sirte, una localidad estratégica situada entre Tripoli y Misrata, una ciudad situada más al oeste, donde se acantonan los milicianos que apoyan al gobierno central de Sarraj. En la operación han sido decisivos los gadafistas, ya que Sirte es la ciudad natal del dictador libio asesinado en 2011 y del clan de los Gaddafa y los Warfalla, que le daban cobertura.  La alianza entre el general y los  partidarios del anterior líder libio es coyuntural e interesada, como explica la investigadora francesa Virginie Collombier (1).
                
De hecho, Haftar rompió con Gaddaffi antes de unirse a la CIA, para después seguir la aventura por su cuenta. Les une al odio a los islamistas, aunque algunos de estos grupos, resentidos con el GNA, se han pasado momentáneamente a su bando.
                
En todo caso, el conflicto libio podría no decidirse del todo en las trincheras, sino en los despachos, y en particular en los gabinetes de Moscú y Ankara. Rusia y Turquía apoyan a un bando distinto: Putin, a Haftar; Erdogan, a Sarraj. Los dos presidentes autoritarios han forjado un acuerdo de alto el fuego (2), después de que los rusos hubieran apoyado al ALN con mercenarios (Rusia) y los turcos al GAN con milicias veteranas de Siria, armamento y un pacto de colaboración de posguerra (3).
                
Occidente, que desencadenó el conflicto con su intervención en contra del régimen de Gaddaffi, amparado en el argumento de proteger a la población de la represión, se ve ahora fuera del juego de los despachos. Estados Unidos juega sus bazas, pero Trump no tiene mucho interés en esa guerra, y menos en año electoral. La UE está dividida, con Francia jugando a dos barajas, al menos durante un tiempo, e indecisa por el riesgo a comprometerse más de lo conveniente. Tampoco es que Erdogan y Putin tengan garantizado salir indemnes de este pandemónium libio. Las artimañas de despacho pueden mutarse en pesadilla sobre el terreno.
               
SAHEL: EL PRESTIGIO FRANCÉS
                
En el Sahel se está librando en los últimos años una de las guerras periféricas contra el yihadismo, con menor repercusión internacional que la de Siria o Irak. Francia, en virtud de su pasado colonial, asumió la responsabilidad política, el coste material y el sacrificio humano. Se han ido sucediendo operaciones, sin resultado concluyente. Los gobiernos aliados del G5 (Mauritania, Mali, Burkina Fasso, Níger y Tchad) han sufrido ofensivas lacerantes y humillantes en los últimos meses. Incluso Francia se ha visto atrapada en emboscadas, la última de las cuales, en noviembre, causó la muerte de 13 militares del dispositivo Barkhane (4).
                
Esta intervención francesa, solicitada por los gobiernos de la zona, empieza a ser cuestionada por sectores de una población que sufre las consecuencias de un conflicto interminable. París se resintió de los reproches y exigió a los líderes de los cinco países que clarificaran su posición sobre la presencia militar francesa. Un órdago que hizo su efecto. Después de una inicial reacción de desagrado, que obligó a cancelar la cita en diciembre, Macron recondujo la situación y los reunió esta semana en la localidad pirenaica de Pau, con el resultado de un acuerdo diplomático que revalida la presencia militar francesa en el Sahel (5).
                
El alto mando galo cree que sin los 4.500 soldados franceses los gobierno locales habrían sucumbido a la ofensiva yihadista, liderada por la rama local del Daesh. En Pau se ha revisado la estrategia, aumentado en un centenar el contingente francés y, sobre todo, restringido las áreas de operaciones: a partir de ahora se concentrarán en las zonas fronterizas de Mali, Níger y Burkina. París teme que el conflicto se extienda a la ribera atlántica. En verano se valorará la evolución y se decidirá si se mantienen las tropas francesas (6).
                
Macron, el africano (como lo fuera Hollande, y antes Chirac), ya ha tenido su momento de liderazgo con resonancias neocoloniales en aquella zona feraz, terrible, pobre entre las pobres del mundo y siempre alejada de un horizonte prometedor. Ha conseguido en un castillo medieval de Pau lo que se le escapaba en las arenas esquivas del Sahel: apuntalar un cierto prestigio de potencia indispensable. Claro que los propios oficiales franceses admiten que siguen necesitando del apoyo logístico americano (los ubicuos drones) para cosechar triunfos en las trincheras invisibles del cinturón desértico africano.
               
IRÁN: LA REPRESALIA AUTOINFLIGIDA
                
La República Islámica ha cometido uno de esos errores que pesan en la conciencia y en el prestigio. El derribo, por error, del avión ucraniano que cubría la línea entre Irán y Canadá ha supuesto una enorme tragedia humana y un enorme daño autoinfligido, en un momento en que el régimen se presentaba en guisa de agraviado por el asesinato de su dirigente militar más admirado y temido. Haya o no más represalias que una salva de misiles contra una base norteamericana en Irak, sin muertos, Teherán ha convertido una decisión de despacho en una derrota en la trinchera del pulso con Estados Unidos.
                
