19 de septiembre de 2018
La
resolución del conflicto coreano puede asemejarse a una partida de cartas por
parejas en la que se han flexibilizado las reglas y cada jugador tiene cierta autonomía
para hacer valer su mano, siempre que no se perjudique demasiado al compañero
de tándem.
La
tercera cumbre del año entre los líderes de las dos Coreas refleja el interés
de ambos por afianzar su relativa autonomía de sus patronos o protectores. El
norcoreano Kim y el surcoreano Moon parecen decididos a avanzar en una por
ahora precaria reconciliación, por razones algunas diferentes y otras comunes.
MANTEQUILLA
ANTES QUE CAÑONES
Éstas
últimas son las más evidentes: unas buenas relaciones arrojarán un dividendo
económico. Ambos gobiernos están ansiosos por hacer realidad esta perspectiva.
Moon arrastra momentos difíciles por el incremento del desempleo y otros
síntomas de crisis. Kim, pese al sesgo histórico, está más interesado en mantequilla
que en cañones. Pero, obviamente, para que estas ventajas se materialicen deben
eliminarse las sanciones, o al menos reducirse notablemente. Y eso no depende
de las dos Coreas por completo.
Corea
del Sur quiere que el diálogo continúe, que el avance sea palpable y que los
efectos empiecen a dejarse sentir, aunque sea con símbolos, con gestos, con
logros modestos. La nueva reunificación de familias realizada este verano es
una muestra de ello. El atrevimiento a diseñar planes de cooperación económica,
industrial y comercial es otro signo de esta sana ambición. Doscientos
empresarios han acompañado a Moon en su visita a Pyongyang, incluidos representantes
de los principales chaebols (conglomerados
económicos), como Samsung, LG, Hyundai, etc. Hay decenas de proyectos conjuntos
como la creación de zonas especiales, la conexión ferroviaria o diversas
iniciativas turísticas emblemáticas.
Para
Corea del Norte este horizonte de desarrollo económico es aún más acuciante.
Kim Jong-un lo ha hecho explícito en numerosas ocasiones. Desde el comienzo
mismo de su mandato proclamó que el reforzamiento militar (programa nuclear)
debía producirse acompañado del desarrollo económico, el denominado biungjin (avance paralelo). El primero
se ha logrado, al menos en la retórica oficial, pero el segundo ha ido más
lento.
Hace
ya tiempo que Kim se deja ver en visitas a plantas industriales, centrales de
energía, obras de infraestructura, etc. Algunos investigadores occidentales que
gozan de un conocimiento más profundo de Corea del Norte impugnan esa visión
reduccionista que pinta a Kim como un dirigente caprichoso, iracundo e
impredecible. Por el contrario, lo ven como una suerte de Presidente-Director
General, empeñado en mejorar la salud económica del país. Como él mismo dijo en
uno de sus primeros discursos, “para lograr que el pueblo norcoreano pudiera
dejar de apretarse el cinturón”. No es la generosidad o la sensibilidad social
lo que inspira estos propósitos, necesariamente: la propia supervivencia del régimen
y de la propia dinastía es lo que se encuentra en juego.
Por
todo ello, las dos Coreas saben que hay que avanzar en el asunto clave de la
seguridad. Ambas desean la reconciliación mutua, pero aún persisten fuertes
impulsos de desconfianza. De ahí que no se arriesguen a volar sin la tutela
protectora. Seúl no puede prescindir del paraguas norteamericano y Pyongyang
del respaldo chino. Pero los dos patronos no actúan desinteresadamente: exigen
que se mantengan sus condiciones de patronazgo.
TRUMP,
COMO PARTE DEL PROBLEMA
Washington
quiere la desnuclearización total, irreversible y verificable de Corea del Norte.
Nadie del establishment
norteamericano discute ese objetivo. Pero el problema reside en la estrategia
para lograrlo. Trump ha desbaratado décadas de paciente esfuerzo, apoyado en el
instintivo mensaje de que no ha arrojado resultados. Tampoco sus chuscas
amenazas del año pasado (fear and fury).
Así que optó por la solución personal, el tête
a tête, o el estilo business que
a él tanto le gusta. Ese estilo improvisado impregnó Singapur, con el resultado
conocido: confusión, improductividad, desorientación. Peor aún: más que avances,
se han registrado retrocesos. Se ha recuperado el lenguaje pesado, han aflorado
de nuevo veladas o explícitas amenazas. Se ha puesto en evidencia el gran
lastre de Trump: convierte la política exterior norteamericana en un ejercicio
de vanidad, obsesionado por su pretensión de hacer historia, de ser the best.
