ARABIA: EL SALTO GENERACIONAL, MÁS CERCA

29 de Enero de 2015    

La gerontocracia saudí se agota. La muerte de Abdullah ha desencadenado un proceso sucesorio sin aparentes sobresaltos, pese a las dudas suscitadas por los rumores de líneas divergentes en la familia real, debido a la sorda lucha de clanes en la dinastía.

Abdulaziz, el fundador, que tuvo 35 hijos de diferentes esposas, estableció que el trono pasara de hermano a hermano y no de padre a hijo, para que todos los clanes emparentados disfrutaran del privilegio de la corona. Siete de los hermanos eran sudairi,  es decir, hijos de la favorita, Hassa, perteneciente a la tribu de ese nombre, una de la más influyentes del reino. Cuatro de los siete hermanos sudairi han sido reyes. Según el peculiar mecanismo de sucesión de la Casa Saud, el nuevo monarca (previa consulta no vinculante a un Consejo que no tiene necesariamente que reunirse) designa a su sucesor y al sucesor del sucesor.

Se había especulado con la posibilidad de que el nuevo rey, Salman, el último sudairi en la línea sucesoria, no respetara la voluntad de su antecesor. Hijo de una concubina yemení y por tanto ajeno al clan privilegiado, y a falta de hermanos por vía materna, Abdullah había designado a su medio hermano Muqrin, hijo de una joven esclava también yemení, como segundo heredero, tras la muerte de los príncipes sudairi Sultán y Nayef.  Abdullah ha sido un rey fuerte, ya que no sólo actuó con energía durante la década que estuvo en el trono, sino que desempeñó antes esas funciones por la prolongada enfermedad de su antecesor, Fahd.

Finalmente, se han respetado los pactos tácitos. El sudairi Salman ha mantenido a su medio hermano Muqrin en la posición prevalente de la línea de sucesión. Para dar continuidad a la dinastía, y sin más hermanos ya disponibles en la línea de sucesión, ha optado por lo más previsible. El elegido ha sido Mohammed, el hijo de su hermano Nayef (sudairi), el anterior todopoderoso ministro del Interior hasta su fallecimiento en 2012.

DEL PENÚLTIMO HIJO AL PRIMER NIETO

Este desfile de príncipes en el primer país exportador de petróleo del mundo refleja la naturaleza de un régimen opaco como pocos, en el que una familia no sólo dirige un país, sino que lo administra como un bien propio. Alguna vez se ha dicho que el sistema saudí es feudal. En parte es así, puesto que la soberanía nacional no existe. Como no existe constitución ni otras leyes que las derivadas de la sharia, la ley islámica. La legitimidad reside en la voluntad de la familia real. Un Consejo o Shura, formado por apenas un centenar y medio de notables, eleva propuestas legislativas al trono. La familia es extensa y resistente al cambio, pese a que ya hace décadas que sus integrantes se van a vivir y estudiar a Occidente para aprender a dirigir el país como si fuera una empresa. Una empresa familiar.

Aparentemente, cada periodo real está marcado por la personalidad del monarca. Pero dentro de límites muy estrictos. Una especie de Consejo de Familia cumple un papel análogo al de los Consejos reales en el antiguo régimen de las naciones europeas.  Cada rey puede ser más o menos aperturista, abierta o discretamente reformista, pero su programa o sus decisiones no son del todo suyas o sólo son aparentemente suyas. La impronta que marca cada reinado se resuelve en gestos, por lo demás escasos, debido al hermetismo del sistema.

El nuevo rey, Salman, tiene la pinta de que disfrutará de un reinado breve, debido a su frágil salud. Algunos saudólogos le atribuyen incluso incapacidad o escasa capacidad para el desempeño del cargo. Pero es improbable que sea apartado del trono. Ocurrió con Saud, el primer hijo del patriarca y fue un trauma por el que se tratará de evitar por todos los medios.

Algunos especialistas occidentales en el reino saudí parecen obviar el perfil de Salman, al que asimilan con un periodo de transición o tenencia de la corona, y se centran en escudriñar los perfiles de Muqrin y, sobre todo, del primer nieto que, si no hay sobresaltos o accidentes, será rey: Mohammed Bin Nayef o “hijo de Nayef”.

¿UN ‘GORBACHOV SAUDÍ?

Muqrin, el benjamín de los hijos de Abdelazziz, podría acceder al trono a una edad más temprana (ahora tiene 69 años) que sus medio-hermanos. Se le considera aperturista y reformista, pero con los límites ya señalados para Arabia. En otras palabras, no cabe esperar que sea una especie de “Gorbachov saudí”.

