8 de abril de 2019
Abdelatif Buteflika se ha convertido
en el quinto jefe de Estado árabe obligado a abandonar su puesto por la presión
popular. Después de mes y medio de protestas populares tenaces y valientes, los
distintos filtros del régimen argelino han ido mostrándose cada vez más
predispuestos a sacrificar la figura poco más ya que ritual con el propósito de
salvaguardar sus órganos vitales.
En paralelo a esta aparente retirada
paso a paso, medida y calculada quizás para sopesar el grado de conformidad o
inconformidad ciudadana, el régimen ha librado un ajuste de cuentas o un
reequilibrio interno de fuerzas. A la postre, quien ha decidido el juego ha
sido el actor más fuerte: las fuerzas armadas.
Cuando hace una semana el jefe del
Ejército, el general Ahmed Gaid Salah sancionó que el presidente no estaba ya
en condiciones de dirigir el país y, por lo tanto, debía aplicarse el artículo
102 de la Constitución, que contempla la inhabilitación por razones de salud, la
suerte de Butteflika quedó sellada.
Otras ramas del régimen habían
intentado maniobras transitorias para ganar tiempo, como instrumentalizar la previa
decisión del propio presidente de renunciar a la cuarta reelección u otras
oscuras operaciones políticas de transición, empleando a figuras de prestigio
internacional (1).
La decisión militar hizo rápidamente
recordar el ejemplo egipcio: las fuerzas armadas interpretan de manera
aparentemente sorpresiva un giro de conducta, dan la espalda al protegido o a la figura de autoridad y se ponen
del lado del pueblo. Sin duda, para salvar lo esencial del régimen que, en
la práctica, dirigen y tutelan (2).
Otros analistas, aun aceptando esta
analogía, consideran que el caso argelino presenta diferencias singulares con
respecto al antecedente egipcio, debido a las características propias de la
estructura de poder argelino y, sobre todo, a la fuerza de la legitimidad histórica
del régimen (3). Es una disquisición más académica que política. A la postre la
trama político-burocrática-empresarial-militar no puede desentrañarse con
facilidad. Los militares no han oficiado sólo de guardianes pretorianos de la
revolución institucionalizada: han sido también beneficiarios del sistema.
EL FINAL DE UN DÉSPOTA MÁS
La impresión es que Butteflika se ha despedido de la historia sin
ni siquiera poder escribir la última línea de su relato con cierta dignidad. No
se ha encontrado tiempo para un tributo de última hora, menos para una despedida
con honores. Es probable que su hermano y alter ego, Said, se resistiera hasta
el último momento a este final con aire de bochorno. Como suele ocurrirles a
los déspotas, en la hora de la liquidación, no es fácil encontrar a quien le
escriba el epitafio político.
La trayectoria del ya expresidente
argelino está plagada de gestos de soberbia política e institucional, envueltos
en una liturgia gestual y populista. Como fiel servidor que fue del coronel
Bumedian, el militar que derrocó a Ben Bella e instauró la deriva autoritaria
de la revolución, Butteflika se ancló en el capricho y la opacidad. Nunca permitió
que se investigara debidamente una trama corrupta por la que se desviaron más de
60 millones de francos a través de una red de consulados argelinos en el
extranjero. Como presidente se encargó de neutralizar al Tribunal de Cuentas y
abortar la investigación judicial que intentaba rastrear la operación (4).
Con Butteflika ya en el baúl de los
trastos rotos, la clase política y empresarial que ha crecido a la sombra del
poder se pregunta cómo neutralizar el impulso renovador de la calle. Los
argelinos han protagonizado una impecable protesta, firme y pacífica a la vez,
como atestiguan algunos testigos presenciales que nos han dejado valiosos
documentos de estas semanas (5). Entre bastidores, los exponentes del régimen
han ido preparando planes de contingencia. Todos ellos pasan por persuadir al
Ejército de que lo mejor es mantener firme el control de los acontecimientos.
