EL DESENGAÑO MÁS AMARGO

27 de Noviembre de 2014
                
Ningún Presidente de Estados Unidos como el actual habrá sentido una amargura tan grande por el caso de Fergusson, Missuri. Llueve sobre mojado. En el asunto de la violencia racial, sigue lloviendo sobre suelos empapados de sangre en Estados Unidos.
                
La decisión del Gran jurado de no procesar al policía que mató a tiros al joven afro-americano Michael Brown el pasado mes de agosto ha encendido de nuevo la cólera en la pequeña localidad del Medio Oeste norteamericano y en otras muchas ciudades de todo el país. Barack Obama hizo de tripas corazón en su comparecencia pública para unirse al mensaje responsable de calma, serenidad y respeto por el sistema judicial que un poco antes había lanzado ejemplarmente la familia de la víctima.
                
Pero el presidente dejó traslucir su amargura, su decepción... o su resignación, según quien interprete su reacción y sus gestos. Mucho antes de su llegada a la Casa Blanca, Obama había hecho esfuerzos ímprobos por convencer a la comunidad afro-americana de que el racismo es marginal en Estados Unidos. "Yo mismo soy un ejemplo", ha dicho en varias ocasiones".
                
Claro que también dijo, cuando el joven afroamericano Trevor Martín fue abatido por un vigilante, en Florida, hace dos años que la victima podía ser él mismo hace tres décadas, cuando vivía en el turbulento South Side de Chicago, como un negro más.
                
Obama sabía que ser el primer presidente afroamericano no podía convertirse en una plataforma para impulsar políticas que pudieran enseguida interpretarse como revanchistas o raciales, pero en una dirección inversa a la dominante. Esta conducta, políticamente calculada, ha terminado por crearle los mismos problemas de credibilidad que quería evitar.
                
UN SISTEMA FALLIDO
                
Según publica el diario USA Today, citando fuentes del propio FBI, cada año las fuerzas policiales matan a un centenar de afroamericanos en Estados Unidos. Los homicidios cometidos por los encargados de hacer aplicar la ley debido a causas consideradas como "justificables" fueron 461 (oficiales) en 2013, la cifra más alta de las dos últimas décadas. Un dato que debe escocer, sin duda, al Presidente Obama.
                
No hace falta advertir lo escurridizo que resulta el término "justificable".
                
En un artículo espléndidamente documentado escrito para el semanario progresista THE NATION, el periodista Chase Madar parte de estos datos para diseccionar el fallido sistema judicial norteamericano, auténtica razón por la que seguirán produciéndose casos como el de Trevor Martin o Michael Brown.
                
Varios casos de homicidios de afroamericanos en la segunda mitad de los ochenta fijaron una especie de jurisprudencia sobre las circunstancias en que la policía podía usar fuerza letal contra un sospechoso. El problema es que los criterios eran demasiado ambiguos (resistencia, intento de escapada, amenaza seria contra los agentes o terceros) como para que, en la práctica, se haya impuesto sistemáticamente la percepción subjetiva de los policías.
                
La realidad es que las sucesivas capas del sistema judicial no han generado un sistema de protección para las minorías, sino obstáculos crecientes para depurar responsabilidades por violación de los derechos cívicos. "El primer paso para controlar a la policía es zafarse de una vez por todas de la fantasía que supone pensar que la ley está de nuestro lado. La ley está firmemente del lado de la policía que abre fuego contra civiles desarmados", afirma Madar.
                
Ni las querellas civiles, ni las investigaciones internas ni cualquier otra supuesta herramienta de control y persecución de los abusos policiales tienen la fuerza suficiente para imponerse a un sistema que genera impunidad. En los pocos casos en que los policías han podido ser imputados y sancionados con castigos económicos, la factura han terminado pagándola las autoridades o, como sumo, los sindicatos corporativos.
                
LA LIMITADA ACCIÓN DE LA CASA BLANCA
                
El propio Obama y el todavía Fiscal General y Ministro de Justicia (está en proceso de sustitución), Eric Holder, han recordado que aún está abierta una investigación federal por el caso de Fergusson. Pero fuentes del propio departamento, citados por algunos medios, han admitido su escepticismo sobre el resultado de la misma, porque las pruebas disponibles no parecen encajar con las que se consideran concluyentes en los casos de violencia policial. 
                
