HACIA UN DECLIVE (PRÓXIMO) DEL CALIFATO?

26 de Febrero de 2015

Estados Unidos prepara una contraofensiva para obligar al Estado Islámico a replegarse o entregar algunas de sus más preciadas y emblemáticas conquistas, en especial Mosul, la segunda ciudad iraquí.

El anuncio de estos planes ha provocado la polémica en Washington... y en Bagdad. Los dos senadores republicanos que hace de portavoces de su partido en política exterior y militar, McCain y Graham, reprocharon a la administración que hubiera diera pistas al enemigo, "como nunca recordaban haber visto antes".

La 'indiscreción', si de eso se trataba, provino de los militares, que ofrecieron una descripción bastante específica de la operación, incluyendo dimensión de los efectivos (unos 25.000 hombres) y fechas previstas (abril o mayo). Los militares explicaron que el anuncio se hizo para provocar el pánico de los jihadistas, lo cual, así dicho, eliminaría el supuesto efecto que se quisiera crear.

La Casa Blanca y el flamante jefe del Pentágono, Ashton Carter, se desmarcaron de los uniformados, en parte para librarse de las críticas, pero sobre todo para calmar al irritado gobierno iraquí, que no había sido informado previamente de los planes. En Bagdad se lamentan de que el anuncio haya contribuido a dar la sensación (por otra parte cierta) de que son los norteamericanos y no los iraquíes los que lideraran la ofensiva. La operación en tierra será efectuada por fuerzas iraquíes (del ejército regular y de los pesh mergas kurdos) y contarán con el respaldo de la aviación norteamericana, tal vez con la participación de unidades de élite que ayuden a precisar los objetivos de los bombardeos aéreos (1).

¿OTRA FALLUJAH?
                
Pero más allá de este patinazo, desde hacía semanas los analistas ya predecían que Estados Unidos no podía seguir esperando mucho tiempo para crear una nueva dinámica en la lucha contra los extremistas islámicos. Ciertamente, la ofensiva del DAESH (así debemos llamarles, por sus siglas en árabe) se detuvo con la campaña de bombardeos, y luego apreciablemente desde el comienzo del invierno. En las dos últimas semanas, los aliados kurdos han ganado posiciones en torno a Kobani, una de las batallas señeras de esta guerra.
                
No hay información concluyente de inteligencia sobre cuál puede ser la respuesta de los extremistas. Se cree que la ciudad está controlada por no más de dos mil milicianos potentemente armados. Algunos expertos predicen que el DAESH tratará por todos los medios de proteger sus posiciones, pero también puede emprender maniobras de distracción en otras zonas. En todo caso, se prevé un combate duro, según Kenneth Pollack, un ex-analista de la CIA que ahora colabora con la Brookings Institution.
                
Otro experto, Michael Knights, del Instituto de Washington para Oriente Próximo, predice una resistencia feroz en el sector occidental de Mosul, por ser esta parte de la ciudad predominantemente árabe, mientras los kurdos están más presentes en el este. Según esta opinión, asistiríamos a una 'nueva Fallujah', la ciudad donde se han librado las batallas más sangrientas en la reciente historia de Irak, durante la invasión norteamericana primero, y en la ofensiva del ISIS/DAESH, en enero de 2014 (2).
                
Al margen de estos cálculos y especulaciones, se detectan ciertos signos de fatiga y repliegue de este grupo militar que ha trastocado el juego en la región. Esta impresión es válida para Irak, pero no tanto para Siria, donde las fuerzas gubernamentales parecen afianzar e incluso avanzar posiciones, en particular en la zona de Alepo, pero no a costa del DAESH, sino de los otros grupos de la oposición armada más pro-occidentales, para entendernos.
                
RAQQA, TESTIMONIO DEL TERROR
                
En la ciudad siria de Raqqa, considerada como 'capital' del Califato, se sigue viviendo un clima aterrador, según el testimonio de un activista de la resistencia (nombre supuesto), que pública  THE GUARDIAN (3).
                
Los hombres en edad de luchar permanecen atrapados en la ciudad: no pueden salir de ella, bajo pretexto alguno. Quienes pueden escapar saben que, de inmediato, perderán sus casas, ya que son confiscadas de inmediato, en cuanto se detecta la fuga. La población de Raqqa se ha reducido a la mitad (de un millón a 400.000 habitantes).
                
Las mujeres no están exentas de sufrimiento, sino todo lo contrario. Están obligadas a entregar su cuerpo a los combatientes para su satisfacción carnal. La tensión militar actúa como un precipitante sexual. Los milicianos han requisado la Viagra de las farmacias y acumulan amantes en sus guaridas. No puede hablarse de 'parejas'. Las mujeres rara vez conocen la identidad real de los hombres a las que son entregadas: solo conocen sus apodos de guerra.
                