LOS ESCENARIOS PREVISIBLES
En cuanto a los escenarios de futuro
inmediato, la politóloga argelina Louise Dris Aït-Hamadouche señala los más previsibles.
El primero, que se desarrolle lo establecido en la Constitución; es decir, tras
la retirada del jefe del Estado, un periodo de transición bajo la autoridad del
presidente del Senado y la organización de elecciones presidenciales. Una
segunda posibilidad sería que, por presión popular, el régimen se viera
desbordado y aceptara la creación de un “colegio presidencial” formado por
personalidades consensuadas con la oposición y un gobierno técnico. Finalmente,
no es descartable una reforma constitucional que propiciara un cambio más
profundo, una transición pactada hacia un nuevo equilibrio de poderes (6).
La clave, una vez más reside en los
militares. No parece probable que el ejército argelino se despolitice por
completo; esto es, que renuncie a ejercer su influencia, por no decir a su
hegemonía en la orientación de los acontecimientos. Se ha mostrado prudente y
contenido durante estas semanas de protesta, pero nunca ha renunciado a ejercer
el control. Por el contrario, ha demostrado que sigue marcando los tiempos de
la crisis.
Otro factor importante es la
ausencia de una alternativa estructurada y organizada. La calle ha barrido
definitivamente a unos partidos desacreditados y estériles, tanto a los
serviles como a los opositores.
Por todo ello, el intento o la
apariencia de consenso, de acuerdo nacional sería lo más aconsejable. La vía egipcia ha podido ser válida para liquidar
lo agotado pero no parece efectiva para construir la continuidad. A la postre,
si la situación se deteriorara, no se puede descartar que se agite el riesgo de
un renacimiento islamista para evitar un excesivo relajamiento de los
mecanismos de fuerza o, peor aún, de cierto encantamiento con los espejismos de
la democracia y la libertad.
NOTAS
(1) En l’Algérie, l’armée
a précipité la démission de Bouteflika malgré la resistance de son entourage”. AMIR
AKEF. LE MONDE, 3 de abril.
(2) “Lesson
for Algeria from the 2011 egyptian uprising”. ADEL ABDEL GHAFFAR y ANNA L. JACOBS. BROOKINGS INSTITUTION,
14 de marzo.
(3) “Buteflika
resigns: next steps in uncharted territory”. BEN FISHMAN. THE WASHINGTON INSTITUTE ON NEAR AND MIDDLE EAST, 3 de abril.
(4) “Abdelaziz
Bouteflika, une fin sans gloire”. YASSINE BABOUCHE Y FAIÇAL METAOUI. TOUT SUR L’ALGERIE,
2 de abril.
(5) “A
protest made in Algeria”. DALIA GHANEM. FOREIGN
POLICY, 2 de abril.
(6) “Il est ilusoire d’envisager
une dépolitization immédiate de l’armée”.Entrevista con LOUISE DRIS-AÏT-HAMADOUCHE.
LE MONDE, 4 de abril.
NOTAS
(1) En l’Algérie, l’armée
a précipité la démission de Bouteflika malgré la resistance de son entourage”. AMIR
AKEF. LE MONDE, 3 de abril.
(2) “Lesson
for Algeria from the 2011 egyptian uprising”. ADEL ABDEL GHAFFAR y ANNA L. JACOBS. BROOKINGS INSTITUTION,
14 de marzo.
(3) “Buteflika
resigns: next steps in uncharted territory”. BEN FISHMAN. THE WASHINGTON INSTITUTE ON NEAR AND MIDDLE EAST, 3 de abril.
(4) “Abdelaziz
Bouteflika, une fin sans gloire”. YASSINE BABOUCHE Y FAIÇAL METAOUI. TOUT SUR L’ALGERIE,
2 de abril.
(5) “A
protest made in Algeria”. DALIA GHANEM. FOREIGN
POLICY, 2 de abril.
(6) “Il est ilusoire d’envisager
une dépolitization immédiate de l’armée”.Entrevista con LOUISE DRIS-AÏT-HAMADOUCHE.
LE MONDE, 4 de abril.