3 de enero de 2020
Por
orden de Trump, un dron del Pentágono ha acabado con la vida del general iraní Qassem
Soleimani, jefe de la unidad de élite Al Qods de los Guardianes de la Revolución,
la fuerza pretoriana de la élite clerical dirigente de Irán. La acción ha tenido
lugar en las cercanías del aeropuerto de Bagdad. En el ataque también han
perecido el vice líder de la milicias chiíes proiraníes de Irak, Abdul Mahdi Al
Mohandes y otras siete personas.
El
ministro iraní de exteriores, Javad Zarif, negociador jefe del acuerdo nuclear
con la comunidad internacional, ha calificado el hecho como un “acto de terrorismo internacional extremadamente
peligroso” y ha responsabilizado a Estados Unidos de las consecuencias. El
Consejo de Seguridad iraní, bajo la presidencia del Guía Supremo, Ali Jamenei,
se reunirá de inmediato para valorar lo ocurrido y, supuestamente, decidir la
respuesta del régimen.
Según
Washington, la operación es una respuesta a los actos de hostigamiento de Irán contra
personal diplomático, operativo y civil de Estados Unidos en Oriente Medio.
Hace sólo unos días, miles de ciudadanos chiíes proiraníes asediaron la embajada
norteamericana en Bagdad. El Pentágono asegura que el jefe de la unidad de élite
Qods aprobó esta acción
La
eliminación de Soleimani tiene mucha más trascendencia de lo que supuso en 2010
el asesinato de Osama Bin Laden. En ese momento,
el fundador de Al Qaeda era un hombre anciano, aislado en una casa modesta de
las afueras de Rawalpindi, en Pakistán, desconectado de las operaciones reales
de su organización y apenas efectivo, más allá de una aureola, por lo demás ya en
decadencia. Incluso la caza y liquidación del Califa Al Bagdadi, en un
remoto escondite de Siria, hace unas semanas, cuando el Daesh había sido
privado de casi todo su poder territorial y se encontraba debilitado, parece
una operación de menor importancia comparada con ésta.
En
cambio, Soleimani era el jefe con plenos poderes de la actuación militar y operativa
de Irán en su vasta zona de influencia regional, el coordinador de las
actuaciones de las fuerzas militares y paramilitares locales influidas y/o teledirigidas
por Teherán y el cerebro estratégico del desafío iraní a Estados Unidos en la región.
Como
ha afirmado Lisse Doucet, la veterana periodista de la BBC, y una de las
mejores conocedoras de Oriente Medio, el jefe de la unidad de élite Qods había
sido el “principal arquitecto” de las guerra de Siria e Irak y del combate
multinacional contra el Daesh. Es difícil encontrar alguien en la cúpula del
poder iraní con más influencia en el exterior cercano que el general Soleimani.
En este sentido, el atentado puede considerarse un “magnicidio”.
Estados
Unidos e Irán se han situado al borde del enfrentamiento directo desde que la
administración Trump rompió el acuerdo nuclear, contrariamente al resto de la
comunidad internacional. Desde la primavera pasada, se han registrado
escaramuzas y varios episodios de tensión en el estrecho de Ormuz, el enclave más
sensible del Golfo Pérsico, vía de salida del petróleo procedente de Oriente
Medio hacia el resto del mundo.
Trump
ordenó la reinstauración de las sanciones y una política de “máxima presión”
contra el régimen de Irán, con tres objetivos fundamentales: obligarlo a renegociar
el acuerdo nuclear en condiciones más favorables para Washington, hacedlo renunciar
a sus programas avanzados de armamento y forzarlo a abandonar su implicación activa
y destacada en los conflictos de Siria, Irak, Líbano, Yemen y otras áreas de desestabilización
en el mundo islámico.
Los
ayatollahs no han dado muestra de debilidad o retracción, a pesar de que se han
registrado movimientos de protesta social en el interior de Irán como consecuencia,
en parte de los efectos de las sanciones sobre el nivel de vida de la población.
En noviembre de 2019, el régimen actuó con especial dureza, reprimiendo las
manifestaciones y bloqueando el acceso a Internet. En el frente exterior, se tiene
la convicción de que unidades especiales iraníes han protagonizado actos de
sabotaje contra petroleros en el Golfo Pérsico y un ataque contra el principal
centro de refinería de Arabia Saudí, entre otros, hasta llegar a las últimas operaciones
de hostigamiento contra personal o colaboradores del dispositivo norteamericano
en la zona.
No
es fácil anticipar la respuesta de la cúpula clerical y militar iraní a la
eliminación del general Qassem Soleimani, aunque el régimen necesita demostrar
que no está dispuesto a dejarse intimidar por la “maxima presión” estadounidense.
Cabe esperar que se produzcan atentados e incluso alguna acción que puede ser
percibida como espectacular. Pero los responsables de la República Islámica han
hecho prueba de contención para evitar que la escalada escape a su control.
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