Tampoco los niños se salvan de los efectos directos de la guerra. Como hasta hace poco estaban cerrados los colegios, los escolares deambulaban por las calles. A muchos les atraen  con la exhibición de las armas, como si se tratara de un juego. Los colegios están sometidas a un fuerte control ideológico. Los intentos de establecer escuelas clandestinas han sido castigados con ejecuciones sumarias de sus promotores.
                
En fin, una narrativa del horror que puede tratarse con la mayor cautela, pero que seguramente no se aleje en exceso de la terrible realidad. El fin de este 'reinado' no parece próximo en Raqqa ni en la mayor parte del territorio sirio que ahora permanece bajo control de DAESH. La ofensiva de primavera en Irak, de confirmarse, no implicará necesariamente el final rápido del 'Califato'.
             
Como sostiene una de las principales estudiosas de este fenómeno extremista, Audrey Kurth Cronin, ISIS/DAESH no es propiamente una organización terrorista, sino algo más complejo, que exigirá de Estados Unidos mucha paciencia, habilidad diplomática para aunar esfuerzos, coherencia en las políticas de prevención y control, campañas de contra-información y sensibilización y un largo catálogo de medidas en todos los ámbitos. Nada de ello puede sustituirse por una guerra convencional, por tentador que ello resulte (4).


(1) "Pentagon in damage control mode after detailing Iraq  ofensive". KATE BRENNAN. FOREIGN POLICY, 24 de Febrero.

(2) La opinión de Pollack y Knights están recogidos en un artículo del NEW YORK TIMES, del 21 de febrero.

(3) "Inside the Islamic State 'Capital': no end insight to its grim rule". ABU IBRAHIM AL-RAQQAWI. THE GUARDIAN, 25 febrero.


(4) "ISIS is not a terrorist group". AUDREY KURTH CRONIN. FOREIGN AFFAIRS, Marzo-Abril 2015.

LAS ‘GUERRAS’ DE EUROPA

19 de Febrero de 2015

Europa está en paz. Pero no del todo. En el año de septuagésimo aniversario del final de la  Segunda Guerra Mundial, se celebrará que el continente viva el periodo de paz más prolongado de su milenaria historia. Pero los fantasmas bélicos emergen de nuevo en la periferia, en Ucrania, como ocurriera hace dos décadas en Yugoslavia. Y a esa guerra, en la que Europa ya participa, hay que unir la denominada “guerra contra el terror”.
                
UCRANIA O EL DÉJÀ VU

Europa participa, efectivamente, en la guerra de Ucrania. No con tanques, aviones u hombres, claro, pero sin con el arma silenciosa de la presión económica: con las sanciones a Rusia, por su respaldo a los separatistas rusófonos del este y el sur del país.  Y como toda ‘guerra’ tiene su correlato diplomático, Europa se muestra activa también en la persecución de su liquidación, en la búsqueda de la paz.

El esfuerzo diplomático de la semana pasada es la cara amable de la guerra. Lo menos importante de Minsk era que el acuerdo que se alcanzara se cumpliera. No es cinismo: es la lógica de este tipo de actuaciones diplomáticas. Es muy ingenuo pensar que Minsk-II iba a tener un resultado diferente a Minsk-I. Es decir, que lo firmado se cumpliría limpiamente, sin brechas, sin violaciones, sin interpretaciones conflictivas. Por eso, es posible que asistamos a un Minsk-III. O como se llame

Dijo la canciller Merkel hace meses que no había una solución militar al conflicto de Ucrania. Con razón. Pero tampoco habrá una solución diplomática sin que antes se hayan definido las opciones militares, no tanto para alcanzar una victoria sobre el terreno, sino para mejorar las posiciones en la negociación. Lo vimos, durante años, en la antigua Yugoslavia. Solo fue posible un acuerdo negociado cuando cada parte había agotado su capacidad militar.

Lo dramático para Europa es que participa en la guerra de Ucrania –como lo hizo en Yugoslavia- a ‘contracoeur’, sin desearlo. O mejor dicho, contra sus propios intereses.  Si Merkel se ha implicado tanto en una resolución diplomática es que porque los empresarios alemanes perjudicados por el régimen de sanciones a Rusia está presionando, y no discretamente desde luego, para volver a la normalidad y restablecer los negocios con Moscú.

Europa se mueve en la contradicción de no permitir a Rusia un intervencionismo descarado y las ganas de que todo termine cuanto antes. Se le explica a Washington que no se posicione en exceso, que mantenga abierta la posibilidad de un compromiso. Pero la administración Obama también recibe presiones de intereses económicos poderosos, que han puesto sus ojos de águila en Ucrania. Las multinacionales agrarias tienen no sólo expectativas, sino inversiones ya en marcha ese país y la guerra es para ellos tan peligrosa como una excesiva influencia rusa, como ha denunciado el Instituto Auckland.