Algunas iniciativas protagonizadas por la sección de Derechos civiles del propio Departamento de Justicia han servido para introducir algunas reformas y mecanismos de control de las fuerzas policiales de varias grandes ciudades norteamericanas. Pero estas medidas no han acarreado sanciones y castigos a policías abusadores.
                
Otros factores contribuyen a agravar el problema. La tantas veces denunciada y nunca atajada pasión por las armas (hay más pistolas que habitantes en Estados Unidos) o la militarización creciente de las policías locales incrementan el riesgo de violencia.
                
Recuérdese que después de la masacre de Newton (Connecticut),  hace dos años, se llegó a creer que había llegado el momento de atajar la locura del supermercado armamentístico a cielo abierto. Otro espejismo. La poderosa Asociación del Rifle, la complicidad del Partido Republicano, la timidez de los demócratas y una confusa conciencia ciudadana sobre lo que son sus derechos a la defensa terminaron disolviendo el compromiso de Obama, como ha ocurrido en tantas otras cosas.
                
En esto también, el Presidente no se ha sentido con fuerza o decisión suficiente para agotar todas sus posibilidades constitucionales, hasta que, como ha ocurrido con la reforma migratoria, se ha encontrado literalmente entre la espada de la oposición y la pared de las comunidades afectadas.
                
A la postre, el riesgo es siempre preferible a la amargura. Nadie le ha pedido a Obama una especie de "revancha histórica" durante su paso por la Casa Blanca. Pero los que comparten el color de su piel tenían derecho a esperar sentirse más seguros en las calles cuando uno de los suyos fuera el primer ciudadano del país. No parece que vayan a conseguirlo.

                

RUSIA Y CHINA: ¿HACIA UNA GRAN ALIANZA EUROASIÁTICA?


20 de Noviembre de 2014
                

Eurasia no es sólo la ficción literaria que construyó el novelista británico George Orwell en su afamada '1984'. Hoy en día es la proyección geopolítica de un  eje aún difuso, desde luego inmaduro y en muchos aspectos contradictorio que define las relaciones (futuras más que presentes) entre China y Rusia.
                
Estados Unidos hace tiempo que considera el escenario asiático como el principal asunto de su agenda internacional. Por mucho que se vea 'entretenido' en conflictos 'tradicionales' como Oriente Medio y el este de Europa, Obama ha sido el Presidente que con más claridad ha definido esta prioridad estratégica ('pivot to Asia') y el que más frustración ha sentido por no poder dedicarle más tiempo, energía y recursos y obtener más resultados.
                
'Asia es el futuro'. A fuerza de escucharlo de labios y plumas de expertos en relaciones internacionales anglosajones (y algunos europeos continentales), esta aseveración se convierte en auto-profecía cumplida. Lo que ocurre es que el futuro sigue lastrado por viejos vicios del pasado. Ese espacio de libertad de comercio, crecimiento económico, avance tecnológico y vigor productivo es una visión ilusoria.
                
Asia, el Extremo Oriente, es, todavía, un espacio cargado de demonios: autoritarismo, conculcación extendida de derechos humanos, represión, explotación laboral, desigualdad social, individualismo feroz. Frente a la visión norteamericana de crear algo parecido a lo que ha sido el proyecto europeo (prosperidad económica, democracia política y equilibrio social), en Asia persiste una inercia muy alejada de los intereses de las mayorías.
                
CLAVES DEL ACERCAMIENTO
                
El eje China-Rusia es hoy el elemento central de la realidad asiática, aunque ambos países no hayan forjado formalmente una alianza. Lo que convierte a esta dupla en la realidad geopolítica más poderosa de Asia es una amplia convergencia de intereses, pese a que, en algunos aspectos, se enfrenten a contradicciones no poco sustanciales.
                
El profesor Gilbert Rozman, de la Universidad de Princeton, acaba de publicar un libro sobre el "desafío chino-ruso" al "Orden mundial". En él sostiene que hay seis razones por las cuales la actual cooperación entre Pekín y Moscú no es pasajera (1):
                
1) la proximidad de ideologías funcionales para justificar su dominio interno, lo que se traduce en un respeto mutuo y recurrente.
                
2) el discurso de reproche a Occidente, al que acusan de no haber cambiado su mentalidad de la 'guerra fría'.
                
