9 de enero de 2019
La
oposición más activa de la resistencia política y social contra la errática, insostenible
y peligrosa presidencia de Donald Trump lleva nombre de mujer. Muchos nombres.
Causas y temperaturas plurales, pero un mismo propósito: acortar y, si fuera
posible, acabar con el periodo más negro en la Casa Blanca desde los sombríos
años de Nixon.
El
año comienza con el aire fresco que ha entrado en el Capitolio (1). De los 545 miembros
de la Cámara de Representantes, más de un centenar son mujeres, el número más
alto de la historia.
NANCY
PELOSI, LA INCOMBUSTIBLE
La
speaker (presidenta de la Cámara),
Nancy Pelosi, no es precisamente un modelo de renovación o cambio. Está a dos
años de ser octogenaria, ya ocupado anteriormente ese puesto (durante los
primeros años de Obama) y es un exponente del establishment político de Washington. El ala izquierda del partido
no la quería como líder parlamentaria de un grupo, que es más progresista que
nunca. Pero la habilidad y tenacidad de la californiana y la falta de un
liderazgo alternativo aún con experiencia le ha confirmado en el tercer puesto
del escalafón del Estado (después de Trump y del vicepresidente y líder del
Senado).
De
Pelosi no se espera una estrategia de confrontación sin concesiones con la Casa
Blanca. Pero su olfato político le ha hecho modificar, al menos externamente,
su lenguaje y su performance. Unos
días antes de su regreso al cargo, protagonizó una agarrada monumental con
Trump, a cuenta del shutdown
(suspensión de ciertas labores administrativas), en el despacho oval, transmitida
por televisión, que dejó boquiabiertos incluso a los más avezado cronistas de
la Casa Blanca. El presidente hotelero salió mal parado, pero no así Pelosi,
que mantuvo el tipo, no se dejó intimidar y puso en evidencia la falta de aptitudes
de su rival para el cargo que ocupa con tan escasa autoridad.
En
días sucesivos, Pelosi ha contemporizado con quienes en el Partido presionan para
forzar el juicio político del presidente, aunque su instinto le dice que, en la
cultura política norteamericana el pacto casi siempre es preferible a la confrontación.
El sector tradicional no cree que se pueda reconquistar la Casa Blanca
simplemente con un discurso de combate y plantea una moderación pragmática para
recuperar estados que votaron por Trump (2).
ELISABETH
WARREN, LA “DESEADA”
Desde
otras latitudes más a la izquierda, el protagonismo también presenta rostros femeninos
cada vez más populares. Estos días ha despuntado Elisabeth Warren, senadora por
Massachussets, ya en sus setenta años, y con una larga carrera de servicio público
a sus espaldas. Warren anunció el último día del año su intención de
presentarse a las elecciones internas del PD. Sus seguidores y simpatizantes en
la franja progresista del partido llevan más de una década pidiéndoselo, pero
ella nunca se había decidido.
La presencia de Hillary en las dos carreras
anteriores pareció disuadirla, aparte de otras consideraciones personales y políticas.
Ahora, ha dado por fin el salto, al menos en intención (falta por concretar su candidatura
formalmente), alentada por la corriente de descontento con Trump y el auge progresista
en el electorado demócrata (3).
Elisabeth
Warren ha sido una de las senadoras más señaladas de la oposición frente al presidente-hotelero, y ya es decir. Trump puso
en duda sus declaradas raíces nativas (indias) y se burló públicamente de ella,
llamándola en público Pocahontas. La
senadora se hizo una prueba de ADN para acreditar la veracidad de sus palabras.
Pero la gestión de este pique le valió críticas en algunos medios, con la
complacencia de algunos compañeros de partido.
Warren
es una abogada doctorada en Harvard, la institución académica elitista de las
afueras de Boston y pertenece a esa clase ilustrada típica de la costa este.
Pero sus raíces son humildes. Es hija de un portero y ha sido siempre una infatigable
defensora de las clases medias y populares. Obama le nombró responsable de una
Comisión para estudiar política de control y regulación de las entidades
financieras, tras el vergonzoso crack de
2008. Pero el anterior presidente, mucho más moderado que ella, no se decidió a
aplicar gran parte de sus recomendaciones. La izquierda demócrata le venera por
su integridad y la solvencia de su discurso. En los últimos Congresos, tuvo
siempre reservado un espacio destacado. Hace unas semanas publicó un ensayo sobre
la política exterior que Estados Unidos debía emprender, en un gesto claro de
sus propósitos políticos.
