RAZONES Y EXCUSAS

28 de abril de 2011

Cada día que pasa, la gestión internacional de las revueltas ciudadanas en el mundo árabe se torna más incómoda, más incierta, más costosa. La guerra se estanca en Libia. En los otros dos países bajo alta tensión, Yemen y Siria, la solución no parece más clara. Los palestinos reaccionan al estancamiento del proceso de paz con un desafío de unidad. Obama se queda sin espacio y las tensiones migratorias adoptan en Europa un rostro feo.
¿HACIA UNA GUERRA LARGA EN LIBIA?
Se prolonga la campaña militar en Libia, en parte por el retraimiento parcial de Estados Unidos. Aunque el resto de aliados occidentales parece contar con potencial suficiente para debilitar decisivamente a las fuerzas gubernamentales, de momento no se percibe una rendición inmediata de Gadafi. La participación reciente de los drones, los aviones sin piloto podrán resolver alguna situación complicada y minimizar riesgos. Pero el problema continúa siendo el mismo que desde el principio de los combates: nula profesionalidad de los rebeldes, inadecuada utilización del armamento a su disposición, atrincheramiento eficaz de los efectivos oficialistas, tal vez, cierta confusión en la gestión de prioridades y objetivos.
DESCONFIANZA EN YEMEN
El presidente yemení juega con los tiempos y saca un partido asombroso de su debilidad. Consigue desesperar a la oposición, que está deseando aceptar el acuerdo forjado por los protectores renuentes del Golfo, pero se ve sometida al maximalismo de los ciudadanos que han hecho el gasto en la calle y recibido los disparos de la guardia pretoriana de Saleh. No se fían los manifestantes de un acuerdo que deja margen de maniobra a su marrullero presidente actual. Los norteamericanos están deseando que la crisis se cierre, están dispuestos a concederle ciertos privilegios al presidente o a su familia, con tal de que se empiece a recuperar cuanto antes el tiempo perdido en la vigilancia y control de los efectivos de Al Qaeda pertrechados en el país. Las tribus no tienen prisa, y su agenda no es la de la oposición política, ni la de los manifestantes, ni la de Estados Unidos o los vecinos. Pero siguen teniendo la clave de la resolución de la crisis.
SIRIA: CREDITO AGOTADO
En Siria, el presidente Assad ha perdido todo el crédito que aún tenía, que era muy poco. Seguir aireando el mantra de las reformas resulta, a estas alturas, sarcástico. Hace ocho años, en un viaje por el país, ya pudimos comprobar que las esperanzas alumbradas por su llegada al poder se habían debilitando notablemente. El deterioro desde entonces ha sido creciente e ininterrumpido. Ahora, que se ha visto confrontado al dilema de seguir la vía egipcia o la vía libia, ha optado más bien por esta última. Se dirá lo que se quiera, pero no ha sido más brutal la represión de Gadafi que la de Assad. En todo caso, la amplitud de la protesta siria ha sido menor, hasta la fecha. Todo indica que, a medida que los sirios incrementen su revuelta, el presidente sirio no tiene espacio para dar marcha atrás.
Los especialistas en Siria aseguran que en Damasco se han recrudecido las batallas palaciegas larvadas desde la desaparición de Hafez el Assad. Las informaciones hablan de pulsos familiares a cara de perro, de zancadillas, de traiciones, de alianzas cruzadas, rotas y de nuevo recompuestas, entre hermanos, cuñados, primos... LE MONDE pronostica "un cierre de filas, vital para la supervivencia de la familia, en torno a personajes cada vez más poderosos, que harán lo que sea necesario para salvaguardar sus intereses". Pero hay otra clave igualmente importante: el papel del ejército en la consolidación de la hegemonía de los alauíes como minoría (apenas un 12 por ciento) gobernante del país. Contrariamente a lo ocurrido en Egipto, el destino de la élite militar parece ligado a la suerte del clan gobernante.
Ante la violencia creciente y cada día más inquietante en las ciudades sirias, las cancillerías occidentales muestran una contención llamativa. Nuevamente, Obama ha marcado el tono. El resto de las capitales occidentales influyentes tratan de forjar una condena en la ONU que, dadas las circunstancias y antecedentes, sabe a poco: suena al "mínimo común exigible". Sería una ingenuidad impresionante esperar otra cosa, cabe decir, una contundencia como la exhibida en Libia. Por muchas razones, el régimen sirio no es el libio. No porque sea más decente, más respetuoso de la vida o de los derechos de sus ciudadanos. Simplemente, resulta más útil en el actual equilibrio geoestratégico. Aquí, las razones se tornan excusas.