Centenares de personas se han manifestado en Teherán e Isfahán para expresar su indignación por el derribo del avión. Más de la mitad de las 176 víctimas mortales eran de origen iraní (inmigrantes, supuestamente). La población reprocha al régimen sus mentiras, porque inicialmente declaró no ser responsable del suceso. Cuando las pruebas resultaron irrefutables, el propio responsable militar dijo en televisión, en tono de suprema contrición, que “prefería haber ardido con el resto de los pasajeros antes de pasar por una humillación semejante”.  Las manifestaciones contra América por el asesinato de Soleimani han mutado en reactivación de la cólera popular por la subida del precio de los combustibles, ahogada a sangre y fuego a últimos de noviembre. Irán ha disparado contra sí mismo.
                
Por su parte, Trump ha vuelto a ser cogido en falso, al desvelar altos cargos de su gobierno que no existían las evidencias de peligro inminente para cuatro embajadas en Oriente Medio, como invocó el presidente de las doce mil mentiras para dar la orden de ejecución del militar iraní. Trump juega a la guerra de propaganda, se quema las manos y  debilita aún más su credibilidad, en vísperas de la entrada en el Senado del impeachment. Es probable que esta cámara del legislativo, merced al voto de algunos republicanos alarmados por el Presidente, limite sus “poderes de guerra”.

NOTAS

(1) “En Libye, les khadafistes pensent que l’alliance avec Haftar leur permettra de revenir au pouvoir”. Entretien avec Virginie Collombier. LE MONDE, 7 de enero.

(2) “En Libye, le cessez-feu de Tripoli illustre l’influence de la médiation turco-russe” FRÉDÉRIC BOBIN. LE MONDE, 13 de enero.

(3) “Ceasefire or escalation in Libya”. BEN FISHMAN. THE WASHINGTON INSTITUTE FOR NEAR EAST, 10 de enero.

(4) “À Pau, le sommet de tous les espoirs ou de tous les dangers pour le Sahel? ANNE-SYLVESTRE-TREINER. COURRIER INTERNATIONAL, 13 de enero.

(5) Sahel: France et ses alliés face à l’urgence de djihadiste”. CHRISTOPHE CHÂTELOT. LE MONDE, 13 de enero.

(6) “Au Sahel, le nouveau visage de l’opération ‘Barkhane’”. NATALIE GOUBERT. LE MONDE, 13 de enero; À Pau, les pays de G5 et la France redéfinissent les priorités au Sahel”. COURRIER INTERNATIONAL, 14 de enero.

IRÁN: EL VÉRTIGO DE LA VENGANZA


 8 de enero de 2020
                
Desde que el pasado 3 de enero Estados Unidos asesinara Qassem Soleimani, el  líder militar iraní más emblemático, se hacen todo tipo de especulaciones sobre la respuesta de los ayatollahs. No tardó mucho en confirmarse lo que casi todo el mundo esperaba: Teherán anunció que dejará de someterse al acuerdo internacional sobre el uso de la energía nuclear. De hecho, tras la ruptura norteamericana, los iraníes habían incumplido provisiones menores del pacto. El Plan amplio y conjunto de Acción (JCPOA, por sus siglas en inglés) era ya casi papel mojado; hoy es historia. Este miércoles, misiles balísticos iraníes impactaron en dos bases norteamericanas en Irak, sin que,  se sepan los efectos personales.
                
EL FUTURO DE IRAK
                
Precisamente desde el lado iraquí resulta muy relevante la decisión del Parlamento nacional de demandar la retirada de las fuerzas militares norteamericanas. Conviene señalar, no obstante, que en la votación no estuvieron presentes los diputados kurdos y muchos sunníes. La mayoría parlamentaria está formada por fuerzas chiíes que se han venido resistiendo a la presencia de Estados Unidos en Irak desde 2003: son partidos creados a partir de milicias y sectores del chiismo inspirados, organizados, financiados y armados por Irán.
                
El consultor del Instituto de Washington para el Cercano Oriente Michael Knights, con tres lustros de experiencia en Irak, considera que Washington debe mantenerse firme en la consecución de tres objetivos fundamentales en aquel país: garantizar su soberanía frente a amenazas exteriores, asegurar su estabilidad y afianzar la democracia (1) La académica de Harvard y antigua consejera de G.W. Bush, Megan O’Sullivan, propone que EE.UU. renueve su compromiso con Iraq y, entre otras cosas, comparta con ese país sus redes de inteligencia, como paso para la restauración de la confianza (2).
                