Con la caída de Debaltsevo en poder de las tropas separatistas rusófonas, es posible que haya un respiro. El control de este nudo ferroviario asegura la comunicación entre las pequeñas ‘repúblicas’ pro-rusas de Donetsk y Luhanks. Está por ver si estas milicias se pararán de momento aquí o intentarán ahora la conexión con la localidad portuaria de Mariupol para garantizar su salida al mar.

LA INDEFENIDA ‘GUERRA CONTRA EL TERROR’

La otra guerra tiene tintes más inquietantes para la población europea, porque los muertos caen de este lado. La amenaza del ‘terrorismo islamista’, sube puestos en la lista de preocupaciones mayores de los ciudadanos de la UE. Los asesinatos de Copenhague refuerzan el clima de pánico provocado por los atentados de enero en París.

En realidad, se trata de un problema que, por así decirlo, no tiene solución. Una pronta solución. Europa debe aprender a vivir con este conflicto, porque acumula responsabilidades (en menor medida que Estados Unidos) de sus políticas en Oriente Medio y el Norte de África. Esto no debe sonar a justificación de los extremistas. Las medidas policiales deben mejorar, por supuesto, en la práctica más que en las declaraciones solemnes, compartiendo más generosamente la información y afinando las herramientas de seguimiento y control de los elementos más peligrosos.

Lo inquietante es que, tras los sucesos de Copenhague, se cuestione el modelo danés de integración e incluso las fórmulas de reinserción de la población islamista potencialmente peligrosa, cuando, en realidad, Dinamarca constituye tal vez el mejor ejemplo posible el más fiable, solvente y responsable, de abordar el riesgo. El trabajo paciente con combatientes regresados de las zonas de guerra ha dado un resultado apreciable (1). Pero resulta imposible evitar atentados como el del pasado fin de semana. Ni siquiera se trata, en este último caso, de un ‘lobo solitario’, de un militante liberado de la disciplina organizativa. El criminal era un delincuente común sumergido en una ducha rápida y fría de retórica extremista.  

LIBIA. PELIGRO EN CIERNES

Y, finalmente, una más que preocupante perspectiva de guerra se abre en Libia. La tentación de intervenir militarmente en ese país por la supuesta expansión del ISIS (o DAESH, según su nombre original) es sumamente peligrosa. Pero el ISIS no ha destruido Libia: se limita a aprovecharse ahora del ‘pandemonium’ en que las milicias ‘revolucionarias’ han convertido al país. Atraído por los pozos de petróleo bajo frágil control, el ISIS ha olido la posibilidad de obtener más fondos para seguir financiando el aparato político-militar del Califato. Pero pronosticar un avance irresistible de sus fuerzas resulta exagerado y poco sólido (2).

Libia está fragmentada y rota, exhausta por tres años de lucha insensata y desquiciada. El supuesto gobierno ‘legítimo’, expulsado de Tripoli, es solamente la expresión política de una fracción, sujeta a una alianza tan endeble como la que sustenta a sus enemigos, bajo un heterogéneo perfil islamista.

Consciente de que Europa no tiene un aliado confiable en Libia, Egipto parece querer jugar el papel de intermediario regional de vanguardia en una operación militar. El asesinato de una veintena de coptos cristianos puede ser la excusa del régimen militar egipcio para justificar una implicación directa en el país vecino. Los ataques aéreos de los últimos días parecen el preludio de una operación más amplia. El general-presidente Al Sisi quiere arrastrar a Occidente, pero sobre todo a Europa, aireando el peligro del extremismo islámico.

El preferido de Egipto (y, por extensión, de los jeques saudíes) en Libia es el jefe del aparato militar del gobierno desplazado, el general Heftar, quien fuera jefe militar con Gadafi hasta finales de los ochenta, exiliado luego en Estados Unidos y colaborador de la CIA. Ahora practica un discurso antiislamista, en parte por convicción pero también por oportunismo: es la garantía de contar con el apoyo egipcio y, quizás, occidental (3).

Conviene no equivocarse en Libia. No debe sucumbirse a la tentación de una implicación militar, directamente o a través de Egipto. Equivaldría a tapar con un error otro error anterior, que fue la operación militar que propició la caída de Gadafi. Con el que, por cierto, se había alcanzado un modus vivendi de conveniencia después de años de beligerancia.



(1)    “For Jihadists, Denmark tries to rehabilitation”. NEW YORK TIMES, 13 Diciembre 2014.
(2)    Dos interesantes artículos en FOREIGN POLICY para apreciar en su correcta dimensión la amenaza del ISIS en Lybia: “The Islamic State Of Libya isn’t much of a state” y “The Smarter way to intervene in Lybia”, ambos del 17 de febrero.

(3)    El veterano periodista John Lee Anderson publica una amplia entrevista con el General Heftar en el último número del NEW YORKER.