3) el convencimiento de que el modelo económico occidental ha entrado en una crisis irreversible desde 2008 y se ha mostrado inferior al de ellos.
                
4) el fortalecimiento de las relaciones bilaterales como mejor antídoto frente a las percibidas amenazas exteriores.
                
5) el esfuerzo de mantenerse en el mismo lado durante las disputas internacionales, evitando las innegables discrepancias existentes.
                
6) el sostenimiento de campañas de promoción de la 'identidad nacional', herramiento para justificar el rígido control y la represión de las contestaciones internas.
                
EL GAS, COMO FARO DE LA COOPERACIÓN
                
Estos parámetros de coincidencia se traducen en acuerdos de cooperación de alcance estratégico. La energía es el dominio principal: en el plazo de sólo unos meses se han suscrito dos acuerdos de gran alcance.
                
El primero consistió en la venta preferencial de gas ruso a China, por valor de 400 mil millones de dólares. Operación muy ventajosa para Pekín, porque el precio era realmente bueno y ayudaba a satisfacer imperiosas necesidades chinas de energía; pero también para los rusos, porque se aseguran un contrato sustancioso y con proyección de continuidad, en un momento de clara hostilidad occidental, debido a la crisis de Ucrania.
                
El segundo acuerdo, aún provisional, anunciado en la cumbre de la APEC, contempla la apertura de un segundo gasoducto desde Siberia Occidental hacia las regiones occidentales de China, que permitirá suministrar 30 mil millones de metros cúbicos de gas ruso a China, durante 30 años a partir de 2018. Falta por concretar el precio. Pueden surgir problemas ya que estos contratos del gas se fijan en función del precio de mercado del petróleo, que ahora se encuentra ahora muy claramente a la baja. Otros elementos técnicos hacen que el contrato sea menos sustancioso para Rusia. Pero la voluntad de cooperación es innegable.
                
Que el socio chino crezca en dimensión e importancia hace que Rusia dependa menos de sus tratos con Europa Occidental y, por lo tanto, que contemple con menos preocupación las sanciones presentes y futuras por Ucrania u otras crisis eventuales en su zona de influencia.
                
China valora el gas ruso porque le permite reducir su dependencia del carbón y otras fuentes menos limpias de energía. Esta es una de las razones de su mayor flexibilidad en el asunto de las emisiones, que ha permitido el reciente acuerdo inicial con Estados Unidos, clave del esfuerzo internacional por afrontar el cambio climático.
                
Pero, además, la ruta siberiana occidental resulta mucho más segura que la marítima. Eso es al menos lo que se percibe en Pekín, donde crece el recelo por la actividad creciente de la maquinaria militar norteamericana en el Pacífico.
                
LA PREOCUPACIÓN DEL BLOQUE OCCIDENTAL
                
Uno de los principales expertos de las relaciones chino-norteamericanas, Michael Pillsbury, afirmaba hace poco que "China y Estados Unidos se están preparando para la guerra"  (2). La afirmación parece alarmista, pero refleja un estado de desconfianza creciente entre Washington y Pekín, pese a los intentos de ambos presidentes de establecer un diálogo sincero y productivo. Es un hecho que ambos países compiten por la hegemonía en Asia. El intercambio de información militar, pese a las promesas, sigue sin producirse. Los ejercicios militares de ambas partes abonan recelos mutuos. El riesgo de escalada no está controlado.
                
El otro frente de confrontación es el económico y comercial. Al proyecto norteamericano de una Zona TransPacífica, de la que excluye a China, Pekín responde con otro de similar alcance pero limitado a países asiáticos, lo que deja fuera a Estados Unidos. Otro elemento de importancia en la consolidación de su hegemonía regional es la creación de un banco de financiación de infraestructuras, iniciativa muy seductora, porque se perfila como alternativa a las instituciones actuales controladas por Washington.

Los vecinos de China, casi sin excepción, confían en que Estados Unidos no se repliegue. Pero algunos de ellos, como Japón o Corea del Sur, no se fían completamente del compromiso norteamericano y ensayan fórmulas de distensión con Pekín. Mientras, China desea contar con Rusia como un elemento invaluable de reequilibrio regional, ya que ésta es también una potencia asiática a la par que europea. Pero tampoco descuida las oportunidades de abrir grietas en la alianza regional liderada por Estados Unidos.
                
En definitiva, las claves de la hegemonía mundial, en un futuro inmediato, se ventilarán en el Extremo Oriente.
               