La postura constructiva de Damasco en el proceso de paz tiene tanto de espejismo como la voluntad democratizadora o reformista. Después de años de intentos más o menos discretos, de iniciativas impulsadas por Turquía o, más discretamente aún, por Washington, no se percibían avances significativos. Sin la recuperación incondicional de los Altos de Golán, no parece que Assad hijo se encontrara en condiciones de aceptar componendas con Israel.
EL ÓRDAGO PALESTINO
Las negociaciones de paz han estado lastradas una década por el fracaso de Camp David, la última tentativa seria de alcanzar un acuerdo para resolver la cuestión palestina, clave de bóveda de todo lo demás. En estos dos años de Obama -los de Bush apenas cuentan-, la intransigencia y la mala fe de Israel en su política de colonización de los territorios ocupados ha impedido que la facción más moderada de los palestinos se aviniera al propósito vacío de volver a la dinámica negociadora.
Ahora se prepara otra ofensiva de relaciones públicas del primer ministro israelí, con el apoyo inestimable de los republicanos estadounidenses, que le han invitado a hablar ante el Congreso. Nula lealtad institucional de la derecha norteamericana, que debe obligar a la Casa Blanca a mover ficha, a recuperar la iniciativa, según le aconsejan los medios liberales, como THE NEW YORK TIMES. Tampoco se percibe con claridad, en el actual contexto convulso de la zona, que puede ofertar Obama.
El acuerdo de gobierno entre las dos grandes facciones palestinas -Fatah y Hamas-, anunciado esta misma semana, parece ser una única respuesta posible a la debilidad del presidente norteamericano. El movimiento nacional palestino parece haber optado por la cohesión, después de más de una década de lamentables divisiones. Hoy está más cerca que ayer el propósito de proclamar unilateralmente el Estado palestino independiente, en septiembre, durante las sesiones de la Asamblea General de la ONU, con un amplio respaldo diplomático internacional. Obama no podrá desconocer sin más la iniciativa, ni puede regresar a un incondicional apoyo a Israel, sin poner en peligro lo que ha construido estos dos años en la opinión pública árabe. Ahora, menos que nunca.
EL FANTASMA MIGRATORIO
La agitación árabe tiene efectos nada desdeñables de este lado del Mediterráneo, como era de esperar. La guerra libia ya ha desencadenado un flujo migratorio, que no ha hecho más que empezar. La huida de ciudadanos libios y de emigrantes tunecinos que se ganaban la vida en ese país ha reventado las frágiles costuras europeas. Italia optó por liberar presión en Lampedusa (25.000 llegados para una población local de 6.000) otorgando visas de seis meses para circular libremente por el abierto espacio europeo. El 'problema' le repercutió de pleno a la vecina Francia. París, como se temía, no tardó en reaccionar, y lo hizo a la manera sarkoziana: con maneras fuertes. En este caso, amenazando con levantar de nuevo las fronteras interiores de la Unión, si no se revisa de inmediato los mecanismos de Schengen.
Se comprende la urgencia de la situación -la presión migratoria no ha hecho más que comenzar, seguramente- y las presiones electorales de alto voltaje. Pero debería exigirse otro estilo de gobernar, de afrontar la crisis. Manca finezza. En Roma y en París. Por lo que se ha visto, tampoco sobra paciencia. Algo en común tienen esos dos líderes: la presión de dos fuerzas xenófobas -Frente Nacional y Liga Norte- muy potentes, pujantes, influyentes, que amenazan con comerle buena parte de sus respectivas bases electorales. Sarkozy y Berlusconi viven permanentemente en la tentación populista, como resalta THE INDEPENDENT. También en esto, razones y excusas.

EL MALESTAR DE LAS REVOLUCIONES ÁRABES

14 de abril de 2011

Un creciente malestar se apodera de los líderes políticos, de la opinión pública y del sector más activo y preocupado de la ciudadanía occidental, a medida que el proceso de cambios en el mundo árabe se complica y enturbia.
LIBIA. La intervención militar se prolonga, debido a una combinación de factores que no presentan una clara y fácil solución a corto plazo, a saber:
- la oposición al régimen de Gadafi no parece capaz de articular un proyecto confiable a corto plazo, por mucho que recibe avales y gestos precipitados de legitimidad por parte de sus protectores occidentales
- la solución militar se antoja dudosa, por la incompetencia, falta de preparación, confusión e inadecuación de apoyo sobre el terreno; es cierto que la situación puede cambiar de forma rápida, pero no termina de vislumbrarse cómo y mediante qué palanca.
