El
espectro del nacional-populismo sobrevuela las elecciones europeas que se
celebran desde este jueves al domingo en los 28 países miembros. Encuestas y
analistas le auguran un auge notable, hasta un 30%, según algunos de ellos.
Hace
dos años se vivió el maratón electoral (Holanda, Francia, Gran Bretaña, Alemania,
Austria y Chequia) como un test decisivo para comprobar si el proyecto de
integración europea seguía teniendo futuro. Los nacional-populistas fueron
frenados, pero no derrotados. Ahora estamos ante el desafío de ese voto anti-establishment, ya que estos comicios se tienen
como secundarios y, por tanto, menos arriesgados para manifestar el malestar
social (1).
FACTORES
QUE HAN IMPULSADO Y LIMITADO EL RIESGO EXTREMISTA
1)
La responsabilidad de los partidos del
llamado consenso centrista (democristianos,
conservadores, socialdemócratas y liberales, fundamentalmente), que no han sabido
orquestar una respuesta eficaz y justa a la pavorosa crisis económica y social
de la última década, favoreciendo el incremento de la desigualdad, el
empobrecimiento de las clases medias, y la marginación creciente de las capas
populares
2) El incremento de la presión migratoria,
como consecuencia de la agudización de los conflictos en África y Oriente Medio,
tras el desastre de la política neocon
y la fallida primavera árabe. Los compromisos europeos a favor del desarrollo
en esas áreas desestabilizadas y conflictivas se han ido debilitando.
3)
El agotamiento de las ideologías europeas
dominantes en la segunda mitad del siglo anterior y su incapacidad para
implantar en unas sociedades bajo presión un discurso político sincero y
comprometido, lo que ha favorecido el auge de opciones extremas: nacionalistas,
populistas, xenófobas, seudo-libertarias e incluso nostálgicas del
autoritarismo.
4)
La heterogeneidad y dispersión del fenómeno ha limitado el alcance de
su amenaza sobre el llamado orden liberal,
al no haber sido capaces de ofrecer una alternativa continental o supranacional,
quizás precisamente por haber quedado atrapados en la trampa de su discurso
nacional y despectivo de cualquier cosa que suponga compromisos transnacionales.
5)
Una extraña connivencia con la Rusia de Putin, más por interés
puramente material (supuesto apoyo económico) que por sintonía con la deriva
nacional-autoritaria del Kremlin. El último escándalo que le ha costado el
puesto al líder nacional-populista de Austria y el colapso del gobierno
derechista en Viena es uno más de una cadena que ha afectado a las formaciones
de Francia o Italia, entre otras.
6)
La capacidad para influir de formas
diversas en las fuerzas políticas tradicionales, sobre todo del centro-derecha,
forzando el acomodo de programas a sus ideas con más gancho (Francia, España),
provocando disensiones en coaliciones conservadoras (Alemania, entre la CDU y
su hermana, la CSU bávara), incluso
aceptándolos como socios menores de gobierno (Austria, hasta hace sólo unos
días).
7)
La pasividad o negligencia del centro derecha,
al exculpar, justificar o permitir a ciertas formaciones con responsabilidad de
gobierno en sus países los excesos cometidos contra las libertades y normas
democráticas, como son los casos del FIDESZ húngaro, socio aún, aunque bajo
suspensión temporal del Partido Popular europeo, o del partido polaco Ley y Justicia
(PIS), aliado de los tories británicos en el Grupo Conservador y Reformista.
Así
pues, los factores impulsores del auge nacional-populista han sido compensados
por otros que han frenado o amortiguado su impacto político. La Eurocámara es
una institución muy criticada por los populistas por su carácter supranacional
y sus dispendios (2), aunque paradójicamente haya servido como terreno propicio
para el despliegue de ideologías de protesta (en la derecha, pero también en la
izquierda). No lo suficiente, sin embargo, para amenazar seriamente la hegemonía
centrista. Curiosamente, el factor división ha jugado un papel de contrapeso al
reducir la influencia de los contestatarios.