(1) Artículo para FOREIGN AFFAIRS, 29 de Octubre de 2014.

(2) Artículo escrito para FOREIGN POLICY, publicado el pasado 13 de noviembre.

MÉXICO,LA TRIADA PERNICIOSA: VIOLENCIA, CORRUPCIÓN, IMPUNIDAD.

13 de Noviembre de 2014
La suerte de 43 estudiantes mexicanos del atrasado estado de Guerrero, ha terminado por corroer el discurso de modernidad y reforma del Presidente Peña Nieto.
El origen del caso nos remite a la oscura noche del 26 de septiembre, en la ciudad de Iguala. La versión oficial es confusa, incompleta y contradictoria. Las autoridades sostienen que un centenar de estudiantes de magisterio de la aldea de Ayotzinapa habían viajado a la ciudad de Iguala (ambas localidades, en el estado de Guerrero) para realizar una colecta con el objetivo de costearse un viaje a la capital de la República para participar en los actos de conmemoración de la matanza de Tlatelolco, en 1968.            
Inicialmente se dijo que los estudiantes fueron tiroteado por la policía cuando intentaron hacerse con autobuses municipales para regresar a su aldea de origen. Otras versiones sostenían que los muchachos pretendían boicotear un acto oficial local. Seis de ellos murieron, otros 25 resultaron heridos y 43 más desaparecieron. Posteriormente, la investigación concluyó que estos últimos fueron entregados por la policía a unos narcotraficantes conocidos como 'Guerreros Unidos'. Algunos de estos confesaron que mataron y quemaron a los muchachos y arrojaron sus restos a un vertedero. Un cabecilla narco aseguró luego que confundieron a los estudiantes con miembros de una banda rival.             
Las contradicciones y numerosas interrogantes sin resolver han alarmado y escandalizado a la familia y a las colectividades locales y, por extensión, a los sectores más sensibles de todo el país. Por otro lado, los estudiantes de Ayotzinapa habían expresado anteriormente su posición crítica con algunos aspectos de la reforma educativa del Presidente Peña Nieto. Guerrero es un estado pobre con una historia de militancia revolucionaria ligada al Che y a otras figuras del imaginario libertador mexicano.
El caso adquirió una envergadura mediática mayor cuando se supo que la orden de intervención narco-policial fue dada por el Alcalde de Iguala, José Luis Abarca, quien, al saberse descubierto, se dio a la fuga, en compañía de su mujer, hermana de tres narcos conocidos y llamada a suceder a su marido en el cargo. Ni siquiera supieron exhibir un mínimo de dignidad cuando ambos fueron capturados. No cabía esperar otra cosa: la siniestra pareja mantenía una sociedad “perfecta” con los 'Guerreros Unidos'. Unos y otros gozaban de la protección, o al menos de la pasividad, del gobernador del Estado, ya dimitido.
El Alcalde, su mujer y el Gobernador de Guerrero pertenecen al PRD, el principal partido de la izquierda mexicana, al que se ha conseguido hasta ahora impedir que conquiste la jefatura del Estado, a veces de forma claramente fraudulenta. Lo que no impide que este partido, surgido de una escisión de PRI a finales de los ochenta, se haya mostrado incapaz de depurar sus propias filas de elementos indeseables como estos.
Dos acontecimientos radicalizaron la protesta de familiares, amigos y ciudadanos. En primer lugar, la noticia de que el estado de los restos no podían ser identificados debido al estado en que se encontraban. Se ha pedido ayuda a un laboratorio austríaco para completar el análisis. Una delegación de familiares se personó en el lugar, pero no quedaron convencidos de la versión oficial y exigieron que no se cerrara la investigación, porque de ninguna manera estaba claro que todos los estudiantes desaparecidos hubieran sido asesinados y quemados.
El Procurador General de la República, Jesús Murillo, (Fiscal General y Ministro de Justicia a la vez, como en EE.UU) concluyó el viernes una rueda de prensa en la que los periodistas insistían en demandar aclaraciones con una torpe afirmación: “Ya me cansé”. Numerosos portavoces de la protesta replicaron al alto cargo que si se había cansado dimitiera del puesto. En el muro del edificio de la Procuraduría General de la República alguien escribió: “Ya me cansé del miedo”
Al destaparse la red de complicidades y encubrimientos, varias organizaciones cívicas organizaron este último fin de semana un acto de protesta en la Plaza del Zócalo del Distrito Federal, el corazón político del país. La manifestación se complicó al final con la quema de una de las puertas del Palacio presidencial. Algunos de los participantes denunciaron una maniobra de provocación. Pero otros defendieron la radicalización como una consecuencia lógica de la falta de respuestas solventes y convincentes de las autoridades.
Esa es la una de las claves principales para entender lo ocurrido estas últimas semanas en México. La violencia ha hartado a la población. La corrupción política e institucional, también. Pero todo ello podría gestionarse dentro de unos cauces aceptables, si no fuera por el tercer elemento de la tríada que hace insoportable la situación: la impunidad.
Lo que desespera a familias, amigos, vecinos y ciudadanos de esta enésima catástrofe delictiva es que, muy probablemente, nunca se llegue a esclarecer de forma completa y cabal lo ocurrido y, por lo tanto, jamás se depuren todas las responsabilidades.
Las palabras del PGR delatan lo que un representante de la élite política mexicana tiene en la cabeza cuando se afronta el problema de la delincuencia violenta, organizada y protegida: que no conviene tirar demasiado de los cabos sueltos, porque nunca se sabe hasta dónde pueda llevar el ovillo. En consecuencia, mejor dejarlo así: con hipócritas condenas y manifestaciones de dolor, la purga de peces pequeños (o, a lo sumo, medianos) podridos y una timorata gestión de la indignación ciudadana, confiando en que el tiempo termine recolocando de nuevo el manto de la impunidad sobre la terrible realidad cotidiana.
Las marchas del poeta Javier Sicilia, durante la última fase del mandato del anterior Presidente, Felipe Calderón, sacudieron algunas de estas conductas encubridoras y facilitadoras de la impunidad. Durante algunos meses, se albergó la confianza de que la sociedad mexicana había dicho basta. Una cierta desaceleración de la violencia contribuyó, sin embargo, a relajar el clima de protesta cívica.
Con el regreso al poder del PRI, en la persona de uno de los exponentes más endebles de la nueva generación, se temió lo peor. Muchos dudaron de la solvencia intelectual y política de Enrique Peña Nieto para afrontar todos los desafíos que el país presentaba, incluido el de la violencia. Los alardes oficiales de su programa de reformas (educativa, energética y fiscal) ocuparon los titulares y captaron el interés nacional e internacional.
La detención del principal capo del narcotráfico, el jefe del Cártel de Sinaloa, Joaquín “Chapo” Guzmán, el pasado año confundió aún más a buena parte de la opinión pública. El impacto mediático de esta captura desplazó a otras informaciones menos llamativas pero inquietantes sobre la persistencia de la triada perniciosa: violencia, complicidad, impunidad.           
La tragedia de Iguala no sólo ha agotado el crédito abierto por la caída del “Chapo”, sino que amenaza con teñir de sangre y vergüenza el resto del mandato de Peña Nieto, si desde Los Pinos (residencia presidencial) no se lidera una acción política contundente, clara y certera para lo único que es ahora decente: aclarar absolutamente todo lo ocurrido, depurar todas las responsabilidades a que hubiere lugar y poner de inmediato los medios para que salvajadas como ésta sea muy difícil que vuelvan a repetirse.

