8 de febrero de 2017
California no es el único lugar
de Estados Unidos donde se afirma una resistencia encarnizada contra el mandato
de Donald Trump. Pero es, quizás, el más emblemático y combativo. Desde la victoria del candidato
republicano en el colegio electoral, el pasado noviembre, se percibe en
California, desde donde escribo este comentario, la revitalización de los movimientos
de protesta ciudadana. Cada vez son más
los decididos a no permanecer pasivos ante el retroceso en materia de derechos
y libertades.
Pero fue la orden ejecutiva del
27 de enero, que restringía la entrada en el país de ciudadanos procedentes de
siete países de predominante religión musulmana y el cierre absoluto a los desplazados
por la guerra de Siria, lo que ha colocado a este heterogéneo movimiento de
resistencia en modo de conflicto abierto con la Casa Blanca. La protesta tiene
varios frentes: institucional, social, profesional e ideológico.
ESTADO Y CIUDADES, CONTRA EL
PODER FEDERAL
De todos ellos, el primero es
quizás el más sorprendente, por su rapidez y contundencia. El propio Gobernador
del estado, el veterano Jerry Brown, ha llegado a decir ante el Congreso local
que está decididamente dispuesto a resistir todas las políticas federales de
dudosa legalidad y, en particular, las que supongan una merma de los derechos de
las minorías. O a proteger la
reforma sanitaria de Obama, que California fue el primer estado en adoptar, y
que ha reducido el número de desprotegidos a un mínimo histórico.
Los ayuntamientos de las principales
ciudades y áreas metropolitanos han sido también muy beligerantes. Denis
Herrera, fiscal general de San Francisco, la villa que parece a la vanguardia
de las protesta, se ha querellado contra Trump, después de que el Presidente
decidiera bloquear los fondos de ayuda federal a las ciudades que no colaboren
con su política migratoria restrictiva.
Se calcula que viven en San Francisco 30.000 personas sin papeles, alrededor del 3% de la población. La ciudad recibe anualmente 1.200 millones de dólares, con los que sostiene programas de salud y ayuda social. Herrera evocó el llamamiento de Obama a defender la democracia durante el anuncio oficial de su iniciativa.
San Francisco es una de las llamadas “ciudades santuario”. Llevan décadas aplicando prácticas de tolerancia y protección de los inmigrantes. Otras villas, como la capital del estado, Oakland, Berkeley o San José no han adoptado de momento medidas legales contra la autoridad federal, pero ya han advertido que continuarán con su política de no detener a inmigrantes ni realizar pesquisas policiales para conocer el estatus migratorio de la población.
Se calcula que viven en San Francisco 30.000 personas sin papeles, alrededor del 3% de la población. La ciudad recibe anualmente 1.200 millones de dólares, con los que sostiene programas de salud y ayuda social. Herrera evocó el llamamiento de Obama a defender la democracia durante el anuncio oficial de su iniciativa.
San Francisco es una de las llamadas “ciudades santuario”. Llevan décadas aplicando prácticas de tolerancia y protección de los inmigrantes. Otras villas, como la capital del estado, Oakland, Berkeley o San José no han adoptado de momento medidas legales contra la autoridad federal, pero ya han advertido que continuarán con su política de no detener a inmigrantes ni realizar pesquisas policiales para conocer el estatus migratorio de la población.
LABORATORIO DEL CAMBIO SOCIAL
Por esta razón, entre otras, numerosas
ciudades de California fueron las primeras en movilizarse contra la orden
ejecutiva anti-migratoria del nuevo presidente. En otros tiempos, este estado
tuvo un gobernador, Pete Wilson, que promovió medidas restrictivas en materia
de migración, la tristemente célebre Proposición 187, que eliminó fondos para
programas sociales destinados a los inmigrantes sin papeles.
Pero esa sensibilidad se ha
invertido, en parte por la evolución demográfica (se estima que los blancos
dejarán de ser mayoría antes de la mitad de siglo), pero también por la pujanza
de movimientos sociales progresistas y multirraciales.