- las discrepancias en la Alianza Atlántica pueden resultar lógicas y hasta razonables, incluso positivas, porque reflejaría la pluralidad de puntos de vista y la relativa autonomía de juicio de sus integrantes; pero deja una impresión incómoda que esas diferencias respondan en muchas ocasiones no ya a intereses nacionales, como se ha dicho tantas veces, sino a las urgencias políticas de los dirigentes de cada aliado.
- el habitual cansancio de los medios de comunicación y de la opinión pública, que esperaba una campaña más contundente y que, si bien la resistencia de Gadafi podría prolongarse durante unas semanas, no parecía contemplado de antemano que el máximo dirigente libio estuviera en condiciones de revertir la situación y encontrarse en condiciones de negociar con cierto margen su apartamiento pactado del poder.
Mientras se gestiona lo mejor que se puede el estancamiento en Libia, se contempla con preocupación los procesos de cambio en otros países ya sacudidos por la revolución o en expectativa o riesgo –según el enfoque ideológico en cada caso- de verse arrastrados por ella. Repasamos los principales escenarios.
-SIRIA. Se acabó el mito de la estabilidad, como elemento sustentador de la situación excepcional del régimen de Damasco. Las protestas sociales y políticas en Siria han superado la etapa inicial de demandas de reformas para entrar, de forma inequívoca en la exigencia de un cambio de régimen. Todas las esperanzas de reformismo prudente que despertó Bachir al Assad se esfumaron hace tiempo. Su decepcionante discurso en el Parlamento, en el que la calle esperaba una cosa y el amedrentado Presidente ofreció otra muy distinta parece haber marcado el punto de inflexión. El diario francés LE MONDE aseguraba recientemente en un editorial consagrado a este asunto que “los días del Estado baasista heredados de Hafez El Assad (…) estaban contados”. En parecidos términos se expresan representantes de las organizaciones de derechos humanos que se han atrevido a aparecer con sus opiniones en los medios occidentales. Bajo el seudónimo colectivo de Mustafá Nour, un número indeterminado de activistas publicó hace unos días un artículo de considerable extensión al respecto, en el que parecían dispuestos a perder pública y demostrablemente el miedo.
Este grupo de opositores relacionado con las protestas de ong’s de antigua y nueva cuña se preocupa de denunciar la supuesta seguridad de Siria, con denuncias que parecen justificadas y ajustadas. Para un país que vive desde 1963, casi cincuenta años, en estado de emergencia, las promesas de reformas y cambios del desacreditado Bashir El Ássad suenan ya a música celestial. Assad no cede, pero lo hará tarde o temprano, pronostican observadores y contestatarios dentro y fuera del país. El régimen ha dado algunas muestras si no de debilidad, sí al menos de preocupación, como por ejemplo las concesiones a kurdos (promesa de concesión de ciudadanía, reconocimiento del nuevo año como fiesta en todo el Estado) e islamistas moderados (cierre de un casino, rehabilitación de profesoras suspendidas por llevar el niqab, autorización para un canal de televisión por satélite, etc.). Se trata, por supuesto, de pequeños gestos, pero indicarían la voluntad del régimen de neutralizar la extensión de las protestas en sectores propicios al descontento, según THE NEW YORK TIMES. El incremento de la represión, la elevación de la cifra de muertos como consecuencia de las intervenciones policiales cada vez más duras y sangrientas reflejarían el temor de las autoridades a la pérdida del control. Algunos analistas consideran que en el interior del régimen se está produciendo un sordo debate sobre la mejor estrategia a seguir. Pero la decepcionante intervención de Assad ante el Parlamento terminó de desanimar a quienes todavía creían en una rectificación del supuesto ‘presidente reformista’.