¿Podría serlo Mohammed Bin Nayef? Por edad (55 años), por educación, por un acomodo más natural a los tiempos, tal vez. Pero ni su temperamento, ni su trayectoria anticipan un reinado conciliador, sino conservador, enormemente atento a la preservación sin fisuras de los intereses de la dinastía. ¿Será el pivote de la dinastía, como asegura el profesor de Princeton Bernard Haykal? (2).

Mohammed heredó de su padre, Nayef, el puesto de ministro del Interior. Tal cargo reúne las competencias sobre seguridad e inteligencia. Bin Nayef ha sido inequívocamente implacable con cualquier foco de contestación opositora o de las organizaciones de derechos humanos. En cuanto al peligro 'yihadista', el ministro y ahora heredero segundo aparece como un duro enemigo. Lo que contrasta con la sensibilidad favorable a los islamistas radicales que se atribuye al nuevo monarca. Salman fue durante años el mejor de los islamistas radicales y captador de fondos de los mujaidines afganos en los ochenta y de los musulmanes bosnios en los noventa (3).

Es algo poco discutido que en el régimen saudí anidan todavía simpatías (¿complicidades?) no resueltas hacia el extremismo rigorista islámico, según sospechan los servicios de inteligencia occidentales. Como es sabido, la alianza de la corona saudí con el wahabismo, una corriente de interpretación muy rígida del Islam ha favorecido una cierta ambigüedad frente a las manifestaciones extremistas fuera del reino.

CONTINUIDAD, PERO…

De Salman a Bin Nayef no se esperan cambios en la política exterior saudí, aunque sí mayor asertividad. El momento es delicado. El empeño de Obama por resolver pacíficamente el dossier nuclear iraní y las reticencias de la Casa Blanca a propiciar directamente la caída del régimen sirio, aliado de Teherán, han irritado profundamente en Riad.  Nada desean más los saudís que el férreo control (si no la caída) de los ayatollahs, por su activismo ya sea en la defensa, avance y propagación de la causa del chiismo en toda la región (Siria, Irak, Líbano, Bahrein, Yemen, etc.).

En todo caso, no conviene dramatizar en exceso las tensiones entre Washington y Riad. Obama quiso presentar sus respetos al nuevo rey, en su viaje de vuelta de la India. Después de todo, los Saud comparten intereses estratégicos con Occidente. El petróleo es un factor determinante. Mucho se ha escrito sobre las razones de Arabia para mantener a toda costa la producción y favorecer así la caída de los precios. Es una medida que tiene efectos múltiples. El descenso de los ingresos perjudica a todos los países exportadores, pero sobre todo a los que más necesidad tienen de arcas llenas: Irán y Rusia, países sometidos a sanciones internacionales, en cabeza.

Que los saudíes se empeñen en mantener los precios bajos para hacer daño al enemigo iraní es comprensible. Pero el mismo reino se encuentra necesitado de recursos para sostener sus servicios públicos, cada vez más abultados y sus recursos financieros menguan.

Los expertos señalan otra razón para la política saudí: asegurarse una mejor posición de competencia frente a los nuevos productos petroleros norteamericanos. Las compañías estadounidenses necesitan que el petróleo no baje de 50$ para que sea rentable la extracción del crudo ligero o shale (4). Cuanto más barato el petróleo, menos beneficio y, por tanto, menos posibilidad de que haya menos competencia en el mercado. El equilibrio es más difícil cada día.


(1)    Para información adicional sobre el complejo mecanismo de poder interno saudí, es muy recomendable del trabajo de SIMON HENDERSON, publicado por el Instituto Washington para el Cercano Oriente, titulado “After Abdhullah. Succession in Saudi Arabia”, en agosto de 2009. Una revisión resumida y actualizada, escrita días antes de la muerte del rey: “Royal Roulette”, FOREIGN POLICY, 7 de enero.

(2)    Perfil interesante de Mohammed Bin Nayef en el NEW YORK TIMES, de 26 de enero.

(3)    "King Salman Shady History". DAVID ANDREW WEINBERG. FOREING POLICY. 28 de enero.

(4)     “Riyadh’s Oil Play”. BILAL SAAB Y ROBERT MANNING. FOREIGN AFFAIRS, 6 de enero.

