5 de septiembre de 2019
Tres
países europeos principales, tres escenarios políticos distintos, pero un
patrón similar: inquietud social creciente, inestabilidad política crónica, debilidad
del liderazgo y desafío abierto del nacional-populismo. En Gran Bretaña e
Italia, el órdago identitario se ha resuelto en fracaso... momentáneo. En
Alemania, el peligro no se ha desbordado, pero acecha. La derrota de las
propuestas reaccionarias es sólo aparente. El riesgo sigue vivo.
KING
BORIS SE ESTRELLA CONTRA LOS COMUNES
Gran
Bretaña vive una semana parlamentaria tumultuosa más, debido a la desbocada
gestión de un Brexit más incierto e imprevisible que nunca. Un golpe
institucional del primer ministro para “cortar por lo sano” acaba en un
embrollo que deja al gobierno sin mayoría.
Boris
King Johnson suspendió el Parlamento (desde la semana próxima)
para impedir que se pudiera demorar de nuevo el Brexit. Desde su ascenso
al liderazgo del partido conservador, se hacían todo tipo de cábalas sobre las
verdaderas intenciones del extravagante premier. Los hechos y el perfil
de los colaboradores escogidos indicarían que ha decidido apostar por un Brexit
sin acuerdo, convencido de que los socios europeos no podían perder la cara
ante sus bravatas y avenirse a modificar el acuerdo. Sin embargo, hay quien
estima que estamos ante una demostración más de su afición por los precipicios
políticos. Si lleva las cosas al límite, obliga sus adversarios a dar un paso
atrás antes de despeñarse en el vacío (1).
Los
conservadores están escindidos. Las bases se aferran a su retórica nacionalista
antieuropea, aquejados del mismo virus populista que se extiende por doquier.
En cambio, las élites atrincheradas en Westminster se alarman ante una
política exhibicionista, radical y temeraria. Pero carecen de alternativa: se
autoengañan con la ficción de un mejor acuerdo de retirada, que Theresa May fracasó
en obtener y nadie ha tenido la lucidez de plantear.
De momento, bastaba con que un puñado de asustados
tories se rebelara para que a Johnson le saliera el tiro por la culata. Y así
ocurrió. Una veintena de MPs (algunos de ellos ilustres) votó a
favor una propuesta que pone el control de la agenda legislativa en manos del
Parlamento (por defecto, la ostenta el gobierno). La respuesta de Bo Jo
fue inmediata: los parlamentarios discrepantes fueron expulsados del grupo
conservador. Previamente, otro diputado había acabado con la exigua mayoría gubernamental
de un voto, al abandonar su escaño y sentarse en la bancada de los liberales: un
gesto político teatral y efectivo.
El
jueves, a King Boris se le apareció el fantasma de Cromwell. La Cámara
de los Comunes aprobó el proyecto de ley que impide la salida unilateral del
Reino Unido de la Unión Europea sin acuerdo, que deben ratificar los Lores,
quizás hoy mismo. Johnson respondió al contragolpe como había anunciado: con una
moción de adelanto electoral (snap polls), retando al líder laborista,
en tono patibulario, a verse en las urnas. Necesitaba el respaldo de los 2/3 de
los diputados para disolver el Parlamento, pero la nueva mayoría opositora se
opuso bajo un principio fundamental: lo prioritario es convertir en ley firme el rechazo a un Brexit
sin acuerdo y lograr una nueva prórroga, luego ya se verá lo de las elecciones.
Boris
Johnson pretendía que los comicios se celebraran a mitad de octubre y convertirlos
en una apuesta a todo o nada. Un pulso entre el pueblo y las élites. El mensaje
a los suyos es maniqueo: o los tories se presentan como el inequívoco
partido del Brexit sin complejos ni cautelas o se arriesgan a una sangría
de votos en beneficio de los ultras de Farage (Brexit Party), que alardean
de ser los genuinos partidarios de la ruptura con Europa.
El
Trump británico (asesorado por Dominic Cummings, el arquitecto del
Brexit y una suerte de Banon local) está llevando a los conservadores por una deriva
que está desgarrando a los conservadores (2).
Queda
por ver si al incombustible Bo Jo le queda munición, en forma de
dimisión precipitada o, cabriola parlamentaria, de una moción de confianza
diseñada para perderla. Por ambas vías se llegaría a una elecciones anticipadas
que ahora se han abortado. La batalla no ha terminado.
ITALIA: ROMA NO PAGA A TRAIDORES
En
Italia, el mercurial viceprimer ministro Salvini abandonó en agosto a sus
socios de gobierno, hundidos por las incongruencias entre su programa y la
gestión efectiva. Su intención era forzar elecciones y hacerse con el poder sin
cortapisas, alentada por unas encuestas unánimes. Pero se encontró con el
inesperado coraje de un primer ministro -Giuseppe Conte- que hasta entonces había
oficiado de pálido notario de una torpe y embarullada gestión. La ambición sin
máscara del líder liguista desencadenó el instinto de conservación propio de la
clase política italiana, la de siempre y la pretendidamente nueva.