URUGUAY: IGUALDAD, UNIDAD Y RENOVACIÓN, LOS DESAFÍOS DE LA IZQUIERDA

13 de Febrero de 2015
                
Escribo desde Uruguay, donde estos días proliferan balances y análisis sobre el mandato del Presidente Mujica. El 1 de marzo dejará el cargo a su compañero de partido y vencedor de las recientes elecciones presidenciales, Tabaré Vázquez,  que cumplirá su segundo periodo presidencial y el tercero consecutivo del Frente Amplio.

MISMOS IDEAS, NUEVOS ENFOQUES

En ningún lugar como en Uruguay, la izquierda ha conseguido encadenar un transcurso político tan largo y, por lo general, fecundo y positivo. Lo ha hecho con inteligencia, pero sobre todo con un esfuerzo de convergencia de sus distintas corrientes, aunque a veces haya sido costoso. El Frente Amplio reúne a socialistas, comunistas, izquierdistas, extupamaros (guerrilleros urbanos),  desarrollistas y otras familias políticas de adscripción progresista. Las peleas internas no han faltado y pocas veces se han disimulado. Pero el experimento de unidad ha funcionado. Y, por lo que parece, puede tener vitalidad para rato. Harían bien en Europa en tomar nota de la experiencia uruguaya, por muchas diferencias de cultura política y social que puedan existir.

El modelo de gestión de la izquierda uruguaya ha sido analizado, desde su origen, e incluso antes, por los politólogos Adolfo Garcé y Jaime Yaffé. Hace diez años publicaron el libro “La Era progresista”, cuyo mérito no consistió no predecir el triunfo del Frente Amplio (estaba cantado), sino en avanzar los rasgos de un gobierno orientado a defender los intereses y necesidades populares. Ahora, publican una versión revisada y orientada al futuro, con el añadido al título más descriptivo que comprometido: “La Era progresista. Tercer acto” (1).

En sus conclusiones, los autores aventuran que el tercer mandato del FA intentará seguir conciliando crecimiento e igualdad, pero con un mayor énfasis en el desarrollo. Conviven en el bloque progresista distintas visiones del desarrollo. La más moderada, encabezada por el Presidente electo Vázquez, y sobre todo por su aliado Danilo Astori, ministro de Economía en su primer gobierno y en el que ha formado ya para los próximos años, enfatiza la importancia de construir buenos mercados con reglas del juego sólidas (un enfoque socialdemócrata). Los comunistas y los emepepistas (Movimiento de Participación Popular, el partido de Mujica) aceptan el sistema del libre mercado, pero presionar a favor de una construcción más sólida del socialismo. La tercera línea, los desarrollistas, defienden una visión clásica de esta doctrina de gran raigambre en la región, conectan con la doctrina de la nueva CEPAL y preconizan un fuerte papel del Estado para hacer posible el proyecto de “cambio estructural para la igualdad”.

EL LARGO ADIÓS A UN PRESIDENTE ‘INFORMAL’

Tabaré Vázquez no esconde su intención de “cambiar de estilo”. El antecesor/sucesor de Mujica no compartió nunca esas maneras  francas, participativas, espontáneas del todavía Presidente. Le ha reprochado, incluso públicamente, su forma desordenada de plantear políticas de cambio. Estos días de intenso trabajo de los equipos encargados de la transición, ha trascendido en la prensa uruguaya (2) la voluntad del gobierno entrante de retocar algunos proyectos de Mujica “para hacerlos bien”, en particular los programas sociales, la gran pasión del Presidente saliente, por su vocación solidaria y participativa. “Hacerlos bien” significa, para los nuevos gestores, no solo hacerlos  viables y sostenibles, sino también “institucionalizarlos”, es decir, encuadrarlos en un marco político más clásico.

Este giro de estilo (pero quizás también de sustancia) encontrará posiblemente una notoria resistencia en el bloque parlamentario del Frente Amplio, donde obtuvieron mayoría en las elecciones legislativas los partidarios de Mujica. De ahí que Tabaré tendrá que poner en juego sus contrastadas habilidades conciliadoras para que las diferencias internas no generen frustración ni tensiones. En realidad, el debate político uruguayo no se planteará en términos de gobierno-oposición, sino de gobierno-grupo parlamentario.

No debería ser difícil encauzar el debate interno en el Frente Amplio. Las tres corrientes principales del FA tienen que comprender que la prioridad será afrontar el desafío de la igualdad en un contexto internacional y regional mucho menos favorable. La CEPAL acaba de predecir un escenario nublado, anticipado por el frenazo del crecimiento. Los gobiernos brasileño  y uruguayo (en menor medida, argentino) afrontarán quinquenios complicados

En el caso uruguayo, dos son los grandes proyectos sociales a acometer: el llamado Sistema Nacional de Cuidados, traducible como una Seguridad Social universal, y la Reforma de la Educación, quizás la mayor frustración de Mujica, según él mismo repite en mítines, declaraciones y entrevistas.  El presidente saliente se lamenta de que sus propios compañeros de bancada obstaculizaron la implementación de un proyecto de universidad popular. Sus críticos le reprochan confusión y voluntarismo en el planteamiento.