Sobre
esta fiebre pretenciosa, ha tratado de
consolidar Kim una estrategia ventajosa. No ha roto puentes. Por el contrario, anunció
medidas cosméticas relacionadas con su programa nuclear, sedujo (y seduce) a
Trump y trata de ningunear a sus asesores. Y, sobre todo, cultiva las
relaciones con el vecino, con cuidado de no indisponer a su protector en Pekín.
La astucia del líder norcoreano se amplifica por el desconcierto personalista
que domina en la Casa Blanca, como ha ratificado el libro de Woodward o la famosa
denuncia anónima.
La
mayoría de los analistas coinciden en que Washington necesita una estrategia,
que haga posible de la desnuclearización de Corea un objetivo realizable y no
una condición previa irreal o un principio doctrinario. Conviene ser flexible,
se apunta, pero no dejarse atrapar por algunas celadas norcoreanas. La “declaración
de final de la guerra coreana” es la fundamental, porque es la antesala de una
retirada militar norteamericana de Corea del Sur y de la eliminación, siquiera
progresiva de las sanciones. Kim habla con mucha ambigüedad de entregar su
carta mayor (las armas nucleares) y lo condiciona siempre a que desaparezca el
mínimo riesgo de ataque norteamericano. Mientras tanto, va anunciado pasos que
son más irrelevante de lo que suenan o parecen. Pero como su vecino desea que
no se quiebre el proceso, Seúl utiliza estas aparentes concesiones o gestos de buena
voluntad para convencer a Trump de que el gran logro de su mandato sigue siendo
posible.
Algunos
expertos han esbozado planes e incluso una hoja de ruta para desmilitarizar Corea
del Norte, atendiendo a estas cautelas sobre campos minados, que contemplan
medidas de fomento de la confianza, reducciones calculadas de fuerzas, concesiones
paralelas, sistemas de verificación, etc. Pero a Trump todo este trabajo, diplomático,
técnico, detallado, le aburre, le fatiga y le supera. O hay foto y fanfarrias a
la vista, o se borra. Y sus
colaboradores tampoco saben si el empeño que pongan en la tarea servirá para
algo o será desbaratado por cualquier impulso del comandante en jefe. Para
muestra ahí está la decisión de imponer tarifas a las importación de productos
chinos, valorados en 200.000 millones de dólares. Miembros de su equipo
económico lo desaconsejaron, pero Trump se inclinó por sus instintos, abonados
por algunos de sus asesores más nacional-populistas que aún gozan de su atención
preferente.
Esta
escaramuza anticipada de guerra comercial no alienta a China a mantener una
política constructiva en Corea, más allá de sus intereses estratégicos, que
consisten en conservar la carta coreana como elemento de presión, algo que desagradaría
a Kim. Por eso, paciente y astutamente, el líder norcoreano fomenta la
reconciliación con el Sur. Un delicado juego de presiones combinadas cuyos
efectos son difíciles de predecir.
REFERENCIAS
- “The real
reason Kin Jong-un wants to declare the end of the Korean War”. JUNG PAK.
BROOKINGS INSTITUTION, 17 de septiembre.
- “Coopération
et desnuclearisation au programme de sommet interkoréen de Pyongyang”. LE
MONDE, 18 de septiembre.
- “North
Korea’s nuclear program isn’t going anywhere”. AKINT PANDA Y VIPIN NARANG. FOREIGN AFFAIRS, 13 de agosto.
- “The new
nuclear normal in North Korea?”. AKINT PANDA. THE DIPLOMAT, 17 de septiembre.
- “A road
map to desmilitarize North Korea”. RICHARD SOKOLSKY. CEIP, 27 de julio.
- “North
and South Korea push to end the Korean War, but U.S. remains wary”. THE NEW
YORK TIMES, 17 de septiembre.
- “Kim
Jong-un focuses on economy, as nuclear talks with U.S. stalls”. THE NEW YORK TIMES, 20 de agosto.
- “Moon
Jae-in prepares for make or break inter-Korean summit with Kim Jong-un”.
THE GUARDIAN, 17 de septiembre.
THE GUARDIAN, 17 de septiembre.
- “The wolf
of Pyongyang”. DAVID KANG. FOREIGN
AFFAIRS, 9 de agosto de 2017.