Lejos
de su propósito inicial, la voladura unilateral de la coalición de gobierno ha favorecido
una nueva alianza entre rivales en su día aparentemente irreconciliables (el Movimiento
5 estrellas y el Partido Democrático), unidos ahora por la necesidad más que
por la coincidencia y solidarios en su debilidad. El causante de la crisis pasa
de beneficiado a perjudicado, pero quizás sólo de momento.
La mezcla de dos populismos de temperaturas opuestas
(buenismo y mano dura) ha resultado un desastre y ha dejado paso
a otra coalición que puede muy bien definirse como de enemigos íntimos.
El Movimiento 5 estrellas (con el aval de unas bases inesperadamente vigorizadas
de nuevo) y el Partido Democrático afrontan un andadura compartida, con un
gobierno repartido al 50% y algunos ministros de perfil conciliador. Pero no es
un secreto que los nuevos socios carecen de un designio común. Apenas han
empezado y ya se empeñan en marcar las diferencias (3).
Ojo
con la Liga de Salvini: este fracaso veraniego puede convertirse en semilla de un
futuro y contundente éxito, si la situación económica se complica, como algunos
síntomas parecen indicar, y las negociaciones con Bruselas se estancan. Las palmarias
contradicciones podrían atascar la nueva alianza. Las elecciones, ahora conjuradas,
podrían resultar inevitables en seis
meses o un año y saldarse con una victoria abrumadora de Il Capitano.
ALEMANIA:
LOS BÁRBAROS LLAMAN A LA PUERTA
En
Alemania, se asimila el empuje del nacional-populismo, tras sus buenos
resultados en dos elecciones regionales orientales, aunque no hayan alcanzado la
victoria, como llegó a temerse hace unas semanas, cuando se confirmó el parón
económico.
Alternativa
por Alemania (AfD) ha obtenido el 27,5% de los votos en Sajonia y el 23,5% en
Brandeburgo, lo que la convierte en la segunda fuerza política en ambos länder
orientales, como ya ocurre en la Alta Sajonia y Mecklemburgo-Pomerania (4). A
finales de mes se celebran comicios en Turingia, el quinto länder del Este y
todo indica que se confirmará esta tendencia. Se consolidad esta organización
fundada hace unos años para rectificar el rumbo del país y dirigirlo a la
derecha: menos inmigrantes, menos Europa y más Alemania, menos complejos sobre
las responsabilidades históricas y más firmeza en las aspiraciones nacionales (5).
La
CDU conserva el liderazgo en Sajonia y el SPD en Brandeburgo, pero necesitarán componer
coaliciones amplias (al menos tres partidos) para mantener los gobiernos regionales.
Ambos partidos aseguran a duras penas la grosse koalition que sostiene el
gobierno federal, ante nubarrones cada vez más espesos de recesión económica y
de crisis aguda de liderazgo. La puerta de Brandeburgo no es una fortaleza
inexpugnable: una sensación de inquietud e inestabilidad se extiende por el
país. El gran ancla de la estabilidad europea zozobra. Si la locomotora exportadora
se gripa como consecuencia de las turbulencias de un comercio mundial sometido
a los caprichos trumpianos y a las urgencias chinas, la presión
nacional-populista puede rugir con más fuerza. Alemania “ya no es especial”,
como dice la directora del Fondo Marshall en Berlín (6).
Alemania
e Italia suman el 40% de la riqueza de la zona euro, así que poca broma con
descuidar la importancia de lo que suceda en los próximos meses en ambos países.
Pero lo que ahora agobia de manera más acuciante en Europa es el embrollo sin
solución del otro lado del Canal de La Mancha. En el Reino Unido, el problema del
liderazgo no es la timidez o la debilidad, sino una sensación de
irresponsabilidad sin remedio.
NOTAS
(1) “Brexit
endgame”. AMANDA SLOAT. BROOKINGS INSTITUTION, 31 de agosto.
(2) “How Britain’s
staid Conservative Party became a radical insurgence”. THE ECONOMIST, 4 de septiembre.
(3) “En Italie,
les anciens partis enemis s’allient pour un gouvernement ‘tout sauf Salvini’”. LE
MONDE, 4 de septiembre.
(4) “Allemagne: forte percée de l’extrême droite dans deux
scrutins regionaux”. LE MONDE, 2 de septiembre.
(5) “Germany’s
far-right freedom fighters”. PAUL HOCKENOS. FOREIGN POLICY, 29 de agosto;
(6) “Germany
isn’t special”. SUDHA DAVID-WILP. FOREIGN
POLICY, 31 de agosto.