Disiente de este optimismo otro analista con amplia experiencia en la zona, Steven Cook (miembro de la administración Obama, ahora consultor senior en el influyente Consejo de Relaciones exteriores). En su opinión, Irán ha ganado la batalla de Irak y lo mejor que puede hacer Estados Unidos es admitirlo y retirarse, cuanto antes mejor (3).
                
ESCENARIOS DE LA ESCALADA
                
Aparte de estas contingencias previstas (acuerdo nuclear, Irak y ataques limitados), se multiplican análisis sobre la espiral de las represalias. Los expertos contemplan un abanico desde el optimismo voluntarista al pesimismo extremo, según una graduación de la gravedad, que he condensado así:
                 
- Grado 0: el martirio de Soleimani no sería antesala de la catástrofe sino un aliciente para reconducir las negociaciones bilaterales entre Washington y Teherán, con el apoyo instrumental de países muleta o intermediarios (Suiza, Orán). Es una tesis defendida por el director del Instituto de Washington para el Cercano Oriente, Robert Satloff (4), quien cita el antecedente del derribo accidental de un avión civil iraní de pasajeros en 1988 por un misil norteamericano; aquella tragedia no provocó represalias del régimen islámico, enfangado en una guerra de desgaste con Irak, sino el inicio de una negociación para concluir el conflicto. El tiempo es muy distinto, pero el riesgo de conflagración regional es tan amplio que puede servir de acicate para replantear el actual clima de tensión, sostiene la investigadora del Centro para el Progreso americano, Kelly Magsamen (5). Dennis Ross, veterano negociador de los planes de paz en la región, propone involucrar a Rusia y China para contener a Irán (6).  
                
- Grado 1: Irán responde con acciones de baja intensidad (ciberataques), o como las de este miércoles, que pueden o no provocar respuestas proporcionales de Estados Unidos. Sería una réplica de lo ocurrido la pasada primavera; es decir, boicot de petroleros en el Golfo Pérsico o en instalaciones energéticas de Arabia Saudí y otras monarquías de la zona aliadas de EE.UU. El Pentágono podría responder con ataques limitados a instalaciones militares iraníes.
                
- Grado 2: Irán se cobra sangre en sus represalias. De forma directa o mediante sus proxys (colaboradores) regionales, ataca bases militares y objetivos civiles de Estados Unidos o de sus aliados (Israel, Arabia, etc). Es un menú amplio que desgranan casi todos los analistas aquí citados. Ilan Goldenberg, director del programa para Oriente Medio del Centro para una Nueva Seguridad Americana, publicó hace semanas cómo sería una guerra entre Estados Unidos e Irán, y ahora ha intentado describir los rasgos de una escalada (7).
                
- Grado 3: como parte de la anterior secuencia, pero con intensidad desestabilizadora mayor, el propio Goldenberg, Knights y otros plantean un eventual atentado terrorista en el interior de Estados Unidos o contra una personalidad de rango similar a Soleimani. Washington elevaría el nivel de respuesta y sería difícil mantener el control. Pero varios expertos admiten que Irán no ha demostrado mucha pericia precisamente en acciones fuera de Oriente Medio.
                
- Grado 4: resolución de la escalada en una guerra abierta, más o menos convencional, con implicación del resto de actores regionales e incierto y muy peligroso resultado.
                
LO QUE CONVENDRÍA A IRÁN
                
Más allá de estos war games, resulta más útil razonar sobre lo conveniente para ambas partes. Una de las principales especialistas occidentales en Irán, Suzanne Maloney, de la Brookings Institution, considera que la respuesta iraní no será “ciega ni impulsiva”(8). Se basa en la experiencia de la conducta exhibida por los dirigentes de la República Islámica, para señalar que, en ocasiones anteriores, ante situaciones similares, Teherán se ha demorado “meses o incluso años” en responder. Esta tesis es respaldada por Michael Knights. A su juicio, habrá venganza, porque el asesinato de Soleimani es una afrenta “personal” para el Guía Supremo Jamenei, pero no será rápida ni arriesgada, porque es superior el deseo de preservar la República Islámica, que peligraría con una escalada militar (9).
                
Entretanto, el régimen puede alentar la cólera popular (Soleimani era un dirigente admirado, no así otros), para aplacar el actual clima de malestar social por las duras condiciones de vida. Esta desviación de la protesta hacia el enemigo externo, que no ha sido posible con la culpabilización de las sanciones, podría resultar factible en este caso. En este enfoque profundiza Daniel Byman, vicedecano de la escuela de estudios internacionales de la Universidad de Georgetown (10). No obstante, Maloney cita una reciente encuesta sobre la temperatura social en Irán poco favorable para el régimen: más de la mitad de los ciudadanos desean continuar manifestándose, dos terceras partes no tienen intención de votar en las elecciones parlamentarias del mes que viene y ocho de cada diez se declaran insatisfechos con las condiciones de vida en el país.
                