EL DESAFÍO DEL RELEVO GENERACIONAL

Y finalmente, la izquierda tiene otro desafío imprescindible: la renovación de los líderes políticos. Vázquez, Mujica y Astori, los tres grandes de esta “era progresista” se despedirán con la década. El nuevo gobierno de Tabaré presenta una media de edad de 64 años, aunque el vicepresidente, el desarrollista Sendic (hijo del fundador de los Tupamaros) es uno de los dirigentes más jóvenes, junto con Constanza Moreira, con mayor proyección de futuro.  

Esta especie de “gerontocracia” resistente en la izquierda uruguaya, en los níveles más altos de liderazgo, contrasta con la renovación iniciada en la cúspide de los partidos históricos o tradicionales del centro y la derecha. Y aunque ni Luis Lacalle Pou, ni Pedro Bordaberry han podido, de momento, pese a su juventud y su “abolengo” político (las dinastías políticos también existen en Uruguay) con los veteranos líderes de la izquierda, lo cierto es que la renovación se antoja como una asignatura indesplazable en este tercer quinquenio de la izquierda gobernante.


(1) “Tercer Acto. La Era progresista. Hacia un nuevo modelo de desarrollo”, ADOLFO GARCÉ y JAIME YAFFÉ. EDITORIAL FIN DE SIGLO. Montevideo, 2014.


(2) EL PAIS (de Uruguay), 11 de febrero.

HORRORES MEDIÁTICOS Y MUERTES SILENTES

 5 de Febrero de 2015

El asesinato en cautividad del piloto jordano Moaz Al-Kasasbeh por su captores del Estado Islámico ha llenado de horror los canales informativos de todo el mundo. La última atrocidad de los extremistas islamistas no ha sido la única muerte que en los últimos días ha sacudido páginas, ondas y pantallas. Dos japoneses han sufrido un terrible destino similar a mano de los mismos verdugos. Pero hay otro caso reciente de muerte violenta -¿impune?- que no ha recibido la misma atención y, desde luego, el mismo rasero de enjuiciamiento moral.

UN ‘RESPALDO’ INVOLUNTARIO AL CALIFATO

Los asesinos del EI han “mejorado” a sus antecesores de Al Qaeda en competencia militar, en disciplina y en crueldad. Pero también en el dominio de los más modernos medios de comunicación y propaganda. Y, por si estos conocimientos aventajados no resultaran ya suficientes para la exhibición propagandística del terror, algunos medios parecen decididos a “colaborar”, involuntaria pero irreflexivamente, en la propagación del horror.

Para neutralizar cualquier atisbo de crítica o aplacar una dudosa mala conciencia, los medios llegan hasta al pretil del espanto, pero evitan poner en antena los momentos álgidos del suplicio: el degollamiento de los periodistas o la carbonización del piloto. Con una cierta hipocresía aparentemente profesional, los medios aluden al carácter noticioso de estos acontecimientos terribles, orillando unas elementales normas de ética informativa. Algunas excepciones son relevantes: la BBC incluyó hace mucho tiempo en sus códigos de emisión la prohibición expresa de emitir imágenes de víctimas del terrorismo.

En realidad, más bien se trataría de explotar cierta propensión al morbo, una suerte de atracción fatal hacia las manifestaciones más horrendas del mal, o la simple excitación provocada por imágenes que trascienden la normalidad cotidiana. Sea lo que fuere, los medios se convierten, descuidadamente, en “correa de transmisión” de una odiosa propaganda.

Por consideraciones similares, para no caer en la propaganda ajena, aunque cultive muy cuidadosamente la propia, el Pentágono prohibió hace 25 años que se ofrecieran imágenes estáticas o en movimiento de soldados heridos o muertos, y menos muriéndose. En estos tiempos de relativismo ético acelerado, parece pertinente hacerse estas reflexiones y apoyarlas con preguntas sencillas. Para poner el ejemplo de un hecho reciente: ¿se hubieran emitido, de haberse grabado y distribuido, las imágenes de los humoristas del Charlie Hebdo, bajo las sillas y mesas de su redacción, mientras aguardaban los disparos fatales?

LA SEGUNDA MUERTE DE SAJIDA

La respuesta del Estado jordano al vil asesinato de Moaz Al-Kasasbeh tampoco ha sido edificante. El ajusticiamiento de dos terroristas prisioneros parece un acto crudo de venganza, por la manera en que se ha efectuado la decisión. Los crímenes de los dos detenidos y sus condenas a muerte no avalan una celeridad justiciera semejante. Sólo la necesidad de aplacar la sed de venganza de una población, a la que previamente se había movilizado para conseguir la liberación del rehén, puede explicar una conducta tan impropia en un Estado de Derecho. Se trataba, en definitiva, de “hacer temblar la tierra” (términos oficiales), de “sacrificar”, ojo por ojo, a unos presos asimilados al verdugos enemigo.