LAS
RENCILLAS DEL NACIONAL-POPULISMO
Los
nacional-populistas no han sido capaces de unificar credos ni sumar efectivos
para asaltar la institución más representativa del entramado político europeo.
En la actualidad, están esparcidos en tres grupos de la Eurocámara.
El
más fuerte (por encima del 10% de los eurodiputados) es el Grupo de
Conservadores y Reformistas, comandado por el Partido Conservador británico,
euroescéptico, por supuesto, pero supuestamente alejado de postulados
populistas. El otro partido grande de este grupo es es el muy derechista PIS
polaco. Como le ocurre al PPE con FIDESZ, los tories han demostrado pocos escrúpulos al maridarse con un partido
que quiebra cada día compromisos básicos de la democracia y los valores
europeos, como la independencia judicial o la libertad de información, por no
hablar del revisionismo de la II guerra mundial.
Otras
dos formaciones de este grupo son dos de los partidos xenófobos nórdicos más pujantes,
los Demócratas suecos y los Verdaderos finlandeses.
La
Europa de la Libertad y la Democracia Directa (EFDD), con más del 5% de los eurodiputados,
está liderada por Alternativa por Alemania (AfD, partido xenófobo que nació
como oposición al euro). Además cuenta en sus bancadas con dos formaciones
francesas de discurso euroescéptico y escindidas de los bloques principales de
la derecha: Patriotes, del otrora
mano derecha de Marine Le Pen, Florien Philippot, ahora tratando de explotar el
fenómeno de los gillets jaunes; y Debout
France, expresión de los soberanistas procedentes del gaullismo más rancio.
Se han unido a este grupo otros disconformes, en este caso con el Partido Conservador
británico, agrupados en el Brexit Party,
y el sector más derechista del Movimiento 5 estrellas de Beppe Grillo.
El
otro grupo es la Europa de las Naciones y las Libertades (ENL), algo menos del
5% de los parlamentarios. Aglutina el nacionalismo de repliegue o rechazo, conservador
y retrógrado, bajo el liderazgo intelectual del Rassemblement National (exFrente Nacional) de Marine Le Pen, el impulso
enérgico de la Lega italiana y la
influencia gubernamental de los sedicentes
liberales austríacos (FPÖ), hasta que ha estallado el escándalo del video
que destapa una supuesta operación corrupta con una representante de los
oligarcas rusos. En este grupo se cobijan también unos disidentes eurocríticos
del centro-derecha alemán, reunidos en el Die
Blaue Partei, el minúsculo pero bullicioso Partido del Brexit, heredero del
UKIP del polémico Neil Farage y los xenófobos flamencos del Vlaams neerlandés.
Por
tanto, el nacional-populismo está dividido. Sus líderes son incapaces de ponerse
de acuerdo, debido al lastre que supone su retórica patriotera y por una lucha
de egos no resuelta. La politóloga Nathalie Brack ha estudiado los límites de
su actuación en el Europarlamento (3).
Algunos
de las estrellas nacional-populistas (Salvini, Le Pen) pretenden ahora de nuevo
aunar fuerzas en un solo grupo, cuando se constituya el nuevo Parlamento (4). Pero
se mantienen varias incógnitas. A saber, qué pasará con FIDESZ. Si el PPE
necesita sus votos para mantener la hegemonía, es dudoso que terminen expulsándolo
del grupo definitivamente. Si lo hacen, el partido de Orban debería recalar en
ese nuevo grupo unificado de la derecha soberanista.
Por
otro lado, de consumarse el Brexit, los tories
británicos dejarán al grupo Conservador integrado solamente por el partido polaco
gobernante Ley y Justicia y pocas formaciones residuales adicionales, lo que
puede acelerar una migración de todos ellos al PPE o a los nacional-populistas.
Estaríamos ante una reestructuración del nacional-populismo.