GRECIA: UNA VICTORIA CONTRA LOS AUGURIOS. PREGUNTAS URGENTES

26 de Enero de 2015
 
Syriza ha ganado las elecciones legislativas en Grecia. Es una victoria contra los augurios del miedo, el catastrofismo y el inmovilismo. Más de un tercio de los griegos (36,5%) ha votado el cambio más radical desde el restablecimiento de la democracia, hace 34 años. Grecia es el primer país que desafía de forma abierta la política europea de austeridad, que ha contribuido no poco a prolongar y profundizar la crisis iniciada hace siete años.

En la misma noche del triunfo electoral de Syriza, y en particular de su líder, Alexis Tsipras, el hombre político del año en Europa, estas son diez preguntas urgentes a formular:

1.- En el umbral de la mayoría absoluta, con 149 escaños, ¿qué gobierno formará Tsipras? ¿Será monocolor, como ha manifestado en campaña, o integrará a algunas de las fuerzas políticas que se le han ofrecido durante la campaña para consolidar el cambio?

2.- ¿Mantendrá Syriza el programa electoral o realizará adaptaciones, sin renunciar a lo fundamental, con objeto de favorecer un pacto con la UE? ¿Se mantendrá los 'cuatro pilares' del programa de crecimiento económico (ayudas sociales de emergencia, inversiones en infraestructuras mediante una reforma fiscal en profundidad, elevación del salario mínimo acompañado de la revocación de la legislación neoliberal en materia de contratos y derecho laboral y, finalmente, renovación de la política para combatir la corrupción y el despilfarro)?

3.- ¿Qué actitud tendrán los poderes económicos griegos, sus agentes conservadores y los grandes intereses opuestos a un cambio de orientación en el país? ¿Habrá un boicot del del sistema económico? ¿Habrá 'pánico del capital'?

4.- ¿Aceptará lealmente la troika el resultado de las elecciones griegas u optará por mantenerse intransigente en no renegociar cantidad y plazos de la deuda (175% del PIB), que asfixia al país, para probar la determinación de Tsipras?

5.- ¿Hay margen para un compromiso, sin poner a Grecia en la difícil situación de renunciar al euro (por la vía que sea, ya que formalmente no se puede salir del esquema de moneda única sin abandonar el club), y sin que la UE vulnere sus propias decisiones?

6.- En el delicado toma y daca de la previsible negociación, ¿mantendrá Syriza la unidad interna o hay un riesgo algo de que ese tercio contestatario del partido comience a denunciar a Tsipras de debilidad o de oportunismo?

7.- ¿Qué será del PASOK, el partido de los socialistas griegos, reducidos a la irrelevancia con un resultado que no llega al 5% y le hace perder veinte diputados con respecto a 2012? ¿Habrá  autocrítica sincera? ¿Se convocará un congreso extraordinario? ¿Se mantendrá la escisión de Papandreu, a pesar de que su fuerza política, el Movimiento de los demócratas socialistas, no ha conseguido pasar del 3% y estará ausente en el nuevo Parlamento?

8.- ¿Qué lectura harán los demócratas griegos del preocupante ascenso de los neonazis de 'Amanecer Dorado', que se encaraman al tercer puesto y, aunque pierdan un diputado, contarán aún con 17 parlamentarios, pese a tener a parte de su cúpula directiva entre rejas? ¿Se intentará hacer más civilizados sus comportamientos o se vivirá con ellos como un caso perdido?

9.- ¿Qué efecto tendrá el triunfo de una fuerza política que cuestiona la ortodoxia europea sin ambages ni dobles discursos en los partidos socialdemócratas que cuestionan la austeridad, pero no han sido capaces de acabar con ella? ¿Habrá un cambio de discurso y de propuestas de los socialistas o seguirán insistiendo en la combinación de 'rigor' y 'crecimiento'?

10.- Relacionada con la incógnita anterior, ¿qué efectos electorales puede tener el vuelco político en Grecia en las próximas citas electorales europeas, en particular en los países del sur, con especial atención a España, donde existe, y de forma pujante, una formación como 'Podemos', gemela de Syriza?   

LA LIMITADA EFICACIA DE LA ESTRATEGIA EUROPEA FRENTE AL 'JIHADISMO'

22 de Enero de 2015
                
La UE intenta demostrar que tiene bajo un razonable grado de control la “amenaza jihadista”. Francia ya ha asignado más policías y más presupuestos para mejorar la vigilancia. Los ministros de Exteriores de la UE han anunciado otras medidas, que suenan más ambiguas y condicionadas por el impacto de la tragedia de París y por la corriente islamófoba creciente en varios países: creación de agregadurías de seguridad en embajadas en los países de conflicto, y refuerzo de la más cooperación con los vecinos árabes.
                