Uno de los terroristas precipitadamente ajusticiados tras la salvajada sufrida por el piloto jordano es Sajida Rishawi, una mujer iraquí de 46 años, a la que no se atribuye militancia islamista ni ideología. Sólo el impulso primario de venganza de una mujer agraviada (1).

En realidad, Sajida había muerto, de alguna manera, hace más de diez años, cuando su primer marido y tres de sus hermanos perecieron en enfrentamientos con el ejército de los Estados Unidos en su provincia natal de Anbar. Muertos que nunca vimos, como a tantos otros, victimas de una guerra evitable.

En respuesta a esta pérdida desgarradora, la viuda se impuso el deber fatídico de la venganza y, en noviembre de 2005, encontró una forma implacable de cumplir su designio. En compañía de su segundo esposo, éste si un activo colaborador de Al Qaeda, se cubrió el pecho de explosivos y se preparó para inmolarse durante la celebración de una boda en Amman, la capital jordana. Las bombas de su esposo explotaron, pero no las suyas. Sajida fue detenida por la policía jordana. El ISIS decidió cambiar el objeto del chantaje al Estado jordano y en vez de dinero, reclamó el canje del piloto jordano por la “terrorista accidental” y otro preso islamista iraquí. Ahora, los tres están muertos.

VERDUGOS AMIGOS

Otra muerte ha pasado más desapercibida para los medios occidentales, la de Shaimaa Sabbagh, una poeta y activista de derechos humanos egipcia, que fue abatida a tiros el 24 de enero, en una calle de El Cairo,  cuando se disponía a depositar una corona de flores en memoria por las víctimas de la revolución de 2011 contra la dictadura de Mubarak.

Un fotógrafo de Reuters captó el momento en que Shaimaa era alcanzada por las balas y también la secuencia posterior, cuando uno de sus compañeros alcanzó a sujetarla antes de caer al suelo (2). Aún no han sido identificados los autores de los disparos. Las organizaciones cívicas y parte de la oposición responsabilizan a la policía. Pero las fuerzas de seguridad y el gobierno controlado por los militares se han desentendido de la acción criminal. En un gesto de cinismo supremo, el General-Presidente Al Sisi ha manifestado que siente a Shaimaa “como si fuera su hija”. Para cerrar el círculo de un hipócrita e insostenible discurso de la conspiración permanente, las autoridades trataron de atribuir el crimen a los Hermanos Musulmanes.

Seguramente, nunca se sabrá quién mató a la poeta egipcia, pero si sabemos quiénes son los responsables de otros cientos, miles de egipcios asesinados por no aceptar la narrativa del golpe militar. Esos verdugos son “amigos”, de ahí que reciban un cierto amparo, como que se permita a alguno de sus representantes desfilar por las calles de París, en protesta por el asesinato de los dibujantes satíricos franceses. Otra ironía mediática.

Las fotos de la muerte de Shaimaa no han generado el mismo apetito “noticioso” que las del piloto jordano o las anteriores víctimas de los verdugos enemigos. No hay, seguramente, un móvil político o ideológico en esta discriminación de barbaridades en directo. Se trata más bien de una narrativa que condiciona el discurso de los medios sobre el terrorismo y, en particular, sobre el terrorismo islamista. La crueldad espantosa de los ‘califales’ está encuadrada en la columna de los “malos” o “malísimos”, aplicable a los taliban afganos o pakistaníes. 

Sin embargo, las muertes que a diario se amontonan en muchas calles, callejones y caminos del mundo islámico, a manos de uniformados, bandoleros a sueldo o funcionarios oscuros reciben un tratamiento mitigado, como si hubiera un barómetro tácito de la crueldad. Lo mismo ocurre con esas muertes silentes que alimentan la revancha de miles de sabijas: asesinatos teledirigidos, quirúrgicos o ‘limpios’, protegidos de la sanción moral de los medios.


(1)“All-but-forgotten prisoner in Jordan is at center of swap demand by ISIS”, NEW YORK TIMES, 28 enero.


ISLAMOFOBIA EN EUROPA: RESPONSABILIDADES COMPARTIDAS

2 de Febrero de 2015

La comunidad musulmana francesa reaccionó de forma desigual a los asesinatos de enero en París. Mucha gentes se escandalizó porque en no pocos colegios o institutos del país no se quisiera honrar la memoria de los caricaturistas asesinados por los hermanos Kuachi, o no quisieran identificarse con la marea ciudadana que se solidarizó con las victimas.