Byman, Knights y Maloney coinciden en otro argumento que anticipa una reacción prudente de Teherán: los ayatollahs han admitido su “debilidad militar frente a Estados Unidos” y tienen asumido que “sólo perderían, en caso de una confrontación abierta”. Sería más inteligente no exponer una fortaleza que ha costado tanto tiempo edificar. Al Qods, la unidad de élite que lideraba Soleimani, cuenta con una fuerza de entre diez y veinte mil hombres muy bien instruidos y armados. El nuevo jefe, Ismail Qaani, no es un amateur (11).
                
EL RIESGO TRUMP
                
En otro tiempo Estados Unidos sería más previsible. Ahora, no. El riesgo no consiste en domesticar una reacción vengativa de la otra parte, sino en frenar a la propia Casa Blanca. Cada día resulta más evidente que el asesinato de Soleimani era, por así decirlo, innecesario. Ni respondía a una necesidad de seguridad, ni se evaluaron de forma sensata la opciones de riesgo/oportunidad. Trump actuó de nuevo guiado por sus impulsos, escocido como estaba por los reproches de indecisión cuando abortó a última hora una acción militar que él mismo había aprobado horas antes, en respuesta al derribo de un dron norteamericano. Otra motivación en la liquidación del dirigente iraní puede haber sido la neutralización de la atención pública sobre el impeachment.
                
La confusión que reina estos días en Washington abona esta impresión. Se filtra un documento en el que se anuncia la retirada militar completa de Irak después de la decisión del Parlamento iraquí y luego el jefe del Pentágono lo desmienta aludiendo que se trataba de un borrador. Trump asegura que entre los 52 objetivos seleccionados para ataques, en caso de que haya represalias iraníes, se encuentran centros culturales, lo que provoca un comprensible revuelo que obliga al Secretario de Defensa a desmentirlo. Todos los expertos citados en este análisis coinciden en que la actual administración carece de una estrategia coherente sobre Irán, porque el Number One no encaja en esas complejidades.
                
El director de Investigaciones del Instituto Brookings, Michael O’Hanlon, pergeña un mapa de prioridades para Washington a corto, medio y largo plazo. Lo inmediato sería reforzar la seguridad en instalaciones civiles y militares. Finalmente, propone una estrategia a largo plazo para negociar con Irán, basada en la siguiente secuencia: ofertar el levantamiento de las sanciones si las restricciones del programa nuclear se convierten en definitivas y no en temporales; un pacto de no agresión con Israel; renuncia al programa de misiles balísticos intercontinentales; diálogo sobre los distintos conflictos actuales en Oriente Medio (12).
                 
De momento, pues, espera y preocupación. Se ha retrocedido cinco años. Para Oriente Medio, una nimiedad.

NOTAS

(1) “How Soleimani’s killing could make a stronger Iraq”. MICHAEL KNIGHTS. POLÍTICO, 5 de enero. 

(2) “The U.S.-Iraqui relationship can be salvaged”. MEGHAN L. O’SULLIVAN. FOREIGN AFFAIRS, 7 de enero.

(3) “There is nothing left for Americans to do in Iraq”. STEVEN A. COOK. FOREIGN POLICY, 6 de enero.

(4) “How the Soleimani assassination could path the way for a new deal with Iran”, ROBERT SALOFF. THE WASHINGTON POST, 3 de enero.

(5) “How to avoid another war in the Middle East”. KELLY MAGSAMEN. FOREIGN AFFAIRS, 4 de enero. 

(6) “Fear of ‘What’s next’ will influence Iran’s -and the world’s- reactions”. DENNIS ROSS. THE HILL, 6 de enero. 


(7) “Will Iran’s response to the Soleimani strike lead to war?”. ILAN GOLDENBERG. FOREIGN AFFAIRS, 3 de enero.

(8) “The regimen wants to stay in power”. SUZANNE MALONEY. THE WASHINGTON POST, 3 de enero

(9) “Iran’s next move may be no move”. MICHAEL KNIGHTS. FOREIGN POLICY, 7 de enero.

(10) “Killing Iran’s Qassem Soleimani changes the game in the Middle East”. DANIEL L. BYMAN. VOX, 3 de enero

(11) “Iran can find a new Soleimani”. DANIEL L. BYMAN. FOREIGN POLICY, 6 de enero; “Who is Esmail Qaani, the new chief Commander of Iran’s Qods Force?”. ALI ALFONEH. THE WASHINGTON INSTITUTE FOR NEAR EAST POLICY, 7 de enero.

(12) “Qassem Soleimani and beyond”. MICHAEL O’HANLON. THE BROOKINGS INSTITUTION, 3 de enero.