EL MALESTAR DE SILICON VALLEY
Otro frente de resistencia que ha
sido especialmente sonoro estas últimas semanas es el relacionado con el sector
de las tecnologías de la comunicación, reunido en el Silicon Valley, en el norte de California, a un centenar de kilómetros
de San Francisco. Las radicales medidas anti-inmigratorias generaron un movimiento
imparable de protesta desde la base. Miles de empleados de las compañías más
emblemáticas del sector (Google, Facebook, Twitter, Uber, Amazon, etc.) se han
manifestado para condenar las decisiones
de la Casa Blanca. No es de extrañar, pues las plantillas de estas empresas,
son racial y culturalmente muy diversas, como corresponde a una actividad
caracterizada básicamente por la dinámica de la globalización. La tecnología
que producen está destinada a eliminar barreras, no a levantarlas. De hecho, algunos
de los ciudadanos que se vieron afectados por las barreras levantadas por Trump
trabajaban en Silicon Valley.
En parte presionados por sus
empleados, los responsables de algunas de estas compañías se han visto
arrastrados a expresar de forma más comprometida sus posiciones contrarias a
las restricciones migratorias y a la libertad de movimientos. Tras la victoria
de Trump, algunos dirigentes de estas empresas intentaron mantener una
cautelosa neutralidad. Incluso otros, como uno de los jefes de Uber, formaba
parte del Consejo de asesores económicos del nuevo Presidente. Ya no: dimitió
al comenzar la oleada de protestas. Microsoft fue una de las compañías que pasó
de un discreto silencio a una posición activa de rechazo.
LA DERIVA VIOLENTA
Finalmente, la protesta
anti-Trump ha galvanizado también a los sectores más radicales de la sociedad. Los
movimientos anarquistas, que cobraron nuevo vigor con la crisis financiera y
los abusos de Wall Street, han revivido con la elección del retrógrado magnate,
y California ha sido uno de los escenarios más destacados de su reforzado
protagonismo.
En Berkeley, epicentro de la
revuelta universitaria de los sesenta, cientos de jóvenes acudieron a medios
violentos (quema de neumáticos y otros objetos, rotura de ventanas, irrupción
en edificios universitarios) para impedir impidieron que uno de los
colaboradores del estratega jefe de la Casa Blanca, el ultraderechista Bannon,
pronunciara una conferencia en el campus. Los incidentes adquirieron cierta
gravedad. El alcalde demócrata de Berkely, comprometido en el frente
anti-Trump, se vio obligado a denunciar la deriva violenta de la protesta y a llamar
la atención sobre el riesgo de que estas provocaciones alienten respuestas radicales
racistas o xenófobas, como ya ocurrió el año pasado.
En efecto, durante el proceso de
las primarias, se produjeron enfrentamientos de cierta gravedad entre grupos de
extrema derecha y extrema izquierda, en otras ciudades de California. En
Anaheim, grupos antifascistas irrumpieron en una concentración del Ku Klux
Klan, y en Sacramento grupúsculos anarquistas protagonizaron una batalla campal
contra los skin-heads. De momento, son incidentes contados y aislados.De momento, son incidentes contados y aislados.
En todo caso, el malestar en California es tan notorio que se vuelve a hablar del Calexit, es decir, la separación de la Unión. Algo que, de momento, carece de fundamento real, aunque California se encuentra entre las diez economías más poderosas del mundo y podría ser muy viable como estado independiente. El desprecio que el nuevo inquilino de la Casa Blanca demuestra hacia valores muy preciados en amplios sectores del país podría alimentar esta tentación rupturista, por ahora minoritaria.
En todo caso, el malestar en California es tan notorio que se vuelve a hablar del Calexit, es decir, la separación de la Unión. Algo que, de momento, carece de fundamento real, aunque California se encuentra entre las diez economías más poderosas del mundo y podría ser muy viable como estado independiente. El desprecio que el nuevo inquilino de la Casa Blanca demuestra hacia valores muy preciados en amplios sectores del país podría alimentar esta tentación rupturista, por ahora minoritaria.