29 de abril de 2020
Después
de un año de semivacío político, tres elecciones generales, vuelcos en las
alianzas, amenazas mayores sobre el proceso de paz y una crisis sanitaria sin precedentes,
Israel tiene por fin gobierno. Y, adivinen quién estará al frente... Benjamín
Netanyahu... el dirigente más longevo en el cargo en la corta pero intensa
historia del país.
El
líder populista de la derecha israelí es un maestro de la supervivencia política,
un experimentado maniobrero que ha sabido sortear todo tipo de jugadas,
internas y externas, que han pretendido debilitar su creciente poder y su condición
de líder indiscutible y casi indispensable de una sociedad israelí cuyas dos
terceras parte se declara conservadora (1).
El
último éxito de Netanyahu ha sido triple:
-
asegurarse su continuidad al frente del gobierno durante los próximos 18 meses.
- mejorar su posición ante el
proceso judicial (el juicio está fijado para el 24 de mayo) por tres encausamientos
relacionados con corrupción (soborno, fraude y abuso de confianza).
-
romper el bloque opositor que, en tres elecciones consecutivas le había
discutido la hegemonía política.
El
coronavirus, lejos de haber erosionado a Bibi lo ha reforzado, al profundizar
el instinto de seguridad y repliegue en el tejido social (2).
EL
DILEMA DE BENNY GANTZ
La
coalición Kajol Lavan (Azul y Blanco) rompió filas después de
haber obtenido en marzo un resultado peor de lo esperado y quedar por detrás del
Likud (tres diputados menos). Tres formaciones componían esa coalición, dos de
ellas lideradas por antiguos jefes del ejército y la tercera por una formación
centrista denominada Hay futuro, muy crítica con Netanyahu. El cabeza de
cartel electoral era Benny Gantz, un general tranquilo, moderado y con cierto
carisma (como muchos de su categoría). A punto estuvo de desbancar a Netanyahu en septiembre del año pasado, pero le faltaron
apoyos parlamentarios, en una Knesset ya más fracturada que nunca (3).
Después
de marzo, Gantz podía reunir una coalición para derribar a Netanyahu, pero
necesitaba, entre otros, el apoyo de los árabes israelíes, quienes se
presentaron unidos en la denominada Lista Conjunta y habían obtenido el mejor
resultado de su historia (4). Una muestra de otras de las factores socio-políticos
israelíes: la demografía. Para hacerse una idea de la debilidad de Gantz, baste
decir que el número de diputados de su partido propio es el mismo que el de la lista
árabe: 15.
El
exgeneral había jurado y perjurado que no colaboraría con Netanyahu, por
dignidad política. Prometió promover todas las iniciativas necesarias para impedir
que los encausados por corrupción pudieran dirigir los destinos del país. Las
elecciones no le dieron esa capacidad. Maniobras parlamentarias inéditas bloquearon
decisiones que afectaban a la suerte del primer ministro en funciones.
Netanyahu escapó de la tenaza. Y Gantz cambió de estrategia.
Ante
la perspectiva de unas cuartas elecciones, que seguramente no hubieran sido más
favorables que las de marzo, el líder de Kajol Lavan aceptó discutir un
compromiso para establecer una suerte de gobierno de unidad a la israelí; es
decir, rotatorio. Esta fórmula ya se utilizó en los ochenta (1984-1988), entre
el Likud de Isaac Shamir, y el Partido Laborista de Shimon Peres.
Durante año y medio, Netanyahu ostentará la jefatura del gobierno primero y Gantz
será viceprimer ministro y se ocupará de los asuntos exteriores Al final de
este periodo, se intercambiarían los papeles.
Por
tanto, Netanyahu asegura el gobierno de inmediato, gana tiempo y puede reforzar
su posición frente a la justicia. Que luego, 18 meses más adelante, honre el
acuerdo y le entregue el gobierno a Gantz es algo que muchos observadores
políticos ponen en duda. Contrariamente a lo ocurrido en los ochenta, Gantz no dispone de la fuerza parlamentaria y
política de que entonces gozaban los laboristas (5).