ESTADOS UNIDOS: CLAVES DEL NAUFRAGIO DEMÓCRATA Y SUS CONSECUENCIAS

7 de Noviembre de 2014
               
Con unos días ya de análisis sosegado y reflexión sobre los resultados de las elecciones de medio mandato del 4 de noviembre y sus consecuencias previsibles sobre el futuro inmediato, éstas podrían ser las claves a retener.
                
1. La amplitud de la victoria republicana se debe en gran parte al fracaso demócrata en movilizar a su electorado, en particular el de las minorías hispana y afroamericana. Los "azules" siguen siendo el partido preferido de estos grupos, pero los porcentajes de sus votantes han disminuido notablemente y, en algún caso, han propiciado el cambio de tendencia. Si en 2012 Obama fue reelegido con más del 70% del voto latino y un porcentaje similar o superior de votantes negros, el comportamiento ahora de estas bases ahora ha sido mucho más discreto. Una participación nutrida de los afroamericanos habría permitido a los demócratas conservar el escaño senatorial en Georgia, Carolina del Norte o Arkansas (Luisiana está todavía por dilucidar); es decir la mitad de los que han perdido. Algo parecido ha ocurrido, pero en este caso con los latinos, en otros estados donde esta minoría resulta crucial. En Colorado, Texas, Nuevo México y Nevada el avance republicanos entre la población hispano-parlante ha crecido de manera preocupante para los demócratas. Si Obama no resuelve el problema de la regularización migratoria mediante la 'acción ejecutiva', como dijo en su rueda de prensa post-electoral, no puede descartarse un desastre dentro de dos años.
                