UN DISCURSO QUE ELUDE LO FUNDAMENTAL

El refuerzo de la seguridad en las sedes diplomáticas se justifica por la necesidad de mejorar la información y la prevención. Pero el verdadero desafío es compartir los datos que maneja cada estado, incrementar los recursos y, quizás, afinar los análisis. El peligro terrorista está fuera, pero también dentro. No es realista pretender resolver el problema sin afrontar, con paciencia y sin efectismos, las causas que lo originan.
                
La cooperación con los servicios de seguridad o inteligencia de los países árabes vecinos es, quizás, la más inquietante de las medidas anunciadas. Ninguno -o casi ninguno- de aquellos gobiernos tiene precisamente los mismos intereses que los europeos, o los nuestros no deberían ser los mismos que los de ellos. Salvo el de Túnez (y con matices), ninguno puede exhibir conductas democráticas solventes. Egipto, Argelia o Marruecos no constituyen un ejemplo a la hora de administrar información libre de contaminación política interna. Esos regímenes asimilan interesadamente riesgo terrorista y oposición interna y presentan como  amenaza violenta cualquier discrepancia seria contra los regímenes en plaza.
                
Se puede celebrar una actitud cooperadora de los vecinos árabes, pero no debería omitirse el precio de esa "generosidad". En virtud del pragmatismo antiterrorista, se corre el riesgo de legitimar unas políticas claramente represivas y contrarias a las necesidades populares, que son precisamente las que fomentan respuestas radicales y/o terroristas. 
                
Los ministros exploraron también un posible encuentro (se sugirió Madrid como sede) para abordar la situación en Siria e Irak. Es difícil que tal iniciativa cuaje siquiera. La diplomacia europea se limita a la influencia que puedan ejercer alemanes, franceses o británicos, como apoyo de Washington, y poco más.
                
El terrorismo islamista no será conjurado sin avanzar en la resolución  de las causas que lo originan: principalmente, los enquistados conflictos en Oriente Medio y las condiciones socio-económicas de las minorías islámicas en los suburbios de las ciudades europeas.
               
La denuncia del primer ministro francés, Manuel Valls, de la existencia de un ‘apartheid’ en numerosos barrios marginados del país es valiente porque no esconde los hechos y reconoce con franqueza el fracaso de las democracias en dar solución a estos núcleos de marginación y frustración. Podía –y debía- haber ido más allá el controvertido dirigente francés y señalar las razones por las que se había llegado a esta situación. Eso le han reprochado algunos portavoces de organizaciones cívicas que trabajan en las banlieues. Pero su mensaje es útil como elemento de reflexión y semilla de autocrítica.
                
EL LABERINTO SIRIO
                
Entretanto, los escenarios donde se gesta, alimenta y desarrolla la violencia siguen fuera de control. La guerra siria es un ejemplo descarnado.
                
Siria -ahora más que Irak- es el principal vivero de combatientes 'jihadistas'. Pero Occidente carece de una política clara. Hasta hace menos de un año, se trataba de apoyar a la oposición armada siria, para acabar con el régimen del clan Assad, aliado de Irán en la zona. El auge del sector más extremista de esa oposición, hasta neutralizar e incluso anular a los moderados, ha obligado a un cambio de orientación. O de prioridades. Ahora se trata, ante todo, de derrotar al Estado Islámico, aunque sin que ello consolide el poder de Assad. Difícil ecuación, como se ha visto desde el verano hasta aquí. Por fin se admite públicamente que hay que cambiar. Sin renunciar a la ambigüedad, por si las cosas salen mal. Se favorecen discretos y no tan discretos contactos diplomáticos, que pasan por no exigir la caída de Assad como condición previa.
                
Hay actores que no aceptan este giro, y no son precisamente enemigos, sino aliados regionales, singularmente dos: Israel y Arabia Saudí. Ambos, contrarios antes que nada a un posible acuerdo sobre el proyecto nuclear iraní, contemplan con pavor cualquier iniciativa que favorezca a Assad, por ser éste el principal aliado regional de la República islámica.
                
Esta preocupación explicaría el reciente activismo militar israelí,  de audacia inusitada. El ataque aéreo de esta semana contra Hezbollah, la milicia libanesa financiada por Teherán y armada y sostenida por Damasco, en el sur de Siria, va en contra de lo que los aliados occidentales desean en estos momentos. Para mayor complicación, una de las víctimas de ese último ataque ha sido un general iraní, lo que demuestra lo ya sabido: que los Guardianes de la Revolución, la vanguardia armada de los ayatollahs, están dispuestos a hacer lo que sea para mantener a Assad en el poder, con Hezbollah como punta de lanza.
                
