RÍO 2016: ¿AROS OLÍMPICOS O BURBUJAS AMARGAS?
Río ha
cedido la antorcha a Tokio. La ciudad carioca se despierta hoy con la resaca
del final de los Juegos Olímpicos. Contrariamente a lo que ocurrió en el
Mundial de Fútbol, el balance deportivo no ha sido un desastre. Después de
todo, el equipo nacional de balompié (deporte-rey en el país) ha conseguido el
oro, venciendo además en la final del torneo a Alemania: una especie de
exorcismo de la humillante derrota (1-7) de 2014.
Pero, a
la postre, no es la competición olímpica lo que nos interesa, sino el efecto que
los Juegos dejarán en la ciudad y en el país en su conjunto. Como suele ocurrir en estos casos, donde el
atraso es profundo, o eso que ahora llaman gobernanza es débil, la mayor
cita universal del deporte no suele hacer milagros. Por muchas que fueran las expectativas
alentadas por políticos, empresas, medios y entidades ciudadanas.
LA EQUÍVOCA PROMESA DEL MEGA-DEPORTE
Andrew
Zimbalis es un economista del Smith College que lleva años analizando el
impacto de los grandes acontecimientos deportivos en el desarrollo de ciudades
y países que los albergan. En un libro titulado muy significativamente "Circus
Maximus: The economic gamble behind hosting the Olympics and the World
Cup", sostiene fundamentalmente una visión crítica: es decir, que los
supuestos beneficios anunciados por los promotores de estos eventos no llegan a
materializarse en la mayoría de las ocasiones (1).
Uno de
los grandes mitos, según Zimbalis, es que estas macrocitas deportivas
obligan a gobiernos y agentes económicos a hacer un esfuerzo que difícilmente
estarían dispuestos a emprender si no se vieran obligados por ese compromiso:
por cuestión de prestigio y de presión social. Lo que suele ocurrir, no
obstante, es que el salto en infraestructuras y servicios no está siempre bien
orientado, y termina profundizando más que acortando las brechas sociales. Los
precios de los bienes inmobiliarios se disparan, los propietarios y
especuladores hacen su agosto y los más pobres se ven obligados a dejar sus
zonas de residencia habitual y rehacer sus vidas en otras comunidades, con la
disrupción social y escolar que eso conlleva.
Por supuesto, también se generan dinámicas positivas, pero Zimbalis
afirma que éstas se diluyen rápidamente y sus efectos suelen ser efímeros.
Todo
indica que este análisis también podrá aplicarse a Río (y por extensión, a
Brasil), cuando llegue el momento de hacer un balance sosegado del
acontecimiento olímpico. Pero lo cierto
es que, de un lado y otro del espectro ideológico y social, no se ha esperado a
valorar los que estos Juegos van a significar para la población carioca y
brasileña.
VALORACIONES
OPUESTAS
El alcalde
de Río, Fernando Paes lleva años esforzándose por convencer a los cariocas y al
resto de los brasileños del efecto benéfico de la Olimpiada. En su momento
sostuvo que las acusaciones de despilfarro eran injustificadas, amparado en que
el presupuesto de estos Juegos era un 20% inferior al de Londres. Por otro
lado, añadía el edil, una gran parte de la inversión había sido sostenida por
la iniciativa privada. A ella se debió la construcción de la villa olímpica, la
reforma del área portuaria y el circuito de Golf (novedad en estos Juegos). El
ayuntamiento se sumó al esfuerzo
construyendo 75.000 pisos en los últimos siete años.
En
apoyo de Paes intervinieron algunas compañías internacionales de consultoría y de
análisis económico, propensas a la visión macro, resaltando las dinámicas de
desarrollo que generarán la mejora de red de infraestructura viaria y
transporte, en la que se han invertido 7 mil millones de dólares.
Otra valoración positiva, más
externa que interna, atribuye a los Juegos la capacidad de devolver a Brasil el
optimismo perdido en los últimos años y su proyección de potencia internacional
de primer orden. Es la tesis que defienden en su libro "Aspirational
power" dos investigadores del Centro de Iniciativas latinoamericanas de la
Brookings Institution (2).