2. La incomunicación, las desavenencias, la falta de sintonía entre Obama y muchos de los candidatos de su partido ha tenido un efecto devastador. Los esfuerzos de última hora en la campaña no han podido diluir la impresión de que los demócratas, en muchos casos, se habían esforzado en los últimos meses en desmarcarse de la Casa Blanca. Aunque en Estados Unidos las lealtades políticas o de partido no son como en Europa y los candidatos estatales o locales tienen interés en demostrar su autonomía como garantía de una mejor defensa de los intereses de sus votantes, siempre se mantiene una conexión entre los candidatos legislativos y el Presidente. Clinton tuvo que sufrir una desafección notable en los momentos más delicados de su mandato (tras el 'affair Levinski'), y lo mismo le había ocurrido a Carter mucho antes, aunque por motivos muy diferentes. Pero resulta mucho más chocante en el caso de Obama, porque ninguno de sus antecesores demócratas había alcanzado su capacidad de movilización y entusiasmo entre sus seguidores o simpatizantes.
                
3. El peso del dinero en la determinación del ánimo electoral se ha vuelto a dejar sentir de forma abrumadora. No sólo por el volumen, que batido nuevamente récords, sino por la estructura. Los denominados 'super-PACS', o fondos de financiación electoral vinculados a intereses muy poderosos y organizados han resultado esenciales en la creación de un clima exageradamente negativo, tendencioso y manipulador. Obvio es decir que los republicanos han sido los principales beneficiarios, con los inefables hermanos Koch y el gurú Stephen Law a la cabeza. Otros apoyos más "convencionales", procedentes de las grandes corporaciones, han resultado en extremo sustanciosos. Que no generosos: es de esperar que un Congreso dominado plenamente por los republicanos les "premie" con una legislación especialmente favorable en materia fiscal (ya se habla de una reforma del impuesto de sociedades) o energética (donde los poderosos lobbies del petróleo y el gas se frotan las manos ante la perspectiva de nuevos gasoductos, exploraciones y eliminación de las limitaciones ecológicos).
                
4. El dinero no sólo ha propiciado una visión distorsionada y engañosa de la realidad del país y de los problemas nacionales. Lo peor es que ha hecho engrasado la campaña más sucia que se recuerda (y las últimas no fueron suaves, precisamente). Con el asunto del Ébola se llegó a límites de vergüenza en Carolina del Norte, por ejemplo, otro estado que los demócratas no debían haber perdido. Algo similar ha ocurrido con la reforma sanitaria o con la regularización de los inmigrantes. La candidata conservadora por Iowa llegó a decir que lleva siempre consigo su pistola para defenderse del gobierno. Los demócratas no han sido ajenos a este juego detestable, pero en mucho menor medida que sus rivales republicanos.
                
5. El desgaste de la figura presidencial. Éste es quizás el elemento que más se ha resaltado en la mayoría de los análisis. No sin razón. Debe, sin embargo, manejarse la crítica al líder con cautela. Las expectativas que Obama despertó resultaron exageradas, y no poca gente sostuvimos esa opinión. En parte, por la novedad que representaba la llegada de un afro-americano a la Casa Blanca. Pero también por los métodos novedosos de su campaña, la influencia de los modernos sistemas de comunicación electrónica, el encandilamiento de la población más joven. Al final, como se temía, el entusiasmo que se fabricó en torno al "We Can" resultó más frágil de lo que el entramado de eslóganes y trucos dejaba ver. En 2008, la nación estaba aún asustada por los efectos o réplicas del 11-S, desconcertada por un radicalismo neoconservador insensato, decepcionada por una política antiterrorista que erosionó claramente las libertades y la imagen exterior del país y, finalmente, agobiada por la extensión y profundidad de la crisis económica. Sobre esa amalgama de frustraciones, pero también de aspiraciones transformadora erigió el equipo de Obama la amplitud de su éxito. Luego, en 2012, no sin vacilaciones inexplicables durante la misma campaña electoral, supo sacar ventaja de la debilidad e inconsistencia de su rival, de los excesos extremistas de sus rivales y de los primeros indicios de recuperación. Si esto no se la servido ahora para frenar el ascenso conservador ha sido, paradójicamente, porque ha fallado en la que parecía su principal fortaleza. Obama perdió la capacidad de comunicar, de convencer, de seducir al electorado, de explicar sus políticas, pero sobre todo sus cambios de rumbo, de estrategia, de posición. Querer ser conciliador y firme a la vez exige mucha claridad de propósitos y una sólida credibilidad. Al cabo, ambas facultades ya estaban muy mermadas en el Presidente.