Los saudíes declaran su repugnancia por el siniestro Califa Al Bagdadi, pero todo indica que siguen financiando a otros grupos 'jihadistas' rivales asociados o cercanos a Al Qaeda (Al Nusra), hasta conseguir que sean los únicos que puedan rivalizar con el Estado Islámico en el desafío al régimen de Assad. De forma complementaria, la familia real, inmersa en un delicado proceso de sucesión, mantiene a marcha martillo la producción de crudo para impedir un rebote  de los precios y perjudicar de esta forma a Irán, cuando más necesita este país de ingresos por la venta del petróleo, debido a los efectos ya devastadores que están causando las sanciones económicas occidentales.

                
Occidente querría ahora una pausa en la guerra, pero no Israel y Arabia. Que el conflicto sirio sea un vivero de terrorismo en Europa no inquieta mucho a las élites saudíes e israelíes, o les resultan un problema mucho menos acuciante que el acercamiento, aunque sea hipotético, entre Washington e Irán. La diplomacia europea, con escasa capacidad de influencia, aspira a encontrar ciertos apoyos en los actores secundarios. Lo que pueda obtenerse por esa vía se antoja poco decisivo para neutralizar potenciales amenazas de nuevos atentados terroristas.

LAS LECCIONES DE LA TRAGEDIA DE PARÍS

15 de Enero de 2015
                
La emotividad de los pasados días en París (y, por extensión, en el mundo occidental) es del todo comprensible, pero sería equivocado no advertir, con el respeto debido, los riesgos y peligros que comporta. Hay motivos para sospechar que el sincero sentimiento de cientos de miles de personas asistentes a la manifestación del 11 de enero (y de los millones que hubieran deseado asistir) ha sido aprovechado en beneficio de intereses no tan nobles.
                
EL RIESGO DE LAS EMOCIONES
                
La indignación por la salvajada de los asesinatos de los caricaturistas de Charlie Hebdo no debe impedir una crítica respetuosa del trabajo de esos humoristas y una moderada alerta sobre sus consecuencias. Estos días se ha debatido en extenso sobre la libertad de expresión. Claro está, se han escuchado posiciones e interpretaciones diferentes, pero la emotiva solidaridad con las victimas ha hecho que la defensa cerrada de los dibujantes haya colocado bajo el riesgo de la descalificación cualquier opinión discrepante. El mismo eslogan de la manifestación ("Je suis Charlie") implicaba una identificación con la revista. No hacerlo podría parecer cobarde o insolidario. Y no es necesariamente así.
                
Es legítimo cuestionar la consigna "Yo soy Charlie". O rechazar que la adquisición del último número de la revista refleje un mayor grado de solidaridad con las víctimas. Nadie debería ser descalificado por no hacerlo, sencillamente porque no comparte su estilo o su línea editorial. Yo declaro que "no soy Charlie", pero, naturalmente, suscribo la máxima volteriana de defender el derecho de los humoristas a publicar lo que quieran, sin temor a ser sancionados, perseguidos o castigados.
                
La sátira, como cualquier otra forma de expresión no puede estar blindada bajo una libertad absoluta. Toda libertad, en una sociedad civilizada, tiene sus límites, que son los derechos de los demás y el imperativo de la convivencia. Muchas de las viñetas de Charlie Hebdo eran groseramente irrespetuosas y no merecían un apoyo incondicional. Antes y después del 7 de enero.
                
De igual manera que condenamos, con razón, los chistes racistas, no estamos obligados a sentirnos identificados con esas caricaturas solamente porque sus autores hayan sido asesinados. Si alguien matara a un racista por venganza contra su oprobio, ¿nos sentiríamos obligados a identificarnos con esa víctima? Muchos de los que han aceptado las caricaturas de símbolos islámicos se han sentido indignados, con razón, cuando se han deslizado ironías sobre valores democráticos.
                
Es comprensible que se abra una investigación sobre la sátira que el humorista franco-camerunés Dieudonné ha hecho de Charlie Hebdo y de sus provocadoras manifestaciones de aparente simpatía por los asesinos. Su estilo es detestable. Pero el doble rasero y las contradicciones francesas le niegan el reconocimiento social de su "libertad de expresión", como ha señalado valientemente una reportera francesa del Canal 24 horas (1).
                