La inmigración es uno de los fenómenos decisivos en el futuro de las orientaciones políticas en Europa y está condicionando de forma notable los resultados electorales.  A la dinámica estable de la inmigración por razones socio-económicas, se une el agravamiento de los conflictos bélicos en países musulmanes próximos, que provocan un incremento de personas desplazadas. Las fórmulas ensayadas en las últimas décadas para mejorar la convivencia entre poblaciones nacionales e inmigrantes han fracasado total o  parcialmente. La integración no ha conseguido los objetivos deseados. Pero tampoco la multiculturalidad, u otro tipo de ensayos mixtos o menos estructurados (1).

Este fracaso se refleja en una clientela política que ha favorecido la emergencia de partidos o formaciones con discursos clara o veladamente xenófobos.  La islamofobia es la manifestación más palpable de la xenofobia, no sólo porque buena parte de la población inmigrante es de confesión musulmana, debido a la cercanía de países donde esa religión es mayoritaria o absoluta, sino también, y sobre todo, por la percepción, alentada en círculos políticos, intelectuales y mediáticos neoconservadores y/o afines, de que el Islam y el Cristianismo viven una nueva etapa de confrontación, es decir, una edición actualizada del "choque de civilizaciones".

El fenómeno del yihadismo, es decir la emergencia de una militancia radical y violenta de grupos que denuncian la opresión de poblaciones musulmanas es muy anterior a los atentados de Estados Unidos. Pero es importante señalar que los yihadistas no combaten solamente a Occidente (ése sería el "enemigo externo"), sino también a los gobiernos o a las élites de sus propios países (el "enemigo interno"), la mayoría de los cuales son también musulmanes y, según el enfoque de los yihadistas, actuarían de colaboradores necesarios de la sumisión de las masas musulmanes en favor de los intereses occidentales.
                
La comisión de crímenes terroristas en Occidente ha incidido de forma muy negativa en el debate de la inmigración, porque, de forma errónea y en algunos casos interesada, se ha tendido a confundir un fenómeno con otro. Este clima de temor ante la amenaza terrorista ha hecho que se incremente el recelo y la desconfianza hacia las minorías de origen musulmán, aunque muchos de sus integrantes disfruten de la ciudadanía nacional desde hace tiempo. El rechazo es mucho más radical y excluyente cuando se trata de acoger a quienes, por razones políticas o económicas, buscan amparo en nuestros países.
                
Mucho se ha debatido sobre las tensiones entre poblaciones originarias e inmigrantes. Suele evocarse con frecuencia las motivaciones socio-económicas, de un lado, y las culturales y religiosas, del otro. Quienes sostienen que los inmigrantes no quieren, en realidad, aceptar las pautas de convivencia del país que han elegido para iniciar una nueva vida, mencionan su intransigencia religiosa o cultural, su falta de adaptación al país de acogida, su deseo de "aprovecharse" de las oportunidades económicas y sociales del país que los ha acogido, pero su renuencia, cuando no su rechazo, a asumir los valores sociales de referencia.

Por el contrario, los portavoces de estas minorías o los nacionales críticos con el funcionamiento de nuestras sociedades sostienen que el desencuentro socio-cultural se debe a la situación de marginación, exclusión, desprecio y desatención en que se encuentran las masas inmigrantes. La afluencia de mano de obra externa resultó provechosa en su momento. Ahora, que la crisis drena los recursos y dificulta una atención universal, los inmigrantes son injustamente percibidos como molestos y ajenos y su presencia se considera perjudicial para el acceso al trabajo y a las prestaciones sociales.

Tres investigadores de distintos países van a publicar este año un trabajo elaborado durante seis años sobre el fracaso de la integración musulmana en Francia. (2) Una mayoría de los franceses cree que la falta de integración se debe a la falta de voluntad de los propios musulmanes, debido a sus anticuados valores sociales y a su intransigencia religiosa. La separación Iglesia-Estado, o dicho de otro modo, la diferenciación entre las creencias religiosas y los derechos y las obligaciones cívicas constituyen la base de la convivencia en las sociedades democráticas. El auge de la derecha religiosa en EE.UU. constituye una inquietante anomalía.

Las poblaciones originarias están convencidas de que algunas actitudes sociales de los musulmanes, como el trato a la mujer, están condicionadas por esa falta de independencia entre lo cívico y lo religioso. A esto se opone, por parte de los sectores islámicos militantes,  una mentalidad de resistencia cultural, frente a lo que perciben como agresión o imposición de normas de conducta ajenas a sus creencias y valores. Esta doble tensión constituye un  “equilibrio discriminatorio”, para cuya superación  no se ha puesto todavía remedio adecuado. Peor aún, es el Frente Nacional el que parece llevar la iniciativa, con un discurso reconocible, el más inconveniente y pernicioso, porque incrementa el problema en vez de resolverlo.