EGIPTO. Vuelven las manifestaciones y protestas, como síntoma de una insatisfacción que no debería sorprender. A pesar de que se han ido tomando medidas que permitirían confiar en la institucionalización de un nuevo sistema político más abierto, los sectores sociales más dinámicos, más impacientes o más lúcidos que propulsaron la revolución han dejado ver claramente su desconfianza. Estos últimos días hemos podido leer en la prensa occidental algunos relatos sobre ‘microrevoluciones’ en pequeños ámbitos sociales, donde el ‘viejo régimen’ parece intacto. El Ejército, al que se respetó de forma inteligente para evitar un baño de sangre y favorecer el triunfo de la revolución, muestra resistencias esperables a un cambio demasiado profundo de las estructuras. Como dice en el NEW YORK TIMES Nabil Fuad, un general retirado y ahora profesor de asuntos estratégicos, los militares egipcios “no están preparados para la tarea que están acometiendo”. Dicho de otra forma, no se puede esperar que se comporten como demócratas de la noche a la mañana. Que Mubarak y sus hijos hayan sido puestos en una especie de arresto domiciliario y que se les vaya a investigar por supuesta corrupción parece una respuesta táctica a este rebrote de protestas en la calle. Habrá que esperar para ver si existe una voluntad real de seguir purgando los focos dictatoriales.
BAHREIN. Después de una pequeña pausa, las protestas se reanudaron desde primeros de este mes. La respuesta del gobierno ha sido fundamentalmente represiva. Portavoces de la oposición y medios independientes locales han denunciado la generalización de los malos tratos y las torturas en cárceles y centros de detención y la generalización de persecuciones y despidos laborales. La presencia palpable de fuerzas de seguridad saudí ha creado fuerte incomodidad en Washington. Pero no hay señales de que esto vaya a traducirse en una suerte de reprimenda. La reciente visita del Secretario de Defensa Gates a Arabia ha estado envuelta de una notable discreción. Se ignora si la administración de Obama ha obtenido un compromiso de contención por parte del rey Abdullah, al que se le considera muy molesto por lo que considera un abandono norteamericano de sus leales aliados en la zona.
YEMEN. Crece la sensación de que el Presidente Saleh parece decidido a defender su suerte y resistir hasta el final, si no obtiene compromisos satisfactorios acerca de la preservación de los intereses de sus allegados. La preocupación norteamericana se centra exclusivamente en salvar lo salvable del dispositivo anti-Al Qaeda en el país y puede apostarse a que apoya cualquier opción que se lo garantice mínimamente.
En definitiva, lo que hace un par de meses se contemplaba como un proceso imparable e irreversible a favor de la libertad y la democratización, se percibe ahora como un escenario cargado de dudas y temores. La respuestas represivas e incluso involucionistas cobran fuerza, ante una cierta complacencia occidental.

SOMBRAS DE AL QAEDA

7 de Abril de 2011

En la misma semana han coincidido dos asuntos que acercan el tratamiento del desafío radical islámico del pasado reciente y del presente y futuro próximo, en los Estados Unidos.
El Ministro de Justicia y, a la sazón Fiscal General de Estado, Eric Holder, se ha 'rendido' a las presiones y boicoteos de los políticos norteamericanos -no sólo los conservadores, también no pocos 'moderados' y hasta presuntos progresistas- y ha renunciado a que un tribunal civil ordinario de Nueva York juzgue al supuesto 'cerebro' de los atentados del 11 de septiembre, Jalil Sheij Mohammed. El órgano competente serán las denostadas Comisiones Militares de Guantánamo, a pesar del compromiso electoral de Obama, que prometió su desaparición.
Por otro lado, distintos expertos de la lucha antiterrorista norteamericana han dado la voz de alarma sobre el fortalecimiento de la franquicia de Al Qaeda en Yemen, debido al virtual colapso de las operaciones de control, seguimiento y persecución de las células combatientes radicales, como consecuencia del caos político que vive el país.
DECEPCION
El Ministro-Fiscal General Holder es un hombre honesto pero se ha visto privado del necesario apoyo desde las instancias más altas del Estado. En noviembre de 2009 propuso que la vista oral del juicio a Jalil Sheij Mohammed se celebrara en un Tribunal civil de Nueva York. Como es sabido, la práctica totalidad de los republicanos y no pocos demócratas se habían negado insistentemente, con argumentos que Dahlia Lithwick calificado de "falsos y peligrosos"; a saber: que los juicios abiertos son demasiados peligrosos, caros, porosos a las filtraciones, una oportunidad para la propaganda enemiga e indeseados por el ciudadano".
Holder no ha tenido más remedio que claudicar. En su comparecencia pública de esta semana, no evitó cierta amargura a confirmar su decisión. Quizás no estuviera pensando sólo en los adversarios políticos que lo han boicoteado estos dos años, sino en el propio Presidente y en su círculo de asesores. La Casa Blanca no se atrevió a enfrentarse con una clase política intimidada por el discurso patriotero y alarmista que aún envuelve la tragedia del 11S.