APROVECHAMIENTOS OBSCENOS
                
Por lo demás, resulta obsceno que en la manifestación del pasado domingo en París dirigentes democráticos europeos caminaran del brazo con altos dignatarios de países (Arabia Saudí, Egipto, Turquía, etc.) donde, bajo el instrumento de leyes anti-blasfemia u otras de similar naturaleza, la libertad de expresión está amenazada o brilla por su completa ausencia, por no hablar de la represión sistemática que se práctica.
                
Como chocante resulta la presencia del primer ministro israelí, que ha perdido la noción del control en la persecución del terrorismo islamista, hasta provocar carnicerías como la del pasado verano en Gaza. Al parecer, Hollande intentó disuadirlo de su presencia. No sólo fué inútil. Terminó convirtiendo la tragedia en un acto electoral.
                
Con otras connotaciones, también afloraron pugnas políticas locales, francesas. Digámoslo alto y claro: la manifestación fue, sin duda, un acto cívico de indudable valor ético. Pero también un instrumento de oportunismo político o diplomático deplorable.
                
EL PELIGRO DEL MIEDO
                
La otra preocupación es el miedo que los asesinatos de París han podido incubar en las sociedades francesa y europea. Es comprensible que se quiera reforzar la seguridad de los ciudadanos. Pero es dudoso que el camino sea el endurecimiento de la legislación anti-terrorista. La mayor parte de quienes llevan años estudiando el fenómeno de la radicalización islamista nos están diciendo que el problema no es tanto la inadecuación de los instrumentos jurídicos cuanto los recursos para mejorar la seguridad.
                
Pero, con todo, el mayor peligro para las libertades no es la adopción de una normativa restrictiva, sino la retórica que la envuelve y justifica. ¿Es que no hemos aprendido de las perversiones que rodearon la Patriot Act en Estados Unidos después del 11-S? ¿No resulta escandaloso que más de la mitad de la población norteamericana aún justifique la tortura para combatir el terrorismo islámico?
                
Occidente debe aprender a vivir con el conflicto, porque ha elegido el conflicto para superar la amenaza del islamismo radical. No se puede bombardear países y pretender que tales acciones no van a tener consecuencias, aun aceptando (que es mucho aceptar) la intención 'positiva' de esas políticas. Se ha comprobado que no se puede aniquilar el llamado "terrorismo islamista" mediante actuaciones bélicas. Los bombardeos en Siria, Iraq, Afganistán o Yemen pueden debilitar la capacidad combativa del Estado Islámico, de Al Qaeda o de los talibán, pero provoca un resentimiento no sólo entre los ciudadanos de esos países identificados con los radicales, sino entre segmentos de población que no necesariamente comulgan con sus ideas. La 'guerra contra el terror' ha alumbrado más 'terroristas' de los que ha eliminado, como dice acertadamente el periodista Jeremy Scahill.
                 
NECESIDAD DE POLÍTICAS POSITIVAS Y PACIENTES
                
Estados Unidos y sus aliados se han gastado una fortuna exorbitante en operaciones militares. Si se hubiera empleado ese dineral en mejorar mucho más la educación,  las infraestructuras, las redes sociales de participación, la calidad de vida de esas poblaciones, seguramente el caldo de cultivo radical se hubiera adelgazado mucho más. El éxito más palpable en Afganistán no ha sido precisamente la derrota militar de los estudiantes coránicos, sino el aumento de la escolarización de niños y niñas afganas. Lástima que la relación del esfuerzo bélico con respecto al apoyo educativo sea, sin exagerar, de 10000 a 1, si no más. Entender a las sociedades locales y trabajar con sus portavoces es mucho más positivo y eficaz, como indican algunos ejemplos, desgraciadamente limitados en alcance y recursos. (2).
                
Puede entenderse la ansiedad de dirigentes europeos por prevenir matanzas como la de París, Madrid, Londres, Toulouse, Montauban o Bruselas. Pero como han señalado expertos poco sospechosos (3), el fenómeno de los "lobos solitarios" resulta muy difícil de combatir sólo con medidas restrictivas o policiales. Sin políticas que destierren la islamofobia y aumenten las oportunidades de los millones de jóvenes musulmanes sin futuro de los extrarradios y poblaciones marginales de nuestras ciudades, nada será realmente eficaz. Hay experiencias de inserción de jóvenes radicalizados que regresan de combatir en zonas de guerra, muy prometedoras en la reducción del riesgo terrorista (4).
                
En definitiva, el Islam -ni siquiera el radical- no es una amenaza existencial para las sociedades occidentales, ni es la solución vital para los jóvenes musulmanes que están, o se sienten, discriminados. Hay que ser pacientes para hacerles entender que la manipulación de sus sentimientos religiosos es un veneno con el que falsamente se pretende aplacar su malestar, desprecio y odio hacia un sistema que no es capaz de proporcionarles una vida digna.