Quizás, estemos asistiendo a una progresiva transformación positiva, a juzgar por los resultados de una encuesta realizada después del atentado contra el Charlie Hebdo. Si en 2013 el porcentaje de los que consideraban al Islam "compatible con los valores de la sociedad francesa" era del 74% en 2013 y del 63% en 2015, este año no pasaba del 51%. ¿Hasta qué punto buena parte de los franceses estaban empujados por la necesidad de mostrarse solidarios y comprensivos frente a la violencia de los intransigentes? (3)

Los defensores de los derechos de los inmigrantes creen que la mejora de sus condiciones socio-económicas contribuiría a facilitar su integración (4). No obstante, algunos expertos sostienen que el vivero de la lucha armada contra los países occidentales de acogida, no son los barrios marginados. Según un estudio del Centre for Prevention Against Islamic Sectarism (5), el 84% de los jóvenes musulmanes radicalizados residentes en Francia proceden de la clase media y sólo el 10% tenían abuelos que no habían nacido en Francia. Sólo quienes disfrutan de un cierto grado de prosperidad y formación son capaces de articular un discurso de preservación y protección de sus referencias culturales, según se defiende en otro estudio de dos investigadores norteamericanos. Estos autores aseguran que la mayoría de los musulmanes de Francia y Gran Bretaña se identifican con sus países de acogida (6).

Lo mismo ocurriría en Alemania, como refleja un reportaje del semanario alemán DER SPIEGEL (7), publicado tras los crímenes de París, en el que se pulsaba la opinión de miembros de la comunidad musulmana sobre las actitudes violentas, la amenaza yihadista y PÉGIDA, el movimiento que combate lo que considera una excesiva inmigración y, en particular, la creciente afluencia de musulmanes en Alemania. Lo más llamativo es que la inmensa mayoría de los consultados se sienten alemanes antes o más que musulmanes. No entienden que se les pueda pedir explicaciones o que tengan que justificarse por actos que no han cometido y que desaprueban. Muchos de ellos combinan la observación de preceptos religiosos y/o culturales islámicos con costumbres propias de las sociedades donde viven, como fumar o beber alcohol. Todos temen a que el caso Charlie Hebdo pueda desencadenar una oleada islamófoba.

Naturalmente, no todas las críticas a las conductas de estas minorías musulmanas están movidas por el prejuicio, el desconocimiento o el desprecio. Numerosos ciudadanos europeos se sienten legítimamente preocupados por las oportunidades de las mujeres musulmanas. Pero a veces se tiende a confundir discriminación con libre elección. El caso más típico es la discusión sobre la prohibición de llevar el velo o la cabeza tapada en lugares públicos, en particular la escuela. Las leyes que protegen la laicidad en Francia tienen un gran apoyo social, porque la mayoría de la población originaria comprende la necesidad en que se fundamentan  esos preceptos legales. Pero numerosas jóvenes musulmanas no llevan necesariamente esas prendas porque estén oprimidas por sus padres, maridos o hermanos, sino porque deciden libremente hacerlo. Las leyes deben cumplirse, pero deberían evitarse discursos que generen suspicacia o desprecio.

Uno de los principales articulistas europeos en materia de inmigración, Gary Younge, sostiene que no existe una explicación sencilla a la problemática de la inmigración y, mucho menos, del fenómeno terrorista islamista (8). Sostener que el Islam es inherentemente "violento" resulta tan poco consistente como defender que es intrínsecamente "pacífico". Y lo mismo podría decirse de otras confesiones.  Por similar línea de argumentación, no pueden simplificarse o reducirse las causas que originan sustratos violentos. Los asesinos de París "son responsables de lo que hicieron, de la misma forma que nosotros, como sociedad, somos colectivamente responsables por las condiciones que hicieron posible su existencia".


NOTAS

(1) Un panorama muy completo sobre los asuntos de inmigración, integración, multi y inter.culturalidad en "Grande Europe". LA DOCUMENTATION FRANÇAISE, nº 10, julio de 2009.

(2)   “Why Muslim Integration Fails”. CLAIRE L. ADIDA, DAVID D. LAITIN Y MARIE-ANNE VALFORT. THE WASHINGTON POST, 14 de Enero (Este artículo es una synopsis del libro del mismo nombre que se publicará el próximo otoño).

(3)   Encuesta realizada por IPSOS/SOPRA-STERIA, publicada en LE MONDE, 28 Enero 2015.

(4)  “Elección y prejuicio. Discriminación de personas musulmanas en Europa”. AMNISTÍA INTERNACIONAL, 24 abril 2012.

(5)  Citado en “Who are Europe’s jihadis? SARA MILLER. CHRISTIAN SCIENCE MONITOR, 13 Enero 2014.

(6) “Surveying the Landscape of Integration: Muslim Inmigrants in United Kingdom and France”. DAVID JACOBSON Y NATALIE DELIA DECKARD. DEMOCRACY AND SECURITY, vol.10, nº 2, 2014.

(7)  “German Muslims Fear Backlash after Paris Attacks”. DER SPIEGEL, 21 Enero 2015.

(8)  “Charlie Hebdo: the danger of polarised debate”. GARY YOUNGE. THE GUARDIAN, 11 Enero 2015.