LA
DISPERSIÓN DEL CENTRO DERECHA
Otra
de las claves a dilucidar en esta ronda electoral es la capacidad del centrismo
político para someter esta contestación aparentemente antisistema bajo límites
manejables, como hasta ahora. La lucha por la hegemonía complica seriamente
este propósito. A día de hoy, la fuerza dominante en el Parlamento europeo es el
centro derecha, con 217 diputados (casi el 29%). Aspira a continuar siéndolo,
pero no lo tiene asegurado. Las familias políticas que gobiernan en los estados
europeos están divididas en tres grupos: Populares democristianos, Conservadores
y reformistas y Liberales-demócratas.
En
el Partido Popular europeo, en origen de inspiración democristiana, cohabitan formaciones
genuinamente adscritas a esa ideología, arraigadas en Alemania, Holanda, Bélgica,
Austria o Dinamarca, con otras de perfil netamente conservador. Es el caso del Partido
Popular español, cuyo perfil es poco tributario de la doctrina social católica
ya desde hace años, o de Forza Italia,
cuyo auge ocurrió a costa precisamente de la Democracia Cristiana italiana,
fuerza hegemónica durante décadas, a la sombra del Vaticano. Y qué decir de Los
Republicanos franceses, antiguos gaullistas, que nunca pudieron ser
considerados como partido confesional. No es de extrañar que la derecha francesa,
más atomizada de lo que sus éxitos electorales indican debido al sistema
electoral de agrupamientos en segunda vuelta, se encuentre dispersa en varios
grupos políticos del PE.
El
gran lastre del PPE es la presencia en sus filas del partido húngaro FIDESZ, liberal
en sus orígenes, en el tardocomunismo de finales de los ochenta, pero inscrito
ahora en la tendencia iliberal, autoritaria y dudosamente democrática. EL PPE
ha sancionado al partido del primer ministro Viktor Orban, pero no ha querido
expulsarlo, porque aporta una decena de diputados que le ayudan a sostener su
hegemonía en Estrasburgo. El líder del PPE y aspirante a presidir la próxima
Comisión Europa (spitzen kandidat) es
el bávaro alemán Manfred Weber (CSU), que mantiene puntos de vista sobre
migración próximos al nacional-populismo.
Los liberales de la ALDE agrupan a un 9% de
los eurodiputados. Macron ha asumido el
liderazgo externo del grupo, aunque su dirigente parlamentario sea el belga Guy
Van Verhofstadt y los alemanes del FPD provean una buena parte de sus actas
parlamentarias. Ciudadanos se inscribe
lógicamente en este grupo, con la incómoda compañía del PdCat y, sorprendentemente,
el PNV, al que no podríamos calificar de liberal en España (de origen democristiano,
conservador en lo social y nacionalista en su ambición estratégica).
El
líder francés se presenta en estas elecciones como la máxima garantía para frenar
al nacional-populismo, como ya hiciera con notable éxito en las presidenciales
de su país (6). Pero su estrella se ha apagado un poco por la contestación
social y la falta de sintonía con otros líderes europeos. Macron no se resiste al papel de comparsa de los
liberales y pretender acabar con la alternancia entre populares y socialistas (7).
Sus diferencias con la canciller Merkel han bloqueado las expectativas de restauración
del motor franco-alemán que se abrieron con la llegada al Eliseo del joven
dirigente francés (8).
LOS
SOCIALDEMÓCRATAS, EN ARDUA BÚSQUEDA BUSCA DEL LIDERAZGO PERDIDO
El
centro-izquierda se presenta unido en torno a los Socialdemócratas, que aparecen
como el grupo político europeo ideológicamente más cohesionado. Con 184 escaños,
disponen de una cuarta parte de la Eurocámara. Públicamente aspiran a conseguir
el 30%, lo que les convertiría en el principal grupo parlamentario. Pero las
encuestas les predicen un descenso importante, debido a su debilitamiento en algunos
de sus feudos tradicionales del centro y norte del continente (Alemania,
Francia, Holanda, Bélgica, Dinamarca, Suecia o Finlandia).
