26 de Junio de 2019
A
sólo unos días de constituirse el Parlamento Europeo salido de las elecciones
del 26 de mayo, queda aún por cerrar el pacto entre los Jefes de Estado o de
Gobierno sobre las personas que pilotaran la navegación de la Unión para los próximos
años. Al otro lado del Canal de la Mancha, los conservadores británicos se
disponen a culminar el largo proceso de selección de su líder para consumar el
Brexit. Y en otros países del continente se afrontan citas electorales en otoño,
generales o regionales y se dibujan escenarios de creciente inestabilidad.
En
la UE, el pulso entre las principales fuerzas políticas se confunde con los intereses
nacionales y la debilidad de los principales dirigentes. Por no hablar de la evidente
falta de sintonía entre los dos líderes principales: la canciller alemana y el
presidente francés. Merkel está en su recta final como líder otrora
indiscutible de Europa y Macron no termina de cuajar como alternativa de futuro
en esa continuidad del llamado consenso centrista. Ambos se han enzarzado en
una disputa sobre el próximo presidente de la Comisión (1).
El
candidato merkeliano es Manfred Weber, político bávaro muy conservador,
con nula experiencia de gestión y un apoyo que no va más allá de sus correligionarios
(y eso sin demasiado entusiasmo). Macron, autoproclamado estandarte de un
liberalismo progresista, fracasó en su intento de convertir a su antigua
ministra para Europa, Nathalie Loiseau, en jefa de la bancada liberal. Tampoco
parece que tenga mejor suerte con la candidatura de la danesa Vestrager, actual
comisaria de la competencia, para encabezar la Comisión (2).
El
desencuentro Merkel-Macron viene de lejos. Ambos se reclaman de un centrismo pragmático
más que ideológico. Pero Macron no disimula unas ambiciones europeas que a la
dirigente alemana le resultan incómodas. En su partido, la CDU-CSU, ya dividido
por el asunto de la inmigración, aún gustan menos las pretensiones de Macron,
de quien desconfían por considerar que pretende imponer una agenda demasiado
personal. Merkel logró que su protegida, Kramp-Karrembauer, ocupara el
liderazgo del Partido, pero nadie apuesta sobre la solidez de su liderazgo una
vez que la Mutti (la Mamá) deje definitivamente el gobierno y su
legado se extinga, quizás con más rapidez de lo esperado hace sólo unos poco
años (3).
Macron
ha sondeado un posible entendimiento con los socialistas, segunda fuerza
política del PE, pero éstos insisten en su candidato, el neerlandés Timmermans.
El Presidente francés, no obstante, parece haber visto en Pedro Sánchez un
aliado preferente en esta Europa vacilante. El dirigente socialista español puede
sacar una renta importante de este entendimiento generacional transpirenaico:
que Macron inste a Ciudadanos a no bloquear su investidura como jefe del
gobierno en España. Al fin y al cabo, el líder francés presenta como santo y seña
de su política el rechazo frontal a pactar con la ultraderecha. Pero Rivera se
resiste a complacer a Macron, después de haber sido puesto en evidencia por
Valls, el exjefe del gobierno francés. Ambos se sentaron juntos en la misma
mesa del Consejo de Ministros bajo Hollande y compartieron ciertas posiciones
moderadas en el socialismo francés y sus aliados. Luego terminaron distanciados.
Valls no se embarcó en el movimiento En Marche y prefirió buscar su futuro
político en Cataluña, con los resultados conocidos.
La debilidad socialdemócrata, tras una cadena
desastrosa de fracasos electorales, parece ahora en revisión, con los éxitos meridionales
y el esperanzador pero modesto resultado reciente en Dinamarca (4). Aún es
pronto para hablar de cambio de tendencia. Tampoco los liberales pueden hacer
alardes. Con un centenar y poco más de eurodiputados, se han quedado muy lejos
de lo que Macron esperaba. Ni siquiera el auge de los verdes resulta suficiente
para componer otra mayoría. Es un pacto a varias bandas, con el nacional-populismo
fragmentado pero en auge. La presidencia de la Comisión sólo es el primer
puesto importante a cubrir. Hay que acordar también el Presidente del Consejo,
el patrón del Banco Central Europeo y otros cargos igualmente notables.
