8 de enero de 2020
Desde
que el pasado 3 de enero Estados Unidos asesinara Qassem Soleimani, el líder militar iraní más emblemático, se hacen
todo tipo de especulaciones sobre la respuesta de los ayatollahs. No tardó
mucho en confirmarse lo que casi todo el mundo esperaba: Teherán anunció que
dejará de someterse al acuerdo internacional sobre el uso de la energía nuclear.
De hecho, tras la ruptura norteamericana, los iraníes habían incumplido
provisiones menores del pacto. El Plan amplio y conjunto de Acción (JCPOA, por
sus siglas en inglés) era ya casi papel mojado; hoy es historia. Este miércoles,
misiles balísticos iraníes impactaron en dos bases norteamericanas en Irak, sin
que, se sepan los efectos personales.
EL FUTURO DE IRAK
Precisamente desde el lado
iraquí resulta muy relevante la decisión del Parlamento nacional de demandar la
retirada de las fuerzas militares norteamericanas. Conviene señalar, no
obstante, que en la votación no estuvieron presentes los diputados kurdos y
muchos sunníes. La mayoría parlamentaria está formada por fuerzas chiíes que se
han venido resistiendo a la presencia de Estados Unidos en Irak desde 2003: son
partidos creados a partir de milicias y sectores del chiismo inspirados, organizados,
financiados y armados por Irán.
El consultor del Instituto de Washington
para el Cercano Oriente Michael Knights, con tres lustros de experiencia en
Irak, considera que Washington debe mantenerse firme en la consecución de tres
objetivos fundamentales en aquel país: garantizar su soberanía frente a amenazas
exteriores, asegurar su estabilidad y afianzar la democracia (1) La académica
de Harvard y antigua consejera de G.W. Bush, Megan O’Sullivan, propone que
EE.UU. renueve su compromiso con Iraq y, entre otras cosas, comparta con ese
país sus redes de inteligencia, como paso para la restauración de la confianza
(2).
Disiente de este optimismo otro
analista con amplia experiencia en la zona, Steven Cook (miembro de la
administración Obama, ahora consultor senior en el influyente Consejo de
Relaciones exteriores). En su opinión, Irán ha ganado la batalla de Irak y lo mejor
que puede hacer Estados Unidos es admitirlo y retirarse, cuanto antes mejor (3).
ESCENARIOS DE LA ESCALADA
Aparte de estas contingencias
previstas (acuerdo nuclear, Irak y ataques limitados), se multiplican análisis sobre
la espiral de las represalias. Los expertos contemplan un abanico desde el optimismo
voluntarista al pesimismo extremo, según una graduación de la gravedad, que he
condensado así:
- Grado 0: el martirio de Soleimani no sería
antesala de la catástrofe sino un aliciente para reconducir las negociaciones
bilaterales entre Washington y Teherán, con el apoyo instrumental de países muleta
o intermediarios (Suiza, Orán). Es una tesis defendida por el director del Instituto
de Washington para el Cercano Oriente, Robert Satloff (4), quien cita el
antecedente del derribo accidental de un avión civil iraní de pasajeros en 1988
por un misil norteamericano; aquella tragedia no provocó represalias del
régimen islámico, enfangado en una guerra de desgaste con Irak, sino el inicio
de una negociación para concluir el conflicto. El tiempo es muy distinto, pero
el riesgo de conflagración regional es tan amplio que puede servir de acicate
para replantear el actual clima de tensión, sostiene la investigadora del
Centro para el Progreso americano, Kelly Magsamen (5). Dennis Ross, veterano
negociador de los planes de paz en la región, propone involucrar a Rusia y
China para contener a Irán (6).
- Grado 1: Irán responde
con acciones de baja intensidad (ciberataques), o como las de este miércoles, que
pueden o no provocar respuestas proporcionales de Estados Unidos. Sería una réplica
de lo ocurrido la pasada primavera; es decir, boicot de petroleros en el Golfo
Pérsico o en instalaciones energéticas de Arabia Saudí y otras monarquías de la
zona aliadas de EE.UU. El Pentágono podría responder con ataques limitados a
instalaciones militares iraníes.