Paradójicamente,
el líder de los socialistas europeos y declarado candidato a presidir la futura
Comisión es el políglota e influyente Franz Timmermans (actual número dos de la
CE), perteneciente al partido holandés, uno de los más castigados en las recientes
elecciones.
No
obstante esta profunda crisis, la socialdemocracia presenta algunos polos claros
de recuperación. Numéricamente, el partido más fuerte en las filas socialistas
es el Labour británico, que podría llegar
de nuevo a Downing St, si no se lo impiden las contradicciones internas por el
Brexit. Por esta misma razón, si se consuma la salida del Reino Unido de la UE,
la pérdida de efectivos en las filas socialistas será de consideración.
La
corriente más pujante viene ahora del sur, con gobiernos monocolores en España,
Portugal y Malta. Y tampoco son desdeñables las aportaciones que este grupo
recibe de la secciones reconvertidas de los antiguos partidos comunistas de
Europa Oriental (dominantes aún en Rumania y fuertes en Eslovenia, Chequia,
Eslovaquia y Bulgaria), aunque hayan sido barridos en Hungría y Polonia.
LA
IZQUIERDA ALTERNATIVA, ANTE OPUESTAS PERSPECTIVAS
Finalmente,
la izquierda no socialista tiene dos polos de referencia: ecologistas, de un
lado, e izquierda reivindicativa más comunistas, de otro, con el 7% de
diputados cada uno.
El
Grupo Los Verdes-Alianza de la Libre Europa reúne a la gran mayoría de los
partidos ecologistas, liderados por alemanes, franceses, centroeuropeos y nórdicos.
Los sondeos indican que pueden salir reforzados. La otra rama está integrada por
partidos nacionalistas de izquierda o reivindicativos, como el Partido
Nacionalista Escocés (SNP), los nacionalistas galeses del Playm Cimru y los republicanos independentistas catalanes de
Esquerra (ERC).
La
Izquierda Unitaria aglutina a a los sectores críticos, como el alemán Die Linke o la France Insoumise de Melenchon, la Syriza del primer ministro griego Tsipras, Izquierda Unida de
España y una larga lista de los partidos comunistas más convencionales del sur
de Europa. Es llamativa la presencia en este grupo, y no en el anterior, del Sinn Feinn, cuyo objetivo fundacional es
la reunificación de Irlanda. A pesar de la desafección hacia los socialdemócratas,
no se les augura una mejora de posiciones.
NOTAS
(1) “European Elections Will gauge the power of
Populism”. STEVEN ERLANGER. THE NEW YORK
TIMES, 20 de mayo.
(2) “Très cher Parlament européen.
LE MONDE, 16 de mayo.
(3) “Emmanuel Macron y Matteo Salvini offer two
visions for Europe” RACHEL DONADIO. THE
ATLANTIC, 21 de mayo.
(4) “Opposing Europe in the European Parliament”.
NATHALIE BRACK. PALGRAVE MCMILLAN, (e-book),
2018.
(5) “2019 European Parliament Elections will
change the EU’s political dynamics”. STEFAN LEHME y HEATHER GRABBE. CARNEGIE EUROPE, 11 de diciembre 2018.
(6) “Emmanuel Macon y Matteo Salvini offer two
visions for Europe” RACHEL DONADIO. THE
ATLANTIC, 21 de mayo.
(7) “Pourquoi Macron veut garder la main sur le
présidence de la Commission Européenne”. MICHAELA WIEGEL. FRANKFURTER ALLGEMEINE ZEITUNG, 16 de mayo (reproducido por COURRIER INTERNATIONAL, 21 de mayo)
(8) “Merkel-Macron. Après les
disensions, la reconciliation. SUDDEUTSCHE ALLGEMEINE ZEITUNG, 17 de mayo (reproducido
en COURRIER INTERNATIONAL)