                
6. La rectificación a tiempo de los republicanos en su deriva radical, extremista e irresponsable. No es que el Partido Republicano haya vuelto al centro, pero es cierto que se ha alejado visiblemente del Tea Party, en aparente retirada sin remedio. Aunque su política de acoso y derribo a Obama no se ha suavizado en momento alguno, sus líderes tradicionales han conseguido frenar la verborrea libertaria, anti-Estado o anti-gobierno, con las excepciones antes mencionadas. La dirección republicana ha combinado astutamente la demolición de las principales políticas presidenciales con unas propuestas de colaboración, de diálogo, de gestión responsable. Es previsible que su abrumadora victoria les permita ser generosos y no cometan el arrogante error de humillar al Presidente. Lo hicieron en 2010 y 2011 y lo pagaron caro. Estados Unidos girará a la derecha en numerosos detalles. Pero es de esperar que el aire político resulte más respirable, que los republicanos quieran escenificar acuerdos con la Casa Blanca para demostrar su ánimo constructivo. Obama no lo rechazará, porque no puede definir su legado político apoyándose exclusivamente en los decretos ejecutivos y el veto presidencial. Vienen tiempos de pactos e hipocresía. Puro Washington.

OBAMA, CONTRA LAS CUERDAS; SU ÚNICA OPCIÓN ES PELEAR

5 de Noviembre de 2014
                
Las elecciones legislativas de  este martes en Estados Unidos han confirmado la conquista del Senado por el Partido Repúblico y el refuerzo de la mayoría de que ya disfrutaban en la Cámara de Representantes. Los conservadores dominarán la totalidad del Legislativo. A la hora de cerrar este comentario, ganan siete asientos en el Senado, hasta 51. Pelearán por el octavo, el de Luisiana, que se decidirá en desempate, en diciembre, pero aún así, ya disponen de mayoría absoluta. En la Cámara baja, arrebatan trece escaños a los demócratas, lo que amplía su ventaja en torno a setenta.
                
UNA DERROTA DOLOROSA
                
Los demócratas han perdido todos los escaños que estaban dudosos e incluso algunos en los que parecían favoritos. Estamos ante un correctivo serio, que, sin duda, tendrá consecuencias graves. La derrota demócrata debilitará notablemente al Presidente Obama en los dos años que le restan de mandato. Como ya le ocurrió a Clinton, el Congreso se convierte en una fuerza obstructora del poder presidencial.
                
No es una especulación. Numerosos portavoces del Partido Republicano habían convertido estas elecciones en un plebiscito para doblar la rodilla del Presidente. Más allá de los asuntos referentes a los estados en los que se competían, la mayor parte de los candidatos habían prometido que su elección serviría para echar abajo las políticas que mas detestaban de la Casa Blanca (sanitaria, energética, migratoria, económica e internacional).
                
En los próximos dos años asistiremos, por tanto, a un acoso sistemático de los conservadores para impedir que Obama pueda afianzar la reforma del sistema de salud o permitir la regularización de once millones de inmigrantes. Además, se da por hecho la autorización legislativa del gasoducto Keystone XL entre Canadá y el Golfo de México, acompañada de leyes que impulsarán la producción energética, relajarán los controles de protección ecológica y acentuarán las políticas de austeridad. En política exterior, el próximo Congreso boicoteará las negociaciones sobre el control del proyecto nuclear de Irán, sostendrán la colonización israelí en Palestina, presionarán en favor de mantener un despliegue militar más extenso en Afganistán e Irak y de castigar más duramente a Rusia.
                