(1) "France is an unequal opportunity offender". LEELA JACINTO. FOREING POLICY, 14 de enero.

(2)"United States will never win the propaganda war against the Islamic State. America needs to let local allies do the talking". MANAL OMAR. FOREIGN POLICY, 9 de enero.

(3) Estos días se han publicado muchos análisis sobre el peligro terrorista. Destacamos sólo algunos:
-"Be afraid, be a little afraid. The Threat  from Western Foreign Fighters in Syria and Iraq". DANIEL BYMAN and JEREMY SAPHIRO. BROOKINGS INSTITUCION.
- "Europe focus on emergent threats from smaller crews of terrorists". STEVE ERLANGER. THE NEW YORK TIMES, 14 de enero.
-"No One in Europe was tougher on terror that France. That didn't stop the attacks". JOSHUA KEATING. SLATE, 15 de enero.
-"Measuring  the threat from returning jihadists". JITTY KLAUSEN. FOREIGN AFFAIRS, 1 de Octubre de 2014.

(4) Es el caso de Aarhus, una ciudad danesa gobernada por la socialdemocracia. La experiencia se cuenta en "For jihadists, Denmark tries rehabilitation". ANDREW HIGGINS. THE NEW YORK TIMES, 13 de diciembre.


PARIS-DRESDE

 8 de Enero de 2015
               
La masacre cometida en la redacción de la revista satírica Charlie Hebdo no sólo ha provocado el espanto y la indignación de todas las personas que valoran la vida humana y las libertades, sean de la creencia o cultura que sean, sino que constituyen un acontecimiento de enorme peligrosidad en los momentos actuales que vive Europa y Oriente Medio.
                
El crimen de la Rue Nicholas Appert (1) ha sido perpetrado en un clima de ‘islamofobia’ creciente, que tiene en Dresde su epicentro más reciente, pero del que encontramos manifestaciones cotidianas en otras muchas ciudades europeas.
                
Esta conexión París-Dresde, inspirada por la intolerancia, la ignorancia y el odio alumbra un “momento peligroso para las sociedades europeas”, en expresión lúcida y certera de Peter Neumann, director del Centro de Estudios de la Radicalización, perteneciente al King’s College de Londres (2)
                
Para los extremistas de cualquier campo, la monstruosidad del pasado miércoles es un abono impagable, porque supone un material propagandístico altamente manipulable. Quienes baten los tambores de la intolerancia no pueden encontrar inspiración más rentable que los actos brutales de los intolerantes opuestos. No debe de extrañar que Marine Le Pen dijera anoche, en medio de una conmoción general que aconsejaba mayor prudencia, que era hora “de poner fin a la hipocresía y proclamar con claridad lo que se piensan de este Islam”.
                
Puestos a señalar la hipocresía, los militantes de la intolerancia, en cualquier bando que se sitúen, hacen buen acopio de ella. Los integristas que acabaron con la vida de los humoristas gráficos se presentan como devotos y piadosos pero exhiben y practican un odio sin justificación ni disculpa. Muchos de los nacionalistas o ‘patriotas’ que se sienten amenazados por los inmigrantes de creencias islamistas, porque supuestamente “arrebatan el trabajo a los ciudadanos originarios del lugar donde viven”, suelen presentarse, como cristianos creyentes y practicantes.
                
LO QUE LA RELIGION (O LA ‘NACION’) ESCONDEN

Esta versión de guerra de religiones, o de ‘choque de civilizaciones’ como se ha intentado codificar con pretensiones más intelectuales, esconde el verdadero conflicto de las sociedades modernas: la crisis del sistema socio-económico hegemónico, la desequilibrada distribución de recursos y una desigualdad creciente. Las creencias son arietes de un malestar mucho más profundo y devastador, provocado por la imposibilidad de disfrutar de una vida digna.
                
Puede reclamarse, incluso con escándalo, que no es lo mismo manifestarse contra la ‘islamización’ de las sociedades occidentales, como en los ‘lunes de Dresde’ que resolver a tiros la indignación por la irreverencia de unos humoristas hacia signos e iconos de un sentimiento religioso.  Sin duda. Pero la sociedad que inspira las movilizaciones de Dresde (como símbolo: hay muchas otras), incuba políticas y mecanismos de una concepción política y social que, de imponerse, justificaría la conculcación de derechos y libertades, como la historia nos ha demostrado trágicamente.
                