- Grado 2: Irán se cobra
sangre en sus represalias. De forma directa o mediante sus proxys
(colaboradores) regionales, ataca bases militares y objetivos civiles de
Estados Unidos o de sus aliados (Israel, Arabia, etc). Es un menú amplio que
desgranan casi todos los analistas aquí citados. Ilan Goldenberg, director del
programa para Oriente Medio del Centro para una Nueva Seguridad Americana, publicó
hace semanas cómo sería una guerra entre Estados Unidos e Irán, y ahora ha
intentado describir los rasgos de una escalada (7).
- Grado 3: como parte de
la anterior secuencia, pero con intensidad desestabilizadora mayor, el propio Goldenberg,
Knights y otros plantean un eventual atentado terrorista en el interior de
Estados Unidos o contra una personalidad de rango similar a Soleimani. Washington
elevaría el nivel de respuesta y sería difícil mantener el control. Pero varios
expertos admiten que Irán no ha demostrado mucha pericia precisamente en
acciones fuera de Oriente Medio.
- Grado 4: resolución de
la escalada en una guerra abierta, más o menos convencional, con implicación
del resto de actores regionales e incierto y muy peligroso resultado.
LO QUE CONVENDRÍA A IRÁN
Más allá de estos war games,
resulta más útil razonar sobre lo conveniente para ambas partes. Una de las
principales especialistas occidentales en Irán, Suzanne Maloney, de la
Brookings Institution, considera que la respuesta iraní no será “ciega ni
impulsiva”(8). Se basa en la experiencia de la conducta exhibida por los
dirigentes de la República Islámica, para señalar que, en ocasiones anteriores,
ante situaciones similares, Teherán se ha demorado “meses o incluso años” en
responder. Esta tesis es respaldada por Michael Knights. A su juicio, habrá
venganza, porque el asesinato de Soleimani es una afrenta “personal” para el Guía
Supremo Jamenei, pero no será rápida ni arriesgada, porque es superior el deseo
de preservar la República Islámica, que peligraría con una escalada militar (9).
Entretanto, el régimen puede
alentar la cólera popular (Soleimani era un dirigente admirado, no así otros), para
aplacar el actual clima de malestar social por las duras condiciones de vida. Esta
desviación de la protesta hacia el enemigo externo, que no ha sido posible con
la culpabilización de las sanciones, podría resultar factible en este caso. En
este enfoque profundiza Daniel Byman, vicedecano de la escuela de estudios internacionales
de la Universidad de Georgetown (10). No obstante, Maloney cita una reciente
encuesta sobre la temperatura social en Irán poco favorable para el régimen:
más de la mitad de los ciudadanos desean continuar manifestándose, dos terceras
partes no tienen intención de votar en las elecciones parlamentarias del mes
que viene y ocho de cada diez se declaran insatisfechos con las condiciones de
vida en el país.
Byman, Knights y Maloney coinciden
en otro argumento que anticipa una reacción prudente de Teherán: los ayatollahs
han admitido su “debilidad militar frente a Estados Unidos” y tienen asumido que
“sólo perderían, en caso de una confrontación abierta”. Sería más inteligente
no exponer una fortaleza que ha costado tanto tiempo edificar. Al Qods, la
unidad de élite que lideraba Soleimani, cuenta con una fuerza de entre diez y
veinte mil hombres muy bien instruidos y armados. El nuevo jefe, Ismail Qaani,
no es un amateur (11).