Sin
embargo, estos enfoques no resultan muy convincentes para quienes trabajan en
el día a de la población. Los reproches avalan el enfoque de Zimbalis. Es
cierto que la coyuntura general no ha sido favorable. Al contrario de lo que se
pensaba cuando se presentó la candidatura, los Juegos le han caído a Brasil en
un momento de crisis y pesimismo. Hace una década, se vivía un momento muy
distinto. Al contrario, el periodo expansivo mundial y en particular el empuje
chino e indio alimentó una fuerte demanda de materias primas, energéticas,
minerales y agrícolas, que benefició con especial intensidad a Brasil. El
crecimiento permitió mantener, reforzar y ampliar las políticas sociales. Cuarenta millones de
brasileños salieron técnicamente de la pobreza entre 2003 y 2011 (3).
Lo que
ocurrió luego es bien conocido: la crisis internacional terminó por golpear la
prosperidad de las potencias emergentes, la demanda externa se estancó, el
precio del petróleo y otras materias primas se desfondó y el crecimiento se
evaporó. Como consecuencia de ello, la sólida posición de la izquierda
brasileña se hizo muy vulnerable y la derecha se lanzó a conquistar lo que en
realidad siempre ha considerado suyo: el monopolio del poder.
Los críticos ya denunciaron hace meses que,
como se temió desde un principio, los cálculos presupuestarios no eran
realistas. Al cabo, el coste real ha sido entre un 50 y un 60 por ciento superior
a lo previsto, según distintas estimaciones. El Comité Olímpico ha tenido que
ser "rescatado" con 900 millones de dólares para concluir las obras.
Y las cuentas no están aún cerradas (4).
Y lo peor: serán los ricos quienes saldrán
ganando por el esfuerzo emprendido. Muchos pobres se vieron privados de terreno
donde vivían miserablemente bajo la promesa de que se les proporcionaría una
casa mejor, tras las obras impulsadas por los Juegos. Algunas ong's ya
han denunciado que los 3.600 apartamentos de la Villa Olímpica se convertirán
en pasto de la especulación (4).
Otro elemento muy polémico ha sido la
seguridad. Los Juegos fueron precedidos de operaciones policiales y militares
en las favelas que asomaban a los escenarios dorados. Para las organizaciones
sociales que trabajan en esos entornos poblacionales degradados, se trató, por
lo general, de operaciones cosméticas, propagandísticas y poco eficaces. Y a la
postre, la violencia criminal no ha desaparecido durante el transcurso del
torneo. Ni policías ni ciudadanos parecen satisfechos de un despliegue más aparente
que sostenible (5).
La desafortunada
anécdota protagonizada por unos nadadores norteamericanos, que intentaron
aprovecharse de la mala imagen de Río para camuflar una conducta lamentable y delictiva
ilustra este juego equívoco de propaganda y realidad, de ungüentos mágicos y
malestar persistente en la sociedad brasileña. Ni los extraños se deshacen
fácilmente de sus prejuicios, ni los propios terminan de creerse los beneficios
que les prometieron. Lo peor no es Río 2016 se olvide pronto en el olvido, sino
que se convierta en un amargo recuerdo.
NOTAS
(1) https://www.brookings.edu/book/circus-maximus-the-economic-gamble-behind-hosting-the-olympics-and-the-world-cup/
(2) "The Rio Olympics: Will Brazil's emergence get a second wind. DAVID MARES Y
HAROLD TRINKUNAS. BROOKINGS INSTITUTION, 1 de agosto.
(3) "After the party: Rio wakes up to an Olympic hang
over". THE GUARDIAN, 22 de agosto.
(4) "Now that
the games are over the real Olympic drama begins in Río". THE
NATION, 22 de agosto.
(5) "After Olympics, Rio es altered if not
reborn", THE NEW YORK TIMES, 22 de agosto.
(6) "'Rio has never felt so safe' But what happens
after the games".THE NEW YORK TIMES, 15 de agosto.