Es positivo que destacados exponentes de la sociedad y la política alemanas se movilicen contra ese inquietante movimiento de “patriotas europeos contra la islamización de Occidente” (acrónimo de PEGIDA). Pero no debemos olvidar que dirigentes que hoy ocupan la centralidad del espacio político, como la propia Ángela Merkel, en su momento abonaron una actitud de sospecha e incomodidad hacia la inmigración musulmana. La rectificación actual es oportuna y elogiable. ¿Recorrerá este mismo camino Nicholas Sarkozy en su regreso a la lucha política o flirteara con las ideas de defensa de la identidad nacional para seguir extrayendo electorado anclado hoy en los caladeros del Frente Nacional?
                
DE MARÍA ANTONIETA A MAHOMA

Otro elemento que no debe eludirse, por mucho respeto que nos merezca su memoria, es la naturaleza del trabajo de los dibujantes asesinados este miércoles. La libertad de expresión debe ser defendida y protegida y nada puede justificar su supresión o la eliminación de quienes la ejercen, sea de forma brutal, como en este caso, sea con medidas represivas o persecutorias más suaves, como está ocurriendo, por ejemplo, en Turquía (3).
                
La sátira que Charlie Hebdo hacía del Islam (aunque también de otras religiones o de la política) resultaba de todo punto provocadora. Desde las posiciones agnósticas, e incluso ateas, que inspiran al autor de estas líneas, no puede ignorarse que la mofa persistente y el escarnio de figuras espirituales reverenciadas por millones de creyentes contribuyen a crear un clima de incomodidad y malestar. La mayoría de las personas equilibradas que sienten lesionada su sensibilidad reacciona ante estas burlas con desprecio o indiferencia. Pero los promotores y creadores de Charlie Hebdo sabían que sus viñetas los convertían en un blanco más que potencial de la ira de los intolerantes y extremistas. Lo ocurrido el miércoles es un cruel acto venganza anunciada.
                
En los medios de comunicación de todo el mundo se debate estos días qué actitud profesional de solidaridad debe adoptarse ante la masacre de los colegas franceses. Los franceses han protagonizado un acto de solidaridad necesario y comprensible (4). No obstante, fuera del país, algunos han decidido no reproducir portadas o viñetas de la revista, unos por considerar que sus creaciones u ocurrencias son de mal gusto, desagradablemente irrespetuosas, innecesariamente provocadoras e incluso ofensivas. Otros, directamente por temor a ser señaladas por los extremistas como blancos futuros.
                
Francia tiene una tradición satírica que se remonta a la Revolución francesa (o incluso antes, a los Ilustrados). Hay una línea reconocible entre las sátiras de María Antonieta y las de Mahoma, como se ha escrito estos días. La irreverencia como método de crítica social al Poder ha tenido siempre muchos adeptos en Occidente (España no es un caso menor), donde la ironía y el cinismo han producido reflejos culturales de enorme fecundidad creativa (4).
                
Estas revistas satíricas, la de curso legal y las que han circulado en otro momento por conductos subterráneos o directamente clandestinos, consideran que cualquier límite a su libertad de expresión, incluso las auto-regulaciones, son formas disimuladas de censura.

Más inquietante aún resulta que el insulto, la ridiculización o la insidia se hayan  convertido en moneda corriente también en medios convencionales o de otra naturaleza. De hecho, las tertulias o los debates radiotelevisivos han ido ganando terreno a la información y la documentación de los problemas y conflictos sociales. La descalificación y la mordacidad han asfixiado a la reflexión. Hoy por hoy, denigrar a cualquiera resulta completamente gratuito. El amparo de la libertad de expresión está alumbrando monstruos tan indeseables como la censura o la represión. La mejor manera de responder, desde la sociedad, a la atrocidad de París, a la semilla perniciosa de Dresde o a muchas de las venenosas tertulias radiotelevisivas es afianzar un compromiso ciudadano, colectivo e individual, a favor de una convivencia democrática sana entre culturas diferentes y un ejercicio crítico respetuoso y veraz.

(1) En el momento de escribir este comentario, se ignora si el asesinato de un policía en una localidad del sur de la capital francesa está relacionado con los actos criminales del miércoles.
(2) “’Dangerous moment’ for Europe, as fear and resentment grow”. NEW YORK TIMES, 8 de enero.
(3) “Turkey’s President traces a new internal threat: the way he is drawn”. NEW YORK TIMES, 3 de enero.
(4) “Les medias entre la sideration y le mobilisation”, LE MONDE, 8 de enero.

(5) “French satire will not be silenced. FOREIGN POLICY, 7 de enero.