Mientras
en el club se ventilan asuntos y rencillas confesables e inconfesables, pero
todas de difícil digestión, al otro lado del mar se acentúa el olor a
descomposición. La carne podrida del Brexit se ha metido en el congelador hasta
el 31 de octubre, pero el interlocutor ni siquiera es la indecisa y escurridiza
May. No hay nadie al aparato. La riña interna de los tories ha llegado a su
punto culminante. Ya es sólo un combate a dos. En una esquina, Jeremy Hunt, actual
Secretario del Foreign Office (Exteriores), partidario de un Brexit
blando y acordado, pero figura gris, algunas sombras en sus ámbitos de gestión
anteriores y atractivo pálido entre las bases. Al otro lado, el favorito,
popular y populista y, por ende, el que menos simpatía despierta entre sus
socios europeos: el bombástico exalcalde de Londres, Boris Johnson.
Boris
es lo más parecido a Trump que pueda encontrarse no sólo en el Reino Unido,
sino en Europa entera. Tiene un gusto insano por el escándalo y la provocación.
Su biografía es una oda permanente y exhibicionista a la incorrección. Sobre Boris
han llovido todo tipo de epítetos y todos los ha encajado, se diría que hasta
con gusto. Una burbuja que no tardará en estallarle a los tories, según
el siempre ácido THE ECONOMIST (5). Si no les ha estallado ya...
Este
fin de semana, en pleno arranque de la recta final, una trifulca en su domicilio
añadió un renglón más en su ruidosa biografía. Boris se enzarzó en una pelea con
su pareja, una antigua jefa de prensa de los conservadores, con tal despliegue
de gritos y ruidos que un vecino temió que la cosa acabara más que mal y avisó
a la policía. Las cosas no se salieron finalmente de madre, pero el peculiar candidato
ha quedado expuesto (6). Algunos creen que a sus fieles poco les importa estas truculencias
privadas. Después de todo, Boris demuestra ser un tipo normal, que riñe con su
mujer, como todo quisque, y no es un hipócrita estirado.
Puede
ser. En la deriva populista que vivimos, Boris es a los tories lo que Trump es
al Great Old Party o Partido Republicano. Un tipo capaz de romper lo que
haya que romper, caiga quien caiga. Johnson promete un Brexit por las
buenas o por las malas: es decir, con acuerdo o sin acuerdo (do or die).
Y, como corolario, una edición corregida y aumentada de la relación especial
con los primos del otro lado del Atlántico. Una especie de ungüento para conjurar
todos los oscuros presagios de la ruptura con la matrona europea (7).
Europa
también parece apuntarse a este tipo de liderazgo en el que la mesura o a cordura
deja paso a la ruptura, e incluso a una cierta locura. El italiano Salvini,
en alza, es otro ejemplo. Si este estilo rompedor ha cuajado en EEUU, ¿en dónde
no? Bolsonaro, Modi, Erdogan (incluso en horas bajas), o incluso Xi Jinping o el
propio Putin (más taimados) son los líderes de los grandes países emergentes.
Ninguno arrastra complejos democráticos. Afirman su poder personal como
garantía de la grandeza presente y futura de sus naciones.
La
política se ha convertido en un gran plató de las vanidades, en una feria de
transgresiones. Las élites tecno-burocráticas están desconcertadas. Se les ningunea
o humilla. Los grandes poderes reales optan por una cierta pasividad: prefieren
manipular o vigilar a distancia a figuras extravagantes, porque puede ser de utilidad
su conexión con unas masas desconcertadas, indignadas y hartas, que reniegan de
partidos, instituciones y reglas hasta hace poco respetadas con mayor o menor conformidad.
Se extiende una falta de miedo al riesgo, a hacer equilibrios en la cornisa, a
flirtear con el escándalo. El liderazgo es sinónimo de atrevimiento, de descaro.
Los aferrados al manual de la corrección parecen condenados a un lento
ostracismo, a una jubilación sin brillo. El mundo será de quienes tengan
agallas.
NOTAS
(1) “Merkel
and Macron at odds over new UE leader. DER SPIEGEL, 31 de mayo.
(2) “Le sommet censé désigner les postes-clés de l’UE tourne
au jeu de massacre”. LE
MONDE, 22 de junio;
“EU leaders fail to agree who should lead the Union”. THE ECONOMIST, 21 de
junio.
(3) “A dim view
of the world will Merkel be followed by darkness? DER SPIEGEL, 28 de mayo.
(4) “Denmark’s
youngest prime minister leads new leftist government”. THE GUARDIAN, 26 de
junio.
(5) “The
Boris bubble that threatens Britain’s conservatives”. THE ECONOMIST, 20 de
junio.
(6) “Jeremy
Hunt piles pressure on Boris Johnson to explain police visit”. THE GUARDIAN,
24 de junio.
(7) “The
empty promise of Boris Johnson”. SAM KNIGHT. THE NEW YORKER, 13 de
junio.