TRES OPCIONES NO EXCLUYENTES
                
La gran incógnita en estos momentos es cómo responderá el Presidente Obama. Casi nadie cuestiona que los resultados del martes suponen su derrota política más severa desde que decidiera aspirar a la Casa Blanca. Pero no debe perderse de vista que en semejantes situaciones se vieron algunos de sus antecesores más populares como Reagan o Eisenhower.
                
Obama tendrá que pelear sin reservas, pero sin descartar espacios de compromiso. El pasado fin de semana, los corresponsales políticos del NEW YORK TIMES aseguraban que el equipo de asesores más cercanos al Presidente habían diseñado un programa de gobierno para estos dos años, agrupados en tres categorías: los asuntos que pueden salir adelante mediante la denominada "acción ejecutiva" presidencial, sin el apoyo del Congreso; los que pueden pactarse con el legislativo; y los que, aunque se queden bloqueados en el legislativo, puedan servir para cimentar la plataforma demócrata para las elecciones de 2016. (1)
                
Además del espíritu destructivo y furiosamente hostil de los republicanos y el alejamiento de muchos demócratas que lo consideran un líder amortizado, Obama se ve privado de numerosos consejeros y colaboradores que han ido abandonándolo por decepción o desencuentro. Se le reprocha al Presidente haberse encerrado con un reducido grupo de fieles y de practicar un estilo de gobierno poco eficaz y contradictorio, de no saber trasladar las ambiciosas ideas de sus discursos en medidas prácticas de gestión.
                
Algunas de estas críticas son certeras o razonables (2). Pero lo cierto es que Obama ha sufrido un desgaste en absoluto legítimo. Estas elecciones legislativas han sido planteadas como una operación de acoso y derribo, no sólo de los candidatos demócratas en el cargo o aspirantes, sino del propio Presidente. Hemos asistido a la campaña más costosa de la historia (de un tiempo a esta parte, la última campaña siempre bate records de gasto), de la que se han beneficiado las grandes corporaciones mediáticas (3)
                
DOS AÑOS MÁS DE SUCIEDAD
                
Más preocupante aún resulta el tono insoportable del debate en las últimas semanas. Muchos candidatos republicanos se han alejado del Tea Party, una fuerza gastada, pero no han abandonado un lenguaje agresivo, plagado de descalificaciones, alarmismos y groseras manipulaciones (caso Ébola). Cuando el senador McConnell, líder del Partido en el Senado, se refirió siquiera levemente a una posible conciliación con la Casa Blanca en los años venideros, los elementos más intransigentes reaccionaron con virulencia y le obligaron a retractarse.
                
En definitiva, dos años muy duros por delante. No cabe esperar mucha ayuda de los demócratas, que no han podido movilizar a su electorado. Los grandes espadas del partido ya piensan en las presidenciales de 2016. Hillary Clinton aparece como la candidata indiscutible aunque parezca prematuro asegurarlo. Si se confirma su intención de presentarse, el resto de aspirantes, salvo sorpresa mayúscula, serán puras comparsas.
                
En el bando republicano, se perfilan tres senadores como favoritos de inicio: Ted Cruz (Texas), Marc Rubio (Florido) y Rand Paul (Kentucky). Todos ellos tienen sólidas posiciones conservadoras, singularmente en el asunto de la inmigración. Algo que pueden sorprender debido al origen latino de los dos primeros. Pero hay que recordar que hay un sector hispano conservador en materia social y de costumbres, aparte de la influencia anticastrista en Florida.


(1) PETER BAKER, MICHAEL SHEAR. Brace for a Shift in Congress, Obama is Setting a New Agenda. NEW YORK TIMES, 2 de Noviembre de 2014.

(2) Un buen resumen de estos seis años de presidencia demócrata, en el artículo de JULIET EILPERIN Y DAVID NAKAMURA, corresponsales del WASHINGTON POST en la Casa Blanca. 3 de Noviembre de 2014. El último libro de DAVID ROTHKOPF, articulista habitual de FOREIGN POLICY ("National Insecurity. American Leadership in an Age of Fear"), analiza el debilitamiento del liderazgo presidencial, y el de Obama en particular


(3) REED RICHARDSON. Corporate Media Companies are the Real Winners of the Midterm Elections. THE NATION, 3 de Noviembre de 2014.