EL RIESGO TRUMP
En otro tiempo Estados Unidos
sería más previsible. Ahora, no. El riesgo no consiste en domesticar una
reacción vengativa de la otra parte, sino en frenar a la propia Casa Blanca. Cada
día resulta más evidente que el asesinato de Soleimani era, por así decirlo,
innecesario. Ni respondía a una necesidad de seguridad, ni se evaluaron de
forma sensata la opciones de riesgo/oportunidad. Trump actuó de nuevo guiado
por sus impulsos, escocido como estaba por los reproches de indecisión cuando
abortó a última hora una acción militar que él mismo había aprobado horas antes,
en respuesta al derribo de un dron norteamericano. Otra motivación en la
liquidación del dirigente iraní puede haber sido la neutralización de la
atención pública sobre el impeachment.
La confusión que reina estos
días en Washington abona esta impresión. Se filtra un documento en el que se
anuncia la retirada militar completa de Irak después de la decisión del
Parlamento iraquí y luego el jefe del Pentágono lo desmienta aludiendo que se
trataba de un borrador. Trump asegura que entre los 52 objetivos seleccionados
para ataques, en caso de que haya represalias iraníes, se encuentran centros
culturales, lo que provoca un comprensible revuelo que obliga al Secretario de
Defensa a desmentirlo. Todos los expertos citados en este análisis coinciden en
que la actual administración carece de una estrategia coherente sobre Irán, porque
el Number One no encaja en esas complejidades.
El director de Investigaciones del
Instituto Brookings, Michael O’Hanlon, pergeña un mapa de prioridades para
Washington a corto, medio y largo plazo. Lo inmediato sería reforzar la seguridad
en instalaciones civiles y militares. Finalmente, propone una estrategia a
largo plazo para negociar con Irán, basada en la siguiente secuencia: ofertar
el levantamiento de las sanciones si las restricciones del programa nuclear se
convierten en definitivas y no en temporales; un pacto de no agresión con
Israel; renuncia al programa de misiles balísticos intercontinentales; diálogo
sobre los distintos conflictos actuales en Oriente Medio (12).
De momento, pues, espera y preocupación. Se ha
retrocedido cinco años. Para Oriente Medio, una nimiedad.
NOTAS
(1) “How Soleimani’s killing could make a stronger Iraq”. MICHAEL KNIGHTS. POLÍTICO, 5 de enero.
(2) “The U.S.-Iraqui relationship can be salvaged”. MEGHAN L. O’SULLIVAN. FOREIGN AFFAIRS, 7 de enero.
(3) “There is nothing left for Americans to do in Iraq”. STEVEN A. COOK. FOREIGN POLICY, 6 de enero.
(4) “How the Soleimani assassination could path the way for a new deal with Iran”, ROBERT SALOFF. THE WASHINGTON POST, 3 de enero.
(5) “How to avoid another war in the Middle East”. KELLY MAGSAMEN. FOREIGN AFFAIRS, 4 de enero.
(6) “Fear of ‘What’s next’ will influence Iran’s -and the world’s- reactions”. DENNIS ROSS. THE HILL, 6 de enero.
(7) “Will Iran’s response to the Soleimani strike lead to war?”. ILAN GOLDENBERG. FOREIGN AFFAIRS, 3 de enero.
(8) “The regimen wants to stay in power”. SUZANNE MALONEY. THE WASHINGTON POST, 3 de enero.
(9) “Iran’s next move may be no move”. MICHAEL KNIGHTS. FOREIGN POLICY, 7 de enero.
(10) “Killing Iran’s Qassem Soleimani changes the game in the Middle East”. DANIEL L. BYMAN. VOX, 3 de enero.
(11) “Iran can find a new Soleimani”. DANIEL L. BYMAN. FOREIGN POLICY, 6 de enero; “Who is Esmail Qaani, the new chief Commander of Iran’s Qods Force?”. ALI ALFONEH. THE WASHINGTON INSTITUTE FOR NEAR EAST POLICY, 7 de enero.
(12) “Qassem Soleimani and beyond”. MICHAEL O’HANLON. THE BROOKINGS INSTITUTION, 3 de enero.
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