Pero
ella y su entorno son conscientes de representar una posición minoritaria, por
creciente que resulte. Trump ha dicho que Warren debería consultar con un psiquiatra
si cree que puede ganar las elecciones. Puede limitar el alcance de su empeño la
posible competencia con Bernie Sanders, senador vecino, que protagonizó un espléndido
papel en el pulso con Hillary. El de Vermont aún no ha decido si repetir
experiencia. Una reciente denuncia de sexismo en su equipo, aún por esclarecer,
puede resultar un lastre en este momento violeta.
LA
CORRIENTE RENOVADORA EN EL CONGRESO
Pero
entre los movimientos sociales y de base las preferencias se dirigen hacia
otras mujeres mucho más jóvenes, algunas neófitas o con poco recorrido en
política y por tanto muy lejos aún de la carrera presidencial. Algunas ya empiezan
a ser habituales en el panorama mediático. Entre ellas, quizás la más destacada
es Alexandria Ocasio-Cortez, a quien medios conservadores y gestores ultras de
las redes sociales han intentado desacreditar antes incluso de estrenar
despacho oficial, con polémicas estériles y artificiales sobre sus aficiones y
estilo personales. La representante por el distrito 14 de Nueva York, de origen
portorriqueño, abandera causas progresistas en lo social, en lo ecológico y en lo moral (4).
Junto
a Ocasio-Cortez, ha tenido notoriedad estos días Rashida Tlaib, flamante congresista
por Michigan, de origen palestino, situada en la franja más izquierdista del espectro
demócrata. En un brindis celebrado en un bar cercano al Capitolio tras su toma
de posesión, hizo una proclama a favor del impeachment
del presidente, que prensa y políticos conservadores aprovecharon para
denunciar el creciente viento de revanchismo al otro lado del pasillo del legislativo (5).
De
vuelta a las latitudes más establecidas, otras mujeres se citan como posibles precandidatas:
Kristen Gillibrand o Amy Klobuchar, senadoras por Nueva York y Minnesota, y respectivamente,
y en particular Kamala Harris, senadora por California (y antes fiscal general
del mayor y más rico estado de la Unión), hija de inmigrantes de origen indio y
jamaicano (6). Las tres son progresistas, pero con posiciones más templadas que
Warren o Sanders.
Ya
hay un debate abierto interno en el Partido Demócrata sobre la conveniencia de
una mujer candidata, tras el fracaso de Hillary (7). Los demócratas obtuvieron
19 puntos más que los republicanos en el voto femenino del pasado noviembre.
Las activistas de base del partido son mujeres en abrumadora proporción. La iniciativa
#MeeToo avala esta corriente violeta.
Pero los sectores más tradicionales plantean objeciones sobre la percepción de
género en unas elecciones generales, sin duda un reflejo del machismo político
norteamericano.
NOTAS
(1) “Liberal fresmen are shaking the Capitol
just days into the new Congress”. THE NEW
YORK TIMES, 6 de enero.
(2) “Impeachment is not a high priority for
voters, recent polls show”. BROOKINGS
INSTITUTION, 3 de enero.
(3) “Elisabeth Warren doesn’t want to be
Hillary 2.0”. EDWARD-ISAAC DOVERE. THE ATLANTIC,
31 de diciembre; “Elisabeth Warren has something that Hillary Clinton didn’t”.
KAREN TUMULTY. THE WASHINGTON POST, 7 de
enero.
(4) “A cautious hope emerges among Alexandra
Ocasio-Cortez’s constituents”. ROBERT SAMUELS. THE WASHINGTON POST, 5 de enero.
(5) “Rashida Tlaib calls for taking immediate steps
towards impeachment on her first day in Congress”. JOHN NICHOLS. THE NATION, 3 de enero; “Rashida Tlaib
said nothing wrong. But the reaction was obscene”. MICHELLE GOLDBERG. THE NEW
YORK TIMES, 7 de enero.
(6) “Will It be a black woman who turfs Trump out
of the White House”. RICHARD WOLFFE. THE
GUARDIAN, 6 de enero.
(7) “Democrats puzzle over whether a woman will
beat Trump”. THE NEW YORK TIMES, 5 de
enero.