A
los compañeros de travesía de Gantz no les ha convencido el gambito de su líder
ocasional. El general Moshé Yalon, exjefe del Mossad, entre otros cargos, y
dirigente más conservador de los blanquiazules, se sintió frustrado.
Había roto años antes con Netanyahu y no se fía un pelo de él. Aún más irritado
se mostró el centrista y periodista Yaïd Lapid. La ruptura era inevitable. De
los 33 diputados de Azul y Blanco, 18 estarán a la oposición.
Gantz
tiró entonces de los laboristas, pero tras su decepcionante deriva de los
últimos años poco o muy poco le aportarán. El partido que fundó Israel y que ha
tenido la responsabilidad de dirigir al joven país en varias guerras, el que
inspiró su modelo de sociedad democrática, solidaria y parcialmente colectivista,
es hoy una formación marginal, corroída por las divisiones internas, desnaturalizada
y carente de influencia social. Sólo tiene 3 diputados en la Knesset.
Dos, entre ellos su líder, Amir Peretz, se suman a esta forma local gran coalición
pero el tercero se ha opuesto ruidosamente. Una convención del partido
ratificó la decisión por el 62% de los votos, el pasado fin de semana. Habrá
más desgarros en un socialismo israelí cada vez más irrelevante.
Netanyahu
gana. Gantz obtiene cierto reconocimiento nacional e internacional por renunciar
supuestamente a sus ambiciones personales en beneficio de los intereses
generales de país y parece confiado en embridar primero al líder del Likud y
luego promover un cambio de rumbo cuando controle el timón (6)
¿ANEXIÓN
DE CISJORDANIA?
Aparte
del tensionado equilibrio entre el poder político y el judicial, la actuación del
nuevo ejecutivo sobre el proceso de paz será un asunto capital, que amenazará
continuamente con hacer saltar tan delicada fórmula de gobierno (7).
Para
ganar votos de la derecha más recalcitrante, Netanyahu prometió la anexión de más
sectores del territorio de Cisjordania y abrazó con entusiasmo el Plan
Kushner, que sepulta definitivamente la solución de los dos Estados (Israel
y Palestina). Esa última propuesta norteamericana ni es de paz ni plantea una
negociación en serio. De ahí que no haya recibido el respaldo de otros actores
importantes de la Comunidad Internacional. Europa está en desacuerdo y la
mayoría de los estados árabes también, aunque han mantenido una posición
evasiva, a la vista de las peculiares relaciones que mantienen con la
administración Trump.
Gantz
es ambiguo. No es precisamente un paloma
(un blando) en asuntos de seguridad y no ve con malos ojos la anexión limitada
de territorio. Pero quiero hacerlo en consenso con las potencias internacionales,
y no sólo con Estados Unidos. Lo más probable es que el asunto se aplace,
aunque conforme vaya corriendo el tiempo Netanyahu se verá más y más presionado
a cumplir con su promesa. A no ser que ya haya diseñado su abandono de la
carrera política, algo que apuntan ciertos comentaristas. No es seguro que su
sucesor se muestre más conciliador con los palestinos.
NOTAS
(1) “Strike
three: how a ruling coalition still eludes Israel’s Netanyahu”. AARON
DAVID MILLER. CARNEGIE ENDOWMENT FOR INTERNACIONAL PEACE, 5 de marzo.
(2) “Israeli
Polls show Corona helps recrown ‘King Bibi’ for now”, DAVID POLLOCK. FIKRA
FORUM, THE WASHINGTON INSTITUTE, 28 de abril.
(3) “Benny Gantz, l’homme qui no voulaît pas être premier
ministre d’Isräel”. HA’ARETZ,
27 de marzo.
(4) “Israel’s
Joint List has a new strategy”. ASAD GHANEM. FOREIGN AFFAIRS, 23 de enero.
(5) “In
Israel, Benny Gantz decides to join with rival Netanyahu”. NATHAN SACHS y KEVIN
HUGGARD. BROOKINGS INSTITUTION, 27 de marzo.
(6) “Benny
Gantz did the right thing by putting his country first”. DENNIS ROS y DAVID
MAKOVSKY. FOREIGN POLICY, 7 de abril.
(7) “Netanyahu
power is extended as rival accepts Israel unity government”. THE NEW YORK
TIMES, 20 de abril.