El triunfo de la doctrina jurídica más reaccionaria en los procesos contra Al Qaeda supone uno de los reveses más serios para Obama desde su triunfo electoral y siembra de dudas sus ulteriores compromisos progresistas en materia de defensa de los derechos humanos y de la recuperación de una práctica política y jurídica consistente con la tradición más abierta de la democracia norteamericana.
Los medios más sensibles con el respeto hacia el estado de derecho y a la preeminencia de la justicia civil sobre la militar en materia antiterrorista afirman que ha triunfado la "cobardía". El NEW YORK TIMES se lamenta de que se haya perdido la oportunidad de "demostrar al mundo que el miedo al terrorismo no nos llevará a transigir con el Estado de Derecho". Los portavoces conservadores, que apoyaron la doctrina Bush no le reconocen a Obama el mérito, sino más bien destacan que se haya visto obligado a rectificar. Cierto, pero, al fin y al cabo, una muestra más de que el pensamiento conservador no se muestra apaciguable.
Obama ha lanzado esta semana su candidatura para 2012, con su habitual gusto por la modernidad de los instrumentos. Los que todavía confían en que su presidencia puede significar un avance para la nación echan en falta, por desgracia, algo más de consistencia en la defensa de los principios.
LA CONSAGRACION DEL SANTUARIO
El otro asunto relacionado con el terrorismo tiene que ver con nuevas estimaciones acerca del agravamiento del peligro terrorista
Si creemos a los distintos expertos antiterroristas -no necesariamente neutrales y desde luego interesados en la transmisión de ciertas valoraciones-, el caos político imperante en Yemen por la descomposición del régimen del presidente Saleh estaría propiciando el fortalecimiento de Al Qaeda en el país.
El otrora colaborador de Washington en la persecución de islamistas estaría más preocupado de salvar el pellejo y poner a buen recaudo la fortuna familiar que de atender las necesidades de seguridad exterior. Las unidades consagradas a la lucha contra la franquicia local de Al Qaeda habrían sido destinadas en las últimas semanas a proteger su posición política particular, al cabo indefendible, según los principales analistas norteamericanos.
Al parecer, según estas estimaciones, tanto técnicas como políticas, a las que ha tenido acceso el NYT, Saleh ha dejado de preocuparse, incluso en las formas, por el combate antiterrorista. El cinismo con el que permitió que Estados Unidos bombardeara posiciones islamistas con la condición de que pareciese que era él quien daba las órdenes ya no resulta rentable. Altos cargos norteamericanos le habrían advertido que la Casa Blanca le ha retirado su apoyo y no tiene más remedio que negociar su abandono del poder. En esa operación nos encontraríamos ahora. Pero Al Qaeda no espera, "llena el hueco", dicen esos expertos, y mientras, se amplifica la señal de alarma en Washington.
En un comentario para THE NATION, el investigador y periodista Jeremy Scahill, conocido por sus documentadas denuncias del auge mercenario en la seguridad exterior estadounidense, asegura que lo que le preocupa al establishment no es quien mande en Yemen, sino que "la política antiterrorista de Washington, responsable de la muerte de docenas de civiles, puede enfrentarse a la oposición declarada del pueblo, si la democratización se abre paso".
Estados Unidos dispone en Yemen de lo más granado de su operativo anti-terrorista: asesores, formadores, entrenadores, espías, agentes especiales, la panoplia electrónica más avanzada y la maquinaria más precisa de rastreo, detección y aniquilamiento. Pero desde que comenzaron las revueltas en el mundo árabe y el virus se introdujo en Yemen, casi todo está parado. En realidad, los problemas habían comenzado antes, en mayo pasado, cuando uno de los ataques aéreos ejecutados por pilotos norteamericanos segaron la vida a numerosos civiles. Entre las víctimas, un gobernador provincial aliado del presidente. Saleh, molesto, ordenó la cancelación de esas operaciones mortíferas desde el aire, hasta que se calmaran los ánimos.
Como se sabe, ha ocurrido todo lo contrario. Para desasosiego de los responsables antiterroristas estadounidenses, que no ven el momento de librarse de Saleh. No parece fácil. Como reconoció recientemente el propio jefe del Pentágono, Robert Gates, en una entrevista por televisión, no se dispone de un recambio inmediato. La opción más plausible es que el gris número dos de Saleh negocie con los partidos de la oposición, reunidos en una endeble alianza, y con los estudiantes y los grupos cívicos más activos de la movilización popular una solución que permita salvar lo salvable, frenar el auge de Al Qaeda y no perder pie en la zona más sensible de este Oriente Medio en ebullición.